Hace varios años, la persona al mando de la escuela ministerial de Jerry Savelle me pidió que enseñara sobre el tema de cómo criar una familia piadosa. En ese momento yo me sentía descalificada y discutí con el Señor al respecto:
“Señor, no puedo hablar de ese tema. Ahora mismo estoy atravesando grandes dificultades con mis hijos, porque como Tú sabes… he estado tan ocupada que no he sido consistente en disciplinarlos.”
En medio de mi gran discurso, el Señor me detuvo y me dijo algo que cambió mi vida para siempre. Hasta escribí exactamente lo que Él me dijo: Si pones excusas por tu condición, o la condición de tu hogar, no cambiarás.
No le respondí nada ni discutí por un segundo. Le dije: “Sí, Señor.”
A continuación, Él añadió: Si pones excusas por tus hijos, no los disciplinarás y ellos no cambiarán.
Esas palabras fueron demasiado acertadas para mí ese día. Cuando crecía, yo era muy buena para inventar excusas. A medida que maduré espiritualmente, comencé a disciplinarme al respecto. Aún de adulta, tengo que tener cuidado de que no poner excusas en mi caminar con el Señor.
Las excusas son peligrosas. Mientras más he estudiado la Palabra de Dios acerca de este tema, más claramente he visto cuán peligrosas son. Algunas de las personas más famosas en la Biblia pusieron excusas… y todas las veces tuvieron un costo asociado muy alto. Déjame compartir contigo algunas de las excusas que he encontrado en la Biblia, porque creo que abrirán tus ojos al peligro que acarrean.
Excusa #1: Dudar de sí mismo
En Éxodo 3, Dios le dijo a Moisés todas las cosas que quería que hiciera para liderar a los hijos de Israel fuera de Egipto. En vez de tomar la tarea con fe y gozo, cada palabra que salió de la boca de Moisés fue un argumento, o una excusa, enraizadas en la duda de sí mismo:
«¿Y quién soy yo para ir ante el faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel?» (versículo 11, RVC)
«Pero resulta que, si yo voy y les digo a los hijos de Israel: “El Dios de sus padres me ha enviado a ustedes”, qué voy a responderles si me preguntan: “¿Y cuál es su nombre?”» (versículo 13)
«Va a resultar que ellos no me creerán, ni oirán mi voz. Más bien, dirán: “El Señor no se te ha aparecido”» (capítulo 4:1)
«¡Ay, Señor! Yo nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni ahora que hablas con este siervo tuyo. Y es que soy muy lento para hablar, y mi lengua es muy torpe» (versículo 10).
Moisés no tenía mucha confianza en sí mismo; sin embargo, Dios fue paciente hasta que Moisés dijo: «¡Ay, Señor! ¡Por favor, envía a quien debes enviar!» A continuación, leemos: «Entonces el Señor se enojó con Moisés», y Dios le permitió a Moisés usar a su hermano Aron como su vocero (versículos 13-17).
Todas las razones de Moisés y sus excusas hicieron que Dios se enojara con él ─ no que Dios cambiara de parecer.
Dios no cambió Su plan para la vida de Moisés; sin embargo, por su desconfianza, Dios le permitió usar a Aron. Consecuentemente, porque ese no era el plan original de Dios, Aron le causó a Moisés algunos problemas en el camino. Y la peor consecuencia de todas fue que Moisés no entró a la Tierra Prometida. Todo por una actitud de desobediencia, al dudar de sí mismo y poner excusas.
Mientras estudiaba este ejemplo, el Señor me dijo: Las excusas no moverán a Dios del plan que tiene para tu vida, pero si te moverán a ti de Su plan para tu vida. Y eso fue lo que finalmente le terminó pasando a Moisés.
Cuando le damos excusas a Dios, nos movemos del plan que tiene para nuestras vidas.
Excusa #2: Falta de posición social
La siguiente excusa es algo que escuchas todo el tiempo: “Bueno, no soy rico(a)… Mi familia no es… Tú tienes éxito porque eres… Tú tienes mucho dinero… Tú vienes de una familia con buenas conexiones… Tú eres negro… Tú eres blanco… rojo, verde…”, y la lista continúa.
Esa fue la excusa que Gedeón trató de darle a Dios: «Mi señor, ¿y cómo voy a salvar a Israel? ¡Yo soy de la familia más pobre que hay en Manasés, y en la casa de mi padre soy el más pequeño!» (Jueces 6:15).
