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Gloria Copeland

La fe es la sustancia

marzo, 2020 No hay comentarios
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La fe es la sustancia
La Voz de Victoria del Creyente marzo, 2020
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No hay nada más maravilloso que vivir por fe en la Palabra de Dios. LA FE BÍBLICA REAL ES INVENCIBLE. 

Incluso cuando las situaciones aparentemente imposibles se ciernan ante nosotros y todos piensen: Ciertamente esta persona tiene el peso del mundo encima, si mantenemos un espíritu de fe, podremos avanzar triunfalmente a través de esas situaciones. 

Podemos mirar más allá de las circunstancias y alegrarnos al saber que: «Y ÉSTA ES LA VICTORIA QUE HA VENCIDO AL MUNDO: NUESTRA FE.» (1 JUAN 5:4).

Nunca te sientas insultado cuando la gente frunza la nariz y se refiera a ti como “uno de esos de la fe”. ¡Ya sea que lo digan o no, eso es un cumplido! Si no fueras una persona de fe, Dios no estaría complacido. Porque Hebreos 11:6 dice: «Sin fe es imposible agradar a Dios.» 

La fe es la que te abre la puerta para que recibas todo lo que Dios te ha provisto en Cristo Jesús, desde el nuevo nacimiento hasta la sanación y la prosperidad. Cuanto más crezcas en la fe, más victoria podrás alcanzar porque la fe es lo que te conecta con LA BENDICIÓN de Dios y te hace un ganador en cada área de la vida.

“Bueno”, podrías decir, “me considero una persona de fe y ciertamente eso no me ha hecho un gran ganador.”

Entonces, tal vez no tengas muy en claro cuál es la fe que realmente vence al mundo. No es solo una doctrina teológica; no es solo ir a la iglesia o estar de acuerdo en general con los principios básicos del cristianismo. La fe es creer lo que Dios dijo en Su Palabra escrita, y creerlo al punto de vivir de acuerdo con ella, ahora mismo. Como Hebreos 11:1 dice: «Es pues la fe, la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven.» (JBS).

El verbo “es” al comienzo de ese versículo es muy importante porque nos habla del aspecto presente de la fe (del “ahora”), y es donde muchos cristianos se equivocan. Les gusta hablar de los grandes milagros que Dios hizo en el pasado o de las cosas maravillosas que hará en el futuro. Pero se incomodan cuando alguien comienza a hablar de creerle a Dios en el presente. Los mismos retroceden cuando nos oyen a nosotros, la gente de fe, decir cosas como: “¡Dios lo dijo, lo creo y lo recibo por fe ahora mismo!”

“No puedes darles órdenes a Dios”, te dirán. “No puedes simplemente decirle qué hacer.”

¡No le estamos diciendo qué hacer! Él nos dice qué hacer. Solo estamos creyendo y diciendo lo que Él dice. Si Él no lo dijera, no tendríamos ninguna base o fundamento para nuestra fe. Pero si podemos encontrarlo en Su Palabra… si Dios ya dijo que algo nos pertenece, podemos entonces creerlo y reclamarlo.

Por ejemplo, piensa en la sanación. 

Primero de Pedro 2:24 dice que por las llagas de Jesús fuimos sanados. Entonces, cuando la enfermedad nos ataque, podemos adoptar nuestra posición sobre esa Palabra y declarar por fe que estamos sanados en ese instante.

“Pero Gloria, ¿no sería mejor decir que Dios me va a sanar algún día pronto, tal vez la semana que viene o la que le sigue?”

Sí, pero eso no es fe; es esperanza. Y si bien la esperanza bíblica es ciertamente buena, por sí sola no hará el trabajo porque la esperanza en sí misma nos mantiene mirando hacia el mañana. La fe es la que toma la Palabra de Dios en el presente y dice: “¡Es mía, hoy mismo!”

Mira nuevamente en Hebreos 11:1. Nos dice que esta clase de fe del “ahora” es «…la sustancia de las cosas que se esperan…» La palabra sustancia significa “aquello en lo que consiste una cosa; materia física o material”.

En otras palabras, cuando creemos lo que Dios dice lo suficiente como para vivir de ello en este preciso instante, nuestra fe toma nuestra esperanza y la materializa. La fe hace firme en el reino natural lo que Dios ya ha dado y establecido en el reino espiritual.

La fe traerá sanación a tu cuerpo físico. Le dará sustancia visible y tangible a lo que estás creyendo para que puedas sentirlo, verlo, conducirlo, usarlo y depositarlo en tu cuenta bancaria donde puedas disfrutarlo y usarlo para BENDECIR a los demás.

Hazlo como Dios lo hace

Sé que esto va en contra de la tradición religiosa, pero Dios no se opone a que los cristianos usen la fe para recibir cosas materiales. Por el contrario, ¡Él Mismo fue quien nos dijo que lo hiciéramos! No solo fue Dios quien interconectó la fe y las cosas materiales en Hebreos 11:1, sino que prosiguió en el versículo 2 diciendo que: «por su fe, la gente de antaño gozó de una buena reputación.» (NTV).

