Cuando entras a una iglesia el domingo por la mañana, ¿qué ves?
Si es una iglesia llena del Espíritu y que cree la Palabra, verás filas de personas sonriendo, de pie, alabando a Dios. Verás creyentes que lucen como si estuvieran viviendo de victoria en victoria.
Sin embargo, como pastor, puedo decirte que algunas veces la manera en la que lucen las cosas puede ser un engaño.
Muchas de las personas de pie y sonrientes en el exterior, en su interior están sentadas con lágrimas de desánimo en sus ojos. Han sido golpeadas por las decepciones. Han sido heridas y rechazadas por otras personas. Estas personas han enfrentado tantos fracasos, que se han dado por vencidos en los sueños y esperanzas que alguna vez animaban sus corazones.
El diablo ha venido y les ha dicho: “Estás acabado. La vida ha terminado para ti. No tienes futuro”.
Esas palabras, ¿te suenan familiares? Si has sido cristiano por más de una o dos semanas, sin lugar a duda ya las has escuchado. El diablo nos las repite a todos nosotros, sin importar la edad ni la condición de nuestras vidas.
Es posible que eso te sorprenda. Es posible que hayas mirado alrededor, a todos los rostros felices en la iglesia y decidido que tú eres el único que se siente como un fracaso.
Sin embargo, puedo asegurarte que no lo eres. De hecho, estás en buena compañía. Si estudias en la Biblia, verás que el diablo usa las derrotas pasadas y las adversidades presentes para presionar a cada gran hombre y mujer de Dios.
¿Cómo manejaron la presión esos grandes héroes de la fe? ¿Qué hicieron cuando parecía como si todo hubiera salido mal?
Ellos tomaron su pala y excavaron otro pozo.
Si quieres saber exactamente lo que eso significa, lee la historia de Isaac en Génesis 26. Él es un hombre que enfrentó problemas en muchas ocasiones. Durante su vida, experimentó un contratiempo tras otro. Fue maltratado, rechazado y robado de sus éxitos.
Pero, cuando todo terminó, Isaac salió victorioso. Terminó como un ganador. Y si tú sigues su ejemplo, no importa cuán mal estén en este momento las cosas en tu vida, tú también terminarás ganando.
¿Qué dijiste, Señor?
“Oh, Pastor George, ¡lo que pasa es que tú no sabes lo mal que están mis cosas!” Probablemente no; sin embargo, dudo que estén peor que las que enfrentaba Isaac, porque Génesis 26:1 nos dice: «hubo hambre en la tierra» donde él vivía.
«…así que Isaac se fue a vivir a Gerar, con Abimelec, rey de los filisteos. Y el Señor se le apareció y le dijo: «No vayas a Egipto. Quédate a vivir en la tierra que yo te diré. Habita como extranjero en esta tierra, y yo estaré contigo y te bendeciré. A ti y a tu descendencia les daré todas estas tierras, y así confirmaré el juramento que le hice a Abraham, tu padre
Y así, Isaac se quedó a vivir en Gerar» (Génesis 26:1-3,6).
Personalmente, nunca he estado en una situación de hambruna, pero he visto fotos y leído al respecto, lo suficiente como para saber que es una situación desesperante. Estoy seguro de que la inclinación natural de Isaac era irse de ese lugar, salir corriendo lo más rápido posible hacia un país como Egipto donde había de todo para comer.
Sin embargo, Isaac no lo hizo. Por el contrario, él escuchó la voz de Dios. Y cuando la escuchó, la obedeció. Él se quedó allí, en medio de la tierra azotada por la hambruna y cultivó plantíos.
Eso suena fácil de hacer cuando lo lees en la Biblia. Sin embargo, cuando estás enfrentado esa clase de problemas en tu vida personal, cuando la tormenta de circunstancias está golpeando sin clemencia a tu puerta, no siempre será fácil escuchar la voz de Dios.
Lo más fácil de hacer es comenzar a pensar cosas como: ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo voy a arreglar esta situación?
Y es allí donde frecuentemente nos equivocamos. Comenzamos a correr en direcciones carnales, tratando de resolver las cosas en nuestras fuerzas. Sin embargo, la mente humana no puede idear cómo vencer los obstáculos que el diablo arroja en nuestro camino.
