¿Qué te está diciendo hoy el Espíritu de Dios? ¿Qué te está diciendo acerca de tu desarrollo espiritual, tu familia y tus finanzas?
Si estás enfrentando problemas, ¿qué palabra de victoria te ha hablado?
Como hijo nacido del Dios vivo, debes saber las respuestas a esas preguntas.
Sin embargo, he aprendido por experiencia que la mayoría de los creyentes no lo hacen. Puedo afirmarlo con tan solo escucharlos hablar. “Oh, Dios mío”, dirán, “¡estoy en una crisis y no sé qué hacer!”
Si esa es tu situación, seré sincero contigo. Será mejor que vayas a Dios y averigües qué hacer. Será mejor que te quedes quieto el tiempo suficiente para escuchar lo que Él tiene que decir y prestarle atención. Será mejor que te deshagas de ese miedo y empieces a creerle a Dios. De lo contrario, el diablo te sacará ventaja.
Si lees la Biblia, verás que Dios ha estado tratando de que Su pueblo lo entienda durante miles de años. De hecho, Él le dio esas instrucciones exactas a un rey del Antiguo Testamento llamado Ajaz en los días del profeta Isaías. Ajaz estaba en serios problemas en ese momento. Tenía dos ejércitos enemigos que venían en su contra y no tenía idea de qué hacer al respecto. Entonces, Dios envió Su Palabra a Ajaz a través del profeta Isaías y le dio una perspectiva completamente nueva.
En lugar de estar de acuerdo con Ajaz acerca de cuán poderosos eran sus enemigos, Dios le hizo saber que no lo impresionaban mucho. Se refirió a ellos como dos “tizones apagados” (lee Isaías 7:4, Biblia amplificada, Edición clásica). Luego le aseguró a Ajaz que sus planes contra él no se mantendrían si él simplemente obedecía las siguientes instrucciones: “Presta atención… permanece en silencio; no temas” (versículo 4) … y cree (versículo 9).
Revisa tu receptor
Antes de que salgas a la calle en busca de un profeta como Isaías para que te diga lo que Dios te está diciendo, permíteme ahorrarte un viaje. No necesitas un profeta que te diga qué hacer. Tienes un mejor pacto que Ajaz. No eres solo un siervo de Dios como las personas del Antiguo Pacto. A través de la sangre de Jesús, te has convertido en un hijo con pleno derecho y la Biblia dice: «Porque los hijos de Dios son todos aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios.» (Romanos 8:14).
Jesús confirmó ese hecho en Juan 10 cuando dijo que sus «ovejas oyen su voz; y él llama a las ovejas por su nombre, y las saca. Y una vez que ha sacado a todas sus ovejas, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.» (Juan 10:3-4).
Como hijo del Dios Todopoderoso, tienes el derecho y la capacidad espiritual de escuchar la voz de Dios por ti mismo.
“Pero, hermano Copeland”, podrías decir, “Dios nunca me habla”.
Claro que lo hace. Simplemente no estás escuchando.
¿Alguna vez encendiste tu televisor y encontraste un problema con la imagen? Tal vez estaba borrosa o el sonido tenía estática. Tal vez no podías obtener una imagen en absoluto. ¿Tomaste el teléfono, llamaste a NBC y les dijiste que algo funcionaba mal con su transmisor? ¿Pusiste un ejecutivo de televisión en la línea y le dijiste: “Oigan, ustedes ya no están al aire. ¡Encendí mi equipo y no se ve su señal!”?
¡Ciertamente no! Ni siquiera se te ocurriría hacer algo así. Fuiste lo suficientemente inteligente como para descubrir que el problema probablemente no era con la estación transmisora. El problema era con el receptor; el problema lo tenía tu televisor.
Entonces, en lugar de culpar al canal, comenzaste a tratar de encontrar el problema por ti mismo. Es posible que hayas comprobado las conexiones eléctricas. Es posible que hayas revisado para asegurarte de que el cable estuviera conectado. Es posible que hayas comprobado la configuración del televisor para asegurarte de que todo esté en orden.
Es más, seguramente te quedaste trabajando hasta que lo arreglaste. ¿Por qué? Porque nunca dudaste del hecho de que los canales seguían transmitiendo. Entendiste que, si pudieras sintonizarlos con éxito, estarían allí para disfrutarlos.
Encuentra Su frecuencia
¿No crees que deberíamos tener al menos la misma fe en Dios como en las cadenas de televisión? Éstas últimas pueden tener dificultades técnicas; pueden fallar. Pero Dios nunca lo hará. Él nos ha dado Su palabra. Él ha prometido que nos guiará por Su Espíritu y nos permitirá conocer Su voz. Entonces, si estamos teniendo dificultades con esas cosas, debemos dejar de culparlo y determinar dónde es que estamos fallando.