¿Que nos está diciendo ese versículo? Nos dice que, si queremos ser reconocidos y aprobados con buena reputación ante Dios, no lo conseguiremos caminando con incredulidad. Lo conseguiremos operando por fe, tal como lo hicieron los héroes de la Biblia… y tal como lo hace Dios.

¡Nada más y nada menos que Aquel que usa la fe para darle sustancia a las cosas! Dios es el maestro en esa área. Es la manera en la que creó todo este universo físico.

Al liberar palabras llenas de fe, declaró todas las cosas para que existieran, «de modo que lo que ahora vemos fue hecho de lo que no se veía.» (Hebreos 11:3). La fe de Dios es la que le dio sustancia al polvo de la tierra de la cual Él formó nuestros cuerpos. Su fe es la que les dio sustancia a los árboles, las aves, los animales y cualquier otra cosa natural que exista en nuestro planeta.

Deja que esa verdad penetre en tu corazón. Todo lo que te rodea, la comida que comes, la casa en la que vives, la silla en la que estás sentado… todo se compone de elementos que surgieron originalmente como resultado de las palabras de fe de Dios; y ahora Él te ha dado Su Palabra para que puedas usarla como Él lo hace; es decir, para que puedas ponerla en tu corazón y en tu boca y así convertirse en sustancia.

¡La Palabra de Dios funcionará para ti de la misma manera que lo hace para Él! Aunque tú eres quien la declare, la misma sigue siendo Su Palabra, y como Él ya nos dijo en Isaías 55: «Así como la lluvia y la nieve caen de los cielos, y no vuelven allá, sino que riegan la tierra y la hacen germinar y producir, con lo que dan semilla para el que siembra y pan para el que come,  así también mi palabra, cuando sale de mi boca, no vuelve a mí vacía, sino que hace todo lo que yo quiero, y tiene éxito en todo aquello para lo cual la envié.» (versículos 10-11).

¿Ves el ciclo descrito en esos versículos? Comienza con Dios enviando Su Palabra como lluvia del cielo. Continúa con nosotros recibiendo esa Palabra en nuestros corazones, donde la misma brota y da fruto. Luego, cuando le devolvemos la Palabra a Dios al pronunciarla por medio de la fe, la Palabra cumple el propósito que Él la envió a hacer, y el ciclo se completa.

Esta es una de las grandes BENDICIONES del creyente. Tenemos un corazón nacido de nuevo que está diseñado como un repositorio de la Palabra de Dios. Cuando pones Su Palabra en tu corazón, el poder creativo de esa semilla de la Palabra se libera dentro de ti y “la fe proviene” (Romanos 10:17). Luego expresas esa fe con tu boca, esta se convierte en sustancia y la Palabra se convierte en una realidad manifiesta en este mundo natural.

¡Toda tu vida depende de aquello que pongas en tu corazón! El grado en el que mantengas tu corazón lleno de la Palabra determinará si caminarás en victoria o en derrota, si disfrutarás de los días del cielo en la tierra o de días completamente diferentes. Por eso Dios dijo en Proverbios 4:20-23: «Hijo mío, presta atención a mis palabras; Inclina tu oído para escuchar mis razones. No las pierdas de vista; guárdalas en lo más profundo de tu corazón. Ellas son vida para quienes las hallan; son la medicina para todo su cuerpo. Cuida tu corazón más que otra cosa, porque él es la fuente de la vida.»

Saca tiempo para la Palabra

No puedes darte el lujo de estar tan ocupado y no tener tiempo para invertir en la Palabra. Si no tienes tiempo para la Palabra, no tienes tiempo para la fe, ¡y sin fe este mundo no es apto para vivir!

No quieres pasar tu vida soportando toda la basura del diablo y estar sujeto a todos los problemas que él causa en este planeta. Quieres vivir como un auténtico vencedor mundial. Entonces, si aún no lo has hecho, toma una decisión de calidad en este momento de que harás lo que sea necesario para mantener tu corazón lleno de la Palabra. Ponla en primer lugar en tu vida, incluso si eso significa cambiar tu estilo de vivir.

“Pero Gloria, no lo entiendes. Debo trabajar tres trabajos solo para llegar a fin de mes. Literalmente no puedo adaptar la Palabra a mi horario.”

Esa es la razón por la que tienes que trabajar en tres trabajos. Si planearas tu horario alrededor de la Palabra, tu fe para la prosperidad podría alcanzar y aportar sustancia a la abundancia financiera que Dios ya te ha provisto en Cristo Jesús. Si buscaras primero el reino de Dios, y Su manera de hacer las cosas de la forma correcta, Jesús dijo que: «todas estas cosas» se te añadirían (Mateo 6:33).

¿Cuáles eran «todas las cosas» de las que Jesús estaba hablando cuando mencionó eso? ¡Estaba hablando de comida, ropa y recursos materiales! Él decía: “Búscame primero, y me ocuparé de que, natural y financieramente, tengas abundantes suministros.”

