Deborah Friendly tomó el bolígrafo y observó la página en blanco.
Primero de enero de 1982. Un nuevo año para fijarse metas y soñar. ¿Cuál debía ser su propósito de Año Nuevo? Ella y su marido, Kenneth, tenían una buena vida. Se habían conocido en la base aérea de Hahn, en Alemania. Se habían casado y el resto ya era historia. Ahora estaban en Florida, como parte de su último traslado, y la vida les sonreía. Mordiendo el bolígrafo, Deborah reflexionó sobre lo que quería cambiar este año. Una vez decidido, lo escribió.
Conocer a Dios.
No estaba segura de cómo hacerlo. Aun así, tendría un año para averiguarlo. En marzo, se ofreció como voluntaria para ayudar a una mujer que, debido a un embarazo complicado, estaba en reposo. Deborah vio una enorme Biblia en la cama de la mujer.
“Vaya, algún día tendré una Biblia como esa”, dijo Deborah.
La respuesta de la mujer se le quedó grabada en la mente.
“No tienes el Espíritu de Dios en ti. Vas directo al infierno.”
Deborah regresó a casa y le contó a Ken lo que la mujer le había dicho. Ninguno de los dos se había criado en la iglesia. Sollozando, Deborah dijo: “¡No voy a ir al infierno!”
“¡Pues yo tampoco voy a ir al infierno!” replicó Ken. “¡Yo también me voy a comprar una Biblia!”
Tiempo después, Ken y Deborah se preparaban para ir a una fiesta cuando sonó el teléfono. Era uno de los amigos de Ken.
“¡Oye, Little Richard, el del rock and roll, está predicando en la tele!”
“No”, dijo Ken, “no puede ser”.
Intrigado, Ken encendió la televisión. Unos instantes más tarde, él y Deborah estaban de rodillas orando por su salvación.
Una vida nueva
“Little Richard era muy creyente”, explica Ken. “Cuando nos llevó al Señor, había dejado el mundo del espectáculo. Más tarde volvió a él, pero su fe volvió a ser fuerte antes de morir. Dios lo utilizó para cautivar nuestros corazones. Por aquel entonces, bebíamos y fumábamos marihuana. Cuando nos levantamos después de orar, tiramos todo eso a la basura. Nunca fuimos a esa fiesta.” Tras su conversión, Ken y Deborah tomaron una decisión rápida.
“Los dos estábamos de acuerdo en que no íbamos a ser cristianos sólo de nombre”, dice Ken. “Seríamos cristianos de verdad.”
“En aquel momento, estábamos a 45 minutos en auto de la base. Encontramos una emisora de radio cristiana que escuchábamos durante el trayecto. Sintonizamos por primera vez a Kenneth Copeland. Lo escuchábamos cinco días a la semana. Nos habíamos unido a una iglesia, pero no enseñaban lo que Kenneth enseñaba. Cuanto más le oíamos predicar la Palabra de Fe, más queríamos escuchar. Cuando nos dimos cuenta de que la Base Aérea de Carswell estaba cerca de Fort Worth, pedimos que nos trasladaran allí.”
En 1984, los Friendly se mudaron y rápidamente se conectaron con la Iglesia Internacional Eagle Mountain, en el predio de los Ministerios Kenneth Copeland.
“Amábamos la iglesia, y nos gustaba asistir a las Convenciones de Creyentes del Suroeste. Fui lleno del Espíritu Santo poco después de nacer de nuevo”, dice Ken. “Deborah todavía estaba tratando de entenderlo. Cuando escuchamos a Gloria decir, ‘Necesitas orar en lenguas una hora al día’, lo entendió. Deborah recibió el Bautismo en el Espíritu Santo y lo añadimos a nuestra vida de oración. Si hubiera sido por nosotros, hubiésemos querido vivir allí el resto de nuestras vidas y jubilarnos allí”. La pareja pronto descubriría que aprendieron a permanecer en la fe justo a tiempo.
Fe por un hijo
Ken ya tenía un hijo cuando Deborah y él se casaron. Sin embargo, en los 10 años que llevaban de casados, Deborah nunca había concebido. Todos los años, cuando acudía a su revisión, escuchaba la misma pregunta: “¿Sigues intentando tener un hijo?”
“Sí”, respondía ella.
“¿Por qué no nos dejas hacer una operación exploratoria para ver qué pasa?”
“No, gracias.”
