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Kenneth Copeland

Cruza la línea de la fe

diciembre, 2015 No hay comentarios
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Cruza la línea de la fe
La Voz de Victoria del Creyente diciembre, 2015
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No importa lo que esté sucediendo en el mundo―ya sea que la economía estÉ en alta o EN BAJA, si el horizonte nacional pareZCA soleado o con NUBARRONES― hay un factor del que tú y yo, como creyentes, podemos siempre depender:

Dios tiene un plan para nuestras vidas.

Es un plan que es más maravilloso de lo que podamos imaginar. Un plan que está lleno de las BENDICIONES de Dios y respaldado por Su poder.

Es un plan que no puede ser frustrado por el diablo o por las circunstancias en este mundo caído, ya que fue concebido antes de que éstos siquiera existieran. Fue formado en el corazón y la mente de nuestro Padre celestial «antes de la fundación del mundo» (Efesios 1:4).

¡Eso sí que se llama planear por adelantado! Dios no esperó a que nosotros apareciéramos en el planeta Tierra para pensar qué hacer con nosotros. Él miró a través de los siglos, antes de que el tiempo empezara, y nos escogió “para que en Su presencia seamos santos e intachables” en amor (versículo 4) y planeó todo lo necesario para nosotros.

¡Esa es la razón por la cual Sus planes son tan maravillosos! Cuando los preparó, no nos veía como pecadores, confundidos y engañados. Por el contrario, nos veía en Él, santos y sin mancha, nacidos de nuevo, gemelos idénticos con Jesucristo de Nazaret.

Y hoy, Él nos ve de la misma manera. ¡Ésa es la razón por la cual el diablo no puede alterar Su plan divino para nosotros, o cambiar la manera en la que Dios nos ve! Como el Alfa y el Omega, Dios nos ve antes de la fundación del mundo y después de la resurrección. ¡Nos ve en Él en el principio y en el final!

“Sí, pero, yo estoy en algún lugar entre esas dos realidades hermano Copeland, y las cosas no lucen muy bien para mí. He hecho tonterías, me he salido del camino y no puedo encontrar la manera de regresar”.

Seguro que puedes. Todo lo que tienes que hacer es amar a Jesús y obedecer Sus mandamientos. Él dijo: «El que tiene mis mandamientos, y los obedece, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré, y me manifestaré a él» (Juan 14:21). Cuando Jesús se te manifieste, no será muy difícil regresar al plan de Dios. Tu trabajo es simplemente seguir cualquier cosa que Él te guié a seguir y hacer lo que Él te diga que debas hacer. En el momento en el que empieces a hacerlo, estarás de nuevo en el camino correcto.

“¡Pero no sabe la clase de pecados que he cometido y la clase de errores que he hecho! ¡Son GRANDÍSIMOS! Tomará muchos años para sobreponerme y volver al lugar de la BENDICIÓN de Dios”.

Eso sería cierto si tuvieras que hacerlo por ti mismo, pero ese no es el caso; Jesús ya lo ha hecho por ti. Cuando fue a la cruz, Él borró cada acto pecaminoso de desobediencia y cada error tonto que alguna vez hayas cometido. Él nos redimió, a ti, a mí y a cualquiera en el mundo de la maldición, para que, con un paso de fe, podamos recibirlo como el SEÑOR de nuestras vidas, heredar Su BENDICIÓN, y empezar a caminar en el plan que ÉL diseñó para nosotros desde antes de la fundación del mundo.

BENDECIDO a crédito

Sé que probablemente estás pensando. ¡Eso suena demasiado bueno para ser cierto!

Y estoy de acuerdo contigo. Desde una perspectiva natural y humana, suena de esa manera. Pero de cualquier manera, es la verdad. Sin importar los errores que hayas cometido, ni cuán lejos de Dios hayas divagado, puedes regresar al plan de Dios simplemente poniendo tu fe en Jesús y haciendo un compromiso de obedecerle. Puedes cambiar el curso de tu vida desde este momento en adelante con tan solo orar esta simple oración todos los días:

“SEÑOR Jesús, me comprometo a amar y seguir tus mandamientos. Hoy, durante todo el día, atenderé a Tu PALABRA escrita y a la voz de Tu Espíritu en mi interior. Señor, abro mis oídos para escuchar tus instrucciones. Cualquier cosa que te escuche decir que deba hacer, la haré. Confió que Tú te me manifestarás y te agradezco por eso. Amen”.

En el momento en el que das un paso para cruzar la línea de la fe al orar esa oración, lo que hiciste hace cinco minutos, o hace cinco años, forma parte del pasado. Se ha ido. Eres inmediatamente BENDECIDO y estás en el plan de Dios.

“Pero hermano Copeland: ¿No requiere Dios que pase a través de alguna clase de periodo de prueba antes de que Él empiece a BENDECIRME? ¿No requiere que le demuestre que puedo ser responsable por un tiempo?”

