“Hay más bendición en dar que en recibir”. Jesús dijo esas palabras, así que sabes que son ciertas. Pienso que algunas personas las han oído y creen que significan que no deberíamos recibir nada; pero eso es totalmente absurdo.
Jesús quería que supieras que, si bien recibir algo es una bendición grandiosa, dar algo es una bendición todavía más grande. Pienso que está bien decir que Jesús dijo esto basado en Su experiencia personal. Él sabía de primera mano la clase de bendición que era el dar. ¿Hay alguien que haya dado más de lo que tenía? Nunca. Sin embargo, Jesús tiene un lugar único en nuestras vidas. Él no solamente es Aquel que da, sino que también es el propio regalo.
Los regalos vienen en diversas formas y tamaños, y el rango de precios varían desde muy poco hasta “¡no deberías haber gastado tanto!”. Todos nosotros hemos recibido regalos que nos han hecho pensar: definitivamente ha sido de mayor bendición dar que recibir esta cosa. Esos son usualmente aquellos regalos que al abrirlos, decimos: “Oh, gracias… ¿Qué es?”
Por otro lado, también sabes lo que es recibir algo realmente grandioso. Puede ser algo que realmente querías, algo que necesitabas o algo que te hizo sonreír. Pero los mejores regalos son aquellos que continúas usando y disfrutando mucho tiempo después de que pasó la Navidad. Son aquellos que has mantenido por muchos años, porque los sigues usando y disfrutando hoy tal como el día que los recibiste. Los mejores regalos son aquellos que continúan dando. Es casi como que las personas que te lo obsequiaron pudieron leer tu futuro, vieron que lo necesitarías y usarías por muchos, muchos años, y se convirtieron en tus héroes personales al bendecirte con ese regalo que un día llamarías “¡el mejor regalo de tu vida!”
¡El regalo más grandioso!
La humanidad recibió un regalo―Jesús.
Dios nos amó tanto que lo comprobó al darnos ese regalo. Y ese regalo cae en la categoría de “muy costoso”. De hecho, este regalo le costó a Dios todo lo que tenía. Pero Él nos lo obsequió porque vio nuestro futuro e identificó exactamente lo que necesitaríamos, no sólo durante nuestra vida terrenal, sino por toda la eternidad.
Cuando Adán pecó, Dios empezó a trabajar en Su regalo. Él podía ver que necesitaríamos un Salvador. Él sabía que este regalo nos redimiría, sanaría, vestiría, alimentaría. Sabía que tendría que darnos algo que pudiéramos usar mucho tiempo después del día que lo recibiéramos.
Jesús es el regalo que continúa dando.
Cuando Dios te dio a Jesús, te dio el regalo de la salvación ―salvación del infierno en la Tierra y en la eternidad. No sólo hemos sido salvos, sino que continuamos siendo salvos todos los días por esa misma salvación. Puede que hayas sido lleno del Espíritu Santo hace muchos años, pero hoy nuevamente “continúas siendo lleno”. ¡El regalo continúa dando! Efesios 1:3 dice: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales». Cuando Dios nos dio a Jesús, nos dio todo lo que el cielo tenía para ofrecer. Él puso el cielo en Jesús y nos lo envió como un paquete completo y total.
«El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?» (Romanos 8:32).
Si Dios estuvo dispuesto a darnos a Jesús, ¿Por qué razón retendría la sanidad, la provisión, la liberación o cualquier otra cosa? Mi amigo, Él no está reteniendo nada. Si hay algo que necesitas, todo lo que necesitas hacer es ir al regalo original que Él te dio, porque ese regalo todavía continúa dándote hoy. No hay nada que necesites que Él ya no te haya dado. En Jesús está todo.
Nunca pienses que estás pidiendo o esperando mucho de Dios. Él mismo dijo que hay más bendición en dar que en recibir. Esto debe significar que Él es más bendecido cuando te da que cuando recibe de parte tuya. Sin embargo, a medida que vives la vida disfrutando de este regalo que no deja de darte, tu respuesta será darle a Él y a los demás.
En esta temporada navideña, da MUCHO al reino de Dios y a la gente que Él ha puesto en tu vida. Hazte adicto a la bendición de dar. Una vez que lo hagas, sabrás cómo se siente Jesús cuando da. Él nunca dejará de darte.