El sistema financiero de este mundo es extremadamente inestable.
¿Lo has notado alguna vez? Un día está arriba y al día siguiente abajo. La inflación, la recesión, la depresión o algo nuevo siempre son amenazas y, cuando llegan, la economía puede cambiar tan rápido que la gente puede pasar de ser rica a quedar en la quiebra de la noche a la mañana.
Sin embargo, si eres un creyente, no tienes que depender de la economía mundial.
Puedes entrar en el sistema financiero de Dios. Puedes traerle tus diezmos y ofrendas, y Él siempre responderá de la misma manera. Como dice Malaquías 3:10: «les abriré las ventanas de los cielos. ¡Derramaré una bendición tan grande que no tendrán suficiente espacio para guardarla!» (NTV).
¡De eso se trata una economía estable y próspera! El cielo es lo máximo. Nunca tiene recesiones ni depresiones. La escasez es algo inaudito allá arriba. Con calles macizas de oro puro, paredes de joyas y puertas talladas de una perla gigantesca, el cielo es el lugar más lujoso que puedas imaginar. Derrama abundancia todo el tiempo.
Tampoco tienes que esperar hasta que mueras para disfrutar de esa abundancia. Puedes beneficiarte de ella ahora mismo. Puedes conectarte con la economía de Dios creyendo en Su Palabra y haciendo lo que Él dice y él: «suplirá todo lo que les falte, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.» (Filipenses 4:19). Él te bendecirá tan ricamente que podrás vivir «como los días de los cielos sobre la tierra.» (Deuteronomio 11:21).
“Pero Gloria”, podrías decir, “no tengo ninguna manera de conseguir esa clase de prosperidad. Mi trabajo solo paga el salario mínimo”.
¿Y cuál es el problema? Tu trabajo no es tu fuente; Dios lo es y no paga el salario mínimo. Él le proporciona semillas para sembrar (ese es tu trabajo, tu semilla) y luego las multiplica nuevamente en la forma de una cosecha de treinta, sesenta o cien veces (Marcos 10:30). Te incrementa de manera sobrenatural «hasta que estés enriquecidos en todo sentido… en toda ocasión» de maneras que le traen agradecimiento a Él (2 Corintios 9:11, Nueva Versión Internacional).
Además, ni siquiera tienes que convencerlo de que lo haga. Prosperarte fue Su idea. Él siempre ha querido que Su familia viva en abundancia.
Puedes descubrirlo simplemente al leer sobre el Jardín del Edén. Dios les proporcionó abundantemente a Adán y Eva más de lo que ellos pudieran necesitar, ¡y todo fue muy Bueno! No solo la comida era abundante y perfecta, sino que crecía en los árboles. Adán y Eva no tenían que esforzarse para obtenerlo, ni siquiera sembrarlo. Simplemente apareció por sí mismo.
La Biblia incluso nos dice que había piedras preciosas en el Jardín. Dice que había oro en esa tierra y que el oro era bueno (Génesis 2:12).
Lamentablemente, por supuesto, cuando Adán y Eva pecaron, la situación cambió. Debido a que se rebelaron contra Dios y se arrodillaron ante el diablo, trajeron una maldición sobre la Tierra. Después de eso, la humanidad tuvo que esforzarse y sudar para hacerla producir.
Sin embargo, a pesar de ser así, Dios hizo un pacto con aquellos que vivirían por fe en Él. Le habló a Abraham y le dijo: «Te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.» (Génesis 12:2). Luego, a través de Jesús, Él finalmente en el Nuevo Testamento nos hizo parte de esa misma BENDICIÓN. Él nos redimió de la maldición y prometió que, si buscamos primero Su reino y sus manera de hacer las cosas bien, todo lo demás también nos sería agregado (Mateo 6:33).
Di algo
¿Puede realmente Dios cumplir esa promesa? ¡Ciertamente! En primera de Timoteo 6:17 dice: «Dios… nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.» y Él puede hacerlo sin importar el tamaño de nuestro sueldo actual y sin importar cuáles sean las circunstancias naturales que nos rodean.
Cuando se trata de aumentarnos financieramente, ¡Dios puede hacerlo!
Si confiamos y le obedecemos, Él nos seguirá prosperando, incluso si la economía del mundo cae en picada. Hará por nosotros lo que hizo por Isaac, el hijo de Abraham, en Génesis 26 y nos dará cien veces la cosecha de nuestra semilla en medio de una hambruna.
¿Por qué? Porque somos Sus hijos, y Él nos ama. Además, somos coherederos con Jesús. En Él, hemos heredado todo lo que Dios posee.