Escúchame: incluso si eso significara cambiar de carrera, ¡deberás tener tiempo para Dios! Debes tomar tiempo para sembrar Su Palabra en tu corazón, porque lo que siembras es lo que cosechas. Es una ley espiritual. Si siembras la Palabra, cosecharás fe. Si no lo haces, no lo harás. 

Obtén el título de propiedad

Puedo decirte por experiencia que, cuando tu cosecha de PALABRA crece y la fe se activa en ti, ¡todo cambia! Incluso antes de que veas que algo cambia en lo natural, repentinamente aquello que creas será absolutamente real para ti.

Es posible que hayas estado manteniéndote firme en la Palabra por algo que quieres por un tiempo, simplemente avanzando, confesando que crees que lo recibes y pensando en ello y, de repente, la fe se disparará en tu interior y sabrás con seguridad que eso ya te pertenece. Será el equivalente a poseer el título de propiedad. De repente, la fe te permitirá percibir como un hecho real lo que aún no se ha revelado a los sentidos. (Lee Hebreos 11:1, La Biblia A–mplificada, Edición Clásica). 

Eso fue lo que nos sucedió a Ken y a mí hace años cuando comenzamos a creer que saldríamos al aire en la televisión. Ken ya había estado ministrando en la radio por un tiempo, y sentimos que Dios quería que pusiéramos nuestros programas en la televisión, pero no habíamos logrado imaginar cómo podríamos hacerlo. La televisión es extremadamente cara y no teníamos dinero para eso. Entonces, seguimos hablando al respecto y meditando en la Palabra de Dios.

Entonces, un día, Ken y yo viajábamos de Arkansas a Texas y nos detuvimos en un restaurante Denny’s® para desayunar. Mientras estábamos sentados, comenzamos a hablar nuevamente sobre la televisión y, de repente, nos pareció algo sencillo. Nada en lo natural había cambiado. Todavía no teníamos el dinero, el personal o el equipo, pero eso ya no importaba. La fe se había disparado en nuestros corazones y nos había entregado el título de propiedad.

“¿Por qué no lo hacemos?”, dijimos. “¡Salgamos en la televisión!” Para el momento en que salimos de ese restaurante, ya estaba hecho. Teníamos evidencia de aquellas cosas que no se veían y, como resultado, hemos estado en la televisión durante más de 40 años.

¡Es asombroso! Pero así es como funciona la fe. La misma cambia la óptica con la que miras la realidad. Es posible que estés leyendo tu Biblia o escuchando a alguien predicar, cuando tu fe se desborda y de repente lo sabes: “¡Lo tengo! ¡Esa sanación, ese nuevo trabajo, ese avance financiero en el que he estado creyéndole a Dios… es mío!”

Es posible que necesites un milagro absoluto y, un día, mientras meditas en la Palabra y la confiesas por enésima vez, la fe explotará en tu interior. De una manera que no puede explicarse de forma natural, tendrás la seguridad de que tu necesidad ya ha sido suplida.

Así es como suceden los milagros. Los mismos no caen accidentalmente del cielo. «Aquel que les suministra el Espíritu y hace maravillas entre ustedes por el oír con fe» (Gálatas 3:5). 

¿Te acuerdas de Abraham y Sara? Así es como obtuvieron su milagro. Abraham recibió la Palabra de Dios y comenzó a decir sobre sí mismo lo que Dios dijo. La fe se activó en él, le dio esa sustancia de la Palabra y a los 100 años, Abraham y su esposa estéril de 90 tuvieron un hijo.

Puedes obtener tu milagro de la misma manera porque, como creyente, eres «descendencia de Abraham, herederos conforme a la promesa.» (Gálatas 3:29, RVA-2015). Has heredado todas las promesas y provisiones de la Biblia. ¡Eres bendecido! ¡Estás bien! ¡Eres rico!

“Seguro que no me veo muy bien, o muy rico”, podrías decir.

Entonces profundiza en lo que la Palabra dice que has heredado para que tu fe pueda darte la sustancia. Deja de hablar de lo que ves y sientes en lo natural y comienza a declarar para ti mismo la Palabra de Dios, según lo que leemos en Romanos 10: 

«Pero la justicia que se basa en la fe dice así: «No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (Es decir, para hacer que Cristo baje.) ¿O quién bajará al abismo? (Es decir, para hacer subir a Cristo de entre los muertos.)»  Lo que dice es: «La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón.» Ésta es la palabra de fe que predicamos: «Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo.» Porque con el corazón se cree para alcanzar la justicia, pero con la boca se confiesa para alcanzar la salvación. (versículos 6-10).

Esas palabras no sólo aplican a nuestro nuevo nacimiento; así es cómo recibimos todo lo que ya es nuestro en Cristo. Así es como vivimos nuestras vidas. Es cómo le agradamos a Dios. Es lo que nos permite ser vencedores del mundo. Porque esta es la victoria que vence al mundo, ¡nuestra fe!


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