No, Él no lo requiere. Él hace por ti la mismo que hizo por Abraham. ¡Dios BENDIJO a Abraham a crédito―por adelantado! En el instante en el que Abraham le creyó, «le fue contado por justicia» (Gálatas 3:6). Dios no le dijo: “has actuado bien por suficiente tiempo y por lo tanto voy a bendecirte”. Dios BENDIJO a Abraham tan pronto como él le creyó; luego, Abraham actuó en su fe e hizo lo que Dios le dijo.

Algunos de nosotros, como creyentes, hemos invertido el proceso. Hemos pensado que si escuchamos los mandamientos de Dios y los cumplimos, eventualmente Él verá lo bien que nos hemos estado portando y en consecuencia, nos BENDECIRÁ. Pero eso no es lo que la Biblia nos enseña. Vemos en Romanos 4:16 que: «la promesa se recibe por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa [o la BENDICIÓN] sea firme para toda su descendencia… para los que son de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros».

Nota que de acuerdo con este versículo, no te ganas la BENDICIÓN de Dios por hacer buenas obras. No; la recibes con tan solo esperar que ésta caiga sobre ti por gracia, de la misma manera que una manzana se cae del árbol. Recibes la gracia de Dios por fe. En la misma fracción de segundo en la que cruzas la línea de fe, por gracia, Dios te trata como si nunca hubieras pecado. En otras Palabras, Él te trata como trata a Jesús. Algunas veces, a pesar de que te has comprometido a obedecerlo, te equivocas. Lo sé, porque yo lo he hecho. Han habido mañanas cuando, tan pronto le digo al SEÑOR, “hare cualquier cosa que me digas hoy”, Él me responde con una tarea más desafiante de la que esperaba, y yo reacciono diciendo: “Oh Dios, no puedo hacerlo” y en menos de 20 segundos, he arruinado todo.

¿Qué debes hacer si te equivocas de esa manera?

No pierdas tiempo condenándote. Solo arrepiéntete y vuelve a poner tus ojos en Jesús. Recibe Su perdón y mantente caminando por fe. En vez de permanecer en tu equivocación, focalízate en el siguiente paso que te está pidiendo que des. Mantente escuchando y obedeciendo Sus mandamientos.

Haz que el amor sea tu prioridad número uno

Una cosa que puedo garantizarte que te dirá que hagas, es caminar en amor. Como Él dijo en Mateo 22:37-39, amar a Dios con todo tu corazón, alma y mente es el primer y el mandamiento más importante; y el segundo es, amar a tu prójimo como a ti mismo. Cuando se trata de cumplir los mandamientos de Jesús, caminar en amor es el trabajo Nº 1. Debido a que «…la fe… obra por el amor» (Gálatas 5:6), el minuto en el que das un paso fuera del amor, das un paso fuera del plan de Dios y entras a territorio babilónico. Das un paso fuera de tu protección divina y hacia el mundo donde satanás tiene planes para ti—que no te gustarán.

Es algo muy serio. Personalmente, no quiero tener nada que ver con el plan de satanás, así que he hecho de mi vida de amor mi prioridad más importante. Gloria también lo ha hecho. Los dos estamos de acuerdo acerca de lo siguiente: nuestras finanzas no son nuestra prioridad. Salirnos con la nuestra no es nuestra prioridad. Aun la familia no es nuestra prioridad. Caminar en línea con el amor es lo más importante en nuestra existencia.

Cada mañana cuando nos levantamos hacemos un nuevo compromiso con este caminar. Empezamos nuestro día comprometiéndonos a caminar en amor durante todo el día y a hacer lo que Jesús nos mande. Ésta ha sido nuestra costumbre por años y lo será por siempre, porque hemos aprendido por experiencia propia que obedecerlo nos mantiene en el plan de Dios y ¡nos guía más allá de lo que podamos pedir o pensar!

Por otra parte, ignorar el mandamiento del SEÑOR te guía exactamente a lo contario. Te guía hacia los problemas. Yo lo descubrí de una manera muy dura en los comienzos de mi caminar de fe.

Era el año 1963, había nacido de nuevo no mucho tiempo atrás y había recibido el bautismo del Espíritu Santo. Sabía que estaba llamado al ministerio y el SEÑOR ya me había mostrado el primer paso―inscribirme como estudiante en la Universidad de Oral Roberts.

El problema radicaba en que yo no quería hacerlo. De hecho, ni siquiera quería pensar al respecto. Cada vez que venía a mi mente, pensaba: ¡No! No regresaré a estudiar. ¡Cuando era niño odiaba estudiar y ahora no voy a regresar a estudiar!

