Recibirán poder.
Eso es lo que Jesús les dijo a los primeros discípulos. Y todo lo que tienes que hacer es escanear el libro de Hechos para ver lo dramático del cumplimiento de esas palabras.
La iglesia del primer siglo electrificó al mundo a su alrededor.
Ellos sanaron a los enfermos, levantaron a los muertos y expulsaron demonios. El poder de Dios rodeó al apóstol Pedro de tal manera que los miembros de su comunidad arrastraban a sus enfermos a la calle, con la esperanza de que su sombra cayera sobre ellos cuando pasara.
Recibirán poder.
Jesús también nos hizo esa promesa. A ti, a mí y a todos los que creen en Él. Él nos envió a llevar a cabo el trabajo milagroso que Él y la iglesia primitiva comenzaron.
Pero, en algún momento u otro, se produjo un cortocircuito.
Durante años hemos intentado barrerlo bajo nuestra alfombra religiosa. Hemos inventado excusas. Lo hemos justificado al decir que la era de los milagros ya ha pasado. Hemos tratado de ocultar nuestra falta de poder con planes, programas y actividades.
Sin embargo, en la actualidad, cada vez más creyentes enfrentan ese problema de forma abierta e, incluso, se atreven a preguntar por aquello que en secreto han albergado en su mente durante tantos años: ¿En dónde está el poder?
Se trata de una pregunta crucial. Cuanto más la formulamos, más comenzamos a descubrir que, en efecto, hay una respuesta. Es una respuesta que puede volver a posicionar de pie a la iglesia toda. Es una respuesta que, una vez que la entendamos y la apliquemos, nos dará la capacidad de triunfo en nuestras propias vidas y que, además, electrificará una vez más al mundo que nos rodea con el glorioso poder de Dios.
En Juan 14 podemos percibir la urgencia en la voz de Jesús cuando les habla a Sus discípulos. A instantes de ser crucificado, Jesús aprovecha Su última oportunidad tangible para hablar con los miembros de Su equipo previo a enfrentar la muerte, y cuenta con muy poco tiempo para transmitirles todo aquello que necesitan saber. Está a punto de encargarles Su ministerio milagroso y delegarlo en sus manos; está a punto de entregarles las llaves de Su poder.
La seriedad del momento debe haber llamado la atención de Sus discípulos como nunca. Lee cuidadosamente lo que Jesús les dijo en los versículos 12-15: «De cierto, de cierto les digo: El que cree en mí, hará también las obras que yo hago; y aún mayores obras hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidan al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo piden en mi nombre, yo lo haré. «Si me aman, obedezcan mis mandamientos.»».
Posteriormente, en el versículo 21, les dijo: «El que tiene mis mandamientos, y los obedece, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré, y me manifestaré a él.»
En esas últimas y preciadas horas que precedieron la cruz, Jesús les habló a Sus discípulos acerca del poder sobrenatural. Les dijo que pronto podrían tener cualquier cosa que pidieran en oración. Les dijo que estaba a punto de poner a su disposición tanto poder que, no solo podrían hacer las señales y los prodigios que Él Mismo había hecho, sino que también podrían hacer cosas aún mayores.
Jesús también les indicó exactamente cómo mantener ese poder en funcionamiento en sus vidas. Les entregó una combinación de poder tripartita que funcionará para cualquier persona, con la misma garantía con que lo hizo en los primeros discípulos. La misma consta de tres elementos inseparables, los cuales no funcionarán de manera individual. Es una combinación que proporciona una solución segura para la falla energética sobrenatural que muchos creyentes enfrentan hoy en día.
Parte # 1: Cumplir los Mandamientos
La primera, y tal vez la parte más obvia de esta combinación de poder tripartita, es el Nombre de Jesús. Él dijo: «Si algo piden en mi nombre, yo lo haré.» (versículo 14). Pero no quiero comenzar allí, por una razón muy sencilla: la mayoría de los creyentes intentan usar este elemento sin cumplir con los otros dos, y caen postrados sobre sus rostros espirituales. Veamos primero el versículo 15: «Si me aman, obedezcan mis mandamientos». La mayoría de nosotros conoce esa escritura a la perfección. Lamentablemente, son muy pocos los que se dan cuenta de que es una de las claves más obvias, sin la cual nunca podremos desbloquear el poder de Dios.
Verás, cuando Jesús dijo: «obedezcan mis mandamientos», no solo estaba alentando a Sus discípulos a ser buenos. Les estaba informando que, si querían el poder de recibir todo aquello que pidieran en oración, si querían el poder de obrar maravillas como las que Él hizo, entonces debían cumplir algunas condiciones. Tendrían que hacer las cosas que les había ordenado que hicieran.
En otras palabras, Jesús les estaba diciendo: “Muchachos, hay poder en Mi Nombre. Y si obedecen Mis mandamientos, ese Nombre les dará todo lo que pidan. Pero, si no obedecen Mis mandamientos, Mi Nombre no funcionará como es debido”.
