Esto sucedió hace casi un año, un domingo en la mañana de diciembre. Ken y Yo estábamos en Colorado mirando el servicio en línea de la Iglesia Eagle Mountain cuando pasó algo extraordinario.
Las sanidades empezaron a ocurrir espontáneamente en toda la congregación. Repentinamente, el Señor le habló a Kenneth. “¡Esto es!” le dijo. “Y continuará y continuará…”
¡Esto es! Es posible que para algunas personas no suene tan emocionante como lo fue para nosotros, pero nosotros sabíamos lo que significaba. Significa que el mover de Dios por el que hemos estado creyendo finalmente estaba en camino.
Los últimos días del derramamiento del Espíritu Santo que han sido profetizados durante muchos años están sucediendo y no van a detenerse. La Iglesia―no solo EMIC, sino el cuerpo completo de Cristo―está dando un paso a la gran final de aquello que empezó en el aposento alto en el segundo capítulo de Hechos.
Recuerdas lo que pasó allí, ¿verdad?
El Espíritu Santo rugió en ese lugar con el sonido de un viento poderoso. Lenguas de fuego espirituales envolvieron los creyentes del comienzo y ellos fueron dotados con poder de lo alto.
Salieron a las calles de Jerusalén, adorando y glorificando a Dios en otras lenguas y esto causó tal revolución que las personas en las calles se preguntaban: «¿Y esto qué significa?» (Hechos 2:12).
«Esto es lo que dijo el profeta Joel» respondió el Apóstol Pedro.
«Dios ha dicho: En los últimos días derramaré de mi Espíritu sobre toda la humanidad. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán; sus jóvenes tendrán visiones y sus ancianos tendrán sueños. En esos días derramaré de mi Espíritu sobre mis siervos y mis siervas, y también profetizarán. Haré prodigios en el cielo, y en la tierra» (versículos 16-19).
Me gusta la forma en la que está escrito el primer versículo de ese pasaje en la Biblia Amplificada. Dice que lo que pasó en Pentecostés fue “el comienzo” de lo que Dios había prometido. Ahora, la iglesia está llegando a su culminación. Nosotros estamos en los últimos días de los últimos días. El retorno de Jesús está muy cerca y Dios está derramando una inundación sin precedentes del poder del Espíritu Santo para darle paso a Su venida.
Especialmente durante este año, las aguas de esa inundación han estado aumentando y Dios ha estado animándonos a sumergirnos en ellas. Él no quiere que ni una sola persona se pierda de lo que Él está haciendo en nuestros días. Él quiere que cada uno de nosotros esté a la expectativa y listo para recibir.
“Pero Gloria” podrías decir, “¿qué debería estar esperando recibir?”
¡Una de las cosas principales, y una de las más maravillosas: la sanidad!
La Sanidad siempre ha sido una de las señales del mover del Espíritu Santo en este derramamiento. Puedes verlo a través del Nuevo Testamento, empezando con Jesús. Cuando Dios lo ungió con el Espíritu Santo y con poder, la sanidad se convirtió en una parte inseparable de Su ministerio. Como Mateo 4:23-24 dice: Él: “recorría toda Galilea… predicaba el evangelio del reino, y sanaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama se difundió por toda Siria, así que le llevaron a todos los que tenían dolencias, a los que sufrían de diversas enfermedades y tormentos, y a los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y él los sanó».
Nota que en realidad fue la sanidad la que hizo que Jesús fuera famoso. La sanidad era lo que atraía a las personas de todas partes hacia Él. Ellos venían a escucharlo porque cuando predicaba, los ministraba en el poder de Dios. Obraba milagros y los sanaba.
Como a Ken le gusta decir: “¡La sanidad es la campana de llamada del evangelio!” Empezó a sonar hace 2.000 años, y debido a que Jesús nunca cambia, hoy en día todavía continúa sonando. Y mientras lo hace, cada vez más fuerte en estos últimos días del derramamiento, no sólo los enfermos serán sanos y los inválidos serán hechos plenos, tal cual como sucedía en el ministerio de Jesús.
Desata el poder sanador de Dios
Sé que probablemente estás pensando: Si el ministerio de sanidad es la campana de llamada diseñada para atraer a las personas que no son salvas al evangelio, ¿Qué tiene eso que ver con nosotros que ya somos creyentes?
¡Tiene mucho que ver con nosotros! La sanidad es parte de la BENDICIÓN del nuevo pacto. Nos pertenece porque somos los hijos de Dios. Podemos recibirla por fe en cualquier momento en el que la necesitemos, pero en momentos como estos podemos recibirla mucho más fácilmente a través de los ministros de Dios.