En realidad, eso no es difícil de hacer. Cuando tenemos problemas para escuchar la voz de Dios, es casi siempre debido a una de las siguientes cuatro razones:
No creemos que Él esté hablando.
No estamos prestando atención.
Estamos permitiendo que alguna clase de interferencia ahogue Su voz.
Simplemente no sabemos en qué frecuencia está.
Centrémonos ahora mismo en ese último punto. ¿Exactamente cómo ubicas la frecuencia que Dios usa para hablarte?
Te diré de inmediato: no intentes usando esas antenas carnales en cada lateral de tu cabeza, tus orejas físicas. Algunas personas tratan de escuchar a Dios de esa manera. Piensan que, si les hablara audiblemente, todo se resolvería.
Están equivocados. Nuestros oídos naturales no fueron diseñados para escuchar la voz de Dios.
Fuimos creados para escucharlo en nuestro hombre interior, o lo que el Nuevo Testamento llama: «la persona interior del corazón» (1 Pedro 3:4, RVA-2015).
Como Hebreos 3:7-8 dice: «Por eso, como dice el Espíritu Santo: «Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan su corazón.»
Dios guía a sus hijos no por voces externas o señales y maravillas, sino por el testimonio interno de «la persona interior del corazón». Por lo tanto, para encontrar Su frecuencia, lo primero que debes hacer es sintonizarlo; no con tu cabeza, ¡sino con el corazón!
Aprende a discernir
¿Cómo descubres la diferencia entre tu cabeza y tu corazón?
Bíblicamente hablando, tu cabeza es tu alma, la cual está compuesta de tu mente, tu voluntad y tus emociones. Tu corazón es tu espíritu, que es el núcleo de tu ser que ha nacido de nuevo y se ha unido al Espíritu de Dios. Entiendo que discernir la diferencia entre la voz de tu alma y la voz de tu espíritu puede ser un reto y se necesita sabiduría espiritual para hacerlo. Pero la Biblia nos dice claramente cómo desarrollar esa sabiduría: Lo hacemos pasando tiempo en la PALABRA escrita de Dios.
Hebreos 4:12 nos dice que: «La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que las espadas de dos filos, pues penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.» La PALABRA contiene la voz de Dios en su forma más tangible.
Dios siempre está de acuerdo con Su palabra escrita y Su palabra siempre está de acuerdo con Él. De hecho, el Salmo 138:2 dice que Él ha magnificado Su PALABRA incluso por encima de Su Nombre. Eso significa que Dios ha puesto Su Nombre en Su PALABRA escrita de la manera en que pondríamos nuestro nombre al final de un contrato. Él nos dio Su PALABRA como un pacto y la firmó en el Nombre de Jesús por la sangre de Jesús.
Como Dios no puede mentir, no hay manera de que Él haga o diga algo que sea contrario a esa PALABRA. Él se ha unido absolutamente a ella para siempre. Entonces, el primer lugar donde Dios nos lleva a entrenarnos para reconocer Su voz es a su Palabra escrita. La usa para sintonizar nuestros oídos espirituales con lo real, para que podamos reconocer fácilmente una falsificación.
¿Alguna vez has visto a un imitador imitando a alguien famoso? Si él es bueno en lo que hace, pensarás: sé por quién se está haciendo pasar. Es tal y tal. ¡Suena igual que él! Pero si pusieras a ese famoso al lado del imitador, las diferencias serían evidentes. Si pudieras verlos a los dos al mismo tiempo, pensarías que esa persona no suena como él en lo absoluto.
Así es con la PALABRA escrita de Dios. Cuanto más la conozcas, cuanto más escuches la voz de Dios hablándote a través de ella, más fácil te será diferenciar entre Su voz y las otras voces. Será más fácil para ti separar tu alma de tu espíritu y discernir la diferencia entre la voz de tu cabeza y la voz de tu corazón.
Cuando estés entrenado para escuchar la voz de Dios en Su PALABRA, el diablo tampoco podrá engañarte con mentiras. Cuando trate de arrastrarte y deslumbrarte con una voz que suena religiosa y te dice: Te quiero, hijo mío. Pero no es mi voluntad sanarte en este momento, no le creerás. Te levantarás y dirás: “Esa no es la voz de Dios. Eso es una mentira del infierno porque no está de acuerdo con la PALABRA que dice: ‘Por Sus llagas fuimos sanados’”.
Sin embargo, déjame advertirte: no obtendrás ese tipo de entrenamiento simplemente leyendo la Biblia de vez en cuando. No lo obtendrás al saber lo que dice por encima, o al mezclar lo que dice con tus propias opiniones. Si deseas realmente aprender a escuchar la voz de Dios en LA PALABRA, tendrás que hacer con eso lo que Dios le dijo a Ajaz que hiciera.
Tendrás que darle tu atención. ¡Tendrás que prestar atención!
