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Terri Copeland Pearsons

El espíritu de profecía y oración

septiembre, 2015 No hay comentarios
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El espíritu de profecía y oración
La Voz de Victoria del Creyente septiembre, 2015
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Hoy más que nunca, debemos prestarle atención a la profecía y la palabra que el Señor está dando a través del Espíritu Santo.

Debemos poder reconocer a Jesús mientras Él viene, para que podamos reconocerlo cuando venga. La gran parte de ese reconocimiento dependerá de la operación del Espíritu Santo a través de la profecía. «Yo me postré a sus pies para adorarlo, pero él me dijo: «¡No hagas eso! Yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios. Pues el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía» (Apocalipsis 19:10).

Podemos ver en Hechos 2:17-18 que el espíritu de profecía es vital en estos últimos tiempos: «Dios ha dicho: En los últimos días derramaré de mi Espíritu sobre toda la humanidad. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán En esos días derramaré de mi Espíritu sobre mis siervos y mis siervas, y también profetizarán». El Espíritu de profecía no solamente trae el derramamiento, si no que perpetúa la operación y el mover del Espíritu durante el derramamiento.

Algunas expresiones inspiradas del Espíritu Santo concernientes al futuro (o podríamos decir, palabras que vienen a través del espíritu de profecía) no se cumplen más automáticamente que la Palabra escrita. Marcos 4 nos dice que el diablo viene a robar la Palabra y que tiene muchas estrategias para lograr su objetivo. Pablo le encargó a Timoteo que librara la batalla por las palabras de profecía que había recibido. «Timoteo, hijo mío, te encargo este mandamiento para que, conforme a las profecías que antes se hicieron acerca de ti, presentes por ellas la buena batalla» (1 Timoteo 1:18).

Esperando por Dios

Librar la guerra o mantenerse en fe “en contra de [todas] las estrategias y los engaños del diablo” se hace principalmente a través de la oración (Efesios 6:11, AMP). Sin la oración, esas palabras preciosas de parte del Señor podrían nunca hacerse realidad. La Biblia Amplificada dice en Hechos 1:14: “Todos ellos con sus mentes totalmente de acuerdo se entregaban a sí mismos firmes a la oración…” Esto dice muchísimo de la Iglesia. Esas 120 personas entregaron sus horarios y obligaciones. Reorganizaron sus prioridades completamente para hacer lo que Jesús les había dicho que hicieran: «Yo voy a enviar sobre ustedes la promesa de mi Padre; pero ustedes, quédense en la ciudad de Jerusalén hasta que desde lo alto sean investidos de poder» (Lucas 24:49).

A pesar de que la promesa del Espíritu Santo ya había sido dada, todavía existía la necesidad de esperar en Dios en oración, como lo hicieron en el aposento alto. Esa es la clase de espera que trae el poder sobre nosotros. Nada, absolutamente nada, toma el lugar de la espera. Jesús dijo: el que tenga oídos para escuchar, que oiga lo que el Espíritu está diciéndole a la Iglesia. Eso significa que cuando Él se decide a hablar, todavía somos nosotros los que decidimos si escuchamos.

La siguiente palabra del Señor llegó mientras ministraba en Wales en el año 2006:

Estas últimas horas del final de este tiempo, de esta generación, no son más que el comienzo de los siglos venideros. Y en los siglos venideros, los hombres recordarán estos días, reflexionarán y dirán: “Ah, esos días, esas horas, esos momentos cuando las señales y los prodigios de Dios y las expresiones milagrosas de Su gracia abundante se derramaron en nuestras calles, y que fueron demostrados entre los hombres con tanta fortaleza, con tal poder, con tanto poderío, que los hombres difícilmente podían mantenerse de pie ante la bondad de Dios”.

A pesar de que Dios ha demostrado un grado de su ira en la Tierra (como se puede ver en el Éxodo), todavía está por llegar un gran derramamiento de la misma. Pero no ocurrirá antes del gran derramamiento de Su bondad; no ocurrirá antes de la gran demostración de Su bendito amor. No antes de que la gran demostración de las grandes manifestaciones de Su presencia sea derramada en toda la Tierra para que todos los hombres puedan ver y reconocer. Porque sólo en la justicia de Dios Él derramará Su ira, y nunca lo hará antes de que todos los hombres tengan la oportunidad de ver y conocer la profundidad de Su bondad, misericordia y compasión que fluye en ríos de amor desde Su trono. Es ese trono de misericordia y gracia abundante al que te aproximas. Mira hacia Él y contempla Su grandeza y aprende que cada luz, cada destello de luz que brilla desde Su Ser Brillante, son manifestaciones de amor.

“¡Demostraciones!”

“¡Demostraciones!” “¡Demostraciones del Espíritu!” Éste debe ser el llamado de la Iglesia, porque es el llamado de Su Espíritu.

