Mientras ministraba en el lejano oriente en el 2007, Gloria y yo conocimos a un pastor y hombre de negocios extremadamente exitoso de inicios inusualmente humildes. Este hombre había comenzado vendiendo papel higiénico en un camión-bicicleta para ganarse
la vida.
Entiendo que, en la mayoría de las economías occidentales, eso no pareciera ser una carrera con mucho futuro. Pero, donde este hombre nació y creció, te ganas la vida haciendo lo que sea que tu padre hiciera. Él hizo lo que su padre hizo, quien a su vez hizo lo que hizo su padre, y así sucesivamente.
“Eso es lo que hice, y lo que había planeado hacer por el resto de mi vida”, nos dijo, señalando uno de los varios triciclos con cajas de transporte que su familia había usado para transportar y vender bienes. “Eso es lo que pensé incluso después de enterarme acerca de Jesús y convertirlo en el SEÑOR de mi vida. Estaba satisfecho: me habían dicho que, si convertía a Jesús en el SEÑOR de tu vida, me volvería cada vez más pobre por el resto de mi vida”.
Pero fue entonces que algo sucedió. Él descubrió acerca de la Palabra de Fe. Consiguió nuestros libros y cintas, y algunos libros de Kenneth E. Hagin, y comenzó a aprender acerca de su identidad en Cristo Jesús. Él descubrió los privilegios y los derechos disponibles para él como coheredero con Cristo.
Nos regocijamos con él cuando nos mostró una foto de varias casas nuevas. En la actualidad, él posee varias empresas y es supervisor—u obispo—de un número desconocido de iglesias que representan a más de un millón de personas.
Por definición, se ha convertido en un hombre próspero, con la capacidad de usar el poder de Dios para satisfacer cualquier necesidad: en espíritu, alma y cuerpo. Prosperar significa “ser capaz de satisfacer cualquier necesidad que exista en la humanidad con el poder de Dios, y suplirlo con una abundancia desbordante”.
Esta no es una doctrina estadounidense. Es la bondad de Dios en escena. Es una ley que funciona igual para todos, en cualquier momento. Es LA BENDICIÓN en acción.
Este poderoso hombre de Dios aprendió a vivir a través de Cristo.
—Kenneth Copeland