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Kenneth Copeland

Cree Su PALABRA tal cual está escrita

abril, 2019 No hay comentarios
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Cree Su PALABRA tal cual está escrita
La Voz de Victoria del Creyente abril, 2019
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Jesús no sana dependiendo el caso.

¿Lo sabías?

Él no tiene que decidir cada vez que alguien acude a Él, si es Su voluntad sanarlos o no.

No es así, porque en lo que a Él concierne, la sanidad es un trato hecho. Es Su voluntad para todos, todo el tiempo, porque es una de las cosas que el Padre le envió expresamente a hacer a la Tierra.

Puedes descubrirlo por su manera de responderle a las personas en los evangelios. 

En Mateo 8, cuando el leproso se acercó a Él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.», Jesús no dijo, “Voy a pensarlo y luego hablaremos”. Ni siquiera tuvo que conversar con el hombre para conocer qué es lo que estaba pasando en su cuerpo. Jesús sólo extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero. Ya has quedado limpio.» (versículos 2-3).

Él le respondió de la misma manera al centurión romano. Cuando vino a Jesús y le dijo: “Señor, mi siervo yace en casa enfermo de la parálisis, atormentado gravemente”, Jesús respondió de inmediato, sin dudarlo: «Iré a sanarlo.» (versículos 6-7).

Incluso cuando estaba ministrando a grandes multitudes de personas enfermas, Jesús expresó ese tipo de voluntad. Él no les dijo que no a ninguno de ellos. En Mateo 12:15, sanó a toda la multitud, y tampoco ha cambiado desde entonces. Él es «el mismo ayer, hoy, y por los siglos.» (Hebreos 13:8). Él todavía le está diciendo a todos los que se le acercan lo mismo que Él dijo en los Evangelios. 

“Te sanaré. ¡Lo haré!”

“Pero hermano Copeland, no me siento muy merecedor. Me he equivocado bastante en mi vida.”

¿Y? ¿Crees que el leproso y el centurión romano en Mateo 8 eran perfectos? ¿Crees que las multitudes que Jesús sanó estaban totalmente libres de pecado? Por supuesto que no. También se habían equivocado en distintas cosas en sus vidas. Pero eso no impidió que Jesús los sanara, y eso no le impedirá sanarte.

Como todos, siempre tendremos áreas en tu vida en las que podríamos mejorar. Siempre tendrás más áreas en las que madurar. Pero eso no cambia a Jesús en lo absoluto. Independiente de tus defectos, cuando acudes a Él para sanarte, Él siempre te dirá: “¡Lo haré!”

¡Eso significa que tú también deberías decirlo! 

Nunca deberías contradecir lo que Él dice. Nunca deberías estar en la posición en la que Él está diciendo una cosa y tú estás diciendo otra. Si Él dijo: “Te sanaré”, entonces tú también deberías decir con gran audacia: “¡Él lo hará!”

¿Qué pasará cuando lo hagas?

Comenzarás a creer las palabras de Jesús más que tus viejos sentimientos que te dicen que no te lo mereces. Confiarás tanto en Su voluntad que, cuando alguien te pregunte si realmente crees que Dios te sanará, podrás responder sin siquiera tener que pensarlo: “¡Por supuesto! Si Dios fuera a sanar a alguien en la Tierra, ese sería yo. ¡Dijo que lo haría! Juan 17:23 dice que me ama tanto como ama a Jesús. ¡Él nunca podría decir que no!”

“Bueno”, alguien podría decir, “eso es ser arrogante.”

No, no lo es. Es creer y estar de acuerdo con la Biblia. Así es como habla la fe.

La fe cree la PALABRA de Dios. Requiere el tipo de actitud que tenía el centurión en Mateo 8. Él le creía tan plenamente a Jesús cuando dijo que vendría a curar a su sirviente enfermo que le dijo a Jesús que ni siquiera se molestara en venir a su casa. «Una sola palabra tuya», dijo, «bastará para que mi criado sane» (versículo 8).

¿Cómo reaccionó Jesús ante esas palabras? «Se quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «De cierto les digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.»» (versículo 10). 

Solamente dame una semilla de mostaza de Fe

Jesús también se quedó admirado de algunas personas en otra ocasión, pero por la razón opuesta. Cuando fue y predicó a la gente de Nazaret, «se quedó asombrado de la incredulidad de ellos» (Marcos 6:6).

¡A eso le llamo una situación triste! Jesús amaba a esas personas. Nazaret era Su ciudad natal y quería ministrarles sanidad; tal vez incluso más que en cualquier otro lugar. Sin embargo, la Biblia dice en el versículo 5: «no pudo realizar allí ningún milagro».

Nota que no fue que Él no haría ningún milagro. ¡No pudo a causa de su incredulidad! (Mateo 13:58).