La mayoría de los creyentes simplemente no se han dado cuenta de eso todavía. Aunque 1 Corintios 3:21 nos dice claramente que «todo es de ustedes», no hemos aprendido a pensar en esos términos. En cambio, hemos tenido la mentalidad que tenía el hermano mayor en la parábola del hijo pródigo.
Recuerdas esa historia. Se trata de un padre con dos hijos. El más joven salió corriendo y desperdició su parte de la herencia familiar en una vida desenfrenada. El mayor se quedó en casa y sirvió fielmente a Su padre, cuidando las cosas en su hacienda. Finalmente, el hijo menor se arrepintió y regresó a casa, y su padre estaba tan contento de verlo que les dijo a los sirvientes «Traigan la mejor ropa, y vístanlo. Pónganle también un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Vayan luego a buscar el becerro gordo, y mátenlo; y comamos y hagamos fiesta, porque este hijo mío estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado.» (Lucas 15:2). Cuando el hermano mayor regresó de trabajar en el campo y descubrió lo que había sucedido, no estaba contento. Se negó a participar de la fiesta y le dijo a su padre: «Aunque llevo tantos años de servirte, y nunca te he desobedecido, tú nunca me has dado siquiera un cabrito para disfrutar con mis amigos. Pero ahora viene este hijo tuyo, que ha malgastado tus bienes con rameras, ¡y has ordenado matar el becerro gordo para él!” El padre le dijo: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.» (versículos 29-31).
Observa nuevamente lo que el padre le respondió: «todo lo que tengo es tuyo.» En otras palabras: “¿Qué quieres decir con que nunca te he organizado una fiesta? Todo lo que poseo te pertenece. No has pedido nada. Si querías un becerro gordo, ropa, o un anillo, podrías haberlo tenido en cualquier momento. Todo lo que tenías que hacer es pedirlo.”
Para nosotros como creyentes aplica el mismo principio. Todo lo que el Padre tiene es nuestro. Sólo necesitamos exigirlo y recibirlo por fe. Si no lo hacemos, llegaremos al cielo y le diremos a Jesús lo mismo que el hermano mayor: “Señor, ¿por qué no me prosperaste mientras estaba en la Tierra? Yo te amaba. Te he servido. ¿Por qué no me proporcionaste suficiente dinero para dar y disfrutar?”
¿Cómo responderá Jesús? Probablemente muy parecido a como lo hizo el padre en la parábola. Él dirá: “Todo lo que tengo es tuyo. ¿Por qué no dijiste algo? ¿Por qué no aprovechaste tu herencia al creer en tu corazón lo que dije en Mi Palabra al respecto, al decirlo con tu boca y esperar que sucediera?”
Eso es lo que Jesús nos enseñó a hacer cuando estuvo en la Tierra. Él dijo: «Tengan fe en Dios. Porque de cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: “¡Quítate de ahí y échate en el mar!”, su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá. Por tanto, les digo: Todo lo que pidan en oración, crean que lo recibirán, y se les concederá.» (Marcos 11: 22-24).
Por ejemplo: Si necesitas un auto nuevo, en lugar de hablar y decir que no lo tienes o que no puedes costearlo, según Jesús, debes llamar a ese auto hablando en fe. Deja de hablar sobre el viejo auto que tienes ahora y en cambio, comienza a decir cosas como: “Creo que recibo mi auto nuevo. En el Nombre de Jesús, llamo el dinero y ordeno a los ángeles ministradores que me lo traigan. ¡Gracias, Padre Celestial, por mi auto nuevo!”
Quita los límites
“Pero Gloria”, podrías decir, “los autos nuevos son caros y mi presupuesto es limitado. ¿No estaría bien si solo orara por el dinero para arreglar mi auto viejo?”
Sí, eso estaría bien, si eso es todo por lo que puedes creer ahora mismo. Pero no te detengas allí. Sigue alimentando tu fe en lo que Dios dice acerca de la prosperidad. Sigue meditando sobre lo que te pertenece en Cristo, hasta que puedas creer y recibir más que eso.
Cuando comiences a ver en la Biblia la verdad de la voluntad financiera de Dios para ti, te quitará los límites. En lugar de pensar solo en términos de tu saldo bancario actual, pensarás en términos de las riquezas de Dios en gloria. En lugar de basar tus oraciones en lo que podría parecer razonable en las circunstancias actuales, basarás tus oraciones en lo que Dios te prometió en la Biblia y en Su poder omnipotente.
Cuando haces eso, Dios puede hacer milagros financieros en tu vida. Ken y yo podemos dar testimonio de ello. Bajo cualquier circunstancia y en cualquier economía, si dejas de razonar la Palabra de Dios y Sus indicaciones y solo le crees y obedeces, Él puede conseguirte todo lo que necesitas.
