Con el revuelo político y la lucha constante que hemos visto recientemente, es fácil pensar que los Estados Unidos se ha dividido de manera irremediable. Es tentador concluir, al enfocarse en lo natural y en la lucha partidista que el demonio ha provocado, que los Estados Unidos está tan desgarrado que nunca volverá a ser verdaderamente una nación bajo Dios. :: Pero hoy quiero que sepas que, ¡nada podría ser más remotamente incorrecto!
Esta nación no está siendo destrozada; está en las primeras etapas del mayor derramamiento del Espíritu Santo que jamás haya experimentado. Los problemas que hemos estado presenciado no son signos de su destrucción. Son los dolores espirituales de un parto.
Como el SEÑOR me lo dijo hace algunos años: Los Estados Unidos de América están en el proceso de nacer de nuevo.
Me doy cuenta de que muchos cristianos pueden cuestionar esa declaración, especialmente si no la han escuchado antes. Puede que les resulte difícil entenderlo mentalmente. Cuando el SEÑOR me lo dijo por primera vez, también fue difícil para mí. Ni siquiera podía imaginar qué tipo de lugar sería una América nacida de nuevo. La idea misma era tan contraria a las circunstancias visibles en este país, que ni siquiera podía imaginármela.
Cuando le pregunté al SEÑOR por qué, me dijo: Kenneth, ¿crees que George Washington, Benjamin Franklin, John Adams y los otros fundadores de esta nación podrían imaginar en qué se convertiría cuando firmaran la Declaración de la Independencia? ¿Crees que sabían en ese entonces qué aspecto tendría 100 años, o incluso 20 años más adelante?
¡No, no tenían ni idea! Ellos estaban involucrados en un movimiento divino de Dios cuando estaban fundando esta nación. Estaban cooperando con Él para ayudar a producir algo que nunca se había visto antes.
Esa es la situación en la que te encuentras en este momento como estadounidense, me dijo El SEÑOR. No tienes ni idea de cómo se verá esta nación después de que nazca de nuevo. Será mucho mejor de lo que puedas ver a tu alrededor en este momento, ya que la América de hoy está más allá de la que sus fundadores vieron a su alrededor en 1776.
Querido hijito, me dijo, ¡todavía no has visto nada!
Durante los últimos años, en momentos de oración, mientras continuaba buscando al Señor al respecto, vislumbré de qué estaba hablando. He visto por el Espíritu que esta nación está llegando al lugar en el que está cumpliendo el plan original de Dios. La he visto tan rebosante de la gloria de Dios que está afectando a las naciones de toda la Tierra. He visto a todas las razas del mundo adorando juntas, mostrándole al mundo cómo luce la derrota del racismo y la unidad del Cuerpo de Cristo.
Me emocioné tanto que, decidí no solo estar aquí cuando todo eso suceda, sino que fomentaré ese cumplimiento.
Nosotros, como creyentes, somos responsables de hacerlo, como ya lo sabrás. No podemos simplemente sentarnos sin hacer nada y esperar que la perfecta voluntad de Dios recaiga sobre nosotros desde el cielo. Tenemos que hacer nuestra parte.
¿Cómo?
Al creer y actuar en 2 Crónicas 7:14. Allí, Dios dijo: «Si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra.»
Observa que Dios no dijo que para que Él sanara a la nación, todos en Estados Unidos tienen que arrepentirse y buscarlo. Ni siquiera dijo que la mayoría de la población tiene que hacerlo.
Él dijo: «Si mi pueblo, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, sanaré su tierra.»
De 50… a 10… a uno
¿Qué quiere decir exactamente Dios con Mi pueblo? ¿Cuántos creyentes necesita orando en un lugar antes de que pueda “sanar su tierra”?
¡No muchos!
Puedes verificarlo al leer acerca de la intercesión de Abraham por la ciudad de Sodoma. Cuando descubrió que la ciudad estaba a punto de ser destruida debido a la maldad que la había sobrepasado, le pidió a Dios que la salvara por el bien de los justos que, según él, vivían allí. Le dijo al SEÑOR:
«Tal vez haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Acaso destruirás ese lugar, y no lo perdonarás por los cincuenta justos que estén allí adentro? ¡Lejos sea de ti hacer morir al justo con el impío, y tratar al justo como al impío! ¡Jamás hagas tal cosa! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no debe hacer lo que es justo?»
El Señor respondió: «Si dentro de la ciudad de Sodoma encuentro a cincuenta justos, por ellos perdonaré a todos los que estén allí.» Abraham replicó y dijo: «Aquí estoy ahora, atreviéndome a hablar con mi Señor, aunque sólo soy polvo y ceniza. Pero tal vez falten cinco justos para completar los cincuenta; ¿por faltar esos cinco destruirás toda la ciudad?»