Gedeón juzgó que no podía salvar a Israel porque no era rico, sino el más pequeño de la casa de su padre, es decir no venía del clan “correcto”. Sin embargo, eso no le importó a Dios, porque Dios sabía que Él era la fuente de Gedeón.
La respuesta de Dios a Gedeón fue: «Confía en mí, porque yo estoy contigo. Tú derrotarás a los madianitas como si se tratara de un solo hombre.» (versículo 16). La falta de posición social no mueve Dios, así que es incorrecto usarlo como una excusa con Él. Existen virtualmente divisiones raciales y socioeconómicas en todas las culturas, pero Dios le ha dado a cada uno la manera de romper esas barreras.
Sin importar dónde fuiste criado, cuánto dinero tienes o en qué familia naciste, Dios puede hacer un camino para ti.
Excusa #3: Es muy difícil
En Proverbios 22:13, leemos la tercera excusa que algunos podrían llamarla con su nombre propio. Salomón escribió: «El perezoso arguye: «¡Hay un león en la calle! Si salgo, ¡seré hombre muerto!»
Jamás he escuchado a las personas decir: “Oh, soy demasiado perezoso para hacerlo.” ¡Nadie lo admitiría! Sin embargo, ellos dicen: “Oh, es que es tannnnn difícil”. Y básicamente eso es lo que dijo el hombre perezoso en Proverbios.
Todos hemos actuado de esa manera alguna vez… y muy frecuentemente lo vemos en nuestros hijos.
Hace algunos años mi hija mayor, Rachel, necesitaba ahorrar dinero para un viaje de jóvenes. Cuando mi papá se enteró que ella estaba creyendo por ese dinero, le dijo: “Rachel, tengo un trabajo en el ministerio para ti”.
En el día que él nos especificó, nos encontramos en su oficina en el hangar del avión. Rachel estaba muy emocionada, hasta el momento en que nos condujo al área donde los aviones estaban estacionados, le dio una escoba a Rachel y le dijo: “Barre el hangar”.
El hangar era grandísimo, sin embargo, Rachel asintió con la cabeza. Luego, después de que mi papá se fuera a la oficina, me preguntó: “Mamá: ¿no le pagan a alguien para que haga este trabajo?”
Le sonreí y le dije: “Sí; a ti, así que ponte a trabajar”.
Era una tarea intimidante. El piso estaba divido en secciones de medio metro cuadrado, una cuadrícula que aparentaba no tener fin. La animé: “Simplemente empieza por un cuadrado a la vez.” Ella lo hizo, y de veras hizo un buen trabajo, ganándose parte del dinero para el viaje.
Muchas veces lo que Dios nos pide puede parecer imposible… sin embargo, si solamente comienzas, Él siempre te dirá lo que debes hacer. No des más excusas. Simplemente di: “Sí Señor”.
Excusa #4: Distracciones externas
En Lucas 14:16-17, Jesús nos relata una parábola llena de excusas por distracciones externas y otras consideraciones. La parábola comienza diciéndonos: «Un hombre ofreció un gran banquete, e invitó a muchos. A la hora del banquete envió a su siervo a decir a los invitados: “Vengan, que la mesa ya está servida”.
Los versículos 18-20 nos revelan las excusas que las personas dieron:
«Pero todos ellos comenzaron a disculparse. El primero dijo: “Acabo de comprar un terreno, y tengo que ir a verlo. Por favor, discúlpame.” Otro dijo: “Acabo de comprar cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlas. Por favor, discúlpame.” Y otro más dijo: “Acabo de casarme, así que no puedo asistir”».
Dios tenía un plan para que todas estas personas fueran bendecidas, pero todos sacaron a relucir una excusa. El dueño no dijo: “Vayan, tráiganlos y arréstenlos. Necesitan estar acá. Tráiganlos a la fuerza”.
No. Dios tampoco lo hará. Dios no te forzará a cumplir Su plan para tu vida. Si le das excusas, Él te excusará. Te excusará de ser bendecido.
Excusa #5: Culpar a los demás
De niña, siempre le echaba la culpa a mi hermano. Los niños naturalmente hacen eso
y luego crecen y se convierten en adultos que ofrecen disculpas, a menos de que les enseñen lo contrario.
Adán lo hizo con Eva en el Jardín del Edén. En Génesis 3, leemos que ellos comieron del árbol del bien y el mal y se escondieron de Dios. Cuando Dios llamó a Adán preguntándole: «¿Dónde andas?» Y él respondió: «Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, pues estoy desnudo. Por eso me escondí» (versículos 9-10).
