¡Feliz Navidad, SuperKid!
Estoy muy emocionada porque es Navidad, y estoy casi segura que tú también. He visto pasar muchas navidades: cada una de ellas es especial, al compartir con familiares y amigos, meditando cuánto Jesús nos ama y cuánto nosotros lo amamos a Él. Sin embargo, este año tengo una nueva expectativa navideña. Creo que esta será diferente. Voy a buscar el pepinillo.
Sé que probablemente te estás preguntando: ¿De qué está hablando? ¿Un pepinillo?
Déjame explicártelo: se trata de una de nuestras tradiciones familiares.
Decorar el árbol de Navidad es una de mis cosas favoritas. Tenemos casi mil ornamentos, y la mayoría de ellos son bombas de vidrio artesanales de Alemania que he coleccionado por muchos años. Son muy frágiles. Sin embargo, no estoy muy segura de que mis hijos disfrutarán al colgarlas, porque casi todos los años una se rompía mientras decorábamos. Y debido a que eran tantas, frecuentemente perdía mi equipo de decoración a medida que se iban cansando. Así que terminaba sola, colgando ornamentos hasta muy tarde. Sin embargo, no me molestaba.
Mientras sacaba cada una de las bombas, recordaba quien me la había dado o dónde la había conseguido. Y frecuentemente el ornamento que quedaba para colgar al final era un pepinillo. Sí, un pepinillo. No era un ornamento bonito, y muchas veces me preguntaba porqué debía colgarlo en el árbol. Una vez escuché una historia acerca de cómo la gente en Alemania colgaba un pepinillo en su árbol de navidad, y de cómo el primer niño que lo encontraba recibía un regalo extra.
Así que cuando mis niños eran pequeños, empezamos nuestra tradición. Aquel que encontraba el pepinillo en la mañana de Navidad abría el primer regalo. Ese día bajaban las escaleras, con sus ojos aún somnolientos, pero listos para buscar entre las ramas y en medio de mil ornamentos―tratando de encontrar el pepinillo.
Es muy interesante pensar acerca de las tradiciones y su origen. Además, ahora sé que los alemanes ¡ni siquiera lo hacen! Pero nosotros lo hacíamos, y hoy mis hijos tienen un ornamento de pepinillo propio.
Así que ¿de dónde provino esa tradición? Pareciera que nadie lo sabe. Es probable que a algún vendedor de decoraciones se le haya ocurrido esa historia porque tenía muchos pepinillos para vender. O probablemente, una madre decoraba el árbol y viendo ese ornamento de pepinillo, pensó: Este sí que es un ornamento horrible. ¿Cómo puedo colgarlo de manera que no se destaque y no tenga que verlo toda la temporada? ¡Ya sé, lo esconderé!
Sin importar cómo comenzó, se convirtió en una tradición muy significativa para nuestra familia.
Sin embargo, hoy ha tomado un nuevo significado para mí. Cada año, llenamos el espacio debajo del árbol con regalos. De hecho, la sala parece estar llena de regalos―cosas maravillosas y divertidas que encontramos para hacer que nuestros seres queridos se sientan apreciados. Los abrimos caótica pero organizadamente mientras nos reímos, bromeamos y expresamos nuestro amor y agradecimiento.
Al finalizar, después de limpiar y recoger el desorden, realmente nos importan las “cosas” que recibimos. Las cosas importantes son las que nos llevamos en el corazón; es decir, los verdaderos regalos. ¿Qué pasaría si esos fueran los regalos que realmente buscáramos al despertarnos la mañana de Navidad? Al igual que mis hijos, cuando bajaban corriendo las escaleras, no para encontrar sus regalos debajo del árbol, sino para encontrar ese pepinillo colgante tan feo. Podríamos ver la Navidad independiente de los pensamientos asociados a lo que está debajo del árbol, para focalizarnos en lo que podamos encontrar en nuestros familiares y amigos. No con pensamientos de lo qué queremos dar a los demás, sino mejor, de aquello que podamos darle de nosotros mismos a los que amamos. Las cosas escondidas son aquellas cosas preciadas.
Tenemos un maravilloso Salvador―Jesús. ¡Él es la Navidad! Es el maravilloso regalo del Padre. El Rey de Reyes y Señor de Señores. Sin embargo, Él no vino a nosotros como un rey, o una maravilla, o un guerrero espectacular para derrotar a los enemigos del pueblo de Dios. Él estaba escondido. Un pequeño bebé escondido en un establo. Los hombres sabios y los pastores tuvieron que ir a buscarlo. Él es el regalo. Él puede ser buscado y encontrado. Él puede ser encontrado por otras personas en nosotros, y nosotros podemos encontrarlo en otras personas. Tan solo necesitamos buscarlo.
¿Estás buscándolo? Él te está buscando.
En Jeremías 29:14 (NTV) Dios le dijo a Su pueblo: «Sí, me encontrarán». Lucas 11:9 dice: «Así que les digo, sigan pidiendo y recibirán lo que piden; sigan buscando y encontrarán; sigan llamando, y la puerta se les abrirá» (NTV).
He decidido que esta Navidad voy a buscar los regalos que están escondidos, aquellos que no están bajo el árbol.
Cuando buscas a Jesús, lo encuentras.
Un pepinillo verde en un árbol no será llamativo, a no ser que lo estés buscando. Pero es maravilloso lo rápido que mis hijos podían encontrarlo, a pesar de los cientos de cosas que estaban escondiéndolo. Sucedía de esa manera porque lo estaban buscando. Y lo buscaban por el valor extra que representaba.
Y eso es tan solo un pepinillo. ¡Jesús lo es TODO! Encontrarse con Él cara a cara no es tan solo pedirle que venga a tu corazón y aprender de Él los domingos. Superkid, ¡Él lo es TODO! Él vale ese esfuerzo extra de búsqueda―en todo, en cada situación.
En esta Navidad no busques por los regalos obvios debajo del árbol―busca a Jesús. Búscalo en los momentos que pasas con tu familia, y lo encontrarás. Búscalo en las maneras creativas en las que puedas darle a otras personas. Lo encontrarás. Como los pastorcillos, búscalo como aquel que te traerá paz, favor y gracia. Lo encontrarás.
Declara en voz alta: “Jesús, busco tu rostro. Hoy estoy buscándote y sé que Tú estás buscándome. Te encontraré. Y ayudaré a otras personas a que te encuentren, al entregarme. Dejaré que te vean en mí, en la manera en la que hablo, juego, ayudo y amo. Gracias por venir a la Tierra hace tanto tiempo, esa Navidad. Gracias por no permanecer oculto”.
Este año, encuentra el pepinillo. Encuentra los regalos escondidos en las otras personas. Encuentra la gracia y el amor que Jesús da. Te amo, Superkid. Eres un regalo de Dios para mí. ¡Eres aun mejor que un pepinillo!