Y el Señor dijo: «No la destruiré, si encuentro sólo cuarenta y cinco.» Abraham volvió a hablarle, y dijo: «Tal vez sólo se hallen cuarenta…» Y el Señor respondió: «Aun por esos cuarenta no lo haré.» Abraham insistió: «Espero que mi Señor no se enoje, si sigo hablando; pero tal vez sólo se encuentren treinta…» Y el Señor respondió: «Aun si encuentro treinta, no lo haré.» (Génesis 18:24-30).
Finalmente, Abraham le pidió a Dios que salvara las ciudades si él podía encontrar solo 10 personas justas allí, y Dios estuvo de acuerdo.
Siempre me he preguntado qué podría haber pasado si Abraham no se hubiera dado por vencido a los 10. ¿Qué pasaría si hubiera seguido intercediendo y reducido el número a dos? ¿Habría sido diferente el resultado? Personalmente, pienso que sí. Después de todo, el sobrino justo de Abraham, Lot y su familia vivían allí. Dios pudo haber tenido misericordia de Sodoma y salvarla solo por su causa. Debido a que Abraham no le preguntó, nunca lo sabremos con seguridad. Pero sí sabemos esto: no se necesitaba que todas las personas en la ciudad volvieran a Dios para detener su destrucción. ¡Todo lo que se necesitaban eran 10!
En Ezequiel 22:30, Dios redujo ese número aún más. Él dijo: «Yo he buscado entre ellos alguien que se enfrente a mí e interceda en favor de la tierra, para que yo no la destruya. ¡Pero no he encontrado a nadie!»
En ese caso, el término Mi pueblo podría haberse referido a una sola persona. Solo un hombre o una mujer con fe suficiente para levantarse ante Dios en intercesión podría haber intercedido en esa situación y Dios habría honrado su oración. Habría escuchado esa única voz y evitado que la destrucción llegara a la tierra.
“Pero hermano Copeland”, podrías decir, “esas son todas escrituras del Antiguo Testamento. ¿Podemos estar seguros de que aplican a nosotros como creyentes del Nuevo Testamento?”
¡Sí, podemos! Tenemos la palabra de Jesús al respecto.
En Mateo 18, Él dijo: «De cierto les digo que todo lo que aten en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo. Una vez más les digo, que si en este mundo dos de ustedes se ponen de acuerdo en lo que piden, mi Padre, que está en los cielos, se lo concederá. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos.» (versículos 18-20).
Esas son las palabras del Maestro mismo, y Él no enseñó, como lo hace la tradición religiosa, que el cielo determinará lo que sucederá en este planeta. No; Él puso la Tierra primero. Él dijo que cuando nosotros, como Iglesia, atemos o desatemos algo aquí, entonces el cielo nos respaldará. Dijo que cuando le creemos a Jesús y a Su PALABRA y nos ponemos de acuerdo con Dios y con los demás, incluso si solo hay un par de nosotros que lo estamos haciendo, Él está entre nosotros para llevar a cabo el acuerdo.
En otras palabras, la obra es Su parte. El acuerdo es la nuestra.
Sin embargo, para estar verdaderamente de acuerdo con la fe, debemos comenzar a creer en lugar de tan solo esperar. Debemos tomar una posición firme y sólida y decir: en lo que respecta a los Estados Unidos, “¡Esta nación va por el camino de Dios, y no otro!”
Las palabras rojas están respaldadas por la sangre de Jesús
“Pero no pareciera que las cosas estén yendo en la forma que Dios quiere, hermano Copeland.”
¿Y qué? Nosotros no nos guiamos por lo que parece. Nos guiamos por las palabras rojas que están registradas en la Biblia. Estamos creyendo lo que Jesús dijo en Mateo 18, porque Sus PALABRAS son más poderosas que cualquier otra cosa en el mundo. Están respaldadas por Su propia sangre y, literalmente, derramarán el cielo sobre esta nación, si nos apoyamos en ellas con fe y oramos de manera persistente.
Sin embargo, tenemos que orar y creer en Dios. No podemos dejarle todo a unos pocos intercesores dedicados. Cada creyente tiene un papel que desempeñar en el desarrollo del plan de Dios para nuestra nación, y todos estamos conectados con él. El bienestar de nuestras familias y hogares está conectado con ese plan. Nuestras finanzas también están conectadas con el mismo.
¡Esto no es política solamente! La política desde luego que está involucrada, y Dios nos ha instruido a orar en primer lugar por los líderes y los que tienen autoridad gubernamental (1 Timoteo 2:1-2). Sin embargo, en última instancia, se trata de producir el derramamiento del Espíritu Santo y el fuego más impactante y transformador del mundo que jamás haya impactado este planeta. En este mismo momento, ese derramamiento ya ha comenzado. ¡Están sucediendo cosas grandes y maravillosas en todo el mundo!
