Jesús es el regalo de Navidad más extravagante de la historia. Sin embargo, vino en un paquete de aspecto muy ordinario. A diferencia de los regalos lujosamente envueltos que encontramos en el resplandor del árbol de Navidad en esta época del año, Jesús mismo no llegó a la tierra envuelto en gloria celestial y esplendor sobrenatural.
«No había nada hermoso ni majestuoso en su aspecto» (Isaías 53:2, Nueva Traducción Viviente). Por fuera, Jesús no era más que un bebé normal con un cuerpo muy natural hecho de carne muy humana. Pero por dentro, ¡era el Hijo de Dios! La imagen expresa de Su Padre celestial, Él tenía dentro de Sí todos los elementos de lo Divino.
Casi automáticamente sabes que eso es cierto acerca de Jesús. Pero ¿sabes que, si eres creyente, esto también es verdad en ti? Cuando naciste de nuevo, tú también te convertiste en hijo o hija de Dios. Dentro de ti también nacieron todos los elementos de la Divinidad. Vives en un cuerpo natural como el de Jesús cuando estuvo en la tierra, pero TÚ no eres tu cuerpo. TÚ eres un espíritu porque has sido creado a imagen de Dios, y Él es un Espíritu.
Tienes un alma, que es la sede de tu mente, voluntad y emociones. Ésta recibe información del exterior y del interior, da instrucciones y puede seguir a tu cuerpo o a tu espíritu. Pero tu cuerpo no debe mandar. Tu espíritu es el que debe tomar la iniciativa.
A diferencia de tu cuerpo (y tu alma cuando está siendo dominada por la carne), tu espíritu es siempre confiable. Porque, Proverbios 20:27 (RVA-2015) dice que: «Lámpara del SEÑOR es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más recóndito del ser». ¡Tu espíritu es donde brilla la luz de Dios! ¿Qué es Su luz? Revelación, entendimiento, conocimiento y previsión del futuro. ¿De dónde viene esa luz? De la Palabra de Dios.
El Salmo 119 (LBLA) dice que la Palabra de Dios es una lámpara y una luz, y la exposición a Sus palabras trae luz (versículos 105, 130). Jesús, la Palabra viva, dijo: «Yo soy la luz del mundo» (Juan 8:12). Sin embargo, el Facilitador de esa luz divina es el Espíritu Santo. Él es el Conector que nos revela lo que hay en la Palabra y en Jesús. 1 Corintios 2:9-10 dice de Él:
Como está escrito: «Las cosas que ningún ojo vio, ni ningún oído escuchó, Ni han penetrado en el corazón del hombre, Son las que Dios ha preparado para los que lo aman.»
Tu Espíritu Tiene PARTES
Puesto que hemos sido creados a imagen de Dios, así como Su Espíritu escudriña, también lo hace el nuestro. Buscamos las cosas profundas de Dios y las encontramos donde Proverbios 20:27 (DHH) dice que el Espíritu Santo las revela – en lo más profundo de nuestro ser [NDT: la traducción literal de la versión KJV de la Biblia dice “las partes internas del espíritu”]. Nota que la palabra “partes” es plural. ¿Por qué? Porque en tu espíritu hay partes, y todas ellas están conectadas a lo que estás destinado a ser.
Tienes partes que te ayudan a cumplir tus llamados relacionales como cónyuge, padre, hermano, amigo, miembro de la iglesia y miembro de tu comunidad. Tienes partes que te ayudan a cumplir tu llamado ministerial: partes que predican, partes que discipulan, partes que oran, partes que dan. Partes que ven, oyen y disciernen. Incluso dentro de esas partes hay más elementos.
Es como tu cuerpo físico. Tiene muchas partes también –huesos, músculos, órganos, el sistema respiratorio, sistema digestivo, etc.— y esas partes están compuestas de muchos elementos. Aunque las partes son diferentes, los elementos de los que están hechas son los mismos.