Llámame y te lo demostraré. Llámame y te demostraré la bondad del Señor. [No leas esto a la ligera]. Te mostraré Su sabiduría abundante y grandiosa en maneras que no creías que fueran posibles. Demostraré para ti Su conocimiento que abunda más allá del alcance de la razón humana. Demostraré para ti la vastedad de Su reino. Demostraré para ti cuán profundo, y cuán ancho y cuán humanamente insondables son la bondad y la misericordia de nuestro gran Dios. [¿Podemos tan solo imaginarnos cómo será?]

Llámame. Llámame para que mis misericordias se derramen sobre aquellos que no conocen la misericordia de Dios. Llámame, y la misericordia alcanzará y rescatará a aquellos que ciegamente se mueven hacia la oscuridad, resucitando a los hombres de las profundidades de las tinieblas que pueden ser experimentadas en la Tierra. Demostraré la bondad de Dios… no sólo a aquellos que han estado cegados por el engaño del pecado, cautivos por una oscuridad desarrollada a tal punto que no pueden ni siquiera empezar a comprenderla… pero te demostraré Mi misericordia. Te mostraré lo que el Amor ha hecho. Te mostraré lo que el Amor puede hacer.

Llámame y te lo demostraré. Llámame en fe. Llámame, creyendo. ¡Llámame! Escucharé la voz de Su Palabra, la cual mora en ti. Escucharé la voz de Su mandamiento, a través tuyo. Escucharé tu petición. ¡Llámame! Y me moveré en las naciones. Me moveré en las calles. Me moveré en los gobiernos del mundo. ¡Llámame! Me moveré en los montes. Me moveré en las selvas. Me moveré en personas que no conoces…

Nota que el Señor dijo: Llámame, creyendo. Eso significa que lo llamamos en el Espíritu de fe esperando que Él responda. Luego, nota que dijo que responderá a la voz de Su Palabra, a través nuestro. Muy frecuentemente los creyentes lo llaman, pero lo hacen de la misma manera que lo hacían cuando eran pecadores, con una sensación de indignidad y pánico. Si oramos de esa manera, nuestra oración disminuye en efectividad y me atrevo a decir que hasta puede ser totalmente inútil. La indignidad fue completamente aniquilada en la Cruz y nosotros fuimos recreados en Su imagen. Así que no debemos acercarnos al Señor con una sensación de inferioridad; por el contrario, debemos hacerlo con una sumisión incuestionable a Su Señorío. La conciencia de pecado nos disminuye, pero la justicia en sumisión nos da poder.

Con eso en mente, continuemos mirando las instrucciones que recibimos del Señor en la palabra:

Debes venir a Mí, debes aproximarte a Mí, debes conocerme y debes conocer Mis caminos. Recuerda que Jesús dijo en Su ministerio terrenal que: “Mi autoridad no viene de Mí mismo. Yo digo únicamente lo que lo escucho decir [al Padre]. Y solamente hago lo que lo veo hacer a Él [al Padre]…”. ¿No entiendes que tú estás en tu ministerio terrenal? Debes caminar en tu ministerio terrenal de la misma manera que Él caminó en Su ministerio terrenal. Debes escuchar por Mi voz, pero para hacerlo, debes conocer Mi voz. Debes familiarizarte con las cosas que digo. Debes familiarizarte con las cosas que hago. Todo lo que necesitas saber para el futuro está grabado en Mi Palabra como archivos del pasado. Porque todo lo que he hecho en el pasado es vivo y eficaz para tu presente y será vivo y eficaz en tu futuro. [Piensa en esa frase, y recuerda: ¡Su Palabra está viva!]. Si vas a caminar conmigo, si vas a buscar Mis caminos, si buscas Mi consejo, si vas a buscarme en todo lo que dices, en todo lo que haces, entonces te mostraré Mis caminos y palabras por Mi Espíritu. Entonces Mis Palabras y Mis caminos se convertirán en Mis milagros, y éstos se convertirán en las señales
y milagros para esta hora a través tuyo y a través de tu ministerio en la Tierra.

¡Qué promesas tan maravillosas! Vamos a escuchar y a atender el grito del Espíritu Santo que nos dice: ¡llámame! La Palabra de Dios nos llama claramente a orar, y el Espíritu Santo nos ha hablado y nos ha dicho: ¡Llámame!

El mundo está clamando. La Iglesia está clamando. Si me escucharas, sabrías que tu propio corazón está clamando por esas corrientes del Espíritu para que fluyan a través de tu espíritu, tu alma, tu cuerpo, tan poderosamente como lo hacían en la iglesia primitiva. Queremos que Dios y la naturaleza de Su Ser fluyan en nosotros hasta que sonemos, actuemos y seamos como Jesús, el Ungido. Si lo llamáramos y luego buscáramos Sus caminos a través de la oración y Su Palabra, ¡Él no sólo nos respondería con el despertar más grandioso que el mundo haya visto, sino que lo haría a través de nosotros!


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