El 19 de Octubre de 1987, John Benefiel miraba fijamente la pantalla del computador de su escritorio en el complejo de negocios de Waterford, en la ciudad de Oklahoma. Su boca estaba tan reseca como el desierto del Sahara durante el verano, y su corazón latía rápidamente estimulado por la adrenalina. Miraba sobresaltado cómo EL ÍNDICE DOW JONES DE LA BOLSA SE DESPLOMABA EN CAÍDA LIBRE.
Para cuando cerró la jornada sudaba frio, y la bolsa había caído un 22,6 por ciento, lo que representaba una pérdida de 500 mil millones de dólares. Ésta fue la caída más estrepitosa en la historia del mercado de valores en un solo día, y se la denominó como el Lunes Negro.
En un solo día, John había perdido el 95 por ciento de sus empresas.
Por primera vez en toda su vida, pensamientos de suicidio circulaban por la mente de John como aves de carroña rondando un cadáver. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo mantendría a su esposa y a sus 3 hijos?
John era un corredor de bolsa y consultor de inversiones licenciado. Había construido sus negocios alrededor de estrategias de inversión que alcanzaban un promedio de 3 a 4 por ciento mensual y un 35 a 40 por ciento anual. Sin el beneficio de un salario, él había vivido muy bien de sus comisiones.
Excepto que ahora las comisiones se habían esfumado.
John había obtenido una maestría en administración de empresas, y entendía de economía. No cabía ninguna duda acerca de lo que debía hacer: dejar de gastar dinero en nada que no fuera esencial; y tratar de encontrar algún trabajo en cualquier lado que ofreciera un salario. Él sospechaba que mucha gente ya estaba hablando con sus abogados para declararse en bancarrota.
Su mente regresó a los comienzos de su carrera, en el año 1973. Un pastor local, U.L. Harshfield, quien lideraba una iglesia carismática pionera en la ciudad de Oklahoma, había traído a un joven llamado Kenneth Copeland a predicar.
John había llevado ese día una grabadora portátil a la primera fila, donde se había sentado, maravillado por la enseñanza de Kenneth Copeland acerca de las leyes de la prosperidad. El joven predicador había delineado las bases escriturales de la economía de Dios, punto tras punto y precepto tras precepto. John nunca había escuchado esos conceptos en su currículum universitario, y tampoco los había escuchado en la iglesia.
Ahora, al borde de la ruina económica, sabía que tenía que llevar sus pensamientos cautivos―y buscar al Señor. Saliendo de su oficina, se dirigió a la iglesia para orar.
Esa tarde en su casa, John habló acerca de la situación con su esposa Judith. “Solo unos queda una cosa por hacer”, le dijo.
¿Qué?
“Duplicar nuestro porcentaje de ofrendas”.
La economía de Dios
“Cuando pierdes el 95% de tus negocios, te asusta la idea de dar más en vez de reducirlo”, John admite. “Ofrendar más era como darle un golpe de gracia a cada una de las estrategias económicas que ya sabía, excepto la de Dios. Hasta este día no puedo explicar cómo sobrevivimos financieramente, pero nunca nos atrasamos en un solo pago. Dios me dio tal favor con mis clientes que decidieron seguir conmigo, pero las inversiones bursátiles eran el 95 por ciento de mi negocio y habían desaparecido. Nosotros ofrendamos hasta que nuestras ofrendas nos sacaron de esa situación, gracias a lo que había aprendido de Kenneth Copeland”.
“No hubiera tenido la sabiduría para hacerlo si no hubiera pasado varios años aprendiendo cómo vivir por fe. No recuerdo haber estado más emocionado de lo que estaba en 1973, cuando Kenneth Copeland demostró tras un recorrido por las Escrituras que Dios quería que prosperáramos. Esa revelación transformó mi vida. El primer cambio que hice fue diezmar. En esa época tenía unos 20 años, y estábamos luchando financieramente. Parecía una locura tratar de vivir con el 90 por ciento de nuestro salario cuando no podíamos hacerlo con el 100 por ciento. Pero diezmamos y oramos como Kenneth Copeland nos instruyó; Malaquías 3:10 promete que Dios nos demostrará y derramará la bendición. Al día siguiente, una mujer que nunca había conocido me llamó y me pidió que la ayudara a invertir 3 millones de dólares. Dios se ganó mi atención completa”.
