Si he aprendido algo acerca de Dios en todos mis años de recorrido con Él, es que es un Dios bueno. Siempre quiere lo mejor para nosotros. Si algo anda mal en tu vida, Él quiere solucionarlo. Si estás enfermo, Él quiere que te sanes. Si tienes escasez, Él quiere prosperarte. Dios quiere que estés en plenitud, sin faltantes ni roturas. Él quiere que seas tan bendecido que, dondequiera que mires, veas Su bondad manifiesta.
Él no quiere que vivas como la gente del mundo: preocupándote todo el tiempo por cómo satisfarás tus necesidades, como un hámster en su rueda día tras día, sólo para conseguir el dinero suficiente para pagar tus facturas, comprar comida con qué alimentarte, ropa para vestir, un auto que conducir y una casa en la cual vivir. Siempre luchando bajo cualquier maldad que el diablo y este mundo decidan amontonar sobre ti.
Al contrario, ese tipo de existencia tan baja no es para ti. Si has recibido a Jesús como tu Señor, has sido librado de ella. Ya no eres del mundo. Formas parte de un grupo diferente. Eres un ciudadano del cielo (Filipenses 3:20). Has nacido de nuevo en el reino de Dios.
El reino de Dios funciona de manera muy diferente a como lo hace el mundo. Su sabiduría avergüenza a la sabiduría mundana. Mientras que la gente en el mundo gasta toda su energía, tratando en lo natural de obtener las cosas que necesitan y desean, como hijo de Dios puedes buscar “…en primer lugar (con esfuerzo y como meta) Su reino y Su justicia (Su manera de hacer las cosas y de ser correcto), y entonces todas estas cosas en conjunto les serán dadas por añadidura” (Mateo 6:33, Biblia Amplificada, Edición Clásica).
Al leer ese versículo, fui salva. Pero, durante los primeros años de mi vida cristiana, no sabía mucho acerca de los caminos de Dios; Ken tampoco. Aunque habíamos nacido en el reino de Dios y habíamos cambiado por dentro, por fuera todo seguía igual. Dios estaba obrando en nuestras vidas, pero no sabíamos cómo cooperar con Él. Así que seguimos haciendo las cosas como siempre. Como no teníamos dinero, seguíamos pidiendo prestado y endeudándonos cada vez más. Cuando la enfermedad nos acechaba, simplemente nos rendíamos a ella y decíamos: “Oh Dios, estoy enfermo”, y nos acostábamos.
No nos habían enseñado a satisfacer nuestras necesidades de forma sobrenatural. Todavía no habíamos aprendido cómo, al poner en práctica la sabiduría de Dios, podíamos tener paz, integridad y salud para nuestro cuerpo y nuestra familia. Por lo tanto, esas cosas no se manifestaban en nuestras vidas. ¡Era lamentable! Pero eso es lo que pasa cuando no sabes cómo hacer las cosas a la manera de Dios. No tienes alternativa. Aunque seas redimido, si no sabes cómo caminar en las bendiciones redentoras de Dios, solo te queda recibir lo que la vida te dé. Y durante los primeros años después de nacer de nuevo, eso es lo que Ken y yo hicimos.
Pero, con el tiempo, gloria a Dios, empezamos a aprender lo que la Palabra de Dios dice. Descubrimos que la Palabra es Dios Mismo que nos habla, que es verdad, y que podemos aceptarla, creerla y hacer lo que dice. Desde el momento en que empezamos a vivir por fe en la Palabra, nuestra vida comenzó a cambiar. Nuestras circunstancias no cambiaron de la noche a la mañana, pero dimos un giro hacia arriba y seguimos en subida desde entonces.
¿Por qué? Porque la Palabra de Dios es Su sabiduría. Nos enseña a pensar como Él piensa y a actuar como Él lo hace. Así que, mientras permanezcamos con la Palabra de Dios, seguiremos subiendo más y más en la vida. Personalmente creo que seguiremos subiendo y subiendo aún más allá de esta vida en la eternidad, porque así es Dios. Él quiere bendecir a Su pueblo y siempre tiene más para darnos.
No creo que haya un tiempo en los siglos venideros donde pensemos: Bueno, he escuchado todo lo que hay que escuchar de Dios. Ahora lo sé todo. Tengo todo lo que Él tiene para dar. Al contrario, Dios estará siempre disponible para nosotros como lo estuvo en el principio en el Jardín del Edén con Adán y Eva. Él venía a hablarles todos los días (Génesis 3:8), y estoy segura de que siempre tenía algo nuevo que revelarles, algo bueno que todavía no habían visto ni oído.
Cuando oían venir a Dios, probablemente se entusiasmaban y decían: “¡Ya está aquí de nuevo! ¡Vayamos a Su encuentro! Me pregunto qué nos dirá hoy.” Seguro que disfrutaban estar con Él, porque en Su «presencia hay plenitud de gozo» y a Su «diestra, deleites para siempre» (Salmo 16:11, LBLA).