Lo mismo aplica para nosotros hoy en día. Si obedecemos los mandamientos de Jesús, Su nombre liberará tremendo poder milagroso cuando lo mencionemos. Por el contrario, si no lo hacemos, no podrá hacerlo. Es así de simple.
Mientras Jesús continuaba hablando con Sus discípulos ese mismo día, Él les recalcó ese punto una y otra vez. En Juan 15:7, leemos: «Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan todo lo que quieran, y se les concederá.» En el versículo 10, les dijo: «Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor; así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.» Y en el versículo 14 encontramos: «Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando.»
Para entender mejor aquello que Jesús está comunicando en cada uno de estos versículos, retrocede y echa otro vistazo al versículo 7.
«Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes…».
Esa palabra permanecen es demasiado importante.
Cuando Jesús nos dijo que obedeciéramos Sus mandamientos y cumpliéramos Su PALABRA, Él no solo nos estaba diciendo que siguiéramos un montón de reglas y mandatos religiosos; nos estaba diciendo que permitiéramos que Su PALABRA ─la cual es algo vivo─ morara en nosotros. Él nos estaba diciendo que pasáramos tiempo en ella, que la meditáramos, que llenáramos nuestras mentes y nuestras bocas con ella, y que dejáramos que la misma guiara todas nuestras acciones. El apóstol Pablo lo expresó de esta manera en Colosenses 3:16: «La palabra de Cristo habite ricamente en ustedes…»
La mayoría de los creyentes no tienen idea alguna de lo que eso significa, y esa es una de las razones por las que gozan de tan poco poder. Sin embargo, un hombre que sí sabía lo que eso significaba, era el hermano Oral Roberts. Una vez me dijo algo al respecto que nunca olvidaré; me dijo que, cuando La PALABRA realmente permanece en alguien, cuando está viva y produciendo tal como debería, puede ser oída.
¡Y él tenía razón! Cuando comienzas a pasar tiempo de calidad en La PALABRA de Dios, comienzas a escucharla en tu interior.
¿Sabes a qué se parece? Es como cuando tienes esa canción en tu mente y la sigues oyendo una y otra vez dentro de ti. Puedes estar ocupado haciendo cualquier otra cosa y esa canción seguirá sonando. Bueno: cuando empieces a dejar que La PALABRA more en ti, probablemente la escucharás de la misma manera. Créeme, ¡es maravilloso!
Muchas veces he estado en situaciones desesperadas, preguntándome qué hacer a continuación, cuando de repente he escuchado una escritura en mi interior. He escuchado versículos de algún audio bíblico que he venido escuchando. De repente, sabía exactamente cuál era la respuesta a mi situación. Era liberado por La PALABRA de Dios que estaba morando en mí.
“Ah, pero hermano Copeland”, podrías decir, “¿cómo voy a recordar todos esos versículos? ¿Cómo voy a poder pensar en ellos cuando los necesite?”
Jesús mismo ya respondió esa pregunta. Él dijo: «Pero el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, los consolará y les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que yo les he dicho.» (Juan 14:26).
Entonces, invita al Espíritu Santo a que trabaje en tu lugar. Sólo continúa diciéndole: “Lo que sea que me recuerdes de La PALABRA, es exactamente lo que haré. Seré obediente a cada mandamiento de Jesús que me recuerdes”.
Suena simple, ¿no?
Lo es, pero no es necesariamente algo fácil. Déjame mostrarte lo que quiero decir.
En el versículo 27, Jesus nos dio este mandamiento: «No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo.» Ahora, para operar en el poder, eso significa que tendrás que cumplir con ese mandamiento. En otras palabras, cuando todo tipo de caos parezca desatarse a tu alrededor, tendrás que negarte a entrar en pánico. Tendrás que estar dispuesto a decirle a tu corazón: “Corazón, no estarás preocupado y no tendrás miedo en ninguna situación, particularmente en esta que enfrento ahora mismo. ¡Jesús dijo que no lo hiciera, y cumpliré Su mandamiento!”
“¡Oh, hermano Copeland, no creo que pueda hacer eso!”
Sí, claro que puedes. Y cuando lo hagas, habrás puesto la primera parte de la combinación sobrenatural del poder de Dios en acción en tu vida.
Parte # 2: Declara el Nombre
Una vez que decidas obedecer los mandamientos de Jesús y comiences a permitir que la PALABRA more en tu interior, el Nombre de Jesús se convertirá —para ti—, en algo mucho más poderoso. Se convertirá en algo más que una simple palabra. Se convertirá en una fuerza que hará que cada circunstancia y cada demonio que intente interponerse en tu camino doble su rodilla cuando se lo ordenes.
Te lo digo: el Nombre de Jesús funciona. Hay mucho más poder en él de lo que ninguno de nosotros pueda imaginar. Como bien lo dice Filipenses 2:9-10, Dios le ha dado a Jesús «un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra».
Cada oración que pronuncio está en Su nombre. Mi fe está tan arraigada en la autoridad del Nombre de Jesús, que hay ocasiones en que solo digo “En el Nombre” y el poder de Dios aparece en escena. De hecho, he descubierto que el Nombre de Jesús—tan solo el Nombre—es efectivo cuando es declarado por un creyente que habita y respeta la PALABRA. No necesitas de palabras elegantes que lo acompañen.
