Jenny Kuhne estaba de pie en una escalera de casi 3 metros de altura mientras ayudaba a sus amigos a pintar el exterior de una casa. La calidez del sol se sentía deliciosamente acogedora en su espalda luego de un frío invierno en Minnesota. Había algo que la relajaba entre esas pinceladas rítmicas mientras pintaba.
Exhalando un profundo suspiro, dejó que su mente recordara la increíble alegría que había experimentado en el momento de descubrir el llamado de Dios en su vida.
Ella era la señora de las galletas.
Siete meses atrás, Jenny había descubierto el problema de la trata de personas. El Señor le había dicho que se uniera a un grupo de mujeres que ministraban en clubes de estriptis.
Criada en una familia con una cerca metafórica e invisible, Jenny no tenía marco de referencia alguno con la vida de una stripper. La primera vez que había ido a uno de esos clubes con el grupo de mujeres, mantuvo sus ojos enfocados en el suelo. Sin embargo, ella sabía sin lugar a duda que ése era el llamado de Dios en su vida. No tenía ninguna duda.
Desde entonces, había pasado la mayoría de los lunes por la noche en un club de estriptis.
Después de seis meses, el Señor le había instruido que comenzara un nuevo grupo. Otras dos mujeres se le sumaron y su principal objetivo era hacerse amigas de las bailarinas, sin juzgar y siempre alegres e interesadas.
Y las galletas. También llevaban galletas de chocolate.
Se habían ganado la fama de Las Señoras de las Galletas.
Jenny terminó de pintar el lateral de la casa y había descendido la escalera cuando se dio cuenta de que había olvidado una pequeña área. Colocó su pie en el escalón y comenzó a subir una vez más hacia la cima. De pie sobre el último escalón, Jenny extendió la mano para comenzar a pintar lo que le había faltado cuando de repente, la escalera se desplazó y Jenny comenzó a caer. Para evitar aterrizar directamente sobre la escalera, ella la pateó de su camino. Como resultado, aterrizó duramente sobre el jardín.
Recuperando el aliento, se quedó allí por un minuto.
“¿Estás bien?”, preguntaron sus amigos, mientras acudían a su lado.
“Estoy bien”, respondió Jenny. “Sólo esperen un minuto.”
Ella trató de sentarse, pero no pudo. Sentía como si alguien se lo estuviera impidiendo.
“¿Quieres que llamemos al 911?”
“No, denme un minuto y me levantaré.”
Lo intentó de nuevo, pero no pudo.
“Será mejor que llamen”, dijo Jenny.
Llegaron los bomberos, los paramédicos y los policías. Le pusieron un cuello ortopédico y la recostaron sobre la camilla, para luego trasladarla de urgencia al hospital. Como podía mover los brazos y las piernas, se le consideraba de baja prioridad y esperó cuatro horas mientras el personal de la sala de emergencias atendía a un paciente con herida de bala y a otro que había sido apuñalado.
Después de tomarle una radiografía, el médico entró para hablar sobre sus lesiones.
“Tu cuello está fracturado”, dijo, “y tu espalda está fracturada en dos lugares.”
Ayuda Angelical
“Me sorprendió”, recuerda Jenny. “Hicieron una tomografía computada y una resonancia magnética, y luego llamaron a un cirujano. Él me admitió en el hospital y describió el daño con mayor detalle. Mi espalda tenía dos fracturas por compresión. El peor daño era en mi cuello: mi vértebra C7 tenía fracturas alrededor de la cara exterior. El interior había estallado, y la explosión sobresalía por mi nuca. Podía pasar mi dedo por la parte posterior de mi cuello y sentirlo al tacto.”
“Me di cuenta de que cuando intenté levantarme, los ángeles me sujetaron. Si me hubiera sentado, probablemente habría seccionado mi médula espinal. Esa primera noche en el hospital, el Señor me dio Lucas 8:48 en la Biblia Amplificada. «Hija, tu fe [tu confianza personal y confianza en Mí] te ha hecho sentir bien. Ve en paz (un bienestar sin problemas, sin molestias)»”.
“También me dijo: tengo una misión para ti y no puedo tenerte en una silla de ruedas. Te necesito sana y completa. Comencé a confesar: ‘Estoy sana y completa desde la parte superior de mi cabeza hasta las plantas de mis pies. Por dentro y por fuera.’”