Esta es la razón por la cual Jesús fue a todas partes, siempre buscando encontrar fe. ¡La fe es el conector! Conecta a las personas con el poder y la BENDICIÓN de Dios, y eso es lo que Jesús vino a traer a la Tierra. Él vino a sanar y a liberar. Vino a hacer milagros y a salvar. Él no vino aquí para derribar a la gente. ¡Vino a levantarnos! Por lo tanto, Él siempre está buscando una conexión. El latido de su corazón siempre es: Alguien, solo créeme un poco. Alguien, solo dame una semilla de mostaza de fe con la cual trabajar. Puedo deshacer las montañas en tu vida, si solo crees y hablas Mi PALABRA.

¿Qué tiene de especial la PALABRA de Dios?

Por un lado, es lo que hace que la fe llegue. Por otro lado, ¡es la semilla del poder de Dios! Dios no hace nada sin Su PALABRA. Puede hacer cualquier cosa que Él pueda hacer.

La PALABRA de Dios fue lo que resucitó a Jesús de entre los muertos, ¡y esa es la mayor demostración del poder de Dios registrado en la Biblia! ¡Se requería más poder para hacerlo, incluso que la creación del universo mismo! Nadie se oponía a Dios en la Creación, pero en la Resurrección, todos los poderes del infierno estaban en Su contra. 

Sólo piensa en ello. No solo el cuerpo físico de Jesús había sido crucificado, no solo la enfermedad y la dolencia de todo el mundo habían recaído sobre Su carne, sino que había absorbido el pecado de toda la humanidad en Su espíritu. Él había muerto espiritualmente, había sido completamente separado de Dios y había descendido a las profundidades del infierno para sufrir en nuestro lugar.

El diablo y su grupo pensaron que habían ganado. Pensaron que serían capaces de mantener cautivo para siempre al espíritu muerto de Jesús a causa de los pecados del mundo. Pero, para su sorpresa, en el momento en que se pagó el precio completo de nuestra Redención, Dios dijo: “¡Suficiente!”

Su voz explotó en ese lugar inmundo cuando le dijo a Jesús las palabras registradas en Hebreos 1:5: «Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy.»

Con esas palabras, el poder de Dios golpeó el espíritu de Jesús como un rayo. Nació de nuevo, desarmó a los poderes y las potestades, y los exhibió públicamente al triunfar sobre ellos en la cruz (Colosenses 2:15), y salió rugiendo del infierno como el León victorioso de la tribu de Judá, Rey de reyes, y Señor de señores.

¿Qué fue lo que desencadenó todo? ¿Qué le sucedió a Jesús allá abajo en ese foso? ¡La PALABRA! 

Si LA PALABRA pudo hacer eso, ¿puedes imaginar lo que puede hacer en tu vida? ¿En la sanidad de tu cuerpo? ¿La liberación de tu mente? ¿La salvación de tu familia? ¡Una palabra de Dios puede cambiarlo todo por ti!

Puede sanarte y librarte tan fácilmente como lo hizo con la hija de la mujer sirio fenicia en Mateo 15. Cuando esa mujer le pidió a Jesús que expulsara al diablo de su hija, y Jesús finalmente logró que liberara su fe, Él cambió su vida con una frase muy corta. Él dijo: ««¡Que se haga contigo tal y como quieres!» Y desde ese mismo instante su hija quedó sana.» (versículo 28). 

La mayoría de las veces, eso es todo lo que Dios tiene que decir para cambiar cualquier situación que le presentemos. Él no tiene que seguir y seguir hablando. Él simplemente puede decir: “Hágase contigo de acuerdo con tu fe.” O, “Levántate y haz tu trabajo. ¡Estás bien!”

“Hermano Copeland, eso suena demasiado simple.”

Es simple cuando lo haces a la manera de Dios. Lo que complica las cosas es cuando intentamos hacerlo a nuestra manera. Cuando nos centramos en nuestros sentimientos… en los síntomas… en los diagnósticos médicos… y en toda la basura incrédula que otras personas están diciendo.

Dios no nos dijo que pasáramos nuestro tiempo prestando atención a esas cosas. Él dijo en Proverbios 4:20: «Hijo mío, presta atención a mis palabras; Inclina tu oído para escuchar mis razones.»

Prestar atención a la PALABRA de Dios significa poner en primer lugar lo que Él dijo. Significa que, si no sabes lo que dijo, debes hacer tu prioridad número uno el averiguarlo. No solo saltes y comiences a orar todo lo que te venga a la mente. No solo escupas un montón de incredulidad, aflicción y temor, y luego llames a eso “oración”.

Toma tu Biblia y busca las Escrituras que se correlacionen a lo que estás enfrentando. Luego, inclina tu oído a ellas. En lugar de centrarte en lo mal que se ve el problema o en lo incurable que todos los expertos afirman que es, apóyate en lo que Dios está diciendo. Escucha la PALABRA de Dios dentro de ti y ejerce presión en esa Palabra del SEÑOR.

