No hace mucho, tenía en mente a un amigo que se llama Paul. Había pasado mucho tiempo desde nuestro último encuentro y pensé que sería bueno ponerme al tanto, así que lo llamé.
En el instante que el teléfono comenzó a sonar, tuve un pensamiento al azar: el programa radial de Paul está teniendo un gran impacto en su ciudad.
No tenía razón alguna para pensarlo. Sabía que Paul tenía un programa radial, pero para ser completamente transparente, no tenía prioridad alguna en mis pensamientos.
Paul respondió, y comenzamos a charlar.
“¿Cómo estás? Ha pasado mucho tiempo… Sí, todo el mundo está bien…”
Luego continué: “Paul, por cierto, tu programa radial está teniendo un gran impacto en tu ciudad.”
Paul dejó caer el teléfono; pude escuchar el ruido cuando golpeó el suelo. Fue entonces cuando escuché que… estaba bailando. Podía escucharlo exclamar: “¡Oh, alabado sea Dios! ¡Oh, gracias, Jesús!” Estaba disfrutando de un avivamiento del Espíritu Santo, una fiesta poderosa allí mismo, ¡en ese instante!
Momentos más tarde, levantó el teléfono.
“¡Dennis!”, exclamó, “he estado orando toda la mañana, preguntándole a Dios sobre las cosas en mi ministerio. Acababa de terminar de decir: ‘Oh, Dios mío, no siento que este programa radial tenga impacto alguno en esta ciudad’. ¡Fue entonces cuando me llamaste y me dijiste aquello acerca del programa!”
Ahora, puede lucir como si yo viviera en un gran nivel espiritual, pero la verdad es que para mí no fue nada especial. Bueno… aparentemente lo era. Era una palabra de parte del Señor, una palabra de ánimo, que Paul necesitaba escuchar en ese momento. Lo que yo consideraba como un pensamiento aleatorio era para mi amigo el sonido del Mar Rojo partiéndose en dos.
El “Señor Ánimo”
La Biblia tiene bastante que decirnos sobre el poder del ánimo y nos comparte ejemplos de creyentes que alentaron a los que los rodeaban, produciendo grandes resultados. Uno en particular es el de un héroe desconocido en el Nuevo Testamento. Su nombre era José, y aparece en el libro de Hechos. En los comienzos de la iglesia, fue el primer hombre que entregó una ofrenda cuantiosa. Él había vendido propiedades y le había dado todo el dinero procedente de la venta a la iglesia (Hechos 4:36-37).
Según la información que tenemos acerca de José, me imagino que era el tipo de persona cuya presencia alentaba a todos. ¿Conoces a alguien por el estilo? Es posible que ni siquiera haya tenido que decir o hacer nada para que todos los que lo rodeaban se sintieran animados. ¿Cómo lo sé? Porque los apóstoles no lo llamaban por su nombre. Lo llamaban Bernabé, que en Hechos 4:36 (NTV) dice que significa: «Hijo de ánimo». ¡Él tenía una gran reputación!
Todos necesitamos de un señor ánimo en nuestras vidas. O, aún más importante, como creyentes, necesitamos ser ese Sr. o Sra. ánimo en la vida de los demás.
Bernabé estaba tan comprometido con su misión de animar a los demás que, cuando el apóstol Pablo comenzó a predicar, se mantuvo a su lado. Cuando casi todos estaban aterrorizados debido al pasado de Pablo como un hombre peligroso, Bernabé ayudó a Pablo a conectarse con la gente y los lugares que necesitaba para compartir la Palabra. Piensa en esto: ¡A pesar de la eficacia del ministerio de Pablo, Dios usó a alguien que infundiera el ánimo necesario para ponerlo en marcha!
Todos debemos ser como Bernabé, y alentar a quienes nos rodean. Ser un animador es una de las actividades más espirituales que podemos hacer. Es un aspecto de nuestras vidas que necesita ser cultivado porque el mundo se desalienta demasiado. Su narrativa es tan oscura, tan negativa, tan llena de veneno y rabia, que necesitan que cambiemos esa narrativa.
Tener esa actitud de animador debe ser central para nosotros cada vez que entramos en una habitación. Realmente, no es tan difícil. Muchas veces no cuesta nada, tan solo unos segundos. Sin embargo, todos quieren ser alentados. Todos necesitan aliento. La gente lo anhela.
Ahora, no estoy hablando de emociones o de un momento para que nos sintamos bien. Estoy hablando de provocar algo espiritual. Las personas reciben ese estímulo, la capacidad de seguir el plan que Dios tiene para ellos en un grado mayor.
Esa es nuestra tarea, ¿no es así? Ayudar a las personas a seguir lo que Dios ha depositado en ellos.
Corregidos, pero conectados
Por supuesto, alentar a los demás no siempre es fácil. El apóstol Pablo escribió en 2 Corintios 7:4: «Sé que estoy siendo muy franco al hablarles así, pero estoy muy orgulloso de ustedes, y estoy animado y feliz a pesar de todo lo que sufrimos.» (Palabra de Dios para Todos).