Deborah y Ken ya lo habían hablado. No querían tener que enfrentarse a ninguna palabra o diagnóstico negativo. Aunque les llevó tiempo, la fe en la Palabra de Dios prevaleció. En 1990, Deborah dio a luz a un hijo, Kenneth Jr. Tres años antes, en 1987, un amigo al que habían transferido a Alaska había ido a visitarlos. Les había contado una historia tras otra sobre la gente de Alaska: su cultura, su geografía y su posición única en la tierra.
También les habló de la necesidad del evangelio en Alaska. Durante los dos años siguientes, las palabras de aquel hombre siguieron atormentando los pensamientos de Ken. Día y noche seguía pensando en Alaska. Con el tiempo, Ken comenzó a preguntarse si Dios lo estaba guiando hacia ese lugar. Finalmente, confió en Deborah.
“No creo que Dios te esté hablando de Alaska”, le dijo su esposa. “No puedo. Me mudé de Florida a Texas. No puedo ir de Texas a Alaska”. ¿Cómo sabes cuando Dios te está guiando?, se preguntó Ken. Oró. En lugar de que sus pensamientos y preocupaciones sobre Alaska disminuyeran, aumentaron.
Con el tiempo, Ken le dijo a Deborah: “Creo que Dios nos está hablando.”
“Entonces será mejor que obedezcamos”, le respondió ella.
Una ruta diferente
“Cuando solicitamos el traslado a Alaska, nos llevamos una sorpresa”, recuerda Ken. “Para ir a Alaska, yo tenía que ir en una misión de un año a Corea del Sur. Solo. Sin mi familia.” ¿Cómo iba a negarse, sabiendo que Dios lo llamaba a Alaska?
“La Fuerza Aérea me envió allí en 1990. Fue el año más duro de mi vida. Sin embargo, espiritualmente fue lo mejor que me podía haber pasado. Sin mi familia, lo único que hacía era orar, trabajar, estudiar la Biblia e ir a la iglesia. En el dormitorio me conocían como el loco religioso. Uno de los chicos de allí recibió una carta de su pareja en la que le informaba que su relación se había acabado. Luego intentó suicidarse. Algunos me pidieron que lo ayudara. Le ministré y lo guie al Señor. Empezó a ir a la iglesia y el capellán se enteró. El capellán me preguntó si quería ser su ayudante.”
“Seguía teniendo mi trabajo habitual, pero en mi tiempo libre actuaba como ayudante del capellán. En aquella época, no había altares. No invitaban a la gente a recibir a Jesús. Supongo que el favor de Dios estaba sobre mí. Un día, el capellán me pidió que predicara uno de los servicios principales. Lo hice, y hubo un gran mover de Dios. Mucha gente se salvó. Aquello fue decisivo en mi vida. Tuve una gran experiencia en el ministerio en Corea del Sur. Cuando me fui, no tenía ninguna duda de que había sido llamado a ser pastor.”
Un mundo oscuro y frío
En noviembre de 1991, Ken, Deborah y su hijo de 18 meses se mudaron a Anchorage, Alaska. El choque cultural fue impresionante. Nadie se había molestado en mencionar que los inviernos no sólo eran fríos, sino también oscuros. De hecho, en algunos lugares de Alaska estaba oscuro todo el invierno. La ciudad de Anchorage era más suave, pero en octubre el sol solía ponerse cerca de las cinco de la tarde. La nieve cubría el suelo hasta mayo.
“Quedé embarazada durante la operación Tormenta del Desierto”, recuerda Deborah. “Vi cómo muchas mujeres eran enviadas a otra base y dejaban a sus bebés. Después de esperar al mío todos esos años, no estaba dispuesta a correr ese riesgo. Aunque llevaba 14 años en las Fuerzas Aéreas, pedí me dieran de baja. No sólo nos habíamos trasladado a Alaska, sino que también perdíamos mis ingresos.”
“Sabía que en Alaska haría frío, pero no sabía que los inviernos serían tan oscuros. Durante ese primer invierno quedé embarazada de nuevo… y tuve un aborto espontáneo. Los médicos decían que no entendían cómo había quedado embarazada. Por supuesto, fue por la fe en Dios. La oscuridad y esa pérdida me sumieron en una profunda depresión. Estuve deprimida durante meses, pero sabía que no podía seguir así. Cada mañana, oía al Espíritu Santo decirme que me levantara. Mi mente no quería que mi cuerpo saliera de la cama. Pero sabía que Dios me ayudaría si hacía lo que Él decía. Finalmente conseguí un trabajo y puse al bebé en la guardería.”