Esperanzado en encontrar un camino diferente en el plan del Señor, buscaba por otras posibilidades. Bastante seguro, encontré una alternativa. En 1966, mientras asistía a algunas reuniones en la Iglesia de Hilton Sutton en Houston, él me pidió que me hiciera cargo de su departamento de música. Pensé: esto debería funcionar muy bien. El hermano Sutton es un hombre de Dios. Estoy seguro que puedo aprender tanto con él como lo haría en O.R.U..

Después de aceptar la oferta, en la noche de Halloween estaba manejando de regreso con Gloria y los niños. Mi plan era manejar por un camino vía Arkansas para así poder pasar la noche con los padres de Gloria y luego ir a casa para preparar la mudanza. Pero en la autopista, en las afueras de Marshall, Texas, tuvimos un accidente terrible. Otro auto se atravesó justo en frente de nosotros, y nos estrellamos a tal velocidad que si no hubiera sido por la misericordia de Dios, todos estaríamos muertos.

Gloria, que estaba enferma con la gripe, se golpeó tan fuerte contra el tablero que su cabeza marcó una media luna. John, con tan solo dos meses de edad, al cual habíamos acostado en una almohada en medio de los asientos delanteros, se rompió su brazo y se lastimó cuatro costillas. Kellie, que estaba sentada en la silla de atrás, prácticamente estaba en estado de shock.

Ya arribados al hospital, Gloria y Kellie trataban de descansar en la cama mientras yo me senté en una mecedora, cargando a John en mi pecho, esperando calmarlo para que se durmiera. Cada vez que empezaba a dormirse, el dolor lo despertaba y lloraba. Esta era una situación muy conmovedora, y mientras oraba en el Espíritu al respecto, supe porqué había sucedido y lo que debía hacer.

“SEÑOR, me arrepiento”, oré. “Soy Jonás y la ballena me atrapó. Pero gracias a tu misericordia, no me destruyó. ¡Mi familia y yo estamos vivos!”

Mientras estaba sentado allí, meciéndome y alabando al SEÑOR en lenguas, agradeciéndole por su bondad, de repente escuché otras dos personas orando en el Espíritu conmigo. Abrí mis ojos y vi dos hombres en pijama parados a mi lado. Uno estaba usando pantuflas y el otro estaba descalzo, y ambos tenían sus manos sobre mis hombros mientras oraban.

Después descubrí que uno de ellos era un camionero lleno del Espíritu Santo que había sido admitido en el hospital hacía unos días. Él también había estado en un accidente, y aunque no estaba lesionado, por razones del seguro tenía que permanecer hospitalizado por algunos días. Decidido a usar el tiempo con sabiduría, había compartido el evangelio con el otro hombre, haciendo que fuera salvo, y ambos habían estado orando por la gente en el hospital. La enfermera les había ordenado dejar de hacerlo, pero esa noche el SEÑOR los había despertado y les había dicho que de cualquier manera oraran por mí.

Mientras lo hacían, una presencia del SEÑOR muy fuerte llenó la habitación y cayó sobre mí como tibia miel. Era tan dulce que casi podía saborearla. Empezó en mi cabeza, se deslizó sobre mi pecho donde John estaba recostado, y finalmente acomodó su cabeza y se quedó dormido. En ese mismo instante mi brazo y mi pecho dejaron de doler, y ambas Gloria y Kellie se quedaron dormidas. Por espacio de 45 minutos aproximadamente permanecí bajo esta unción y en la presencia de Dios, sabiendo que todo iba a estar bien.

Al día siguiente mi papá y mi mamá llegaron a recogernos. Mientras manejábamos con ellos hacia Fort Worth, mi papá dijo: “¿Qué van han hacer el próximo fin de semana?”

“Papá, no sé”, le respondí. “No tenemos ningún plan”.

“Bueno, tu mamá y yo estamos yendo a O.R.U. a una reunión para colaboradores y nos enviaron invitaciones extras. ¿Les gustaría venir con nosotros?”

“¡Sí Señor! ¡Oh, Gloria a Dios, Sí!”

Para resumir, instantáneamente estaba de nuevo en el plan de Dios. La semana siguiente, durante las reuniones con el hermano Roberts, pasé para que oraran por mí; él impuso sus manos sobre mí y la unción para este ministerio me fue impartida. Unos minutos más tarde tuve una visión del SEÑOR que cambió el curso de mi vida. Tratando de describírsela a Gloria, lloré y lloré. “No puedo irme de acá”, le dije. “O.R.U. es donde debo estar”.

Ella se puso de acuerdo y dimos un paso al cruzar la línea de la fe. Desde ese momento, nunca hemos regresado. Hemos cometido algunos errores y nos hemos equivocado algunas veces, pero no hemos permitido que eso nos detenga. Tan solo nos arrepentimos, volvemos a nuestros pasos de fe y continuamos siguiendo a Jesús. Él nos ha mantenido en el plan de Dios por más de 49 años… y podemos decir sin lugar a duda―que es el lugar más maravilloso para permanecer.


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