Jesús recuperó lo que Adán perdió
Por desgracia, Adán y Eva perdieron ese gozo y ese deleite. Pecaron y excluyeron a Dios. Él bajó a hablar con ellos. Pero, cuando Él les dijo: “¿Dónde están?”, en lugar de correr a Su encuentro, se escondieron. No querían verlo porque habían elegido hacer algo que estaba en contra de Su voluntad. Habían elegido ignorar Su sabiduría y desobedecer Su Palabra. Su conexión con Él estaba rota. El pecado y la muerte espiritual habían oscurecido sus corazones, así que ya no podían tener comunión con Él como antes.
Fue un día trágico, no sólo para Adán y Eva, sino para toda la humanidad. Pero, gracias a Dios, Jesús triunfó sobre esa tragedia. Todo lo que Adán perdió en la Caída, Él lo recuperó para nosotros a través de la Redención. Ahora ese lugar de comunión con el Señor está abierto de nuevo para la humanidad toda. Por la fe en Jesús, podemos volver a la presencia de Dios. Podemos nacer de nuevo y ser llenos del Espíritu Santo, aventurarnos con Dios en Su Palabra, y descubrir todas las maravillosas bendiciones que Dios ha provisto para nosotros y lo que Él quiere que hagamos.
Estos dos aspectos están interconectados. Las personas que no obedecen la Palabra de Dios no reciben lo que debieran. Así que, para caminar en las siempre crecientes bendiciones de Dios, debemos saber lo que Él dijo Y actuar en consecuencia. Sin embargo, el Señor no nos obligará a hacerlo. Él siempre estará allí disponible, pero no forzará Su camino en nuestras vidas. Por lo tanto, cada día tendremos que tomar decisiones: ¿Seguiremos siendo pensadores naturales y actuaremos como el mundo, o buscaremos los caminos de Dios para hacer lo correcto y actuar conforme Su sabiduría?
En la Biblia, Dios deja muy claro cuál es la opción más inteligente. Lo dice una y otra vez:
– Adquiere sabiduría e inteligencia, y nunca te olvides ni te apartes de las palabras de mi boca. Ama a la sabiduría. Nunca la dejes, y ella te cuidará y te protegerá. En primer lugar, adquiere sabiduría; sobre todas las cosas, adquiere inteligencia. Hónrala, y ella te enaltecerá; abrázala, y ella te honrará. Adorno de gracia pondrá sobre tu cabeza; te coronará con una bella diadema. (Proverbios 4:5-9).
– Ganar sabiduría e inteligencia es mejor que adquirir oro y plata. (Proverbios 16:16).
– Hijo mío, si recibes mis palabras y atesoras mis mandamientos dentro de ti, haciendo que tu oído esté atento a la sabiduría hábil y piadosa e inclinando y dirigiendo tu corazón y tu mente hacia el entendimiento [aplicando todas tus fuerzas a la búsqueda de éste]; sí, si clamas por perspicacia y alzas tu voz por entendimiento, si buscas [la Sabiduría] como la plata y buscas la sabiduría hábil y piadosa como los tesoros escondidos, entonces entenderás el temor reverente y adorador del Señor y encontrarás el conocimiento de [nuestro omnisciente] Dios (Proverbios 2: 1-5, AMPC).
Observa que todos esos versículos son del libro de Proverbios. La raíz hebrea de la que deriva la palabra Proverbios significa “gobernar”. Es la misma palabra raíz usada en Génesis 1:18 que dice que Dios hizo las luces del cielo para gobernar el día y la noche. En otras palabras, la sabiduría de Dios que se encuentra en Proverbios –y, de hecho, en toda la Biblia— debe regir nuestros pensamientos y acciones. Debe gobernar nuestras vidas.
Proverbios es un buen libro para estudiar y obtener rápidamente una buena base de la sabiduría de Dios. Te dirá lo que debes hacer sabiamente en muchas situaciones diferentes. Si lo tienes en tu corazón, cuando te enfrentes a un problema, la sabiduría de Dios surgirá en ti y te dará la dirección necesaria. Sin embargo, para que eso suceda, no puedes pasar días enteros sin leer tu Biblia. No puedes tener una actitud casual hacia ella o simplemente tratar de ir a la deriva en la Palabra que ya conoces. Debes poner continuamente la Palabra en primer lugar en tu vida.
Buscar y recibir
A través de los años, he conocido a muchas personas que han continuado poniendo la Palabra en primer lugar en sus vidas, que son bendecidos sobrenaturalmente, que viven en la abundancia de Dios, y aun creciendo y aumentando. Pero no conozco a nadie que esté experimentando ese tipo de vida abundante sin estar dedicado a la Palabra.