¡Apocalipsis 19:13 dice que el Nombre de Jesús es la PALABRA de Dios! Entonces, cuando un espíritu maligno intenta traer enfermedad, pobreza, depresión o cualquier otra basura a mi hogar, no tengo que citar todas las escrituras que conozco para detenerlo. Solo puedo señalarlo con el dedo y declarar “¡Jesús!” ¡Eso equivale a arrojar todo el peso de la PALABRA de Dios en su cara al mismo tiempo!
Parte # 3: Vivir el Amor
Dejar que la PALABRA de Dios permanezca en ti, y declarar el Nombre de Jesús son dos de los tres elementos de esa combinación de poder que puede destrozar por completo el reino de las tinieblas. Aunque esos dos componentes son vitales, recuerda siempre que es una combinación tripartita, y que no funcionará sin activar cada una de esas tres partes.
Jesús nos dice cuál es el tercer elemento en Juan 15:12-13: «Éste es mi mandamiento: Que se amen unos a otros, como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor que éste, que es el poner su vida por sus amigos.»
El amor.
Esa es la fuente de energía de toda la combinación. El resto simplemente no funcionará sin este ingrediente. Y aunque me doy cuenta de que mantener la “Ley del Amor” podría incluirse en el primer paso del que hablamos (después de todo, es el primer y más importante mandato que Jesús nos entregó), creo que debemos hablar de éste por separado, porque muchos creyentes son negligentes al respecto. Estoy hablando de creyentes que pueden citar cantidades enormes de escrituras y que pueden declarar el Nombre de Jesús 35 o 40 veces al día, pero que son rudos e insensibles a las necesidades de sus amigos y familiares. Están tan ocupados “sirviendo a Dios” que no tienen tiempo para servir al prójimo. A menudo, son muy críticos con los demás en el Cuerpo de Cristo, al tiempo que discutirán y pelearán entre sí en cualquier instante. La contienda es su sello distintivo.
Tales personas, no solo carecen de verdadero poder espiritual, sino que la Biblia dice que son espiritualmente tontos.
Examinemos 1 Corintios y verás a lo que me refiero. Allí, en el capítulo 2, versículo 14, el apóstol Pablo se dirige a los creyentes en Corinto y se refiere a su falta de amor, diciendo: «Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son una locura; y tampoco las puede entender, porque tienen que discernirse espiritualmente.» En el Capítulo 3, versículos 1 y 3, dijo: «Hermanos, yo no pude hablarles como a personas espirituales sino como a gente carnal, como a niños en Cristo
Porque aún son gente carnal. Pues mientras haya entre ustedes celos, contiendas y divisiones, serán gente carnal y vivirán según criterios humanos.»
En otras palabras, Pablo estaba diciendo que la contienda los llevará al mismo nivel del incrédulo. Opacará tu espíritu hasta que no puedas ver ni comprender las cosas espirituales. Es posible que hayas sido salvo por 45 años; puedes hablar en lenguas todo el día. Pero, si tienes conflictos en tu corazón y no estás viviendo según el mandamiento del amor de Jesús, las cosas espirituales serán una tontería para ti. Y mientras eso suceda, Satanás hará contigo lo que quiera.
Cuando estés en esa condición, el Nombre de Jesús no funcionará. La fe no funcionará. La profecía no funcionará. La palabra de sabiduría no funcionará. De hecho, ninguno de los dones del Espíritu funcionará si no tienes amor. Primera de Corintios 13 nos lo garantiza.
¿Quieres ver el increíble poder de Dios liberado a través de tu vida? Entonces tendrás que cumplir con el mandamiento de amarse mutuamente. Tendrás que dejar de discutir, criticar y comenzar a dar tu vida por tu esposa… por tus hijos… por tu pastor… e incluso por ese grupo de la iglesia que tiene una doctrina errónea.
El amor es la fuente de poder. Puedes imponer las manos sobre las personas hasta quitarles todo el pelo de la cabeza. Puedes gritar el Nombre de Jesús hasta quedar ronco. Pero, si no obedeces el mandamiento del amor, no verás nada en absoluto. La combinación tripartita del poder de Dios simplemente no funcionará sin el amor.
Ya hemos tolerado esta falla energética por tiempo suficiente. Hemos llorado, rogado y suplicado a Dios que lo arreglara. Hemos hecho casi todo, excepto aquello que Jesús nos dijo que hiciéramos. Pero, a partir de hoy, tú y yo podemos cambiarlo.
Podemos tomar una decisión de calidad y dejar que La PALABRA more ricamente dentro de nosotros. Podemos enfocar nuestros corazones en obedecer los mandamientos de Jesús, y podemos comenzar a declarar Su nombre con confianza y autoridad. Incluso, y de mayor importancia aún, podemos comenzar a amarnos los unos a los otros.
Entonces, en lugar de preguntarnos: ¿En dónde está el poder?, podremos responder con valentía: “¡Está aquí mismo y, gracias a Dios, está comenzando a fluir!”