En algún momento lee Lucas 13 y verás lo que quiero decir. Este capítulo habla acerca de una mujer de Dios, judía, que recibió la sanidad a través del ministerio de Jesús. Después de haber estado encorvada por 18 años, se encontró un día con Jesús en la sinagoga y Él le dijo: «“Mujer, quedas libre de tu enfermedad”. Y en el mismo instante en que Jesús puso las manos sobre ella, la mujer se enderezó y comenzó a glorificar a Dios» (versículos 12-13).
Cuando el jefe de la sinagoga se enojó con Él por sanar durante el día de descanso, Jesús lo llamó hipócrita y le dijo que hacerlo era lo correcto. «Y a esta hija de Abrahán, que Satanás había tenido atada durante dieciocho años, ¿no se le habría de liberar, aunque hoy sea día de reposo?» (versículo 16).
La frase: “no se le habría de liberar” indica que la mujer ya tenía el derecho a la sanidad. Como hija de Abraham, le pertenecía bajo el Antiguo Pacto. Pero ella no sabía cómo actuar en ese pacto y ser libre, así que Jesús la ayudó.
¡Y hoy Él hace lo mismo por nosotros! Como creyentes tenemos tanto derecho de ser sanos como lo tenía esa mujer en la sinagoga. Santanás no tiene ninguna autoridad para mantenernos atados. Somos hijos nacidos de nuevo del Dios más poderoso y tenemos el derecho de ser liberados. Si estamos luchando con la enfermedad, tenemos el derecho de ir a algún lugar donde la unción está fluyendo y permitir que alguien ore por nosotros y ¡recibir nuestra sanidad!
Alguien podría decir: “Bueno, yo probé eso. Pero no logré nada”.
Entonces debes asegurarte que tienes la actitud correcta al respeto. En el ministerio de Jesús, cada persona que lo recibió como un ministro ungido enviado por Dios recibió la sanidad. Las únicas personas que no recibieron la sanidad fueron aquellas que se rehusaron a recibirlo de esa manera.
Esa verdad también quedó en evidencia cuando los discípulos fueron a ministrar. Cuando Jesús los envió, les dijo: «El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió». (Mateo 10:40).
Este es uno de los secretos para ser sanado cuando estás en una fila de oración, o cuando un hombre o mujer de Dios está orando por ti: recibe su ministerio como si fuera Jesús mismo ministrándote. Cuando los recibes a ellos como uno de los que Jesús ha enviado, un poder grandísimo puede ser liberado para ti.
Lo he visto una y otra vez. Por ejemplo: una vez, hace muchos años, una mujer que había quedado inválida en un accidente automovilístico vino a una de nuestras reuniones. Tenía un sostén metálico en sus piernas y casi no podía caminar. Ken empezó a orar por la gente para que recibieran sanidad y ella estaba en la fila; sin embargo, no estaba esperando ser sana; sólo pasó a acompañar a alguien más. Pero, mientras estaba allí, Ken impuso sus manos sobre ella.
Inicialmente, nada sucedió. A medida que ella se dio vuelta para regresar a su silla, Ken dijo algo como. “¡Jesús te ha sanado! ¡Estás sana!”
Bueno, él es un hombre de Dios pensó ella. Si él dice que estoy sana, debo estarlo. Así que respondió a sus palabras como si éstas hubieran venido directamente de Jesús. A pesar de que no sintió nada diferente en su cuerpo, se sentó en el suelo y empezó a quitarse los sostenes que la mantenían de pie.
Los primeros pasos que dio fueron bastante inestables. Pero, después de tropezarse con un muro y tambalearse un poco, empezó a fortalecerse. Mientras más caminaba, daba mejores pasos. La siguiente vez que la vimos, no solo caminaba normalmente, ¡sino que estaba usando zapatos altos! (Para ver el video en inglés, visita: http://bit.ly/kathy_Bruce_Testimony).
El Señor me dijo hace mucho tiempo: “Si la gente recibiera a aquellos que envío como si me recibieran a Mí, el poder de Dios se liberaría en medio de ellos”. Te animo a creer y actuar de esa manera. En cualquier momento en que un ministro esté por orar por ti e imponer sus manos sobre ti, di: “Señor Jesús, quiero que sepas que recibo la oración de este ministro con la misma expectativa y fe con que lo haría si fueras Tu imponiendo Tus manos en mí”. Después, libera tu fe y desata el poder de Dios.
Da gratuitamente lo que gratuitamente recibiste.