Apúntale al blanco y concéntrate
Poner atención es más que solo asentir mentalmente cuando escuchas una escritura y dices: “Oh, sí, aleluya. Amén.” Prestar atención significa mantener en secreto lo que se dice y tomar una decisión firme de que, a partir de ese instante, verás este asunto como lo ve Dios en lugar de como lo has visto siempre.
Para hacer eso, tendrás que hacer lo segundo que Dios le dijo a Ajaz que hiciera. Tendrás que estar en silencio. Tendrás que callar todos los comentarios mentales que has estado haciendo, dejar de pensar en tus propias opiniones y escuchar; escuchar realmente lo que dice LA PALABRA.
¿Te das cuenta de que es posible leer gran cantidad de Escrituras y nunca escuchar realmente lo que Dios está diciendo en ellas? No solo es posible; la gente lo hace todo el tiempo. Así es como sucede: leemos uno o dos versículos y algo en ellos activará otra línea de pensamiento. Podemos comenzar a pensar en lo que dijo la tía Sally sobre esa escritura. O lo que la abuela solía decir. O incluso podemos dejar que nuestra mente divague en otra cosa, ¡todo mientras seguimos leyendo nuestra Biblia! Terminamos con solo una vaga idea de lo que leemos porque realmente no estábamos prestando atención a la PALABRA; estábamos prestando atención a nuestros propios pensamientos.
Leer la PALABRA de Dios de esa manera es como dispararle a una bandada de pájaros; nunca haces blanco. Para escuchar la voz de Dios a través de Su PALABRA, debes apuntar y concentrarte en cada palabra a medida que la lees. En lugar de simplemente leer la Biblia como si hubieras leído una novela o un libro de historia, léela a propósito.
Medita en ella preguntándote: ¿Qué significa eso para mí? ¿Cómo cambia esto mi vida? Pídele al Señor que te revele específicamente lo que Él te está diciendo a través de esa PALABRA.
Lee cada versículo con la actitud de: Este es Dios que me habla y voy a hacer lo que Él me dice que haga. Toma la decisión de calidad de qué actuarás en esa PALABRA tan pronto como lo harías si fuera la del médico, abogado o un amigo de confianza muy cercano.
Determina de antemano que no adaptarás la PALABRA a tu estilo de vida. Por el contrario, doblegarás tu estilo de vida para que se ajuste a la PALABRA. Con esa actitud, tus oídos espirituales estarán abiertos para escuchar lo que Dios tenga que decir.
¡No Temas!
“Pero, hermano Copeland, tengo temor de que haré esas cosas y todavía no podré escuchar la voz de Dios”.
Bueno, deja de tener miedo de eso. ¡No temas!
En su lugar, da un paso de fe y cree lo que Jesús dijo. Dijo que eres Su oveja y que escuchas Su voz. Entonces, deja de dudar de Él y de llamarlo mentiroso. Nunca, nunca, nunca más digas: “No puedo escuchar la voz de Dios”.
Empieza a estar de acuerdo con Jesús. Empieza a creer y a estar de acuerdo con LA PALABRA. Di: “¡La PALABRA dice que puedo escuchar la voz de Dios y lo creo! ¡Oigo la voz de Dios!”
Entonces pon tu fe en acción. Abre los oídos de tu corazón y comienza a escuchar la voz del Espíritu, especialmente cuando estás leyendo La PALABRA. Presta atención no solo a la actividad en tu cerebro, sino a los impulsos de tu hombre interior (principalmente el área justo debajo de tu barbilla, o el área del pecho).
Si no estás seguro de dónde ubicar esos impulsos, sólo piensa en un momento en el que tuviste lo que a veces llamamos una “corazonada”. De repente algo se te ocurrió y sabías o entendías algo que no sabías antes. Ese tipo de intuiciones vienen de tu espíritu nacido de nuevo.
Proponte estar más consciente de los impulsos o intuiciones que surgen de tu espíritu porque son la guía de Dios. Aprende a confiar en ellos. El Espíritu Santo te ayudará a entenderlos y a actuar de acuerdo con ellos poco a poco.
Inicialmente, Él no te dará pistas arriesgadas que sacudan el mundo. La primera vez que aprendas a identificar la voz de Dios, será en su mayoría respuestas afirmativas o negativas – Sí o No; no serán oraciones elaboradas como “vende todo lo que tienes e inviértelo en tal o cual empresa”. Comenzará por mostrarte verdades sencillas de la PALABRA en las que podrás actuar. Por ejemplo: te revelará de LA PALABRA cómo puedes obedecer más completamente la ley del amor. Él te mostrará formas de bendecir a las personas que te rodean.
Cuanto más confíes en Su voz y sigas Sus instrucciones, más claramente descubrirás que puedes escuchar de Su parte. En poco tiempo, escuchar a Dios no será un evento ocasional, sino algo cotidiano. Y cuando alguien te pregunte: “¿Qué te dice el Espíritu de Dios hoy?”, no vacilarás ni por un instante.
Sabrás exactamente qué decir.