Es posible que me hayas escuchado referirme a este tema varias veces, y creo que todavía no predico al respecto tanto como escucho que el SEÑOR me habla del mismo.
A lo largo de estos casi 52 años de ministerio, han ocurrido en mi vida ciertas cosas con las que El SEÑOR trata conmigo en términos muy claros.
Él me dice, ¡resuélvelo!
Todos tenemos algunos problemas en nuestras vidas, en nuestro caminar con el SEÑOR, sobre los cuales realmente ya no necesitamos orar. Muchos de nuestros problemas, simplemente necesitan ser resueltos para ya no volver a plantearlos. Tú ya conoces las cosas que te molestan.Tal vez te hayas preguntado: no sé si realmente soy salvo. O tal vez continuamente estás pensando: no sé si El SEÑOR quiere sanarme. O tal vez te hayas preguntado: Señor, ¿realmente la prosperidad es tu voluntad para mi familia?
Bueno, es hora de resolver estos problemas y cualquier otra cosa que aparezca en tu vida para la cual haya una respuesta bíblica en términos absolutos. Tu salvación, tu salud, tu liberación, tu prosperidad, tus relaciones… cada uno de estos temas tiene más que suficientes fundamentos bíblicos.
Quizás te estés preguntando: ¿Qué pasa con los asuntos de mi vida que necesitan de una guía y que no tienen una respuesta clara en la Biblia? Bueno, yo también me he hecho esas preguntas. Y la respuesta del SEÑOR ha sido siempre la misma: ¡resuélvelo! El SEÑOR no está escondiendo ningún tipo de ayuda necesaria en tu vida. Su PALABRA nos lo indica muy claramente. Todo lo que tienes que hacer es simplemente preguntarle (Mateo 7:7; Lucas 11:9; Santiago 1:5).
Tú y El SEÑOR a solas
El SEÑOR me ha guiado a la mesa de la Comunión para resolver mis problemas, y siempre ha sido una “resolución” muy efectiva en mi vida.
Estoy hablándote de que tú y el Señor Jesús se reúnan, a solas.
Tómate todo el tiempo que necesites. Apártate para el Señor. Vete con él si es necesario. Encuentra la verdad en Su PALABRA acerca de los asuntos que te preocupan. Toma los elementos de Comunión y sírvelos en presencia del Señor. Deja que Él sea Quien establezca tu corazón con la verdad acerca de tus problemas. Puede llevarte unas horas o algunos días, junto a varias sesiones de Comunión. Sea lo que fuere necesario para ti, ¡resuélvelo!
A lo mejor no sabías que podías hacerlo. Quizás hayas pensado que solo el pastor o el diácono podían servirte la Comunión. La comunión grupal en el ámbito de la congregación es una gran cosa y, además, necesaria para una armonía completa en el Cuerpo de Cristo. Pero, ya hace años me descubrí que, como rey y sacerdote ante El Señor —y todos lo somos—, puedo acudir a Él, y podemos celebrar la Comunión juntos tantas veces como queramos.
Algunas personas de las que he oído hablar, y a algunas de ellas las conozco personalmente, toman Comunión en privado todos los días con el SEÑOR. Estas personas son personas de gran poder espiritual y de una extraordinaria revelación.
El primer paso
En esta época en la que vivimos, debemos estar muy establecidos en los principios básicos de la PALABRA de Dios en nuestras vidas. El SEÑOR tiene demasiadas cosas que quiere que hagamos y no hay tiempo para seguir preguntándonos sobre cualquier tema que ya esté aclarado en Su PALABRA. Él nos está posicionando de manera estratégica para ocupar nuestros lugares pre-asignados. Él nos está conectando con personas específicamente designadas para que cumplamos con nuestra obra y ministerio.
Entonces, ahora mismo es el momento de resolver nuestros problemas.
Debemos resolver en nuestros corazones el tema acerca de nuestra relación personal con El Señor y todo lo que Él nos ha entregado para que vivamos nuestras vidas en el poder de Su Espíritu. Debemos resolver nuestro matrimonio, nuestros hijos y nuestras relaciones familiares. Debemos resolver nuestros hábitos personales, nuestros hábitos de salud y la voluntad de Dios acerca de la sanidad. Debemos establecer dónde y cómo damos y recibimos. Debemos establecer el trabajo y el ministerio que el SEÑOR tiene para nosotros en este mundo.
Ahora, todas estas cosas están conectadas con un problema que debemos resolver en primer lugar. Todo se aferra a la pregunta Nº 1 que cada uno de nosotros debe resolver en nuestros corazones. Esa pregunta para muchos es acerca de la integridad y la confiabilidad del amor de Dios. ¿Creo de veras que Dios me ama? ¿Estoy realmente convencido de que vale la pena que lo ame con cada parte de mi ser y que ame desinteresadamente a las personas que Él interpone en mi vida?
¿Vale la pena el esfuerzo?
¿Vale la pena mi esfuerzo en mantener este pacto de amor? Bueno, resolvamos esa pregunta ahora mismo.
Se requiere de esfuerzo para comprometerse con el pacto de amor. Jesus dijo: «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.» (Marcos 12:30). ¡Sí, eso demanda un compromiso total! Ninguna parte de nuestro ser queda por fuera.