Los creyentes que no se dedican a la Palabra irán al cielo cuando mueran, pero no disfrutarán de «días de los cielos sobre la tierra» (Deuteronomio 11:21). No verán el reino de Dios manifestarse en sus vidas en el aquí y ahora. Sin embargo, podrían verlo si cambiaran e hicieran las dos cosas que acabamos de estudiar en Proverbios 2: Buscar la sabiduría de Dios y recibir Sus palabras. Buscar significa “ir tras algo con deseo fuerte e intenso”. Las definiciones del diccionario incluyen: “tratar de encontrar, buscar, explorar, seguir con frecuencia, perseguir, inquirir o requerir diligentemente; buscar como cuando se pierde algo”.
Yo relaciono especialmente la búsqueda con la pérdida de algo porque no soy muy hábil en volver a poner las cosas en el lugar correcto, así que estoy familiarizada con tener que buscarlas. Ken me lo recuerda a menudo porque él es todo lo contrario. Por ejemplo, tiene un lugar específico donde coloca las llaves en cuanto entra por la puerta. Siempre las pone en ese lugar específicamente. Si lo ha dicho una vez, probablemente lo haya dicho 50 veces: “Gloria, si pusieras las llaves en el lugar correcto, ¡no tendrías que buscarlas!”
Cuando pierdo las llaves, prácticamente pongo la casa patas arriba intentando encontrarlas. Sobre todo, si tengo una cita urgente, las buscaré diligentemente. Las buscaré con un deseo fuerte e intenso y no me distraeré hasta que las encuentre. Eso es lo que significa buscar la sabiduría de Dios.
Significa ir tras ella como el hombre del que habló Jesús en Mateo 13:44 que encontró un gran tesoro enterrado en un campo y vendió todo lo que tenía para comprar ese campo. Significa que buscas en tu Biblia como el comerciante que «busca buenas perlas, y que cuando encuentra una perla preciosa, va y vende todo lo que tiene, y compra la perla» (versículos 45-46).
Los dos hombres de esas parábolas eran tanto buscadores como receptores, tal como debemos ser nosotros. Según el diccionario, recibir significa “actuar como un receptáculo o contenedor, entrar en posesión de, asimilar, permitir entrar: admitir; dar la bienvenida; aceptar como autoritario, verdadero o exacto: creer”. Recibes la Palabra de Dios llevándola a tu corazón. Dejándola entrar por tus ojos y oídos y por tu mente. Aceptándola y viviendo de acuerdo con ella.
No todos los cristianos lo hacen cuando leen la Palabra de Dios. A veces ignoran la sabiduría que ven en ella porque se les ha enseñado de otra manera. De hecho, no están de acuerdo con Dios y hacen que Su Palabra no tenga efecto en sus vidas debido a la tradición religiosa (Marcos 7:13).
Por ejemplo, Algunos cristianos han hecho esto con lo que han oído predicar acerca de la prosperidad. No están de acuerdo porque se les ha enseñado que Dios honra la pobreza. Pero tal enseñanza es contraria a la Biblia. La pobreza está bajo la maldición, y Jesús nos redimió de la maldición.
La Palabra de Dios no deja ninguna duda sobre Su deseo de prosperar a Su pueblo. Él prosperó a Adán y Eva antes de que llegara el pecado. Prosperó a Israel cuando le obedeció. Inspiró a la Iglesia en el Nuevo Testamento a escribir que «nuestro Señor Jesucristo … siendo rico se hizo pobre, para que con su pobreza ustedes fueran enriquecidos» (2 Corintios 8:9); y «Amado, deseo que seas prosperado en todo, y que tengas salud, a la vez que tu alma prospera» (3 Juan 2).
De principio a fin, la Biblia está llena de sabiduría para hacernos prosperar en todas las áreas de la vida: espíritu, alma, cuerpo, finanzas y relaciones. Por lo tanto, búscala y, cuando la encuentres, ¡recíbela! Sigue aprendiendo más y más sobre cómo operar en el reino de Dios aquí en la tierra. En el reino de Dios, puedes vivir sano cuando la gente en el mundo esté enferma. Puedes prosperar, incluso cuando haya una depresión o recesión, porque no operas por las reglas de la tierra sino por las reglas del cielo:
«Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni son sus caminos mis caminos. Así como los cielos son más altos que la tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos que los caminos y pensamientos de ustedes.» Así como la lluvia y la nieve caen de los cielos, y no vuelven allá, sino que riegan la tierra y la hacen germinar y producir, con lo que dan semilla para el que siembra y pan para el que come, así también mi palabra, cuando sale de mi boca, no vuelve a mí vacía, sino que hace todo lo que yo quiero, y tiene éxito en todo aquello para lo cual la envié» (Isaías 55:8-11).
Recuerda siempre que la Palabra de Dios es Su sabiduría. Y, cuando se trata de experimentar días del cielo en la tierra, la sabiduría es lo principal. Así que, ¡toma la decisión inteligente cada día y obtén sabiduría! V