El más frecuente de esos elementos es el agua. El agua constituye el 70% del cuerpo humano. Tu cuerpo también está hecho de otras sustancias como proteínas, minerales, carbohidratos y lípidos que interactúan en las células para mantener la vida. El agua es el principal factor en esas interacciones. (¿no te dan ganas de ir corriendo por un vaso de agua?).
Gracias a Dios, no es necesario averiguar cómo debemos hacer llegar el agua a cada parte específica del cuerpo. El cuerpo ya sabe cómo hacerlo. Sólo tienes que beber el agua, y el cuerpo la distribuye, la utiliza y la repone cuándo y dónde sea necesario. Tu espíritu funciona de una manera muy similar. Aunque tienes diferentes partes espirituales, también están hechas de elementos espirituales comunes. Exactamente, ¿de qué estás hecho TÚ? ¿Qué elementos hay en ti?
Colosenses 1:27 dice: «Cristo en ustedes, la esperanza de gloria». ¡Tú tienes la esperanza de gloria misma en cada parte de tu ser! ¡Cristo –el Ungido y Su Unción— está EN TI! El poder de Dios, Su habilidad, Su equipamiento que está en Jesús está en cada parte de ti. Nada queda por fuera. ¿Recuerdas como el agua está en cada célula de tu cuerpo? Jesucristo es agua espiritual. «Pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás. Más bien, el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que fluya para vida eterna» (Juan 4:14).
¿De qué otra cosa estás conformado?
De la Palabra. «Pues han nacido de nuevo, no de simiente corruptible sino de incorruptible, por medio de la palabra de Dios que vive y permanece» (1 Pedro 1:23, Reina Valera Actualizada). ¡La Palabra del Dios Todopoderoso, inmutable, intachable, eterna, que domina las circunstancias y produce la fe es la semilla que produjo nueva vida en ti!
“Pero pastora Terri, acabas de decir que Jesucristo está en nosotros y que Él es agua espiritual”.
Jesús y la Palabra son Uno. Él es la Palabra hecha carne, y la Palabra también se llama agua. Según Efesios 5:26, Cristo nos santifica «en el lavamiento del agua por la palabra».
Pero no te detengas ahí. Continúa.
También has nacido del Espíritu. Porque: «Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es» (Juan 3:6). Las Escrituras también se refieren al Espíritu Santo como agua. «El que cree en mí», dijo Jesús, «ríos de agua viva correrán de su interior. Esto dijo acerca del Espíritu» (Juan 7:38-39, RVA-2015).
Es más, como creyentes se nos dice en Efesios 5:18 que: «seamos llenos del Espíritu». ¿Llenos dónde? «En el hombre interior por el Espíritu [Santo] [que mora en tu ser y personalidad más profunda]» (Efesios 3:16, Biblia Amplificada, Edición Clásica).
El hecho de que se nos instruya a ser llenos indica que debemos participar en esta llenura. Debemos seguir bebiendo del Espíritu Santo. Cuando estás lleno del agua del Espíritu, hay un desbordamiento en cada parte espiritual, en tu alma e incluso en tu cuerpo.
Descubriendo Otros Elementos de lo Divino
El agua de Cristo, la Palabra y el Espíritu son maravillosos, pero tus partes espirituales también contienen el elemento divino del amor. Romanos 5:5 dice: «…porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado». El amor de Dios es maravilloso. Nos convierte en una bendición para los demás y nos ayuda a cumplir nuestras llamados relacionales. Me gusta especialmente la forma en que se describe en las notas a pie de página de la Biblia de la Vida Llena del Espíritu que acompañan a 1 Corintios 13. Dice así:
El amor sufre mucho, tiene paciencia con las personas imperfectas. El amor es bondadoso, activo en hacer el bien. El amor no envidia… no se envanece, tratando a los demás con arrogancia… sino que muestra buenos modales y cortesía. El amor no busca lo suyo, insistiendo en sus propios derechos y exigiendo precedencia… no es provocado… irritable o susceptible, áspero u hostil, sino que es lleno de gracia bajo presión. El amor no piensa mal; no lleva la cuenta de los agravios que se le hacen, sino que borra los resentimientos. El amor no se regocija en la iniquidad, encontrando satisfacción en los defectos de los demás y difundiendo un mal informe, sino que se regocija en la verdad, anunciando agresivamente el bien. El amor todo lo soporta, defiende y sostiene a los demás. El amor cree lo mejor de los demás… todo lo espera, sin darse por vencido nunca con las personas… todo lo soporta, perseverando y permaneciendo leal hasta el final (versículos 4-8).