Por supuesto, el amor emana del corazón, el lugar de la influencia de Dios, la persona real, el hombre oculto: el espíritu del hombre. ¡El espíritu es lo que eres! Entonces, el amor se abre camino a través de tu alma donde residen tu voluntad y tus emociones. Luego, tu mente entra en juego cuando el amor comienza a gobernar la toma de decisiones, tu comprensión, la parte mental de tu ser. Y finalmente, el amor debe tener una salida para expresarse en forma de acción a través de tu fuerza. La fuerza significa tu “habilidad, activos e influencia”. Tu fuerza comunica tu amor por Dios al utilizar todos sus atributos para darle gloria.
Nuestro amor por Él culmina en Su amor fluyendo a través de nosotros hacia los demás: nuestros vecinos, nuestros enemigos, los demás miembros del Cuerpo de Cristo e incluso nosotros mismos.
Ahora, ese pareciera ser un canal de flujo bastante sencillo para el amor. Y lo es. El esfuerzo radica en mantenerse asentado en él. La estrategia Nº1 del enemigo es alterar el flujo del amor. Cada día, él trae situaciones a nuestros caminos para hacernos tropezar en nuestra vida de amor… para sacudir nuestra fundación. Lo que nos hace, día tras día, no es diferente a lo que le hizo a Jesús. Y nuestra capacidad de mantenernos en el rumbo apropiado sin ser engañados es la misma que la de Jesús: el Espíritu del Amor que mora en nuestro interior y la frase “Escrito está.”
Al igual que Jesús, fuimos engendrados del amor de Dios cuando creímos por primera vez que Jesús es el Ungido, el amado de Dios (1 Juan 5:1). Y, al igual que todo pacto que Dios haya hecho con la humanidad a lo largo de la historia, Él fue el iniciador de ese pacto. Todo lo que tenemos que hacer es responderle de manera afirmativa. Y cuando lo hacemos, recibimos una nueva identidad.
Nacemos de la semilla incorruptible de La PALABRA de Dios, la PALABRA de amor. ¡Debes resolver eso de una vez por todas! No puedes resolverlo basándote en tus sentimientos al respecto. Los sentimientos cambian con cada día. No naciste de los sentimientos; naciste de la PALABRA del amor. Cuando piensas en Dios y consideras Sus caminos, no puedes pensar en otra cosa adicional que no sea el amor. Y cuando consideras el amor, no puedes evitar pensar en Dios.
Siempre deberías pensar: ¡Dios es mi Padre! ¡El amor es mi papá! Soy un hijo del amor. El amor me dio a luz. El amor es quien soy. No eres el hijo de otra persona. No eres otra cosa. ¡Tu identidad es el amor, un hijo del Amor Personificado! Debes resolver eso en tu corazón, en tu alma, mente y fuerza. ¡La esencia misma de tu vida depende de que hayas resuelto ese hecho, de una vez por todas!
El amor te define. No estás definido por la cultura, tu etnicidad, tu estatus, tu educación, ni tu género. Si el diablo está tratando de influenciarte para que te definas en cualquiera de estos términos, ¡solo enfréntalo y dile quién eres realmente! En el Nombre de Jesús, ¡no dejes que nadie ni nada te defina como algo más que un hijo del Amor con todas Sus cualidades y con Su carácter!
Establece dentro de ti que eres el epítome del Espíritu de Amor. La fe, la esperanza, la justicia, la paz, el gozo, la bondad, la mansedumbre, la gentileza, la templanza, la paciencia, la longanimidad, la liberación, la prosperidad, la generosidad: estos son los atributos del Ungido y Su Unción de Amor. Residen en ti. Constituyen el todo que eres.
El amor lo resuelve todo
Si tan solo resuelves en tu corazón que vale la pena vivir ese pacto de amor, resolverás todos los asuntos de tu vida. El amor asegurará tu salvación. El amor te librará de todo engaño del enemigo. El amor hará de tu familia una fuerza transformadora del mundo. El amor sanará tu cuerpo cuando comiences a darte cuenta de que es la fuerza misma de tu vida.
El amor te llevará a la prosperidad porque Dios no es mentiroso: toda semilla que siembres por amor a Él y por la gente de este mundo regresará a ti en una cosecha incontenible. El amor dirigirá tus pasos… dónde vives, dónde encuentras la familia de tu iglesia y con quién te asocias en el trabajo y el ministerio. El amor guiará tus decisiones y te permitirá confiar en ellas.
Yo camino en el pacto de amor. Cuando estoy bajo algún tipo de presión, vuelvo a mi lugar de íntima comunión con el SEÑOR y le dejo que me muestre dónde he violado el mandamiento del amor. Tomo mis decisiones basadas en ese pacto de amor. Descanso y me relajo en mis decisiones, sabiendo que las he hecho dentro de los parámetros y en nombre del Amor. He establecido mi identidad y me defino por la realidad del amor. Te aseguro que resolver este problema es la puerta de entrada para aclarar todas tus preguntas y problemas de la vida.
Entonces, al igual que El SEÑOR me ha llevado a hacer en tantas ocasiones a lo largo de estos más de 50 años, te animo a que te reúnas a solas con Él y que lo resuelvas, ¡sea como fuere!