Cada día parecía un poco más fácil, pero aun así, ese primer año fue difícil, recuerda Deborah. Además de la pérdida, sufrieron un grave accidente automovilístico.
“Por muy difíciles que fueran las cosas, nunca tuve la tentación de decir que estábamos fuera de la voluntad de Dios. A pesar de todo, sabía que estábamos donde debíamos estar. Vale la pena tener la Palabra de Dios edificada en el interior. Así es como salimos adelante. Nos alimentamos de la Palabra de Dios y seguimos adelante. Una vez que superé ese tiempo difícil, aprendí que el invierno en Alaska también es hermoso. Cuando envuelves tu mente en la Palabra de Dios y en Su bondad, logras ver la belleza.”
Plantando raíces profundas
En 1994, sabiendo que Dios los había llamado a plantar una iglesia, Ken y Deborah comenzaron en el sótano de su casa Lighthouse Christian Fellowship. También decidieron trasladar la iglesia fuera de la base, y Ken comenzó a ponerse en contacto con otras iglesias y solicitó usar sus edificios. Todas las solicitudes terminaban de la misma manera: “No.”
Finalmente, un pastor accedió a que utilizaran su iglesia. Más tarde, Ken se enteró de que una iglesia estaba cerrando sus puertas, así que fue a ver si podían comprar sillas y suministros. Allí preguntó si podían alquilar el edificio. El propietario le informó que el edificio no estaba en alquiler, sino en venta.
“Gracias”, le dijo Ken, “no puedo comprarlo.”
De vuelta a casa, el Señor le dijo a Ken que escribiera a la iglesia una carta describiendo lo que Dios haría en aquella zona.
“Creo que voy a comprar este edificio. Esto es lo que Dios va a hacer”, escribió Ken.
Poco después, el propietario llamó a Ken.
“Tenemos otras personas que quieren comprar este edificio, pero creemos que usted debería tenerlo. ¿Tiene dinero?”, le dijo.
“No.”
“¿Pueden conseguir las finanzas?”
“No, no llevamos suficiente tiempo como iglesia.”
“Está bien, te lo financiaremos y no te cobraremos intereses. Pero necesitaremos un pago inicial de $25.000 dólares.”
A pesar de no tener ese monto, Ken aceptó la oferta. En los meses siguientes, el dinero llegó a la iglesia a través de diezmos y ofrendas.
Fe para el viaje
Una vez que consiguieron el edificio, Ken y Deborah empezaron a ver resultados milagrosos a medida que la gente llegaba. Sin embargo, la gente de fuera de la iglesia no los apoyaba tanto, dice Ken. Los críticos los miraban y decían cosas como: “Van a fracasar”, y que la iglesia no duraría mucho. En lugar de enfadarse, Ken y Deborah confiaron en el Señor, optaron por caminar en amor y permanecieron en la fe.
“Había un pequeño centro comercial al otro lado del estacionamiento”, dice Ken. “Necesitábamos más espacio y alquilábamos una parte. Un día vino el dueño y me preguntó: ‘Pastor, ¿necesita este edificio de aquí?’”
“Yo sólo quería bendecirlo y le pregunté si podía orar por él. Me dijo: ‘No, no creo en eso. Sólo quiero darle el edificio.’”
“Lo seguimos utilizando casi 30 años después. Los que decían que no duraríamos, no duraron. El Señor ha sido muy fiel.”
“Dios nos introdujo a la colaboración con KCM poco después de que naciéramos de nuevo. Años más tarde, oímos a Gloria predicar un sermón sobre la fidelidad a Dios. Ese mensaje fue un catalizador. Fue entonces cuando clavamos nuestras garras en el ministerio. Memoricé ese mensaje. Fue el primer mensaje que prediqué en público. Lo prediqué casi palabra por palabra.”
“No hay parte de nuestras vidas o ministerio que KCM no haya tocado. Nos enseñaron cuánto nos ama Dios. Nos enseñaron sobre la oración. Nos enseñaron sobre la fe. Y, cuando un terremoto sacudió Alaska, fueron las primeras personas que llamaron para ofrecer ayuda. Hoy, aunque vivimos en Alaska, seguimos yendo a las Convenciones de Creyentes, y cada vez tenemos más fe.”
“El viaje desde Alemania hasta conectarnos con KCM y Alaska ha sido largo. Pero, cuando estás en la voluntad de Dios, estás en casa.” V