“Mi cirujano era una gran persona. Me dijo que para reparar mi C7, tendría que fusionar todas las vértebras en mi cuello. Quería esperar y ver cómo evolucionaba. Me puso un cuello ortopédico y unos soportes en la espalda, y luego de dos días, me dio el alta. Volví cada semana para tomarme una radiografía. Y cada vez, nada había cambiado.”
Un paso de fe
Dos semanas después del accidente, Jenny exclamó: “Diablo, no me vas a detener.” Con el cuello y los soportes en la espalda, ella y las otras damas llevaron galletas al club de estriptis.
“¿Qué te pasó?”, le preguntaban.
“Me caí de una escalera y me rompí el cuello y la espalda”, explicaba Jenny.
“¡Oh no!”
“Sí”, les decía Jenny, “es un milagro. Incluso mi médico dice que no debería poder caminar.”
Cada semana, el personal del club de estriptis observaba el progreso de Jenny. Se dieron cuenta de que nada la detendría. Aunque Jenny pensaba que estaban en los clubes de estriptis por las bailarinas, los gerentes, los camareros, los porteros, la gente de la recepción e incluso los clientes estaban conmovidos. Ellas no hablaron de Jesús hasta que desarrollaron una relación sólida y de confianza.
Una de las preguntas que Jenny solía hacer era: “¿Cuáles son tus sueños?”
“Nadie me ha preguntado eso nunca”, le dijo una joven.
“Ha pasado tanto tiempo que ya ni lo recuerdo”, le respondió otra.
“Salud holística”, dijo una joven madre soltera. “Siempre he soñado con trabajar en salud integral.”
En casa, Jenny buscó información sobre escuelas de salud integral, cómo obtener ayuda financiera y programas de cuidado diurno. Imprimió el material y lo puso en un sobre. El lunes siguiente, se lo entregó a la joven.
“¿Hiciste todo esto por mí?” le preguntó la joven. Un mes más tarde, renunció para perseguir su sueño.
Vida y Muerte
“Todas tienen una historia diferente”, explica Jenny. “Algunas bailarinas han sido obligadas a trabajar allí por proxenetas o novios que quieren el dinero. Algunas son madres solteras que no pueden ganar lo suficiente con un salario de McDonald’s®. Otras están ahí para conseguir dinero para la universidad.”
“Oramos por cualquiera que quiera orar. Algunas bailarinas se han trasladado a diferentes carreras. Pero también lo han hecho DJs, jefes y cantineros. Y, sin embargo, nadie se enoja con nosotras.”
“Hay una cadena nacional de clubes de estriptis que no permite ningún tipo de ministerio en sus instalaciones. Una noche estábamos en un semáforo cuando un hombre en la acera nos dijo: “Oye, ¿no distribuyes galletas? ¿Podrías venir a nuestro club? Sólo dales mi nombre en la puerta.”
“Habíamos estado orando acerca de cómo acceder a ese club. Dimos su nombre en la puerta y nos condujeron al interior. Nos han dicho muchas veces que otros grupos no han pasado por la puerta principal.”
“Lo trágico es que las bailarinas a menudo terminan siendo traficadas fuera de los clubes. Algunas piensan que van a pasar tiempo con un solo cliente e irán de buena gana. Otras son drogadas. Se despiertan desnudas y cautivas en alguna parte.”
“Una de las chicas de las que nos hicimos amigas fue criada en un hogar cristiano, pero se había alejado de sus raíces. Una noche llamó a una de nuestras líderes y le dijo: ‘Aquí están sucediendo cosas y tengo miedo. ¡Mi amiga y yo necesitamos salir de aquí, ahora mismo!’”
“Llamamos a un ex oficial de policía que trabaja en el área de la trata de personas. Pudieron sacar a la chica que llamó esa noche, pero no a su amiga. A la mañana siguiente, encontraron el cadáver. La chica que escapó dedicó su vida al Señor de nuevo, está de vuelta en la iglesia y estudiando.”
Fe por un milagro
En agosto de 2015, la iglesia en la que Jenny se congrega, el Centro Cristiano Palabra Viviente – Living Word Christian Center en Minneapolis, organizó la Campaña “Explosión de fe” con Kenneth Copeland. Jenny y su esposo Kevin tenían una larga historia de fe. Justo después de casarse en 1981, se mudaron a Tulsa, Oklahoma, donde Kevin asistió al Centro de Entrenamiento Bíblico Rhema. Mientras estaban allí, les presentaron los Ministerios Kenneth Copeland. Escucharon a Kenneth y a Gloria hablar en vivo en una de las reuniones del Hermano Kenneth Hagin.