Aprendí de mi amigo Rick Renner, que es un erudito en el griego, que el amor abarca todos los frutos del espíritu. Según Rick, Gálatas 5:22-23, donde se describe el fruto, en realidad puede leerse así: “El fruto del espíritu es amor, que es gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio”.
¡Todos esos están en cada parte de tu espíritu! Puede que todavía estén en forma de semilla dentro de ti. Pero puedes regarlos con la Palabra, con la comunión con Jesús y orando en el espíritu. Entonces, cuando recurras a cualquier parte dentro de ti, también estarás recurriendo a todo este bendito fruto espiritual.
Justicia y Gracia
Otro elemento divino que impregna todas las partes de tu espíritu es la justicia de Dios. «Al que no cometió ningún pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que en él nosotros fuéramos hechos justicia de Dios» (2 Corintios 5:21).
Piénsalo: Eres la justicia de Dios en Cristo.
¿Qué es la justicia? Es la justicia de Dios. Él es justo. Él es perfecto, sin defecto o debilidad. No hay nada correcto fuera de Él y nada en Él que no sea perfectamente correcto. La justicia de Dios es una fuerza tan poderosa que cambia lo que está mal y lo hace correcto, o lo elimina por completo. Vino a ti cuando naciste de nuevo e hizo cada parte de tu espíritu perfecta y sin mancha. Vivir justamente permite que esa fuerza de justicia fluya libremente de ti.
Por supuesto, ninguno de nosotros podría haber sido hecho justo si no fuera por la sangre pura y santa de Cristo (Hebreos 9:22). ¡Oh, gracias a Dios por la sangre! Cada parte de nosotros fue tocada por el pecado y la muerte. Pero, por la sangre sin pecado de Jesús, estamos completamente lavados con la sangre, limpios con la sangre, redimidos con la sangre… y saturados de la gracia de Dios.
La misma marca del evangelio, el elemento divino de la gracia de Dios está también en cada parte de nosotros. «…la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado. En él tenemos la redención por medio de su sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia, la cual desbordó sobre nosotros…» (Efesios 1:6-8).
¿Qué es la gracia?
Es la voluntad de Dios de suministrarnos Su poder y habilidad para ser lo que Él quiere que seamos, hacer lo que Él quiere que hagamos y tener todo lo que Él quiere que tengamos. Su gracia recorre cada parte de nuestro ser con este propósito: «Para que hagamos las buenas obras que Dios predestinó (planeó de antemano) para nosotros [tomando caminos que Él preparó de antemano], para que andemos en ellos [viviendo la buena vida que Él preestableció y preparó para que vivamos]» (Efesios 2:10, AMPC).
Todos estos preciosos elementos se combinan para producir en nosotros ¡VIDA! La vida eterna y abundante de Dios, que es Su gloria.
Jesús dijo: «El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10). Para eso vino: ¡para darnos VIDA! ¡En todas partes! ¡Vida desbordante!
Esa vida estaba dentro de Él cuando vino a la tierra e, incluso mientras vivía en un cuerpo humano muy natural, extrajo lo Divino que había dentro de Él y lo reveló a la humanidad. Ahora, ¡TÚ tienes esa vida divina! Tienes Su Vida, Su gloria.
¡Lo tienes a ÉL! Por la fe, tú también puedes extraer los elementos de la Divinidad. V