Las Palabras de Dios realmente pueden hacer la obra

Recuerdo una vez que tuve que escuchar la palabra del Señor con respecto a la puerta del avión. Estaba en Columbia, S.C. un sábado por la mañana. Acababa de terminar de predicar una reunión y, camino al aeropuerto, nuestro piloto principal, Duane, me llamó para decirme que no podía abrir la puerta.

“No sé qué le sucede, pero no se mueve”, dijo. “Llamé a Cessna y me dijeron que podían abrirla perforando un agujero, pero no pueden hacerlo hasta el lunes.”

“Duane”, le dije, “nadie perforará un agujero en ese avión. Estoy camino al aeropuerto ahora mismo.” Luego, recosté la cabeza en el asiento del auto y me quedé en silencio. En lugar de comenzar a gritar un montón de escrituras, solo dije: “SEÑOR, te estoy preguntando qué palabras debo decirle a esa puerta.” 

En cuestión de un segundo o dos escuché la voz de El SEÑOR, no con mis oídos físicos, sino en mi interior, en mi espíritu. Kenneth, me dijo: ¿Recuerdas en Mi PALABRA donde dice: «sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo a su propósito.»?

Sí, pensé para mis adentros, eso es Romanos 8:28, pero ¿qué tiene eso que ver con la puerta? Entonces de repente lo vi. ¡Oh… la puerta y todas las partes en su interior son cosas!

Correcto, así que di esto, prosiguió el Señor. Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, es decir yo, de los que él ha llamado de acuerdo a su propósito. Así que, Puerta, ábrete ahora mismo, dice el SEÑOR.

Repetí esas palabras en voz alta después de escucharlas, exactamente como Él las dijo. No agregué ni omití nada. Entonces, comencé a agradecerle y a orar en el espíritu en otras lenguas.

Casi de inmediato Duane volvió a llamarme. “Jefe, después de que hablamos, decidí probar esa puerta una vez más y se abrió perfectamente”, dijo. “Venga. ¡Estamos yendo a casa!”

Luego hicimos que revisaran la puerta. La lubricaron, arreglaron un par de cosas pequeñas que no parecían ser muy importantes y dijeron que debería funcionar bien. En nuestro próximo viaje, trató de funcionar mal otra vez. Le dije: “No, no lo hagas, en el Nombre de Jesús”. Se abrió y nunca más nos dio otro problema.

Ese es el tipo de cosas que suceden cuando le prestas atención e inclinas tu oído a las PALABRAS de Dios. Sus PALABRAS están disponibles para ti cuando las necesites. Las tienes en tu interior y el Espíritu Santo te recordará el versículo correcto para tu situación. Debes ser rápido para escuchar lo que Él está diciendo y estar listo para responder con fe.

Sin embargo, no eres de esa manera solo por ir a la iglesia el domingo o al escuchar algunos mensajes en un CD. Si bien la iglesia es importante, y los CD son buenos (deberías escuchar al menos uno al día), también debes mirar Las palabras en el libro. Como dice Proverbios 4:21: «No las pierdas de vista; guárdalas en lo más profundo de tu corazón.»

Una cosa que seguramente querrás hacer, por ejemplo, es leer acerca de las personas que fueron sanadas en los Evangelios. Medita en sus historias hasta que te veas en ellas; como la limpieza del leproso o la curación del sirviente del centurión. Luego, estúdialos un poco más hasta que ya no seas solo el que recibe, sino el que también ministra junto a Jesús.

Las PALABRAS de Dios «son vida para quienes las hallan; son la medicina para todo su cuerpo.» (Proverbios 4:22). «Son espíritu y son vida.» (Juan 6:63). La ley del Espíritu de vida está en La PALABRA, y La PALABRA es lo que hace que la fe llegue. Entonces, quédate en la PALABRA y haz la conexión de fe. 

Deja de preguntarte si Dios te sanará o no, y empieza a decir lo que Él dice. Obedece el mandato que Jesús nos dio en Marcos 11:22: «Tengan fe en Dios.»

“Pero hermano Copeland, ¿qué hago con los síntomas?”«Tengan fe en Dios.»

“Pero ¿qué hago con el diagnóstico médico?”«Tengan fe en Dios.»

“Pero ¿qué pasa si no me siento sano?” ¡Olvídate de tus sentimientos y ten fe en Dios!

Jesús dijo: «Porque de cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: “¡Quítate de ahí y échate en el mar!”, su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá. Por tanto, les digo: Todo lo que pidan en oración, crean que lo recibirán, y se les concederá.» (versículos 23-24). Tu sanación es un trato hecho en lo que respecta a Jesús. Lo resolvió de una vez por todas, cuando dijo: “Lo haré.”

Ahora es tu turno: Créelo. Dilo. ¡Y recíbelo!


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