Por ejemplo: una vez, en los primeros años de nuestro ministerio, estábamos creyendo por dinero para salir por primera vez en televisión. La cantidad que necesitábamos para pagar los equipos y el tiempo de emisión era mucho mayor que nuestros medios. Los ingresos de nuestro ministerio eran suficientes para que pudiéramos sobrevivir y en el momento teníamos muy pocos activos financieros.
La única gran cosa que poseíamos era el avión del ministerio. Este representaba las tres cuartas partes de los activos. Ken lo necesitaba para mantener su calendario de predicación; sin embargo, mientras creíamos en esos fondos de televisión, el Señor le dijo a Ken que entregara el avión para sembrarlo en otro ministerio como semilla.
Inicialmente, yo no estaba muy emocionada al respecto. Ken le había creído a Dios por el dinero para comprar ese avión y era vital para nuestro ministerio. Entonces, desde una perspectiva natural, regalarlo nos pondría en una situación aún más imposible. No solo necesitaríamos $50.000 adicionales para la televisión; también necesitaríamos $150.000 dólares adicionales para comprar otro avión.
¡Terrenalmente no teníamos forma alguna de conseguir esa cantidad de dinero!
Sin embargo, sabía que Ken había escuchado del Señor, así que me uní a su plan. Sembramos el avión como semilla y le creímos a Dios por una cosecha. Efectivamente, en dos semanas, llegó. Una mujer que recientemente había heredado dinero entró a nuestra oficina con un cheque por exactamente $200.000 dólares.
¡Nuestro ministerio nunca antes había recibido un regalo de esa cantidad! Así que para nosotros fue un milagro maravilloso. Para Dios, sin embargo, no fue un problema en absoluto. Él no estaba frotándose las manos, preguntándose cómo iba a poder reunir todo ese dinero. Él no estaba en el cielo diciendo: “No sé si pueda manejar esto”.
Él puede manejar cualquier cosa porque Él lo posee todo. Él lo creó todo y puede dárselo a quien quiera.
Solamente piensa en lo que Él hizo por los israelitas en el desierto. ¡Les envió maná del cielo cada mañana, seis mañanas por semana, durante 40 años! (El sábado les envió una doble porción para que no tuvieran que recogerla el domingo). Cuando se cansaron del maná y lloraron pidiendo carne, le dijo a Moisés que también se la enviaría.
Moisés no pudo comprender cómo Dios manejaría ese pedido. «¿Acaso van a degollarse para ellos ovejas y bueyes suficientes?» dijo. «¿O van a pescarse para ellos todos los peces del mar, para que les alcance? Y el Señor le respondió a Moisés: «¿Acaso mi mano se ha acortado? ¡Ahora vas a ver si mi palabra se cumple, o no!» (Números 11:22-23).
¡Me gusta esa pregunta! Es bueno recordarla. Especialmente en los momentos en que nuestras necesidades, deseos y sueños parecen eclipsar nuestro saldo bancario actual, todos debemos preguntarnos: “¿Acaso la mano del Señor se ha acortado la mano que no podrá conseguirme el auto que necesito, o ese mejor trabajo que he estado queriendo? ¿Se ha acortado la mano del Señor que sólo puede proveerme de acuerdo con las limitaciones de la Tierra y no de acuerdo con Sus riquezas en gloria?”
La respuesta es obvia. ¡No! La mano del Señor no se acorta. Él puede hacer lo imposible. Él puede hacer lo irrazonable.
Él es el Dios que, como dice Efesios 3:20: “es poderoso para hacer que todas las cosas excedan a lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”. El Dios que, como la Biblia Amplificada, Edición Clásica lo expresa: “Es capaz de [llevar a cabo Su propósito y] hacer sobreabundantemente, muy por encima de todo lo que [nos atrevemos] a pedir o pensar [infinitamente más allá de nuestras más altas oraciones, deseos, pensamientos, esperanzas o sueños]”.
Deja que esto llegue a lo más profundo de tu ser:
Si puedes pedirlo; Dios puede hacer mucho más que eso.
Si puedes esperarlo; Él puede hacer mucho más.
Si puedes soñarlo, desearlo y orar por eso; Él puede hacerlo infinitamente mejor.
Entonces, míralo a Él como tu Fuente. Diezma, siembra, dale algunas palabras de fe con las cuales trabajar, y luego prepárate para ser BENDECIDO financieramente y para convertirte en una BENDICIÓN mayor.
Espera que Dios te prospere de maneras que están literalmente fuera de este mundo, porque lo que sea necesario, ¡Él puede hacerlo!