Tampoco te detengas al recibir la sanidad. Da el siguiente paso. Sumérgete en medio de este derramamiento de los últimos tiempos y deja que el poder sanador de Dios fluya a través tuyo hacia el prójimo. Haz lo que Jesús le dijo a sus discípulos: «Den gratuitamente lo que gratuitamente recibieron».
“Pero, Gloria, ¡no puedo hacer eso!” No estoy llamado al ministerio de la sanidad. Tan solo soy un creyente”.
Ser un creyente es todo lo que se necesita. Jesús lo dijo en la gran comisión. Después de instruir a Sus discípulos para que fueran al mundo y predicaran el evangelio, Él dijo: «Y estas señales acompañarán a los que crean: En mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán en sus manos serpientes, y si beben algo venenoso, no les hará daño. Además, pondrán sus manos sobre los enfermos, y éstos sanarán» (Marcos 16:17-18).
Jesús no dijo que sólo los apóstoles, profetas, pastores, maestros y evangelistas impondrían manos sobre los enfermos y ministrarían la sanidad. Él dijo que la iglesia completa lo haría. Él dijo que los creyentes compartirían las buenas nuevas y sanarían a los enfermos.
Bajo el nuevo pacto, ése siempre ha sido el plan de Dios. Él siempre quiso que la sanidad acompañara la predicación del evangelio. Esa fue su voluntad en el ministerio de Jesús. Fue Su voluntad para los primeros discípulos y la iglesia en sus comienzos. Y hoy en día, todavía sigue siendo Su voluntad.
Todo lo que Él necesita es que nosotros creamos Su Palabra y actuemos de acuerdo a ella, que seamos devotos y que hagamos lo que nos diga. ¡Nosotros no estamos esperando por Dios; Él está esperando por nosotros! Él está esperando que le creamos y actuemos como Sus representantes en la Tierra porque éso es lo que somos. Somos nosotros los que fuimos enviados por Él en esta hora para deshacer las obras del diablo. Nosotros somos aquellos de los que Jesús estaba hablando cuando dijo: «De cierto, de cierto les digo: El que cree en mí, hará también las obras que yo hago; y aun mayores obras hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidan al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo» (Juan 14:12-13).
¡Hacer que las personas sean sanadas no se supone que sea una cosa difícil para los creyentes! Puedes verlo al observar los primeros discípulos. Ellos no tuvieron ningún problema para hacerlo. Cuando Jesús los envió, ellos solamente hicieron lo que dice Lucas 10:8-9: «En cualquier ciudad donde entren, y los reciban, coman lo que les ofrezcan. Sanen a los enfermos que allí haya, y díganles: “El reino de Dios se ha acercado a ustedes”». Claramente, cada persona que los recibió fue sana.
Ahora es nuestro turno de seguir su ejemplo. Jesús nos ha enviado en Su Nombre y nos ha dicho: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra… Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» Amén» (Mateo 28:18,20). Obviamente, si Jesús está con nosotros y todo el poder le pertenece, hacer que la gente sea sana debería ser fácil. Después de todo, no estamos haciéndolo con nuestro poder propio; lo estamos haciendo con Su poder. Tal como el Padre hizo la obra a través de Jesús cuando el ministró en la Tierra, ahora Él está obrando a través de nosotros para finalizar el trabajo.
Debemos dejar de darle a la enfermedad más crédito del que se merece. Ésta no tiene poder alguno frente a Jesús. Él es Todopoderoso. Él es más grande que cualquier clase de enfermedad y dolencia que pueda llegar a existir. Él podría orar por una multitud y ellos serían sanos si lo recibieran.
Ahora Él está dentro de nosotros y nos dice: “Ve en Mi Nombre. Te estoy dando mi poder. Toma Mi lugar y lleva Mi ministerio”.
¡La enfermedad no puede soportar nuestra presencia más de lo que podría mantenerse delante de Jesús!
Es el momento de que nos levantemos y lo creamos. Es el momento para dar un paso de fe en el Nombre de Jesús, Su Unción, y revelemos Su gloria. Cuando Él estaba en la Tierra, Él era la luz del mundo. Ahora, nosotros somos la luz del mundo. Pero la gente no puede verlo si lo mantenemos encerrado dentro de nosotros. Debemos dejarlo salir. Él tiene que brillar a través nuestro.
Ahora mismo, el Espíritu Santo está derramando Su poder como nunca antes. ¡Eso es! Así que no te pierdas ni un minuto; da gratuitamente lo que gratuitamente recibiste. ¡Deja que tu luz brille más y más cada día, y el mundo verá a Jesús a través tuyo!