Si queremos salir victoriosos, tenemos que ir a Dios para pedirle instrucciones. Debemos alejarnos de las voces que nos gritan soluciones mundanas, y en su lugar, sintonizar la voz suave de Dios.
Isaac conocía esa voz. Y tú también la conoces. Sin embargo, para oírla, deberás invertir tiempo para escucharla, para limpiar las cosas de este mundo y entrar en la presencia de Dios. Si lo haces, Él te mostrará las cosas venideras. Él te revelará los pasos que debes seguir.
¿Eso significa que se acabarán todos tus problemas? Volvamos a estudiar a Isaac y descubrámoslo.
Excava en tu pacto
«Isaac sembró en aquella tierra y Dios lo bendijo, y ese año cosechó cien veces lo sembrado y se hizo rico y prosperó. Tanto se engrandeció que llegó a tener mucho poder. Tuvo rebaños de ovejas y manadas de vacas, y mucha servidumbre. Los filisteos lo envidiaban. Todos los pozos que en los días de Abraham, su padre, habían abierto sus criados, los filisteos los habían tapado y rellenado con tierra. Por su parte, Abimelec le dijo a Isaac: «Apártate de nosotros, pues ya eres más poderoso que nosotros» (Génesis 26:12-16).
Isaac conquistó un obstáculo, sólo para encontrarse con otro. Él prosperó tanto que, a pesar de la hambruna, los Filisteos se pusieron celosos y atascaron sus pozos.
Un pozo era algo muy significativo para esa gente. Contenía el sustento que necesitaban para alimentar el ganado y regar sus campos. Los pozos literalmente eran un asunto de vida o muerte.
Así que, puedes imaginarte la desilusión que fue para Isaac cuando se levantó esa mañana, arrojó el balde al fondo del pozo, y todo lo que recogió fue tierra.
¿Se desanimó?
Sin lugar a duda. ¡Su fuente natural se había acabado! Estaba siendo forzado a dejar su país por culpa de personas vengativas y celosas. Aun así, Isaac no se arrojó al suelo y se dio por vencido. Él no se detuvo en ese momento y dijo: “Mi vida está terminada. ¡Soy un fracaso!”
¿Por qué no? Él era un hombre cimentado en la estabilidad de su pacto con Dios. Aún enfrentando algo que parecía una derrota segura, él todavía escuchaba la voz de Dios resonando en su corazón: «estaré contigo y te bendeciré». Él excavó en ese pacto y encontró la fe para seguir adelante.
«Entonces Isaac se fue y acampó en el valle de Gerar, y allí se quedó a vivir» (versículo 17). Él se dijo a sí mismo: ¡Dios me dio estos pozos, Él me dará otros! ¡Él cuidó de mí antes, y me cuidará una vez más!
«Volvió a abrir los pozos de agua que en los días de Abraham su padre se habían abierto
Luego los siervos de Isaac cavaron en el valle, y encontraron allí un manantial de agua viva» (versículos 18-19).
En lugar de sentarse a llorar y decir, “¡Ay, pobre de mí!”, ¡Isaac tomó su pala y excavó otro pozo!
Con seguridad, encontró agua. Sin embargo, la batalla todavía no había terminado.
Deja los pozos viejos en el pasado
«Entonces los pastores de Gerar contendieron con los pastores de Isaac, pues decían: «Esta agua es nuestra.» Por eso Isaac llamó a ese pozo «Esek» [que significa “contienda”], porque habían contendido con él. Abrieron otro pozo, y también riñeron por él; y le puso por nombre «Sitna» [que significa “odiado”]. Luego Isaac se apartó de allí, y abrió otro pozo, y ya no riñeron por él, así que le puso por nombre «Rejobot», pues dijo: «Ahora el Señor nos ha hecho prosperar, así que fructificaremos en la tierra» (versículos 20-22).
¿Puedes imaginarte la frustración que debió sentir Isaac? Una y otra vez excavaba un pozo, y alguien venía a quitárselo. Sin embargo, cuando lo hacían, la Biblia dice que: «Isaac se apartó de allí».