El año pasado, prediqué una reunión en Perú que no tiene similitud a ninguna otra que hayamos tenido en ningún otro lugar. Estábamos en una gran arena pública y un día, mientras llevábamos a cabo las reuniones, en un hospital a dos cuadras de distancia, una mujer con cáncer de tiroides estaba siendo examinada por su médico. Justo en medio del examen, ella dijo: “¡Siento que estoy en llamas! ¡Me estoy incendiando!”
“¿Qué quiere decir?”, preguntó el doctor. “¿Qué pasa?”
“No lo sé”, dijo ella. “Siento que estoy ardiendo.”El médico comenzó a examinarla una vez más y descubrió que el cáncer había desaparecido.
Esa mujer ni siquiera había nacido de nuevo. Pero después de que el médico le dio el alta ese mismo día, salió del hospital, y al ver nuestro aviso publicitario, entró a la reunión. Cuando terminó, ella fue salva y bautizada en el Espíritu Santo.
Te lo digo: ¡esto es algo grande! El movimiento de los últimos tiempos de Dios está en marcha, y ya estamos en él.
Sin embargo, si queremos verlo florecer en nuestra nación, debemos incluirlo en nuestra vida de oración todos los días. Necesitamos ser tan apasionados al respecto que oraremos como lo hizo el apóstol Pablo. Él escribió en Gálatas 4:19: «Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en ustedes».
¿Cómo sufres dolores de parto en la oración?
Lo haces en el Espíritu Santo. Entras en el ámbito del espíritu dedicando tiempo a alabar y adorar a Dios. Debes mantenerte firme en lo que Él dijo en Su PALABRA, persistir en recordárselo, y sin importar lo que veas en lo natural, te niegas a dejar que el diablo te haga creer algo distinto.
En lo que respecta a esta nación, alabas y agradeces a Dios por prometer en Hechos 2 que derramaría Su Espíritu sobre toda carne en estos últimos días. Tú tienes comunión con Él por Su promesa de sanar nuestra tierra. Levantas ante Él las palabras proféticas que se han pronunciado en todo el país y te quedas con Él hasta que estés tan encendido con el deseo de que aquí se haga Su voluntad, ¡que la única manera de expresarlo es orando en otras lenguas!
Tampoco es necesario que seas un guerrero de oración con mucha experiencia y con el cabello lleno de canas. Puedes hacerlo incluso si eres un creyente muy joven. ¡Mi hija, Terri, lo demostró cuando estaba en sexto grado!
Decidió que quería que Dios se moviera en su colegio, así que comenzó a interceder al respecto. Ella comenzó a ayunar su tiempo de almuerzo todos los días y a pasar ese tiempo en oración. En poco tiempo empezaron a suceder cosas extrañas y sorprendentes. Otras niñas comenzaron a reunirse con ella en la mesa de ayuno. Luego, comenzaron a compartir el evangelio con los otros alumnos y oraron para que fueran bautizados en el Espíritu Santo. Finalmente, llegó al punto de que un día el director lo anunció públicamente por el altavoz: “¡Ya no habrá más oraciones en lenguas en el baño de las niñas!”
Si una pequeña alumna de sexto grado puede iniciar ese tipo de fuego espiritual en un colegio, piensa qué pueden hacer los cristianos de todo el mundo si se toman en serio la oración por sus naciones. Piensa lo que puede suceder en Estados Unidos a medida que más y más creyentes, en lugar de quejarse de cómo van las cosas en este país, comiencen a esforzarse en la oración y a declarar La PALABRA de Dios sobre los Estados Unidos con fe.
¡La fe es la clave para desbloquear los depósitos del Espíritu! Es la respuesta a todo. No importa qué problemas arroje el diablo a esta nación, la forma en que los resolvemos es haciendo lo que Jesús dijo en Marcos 11:22: «Tengan fe en Dios.»
“Pero, hermano Copeland, simplemente no tengo lo que se necesita para hacer eso.”
Sí, tú puedes hacerlo. Romanos 12:3 dice que Dios ha entregado a cada creyente «la medida de fe.» Eso significa que, si has nacido de nuevo, tienes en tu interior la misma fe que Dios usó para crear los mundos (Hebreos 11:3). Tienes la misma fe que, cuando Dios dijo «¡Que haya luz!», creó 16 mil millones de millas de universo en 24 horas.
Entonces, anímate y usa esa fe en nombre de esta nación. Cree lo que Dios dijo en 2 Crónicas 7:14 y decláralo ante Él en oración. Actúa en tu fe al votar por principios justos, sigue declarando La PALABRA, creyendo que lo que dices se cumple, y Dios hará Su parte.
¡Él sanará nuestra tierra!