Para poner ese versículo en contexto, debes recordar que Pablo y los corintios tuvieron muchos problemas entre ellos. Pablo había pasado gran parte de su primera carta a los corintios corrigiéndolos. Lo que eso simplemente nos demuestra es que Dios puede obrar un gran ministerio de aliento, incluso entre aquellos con los que no nos llevamos bien todo el tiempo. Necesitamos recordarlo, y como en el caso de mi amigo Paul, necesitamos mantenernos conectados. Con demasiada frecuencia nos desconectarnos de las personas que nos frustran, que se enojan o que no están de acuerdo con nosotros. Pero Pablo no descartó a los corintios.
Sin embargo, lo realmente impactante, es lo que Pablo dijo en los próximos versículos.
Pablo recibe aliento
El versículo 5 (NTV) dice: «Cuando llegamos a Macedonia, no hubo descanso para nosotros. Enfrentamos conflictos de todos lados, con batallas por fuera y temores por dentro»; En esencia, Pablo dijo: “Las batallas estaban en el exterior, y nos atacaron para causar miedo en el interior.” Esa es la batalla; ese es el juego. Cada una de las estrategias del enemigo que vienen en nuestra contra desde el exterior están tratando de despertar el miedo en el interior. De la misma manera que la fe es la moneda del cielo, el miedo es la moneda de la oscuridad. Satanás sabe que, si puede ponernos en una posición de miedo, terminará socavando nuestra fuerza.
Cuando las cosas nos atacan y nos dicen que no tenemos lo necesario, debemos recordar que esos temores no pueden reemplazar nuestra fe. ¡Si nos mantenemos firmes, no sucumbiremos! ¿Cómo lo sé? Por el siguiente versículo…
«Pero Dios, quien alienta a los desanimados, nos alentó con la llegada de Tito.» (versículo 6, NTV). Cuando Pablo se enfrentó a la batalla y el miedo trató de apoderarse de él, Dios no envió a un ángel. Él no habló como un trueno desde el cielo. Él envió a Tito.
Tito era un hombre que había sido muy impactado y guiado por el ministerio de Pablo. Por lo que leemos en este pasaje, parece que Tito ni siquiera se percató del significado de su visita. La Biblia no nos da indicio alguno acerca de si él tenía las palabras perfectas para decir o un mensaje divino para entregar. Todo lo que leemos es que Tito apareció en escena. Él sólo estaba a disposición, listo para obedecer a Dios y ser usado de una manera no muy emocionante. ¿Pero, adivina qué? Ese era exactamente el estímulo que Pablo estaba necesitando. A veces, todo lo que se necesita hacer es aparecer en escena.
Cuando estás solo
Todo el mundo necesita de un Bernabé y de un Tito.
Y todos necesitan ser un Bernabé o un Tito.
Puedes decir: “Dennis, lo sé, pero ¿qué pasa cuando me desanimo y no hay un Bernabé, ni un Tito en ningún lugar?”
Todos enfrentamos esos momentos. Ahí es cuando tenemos que seguir el ejemplo de David.
Primera de Samuel registra que los amalecitas acababan de allanar el campamento de David, llevando cautivas a las mujeres y los niños y reduciendo sus tiendas a cenizas. Además, como si eso no fuera suficiente, la gente de David se puso en su contra y conspiró para matarlo. No requiere ser un erudito para imaginar que David estaba desanimado. Estoy seguro de que le hubiera gustado escuchar a algún creyente, pero se sentía completamente solo.
En respuesta, David hizo lo que mejor sabía hacer. “David estaba muy angustiado, porque los hombres hablaron de apedrearlo porque las almas de todos ellos estaban tristemente afligidas, cada uno por sus hijos e hijas. Pero David se alentó y se fortaleció en el Señor su Dios” (1 Samuel 30:6, Biblia Amplificada, Edición Clásica).
El hecho de que Bernabé y Tito no aparezcan en escena, no significa que podamos “festejar” de lástima. No necesitamos depender de nadie más que del Señor para nuestro éxito y nuestro futuro. Podemos descansar, sabiendo que podemos aprovechar la fuerza de Dios dentro de nosotros. Podemos permitir que el Espíritu Santo nos brinde la valentía necesaria a través de la oración y de Su Palabra para que no perdamos de vista el plan de Dios para nuestras vidas.
Cuando no nos dejemos agotar, entonces estaremos listos para ser los alentadores que Él nos ha llamado a ser para que así otros también puedan concentrarse en el plan de Dios para sus vidas.
El Poder del ánimo
Estos son días de fuerza y valentía. Por el bien de nuestros compañeros creyentes, estos son los días en que debemos ser como Bernabé y Tito, afirmándonos con valentía para animarnos unos a otros en el Señor. Juntemos nuestros brazos y asegurémonos de que nadie esté sin ánimo cuando más lo necesiten.
Hebreos 3:13 dice que «mientras dure ese «hoy», anímense unos a otros cada día» (Nueva Versión Internacional). ¿Lo haces? Cuando entras en una habitación, ¿la gente está feliz de que hayas aparecido?
¿A quién puedes animar como Bernabé o Tito?
Anímate: da un paso adelante y aparece en escena porque las palabras que digas pueden ser exactamente la palabra del Señor para ese alguien que más la necesita.
Ese es el poder del ánimo.