Sólo habían transcurrido unas semanas después de la caída de Jenny cuando Kevin le preguntó si quería asistir al evento. Ella asintió. El jueves por la noche, el hermano Copeland estaba predicando cuando se detuvo y comenzó a orar en el espíritu. Luego, dio una palabra de conocimiento.
“El cuello de uno de los asistentes se está sanando” dijo, señalando la parte posterior de su cuello. “No te harán una cirugía. Tienes una vértebra nueva.”
“¡Esa soy yo!”, exclamó Jenny.
“¡Lo recibo, en el Nombre de Jesús!” A la mañana siguiente, cuando se despertó, el Señor le dijo: Siente tu cuello.
Estaba normal. Nada sobresalía.
Jenny entró en la cocina con lágrimas en la cara.
Jenny quería llamar al médico de inmediato e ir a verlo, pero el Señor le dijo que esperara su próxima cita. Diez días después, aun con los soportes, Jenny esperaba mientras el cirujano estudiaba dos radiografías. La de la izquierda había sido tomada en su última visita. La de la derecha acababa de ser tomada.
“¿Qué ves?” preguntó ella.
“Tienes una nueva vértebra”, dijo el cirujano. “Es como la de un bebé. Necesita madurar”.
“Lo sé”, dijo Jenny.
“Realmente eres un milagro.”
Jenny sólo tuvo que asistir a tres sesiones de fisioterapia. “No hay nada que podamos hacer por ti”, le dijeron. “Ya tienes rango de movimiento completo. Normalmente eso lleva de 12 a 18 meses.”
Jenny celebró corriendo 10 millas, y no se ha detenido desde entonces.
Pasándolo como herencia
“En el otoño de 2015, después de recibir mi sanidad en agosto, todo estaba lento en el club y estábamos hablando con el cantinero”, recuerda Jenny. “Dos hombres entraron, les dimos galletas y nos fuimos. Cuando nos íbamos, los dos hombres salieron. Oí que uno le decía al otro que se había lastimado la espalda.”
“El Señor me dijo que les contara mi historia y orara por ellos. Estacionamos el auto y les conté mi historia. Le dije: ‘Lo que Él ha hecho por mí, lo hará por ti’. Los guiamos a ambos en la oración del pecador. Las lágrimas corrían por sus caras cuando entregaban sus vidas a Jesús. Entonces oramos por su espalda.”
Nos dijo: “Yo solía ser el dueño de ese club del que acabamos de salir”.
Ese mismo mes, Jenny fue con sus primas a una reunión de oración en Branson, Missouri. Mientras estaban allí, almorzaron con Lynne Hammond. Alentada por sus primas a contarle a Lynne acerca de su sanidad, Jenny le contó la historia.
“El año siguiente, antes del evento Explosión de Fe, Lynne me llamó y me dijo que quería que diera mi testimonio. Le había contado a Gloria sobre mi sanidad, pero querían sorprender a Kenneth. Llevé los soportes y di mi testimonio.”
Pasó otro año y Kenneth y Gloria regresaron para el evento “Explosión de Fe 2017”. En un momento durante el servicio, Kenneth preguntó: “¿Está Jenny Kuhne aquí?”
Jenny se puso de pie. Mientras las lágrimas corrían por su rostro, el hermano Copeland cantó una versión revisada de la Canción del feliz cumpleaños. Dijo: “Feliz cumpleaños para tu nueva vértebra.”
“Estoy muy agradecida por el poderoso ministerio de fe y milagros que opera a través de los Ministerios Kenneth Copeland”, dice Jenny. “Mi vida nunca será la misma.”
Cada año, Jenny celebra el nacimiento de su nueva vértebra y su milagro. Ella celebra el llamado de Dios en su vida. Ella celebra a las bailarinas, a los DJs, los gerentes, los cantineros y las meseras, a todas las personas que Jesús tanto amó y que murió por ellos. Ella celebra las vidas cambiadas, y su propia vida es mucho más sabrosa, porque sabe sin lugar a dudas que ella es La señora de las galletas.