«¿Y quién te dijo que estás desnudo?», Dios le preguntó en el versículo 11.
Esa era una pregunta simple que requería una respuesta ─ no una excusa. Sin embargo, Adán le respondió: «La mujer que me diste por compañera
» (versículo 12). Él trató de quitarse la culpa de encima.
Después, la mujer dijo: «La serpiente me engañó, y yo comí» (versículo 13).
Nadie quería decir: “Me equivoqué.”
¿Puedes verlo? Las excusas indican tres cosas: falta de arrepentimiento, falta de honra y falta de atención.
Cuando le pregunto a mis hijos algo, no quiero escuchar excusas, de la misma manera que Dios tampoco quiere hacerlo. Quiero una respuesta. Todo lo que quiero oír es: “Sí señora, perdóname, estuve mal”. Y también esa es la manera que todos nosotros necesitamos responder. Las excusas solamente nos entrenan para la derrota; evitan que dejemos de equivocarnos y volvamos a la voluntad de Dios ─ una excusa siempre llevará a otra.
Excusa #6: La falta de recursos
Mi papá siempre me enseñó que tener dinero, o no tenerlo, nunca es una razón para hacer o dejar de hacer algo. Ya sea que algo vaya a producir o costarte dinero, jamás debería ser uno de factores decisivos a la hora de hacer algo en tu vida. Jesús expuso esta clase de pensamiento negativo y de dar excusas en Mateo 16:5-9:
Los discípulos llegaron al otro lado, pero se olvidaron de llevar pan. En eso, Jesús les dijo: «Abran los ojos y cuídense de la levadura de los fariseos y de los saduceos.» Ellos comentaban entre sí: «Dice esto porque no trajimos pan.» Pero Jesús se dio cuenta y les dijo: «Hombres de poca fe. ¿Por qué discuten entre ustedes que no tienen pan? ¿Todavía no entienden, ni se acuerdan de los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas recogieron?
Los discípulos dieron excusas por no tener pan, y razonaron todo en su mente. Sin embargo, Jesús no aceptó esas excusas. Esta es una lección demasiado importante. Si Dios te mueve a plantar una iglesia, o a ayudar a cierto ministro o ministerio y la primera cosa que sale de tu boca es: “Bueno, Señor, no tengo el dinero para hacerlo”, tan solo estás dando una excusa.
La respuesta de Jesús para este problema en todas las ocasiones siempre fue: “Yo supliré.” Eso fue lo que les dijo a Sus discípulos y eso mismo es lo que te está diciendo a ti.
Recuerda a Jesús
Mateo 25 narra la historia de los talentos. En el versículo 25, cuando el maestro confrontó al siervo acerca de lo que hizo con el talento recibido, el siervo le respondió: «Tuve miedo». Su excusa fue el temor.
En Jeremías 1:6, Jeremías le dijo al Señor: «¡Ay, Señor! ¡Ay, Señor! ¡Date cuenta de que no sé hablar! ¡No soy más que un muchachito!» Él estaba tan equivocado. Nadie es demasiado joven para ser usado por el Señor. ¡De hecho, nadie es demasiado viejo, ni gordo, ni flaco, o cualquier otra cosa!
La conclusión con las excusas es que no debemos darlas nunca. Santiago 1:22 dice que nosotros somos hacedores de la Palabra y no solamente oidores. Santiago continúa diciendo que aquel que solamente oye se engaña a sí mismo.
Las excusas son una herramienta de Satanás para causar engaño en tu vida y éstas evitarán que vivas en victoria. Al hacer excusas, haces que el sacrificio de Jesús no tenga efecto. En vez de permitirle a Él y a Su sacrificio ser tu justificación, te estás justificando tú mismo.
Cuando sientas que una excusa está por salir de tu boca, recuerda lo que Jesús dijo en el Jardín de Getsemaní. Él no quería ir a la cruz. Él no quería estar separado de Dios. «Se fue un poco más adelante y, postrándose en tierra, oró que, de ser posible, no tuviera que pasar por ese momento» (Marcos 14:35). Pero también dijo: «Que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú» (versículo 36).
No te permitas discutir con Dios. No te permitas darle excusas a los demás. Tan solo dile sí al Señor y camina en la bendición abundante de una vida que no provee excusas.