Él se apartó y dejó su pasado a un lado. Hizo caso omiso de su pasado. Él mantuvo sus ojos en el futuro, y nunca miró hacia atrás.
Él hizo lo que apóstol Pablo nos dice que hagamos en Filipenses 3:13-14: «me olvido ciertamente de lo que ha quedado atrás, y me extiendo hacia lo que está adelante; ¡prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús!»
Si quieres terminar como un ganador, sigue el ejemplo de Isaac. Nunca mires hacia atrás a los pozos que se hayan cerrado. No mires a las heridas que te hayan causado. No mires atrás y escuches las palabras dolorosas que te hayan dicho. Mira hacia adelante. ¡Alcanza el premio del supremo llamamiento de Dios!
¡Toma tu pala y excava otro pozo!
Excava otro pozo
«Abimelec fue desde Gerar a visitarlo. Lo acompañaban su amigo Ajuzat y Ficol, el capitán de su ejército. Y les dijo Isaac: «¿Por qué vienen a mí, si ustedes me odian, y hasta me echaron de entre ustedes?» Pero ellos respondieron: «Nos hemos dado cuenta de que el Señor está contigo. Por eso dijimos: “Que haya ahora un juramento entre nosotros, entre tú y nosotros.” Queremos hacer un pacto contigo, de que no nos hagas ningún daño, así como nosotros no te hemos tocado. Nosotros sólo te hemos tratado bien, y te dejamos ir en paz, y ahora tú eres bendecido por el Señor.» Entonces Isaac les ofreció un banquete, y ellos comieron y bebieron» (Génesis 26:26-30).
¡A eso llamo yo agregarle sal a la herida! No fue suficiente con que estas personas atascaran los pozos de Isaac y lo hicieran mudarse de un lugar a otro. ¡Cuando todo terminó, y vieron lo bendecido que era, quisieron hacer un pacto con él!
La mayoría de la gente ─incluyendo los cristianos─ le hubieran dicho a Abimelec y a su grupo que se fueran. Sin embargo, Isaac no lo hizo. ¡Él los invitó a comer! ¡Hizo exactamente lo que le pidieron!
En otras palabras, él caminó en amor.
Y el versículo 32 nos dice que: «Ese mismo día los criados de Isaac fueron a darle buenas noticias acerca del pozo que habían abierto, y le dijeron: «Hemos hallado agua».
¡Cuando caminas en amor, encontrarás lo que has estado buscando! ¡Cuando caminas en amor, tienes éxito! Porque como 1 Corintios 13:8 dice: “El amor nunca falla”(Biblia Amplificada, Edición Clásica).
Algunas veces olvidamos prestarle atención a ese aspecto. Algunas veces, cuando las personas nos maltratan, nos enojamos tanto que queremos explotar. Sin embargo, es en esos momentos que debemos recordar: el amor nunca falla. Cuando operas en el amor de Dios ─sin contienda, sin rencores, sin odio─ te posicionas en la presencia del Dios todo poderoso. Y Él puede ayudarte durante la época de hambruna. Él puede ayudarte en medio de la oposición. Él puede sacarte de cualquier situación, sin importar lo seria que sea y hacer que resultes un vencedor.
Continúa excavando
Así que no le permitas a esas personas “tapa pozos” desanimarte. No te quedes por ahí sentado, llorando por las decepciones del pasado. Avanza con Dios. Toma tu pala de la fe y excava otro pozo.
Excava buscando agua viva. Excava por las respuestas que necesitas. Excava por salud y sanidad. ¡Excava! ¡Excava! ¡Excava!
Con seguridad, el diablo ha tapado con tierra tus pozos en el pasado; sin lugar a duda, lo hará de nuevo. Pero, al final, tú le darás una golpiza si continúas siguiendo a Dios y obedeciendo Su voz. Continúa caminando en amor. Mantén tu corazón en las promesas del pacto de Dios y tus ojos en el futuro.
Si lo haces, al final, saldrás vencedor. Como Isaac, serás tan bendecido que aún tus enemigos querrán ser tus amigos. Disfrutarás tal victoria, que la gente se maravillará y te preguntará cómo lo lograste.
Cuando lo hagas, podrás sonreír y decirles:”¡Solamente tomé mi pala y excavé otro pozo!”