“Desde ese momento, comencé a escuchar a Kenneth Copeland cada vez que venía a la ciudad. Nos volvimos colaboradores de su ministerio, escuchábamos sus programas, leíamos sus libros y asistíamos a la Convención de Creyentes del Suroeste prácticamente todos los años. El mismo pastor que lo llevó a la ciudad de Oklahoma también trajo a Kenneth Hagin, Charles Capps y Fred Price a predicar. Nosotros aprovechábamos cada oportunidad para edificar nuestra fe”.
Fe como la de un niño
John y Judith no eran los únicos que acrecentaban en su fe. Inspirados por el testimonio de Kellie y John Copeland en el que creían por un bote, los niños Benefiel ―Dana, Rhett y Troy― se aventuraron en la fe por ellos mismos. A sus 9 años, Dana se enteró que sus padres estaban yendo de vacaciones a Maui sin ellos, y les dijo: “¡Eso no es justo! ¡Nosotros queremos ir a Disney World!”
John y Judith le explicaron: “entonces tendrás que usar tu fe. La última vez que fuimos nos costó $1.700. Te sugerimos que le escribas una carta a Dios, y ores”. A continuación John agregó: “El dinero no puede salir de mi sueldo”.
Dana le escribió una carta a Dios pidiéndole por $1.700 y agregó que no quería que costara tanto. Después de liberar su fe, la puso en la nevera y le agradeció a Dios por la respuesta. Por fe, llamó a su abuela y le compartió que estaban yendo a Disney World. También le dijo a su profesora.
Los meses pasaron y nada sucedía.
Más adelante, le ofrecieron a John un negocio por fuera de su trabajo normal; la comisión del cheque era equivalente a $1.700. Sabiendo que ese era el dinero de Dana, fue a las aerolíneas de Continental y compró cinco pasajes con destino a Orlando. La mujer lo miró con cara de asombro. “¡Nunca he visto algo similar! Nos han notificado acerca de un descuento, ¡y sus pasajes están a mitad de precio!”
John le mencionó acerca del viaje a un amigo, quién le dio vales gratis para el hotel y un auto rentado. Cuando John leyó en una revista un artículo que presentaba a la jefa de relaciones públicas de Walt Disney World, él le envió una copia de la misma con una nota. A pesar de que ella recibía cientos de cartas diarias por correo, uno de sus empleados le entregó la revista y la nota de John. Ella llamó a John para agradecerle, se encontró con él a la entrada y ¡le dio pases gratuitos para el parque por una semana entera!
La fe no se da por vencida
En 1975, John sintió cómo el Señor animaba su fe para llevar un canal de televisión cristiano a Oklahoma. La verdad es que nunca había visto un programa de televisión cristiano; sin embargo, se apropió de la visión.
John y cuatro socios llenaron una aplicación para el canal 14 en la ciudad de Oklahoma. Al hacerlo se dieron cuenta que necesitarían programación e investigaron quiénes la proveían. Encontraron a tres compañías: PTL con Jim y Tammy Bakker; CBN con Pat Robertson; y una tercera y pequeña compañía llamada TBN con Paul Crouch, que sólo tenía dos estaciones. Optaron por la tercera y llamaron a Paul Crouch, quien voló para reunirse con ellos. Juntos, formaron la red de distribución Trinity de la Ciudad de Oklahoma en Enero de 1976.
Tan pronto como ellos aplicaron para el permiso de la estación, varias compañías más también lo hicieron después de ellos. Una de ellas estaba listada en la bolsa de Nueva York. Debido al tamaño y sus recursos, le sugirieron a John que retirara su aplicación y se olvidara del asunto. Él lo hubiera hecho, excepto por una sola cosa.
John nos dice: “La fe no abandona. Nunca se da por vencida”.
Los abogados de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) les dijeron que se dieran por vencidos, pero John creyó que no era el tamaño de la corporación lo que determinaría el resultado, sino su fe y las palabras de su boca. Todos los días confesaba: “Gracias Señor por el canal Trinity de la Ciudad del Oklahoma, que transmitirá el evangelio completo de Jesús las 24 horas al día, los siete días de la semana, a miles de personas―aun cientos de millones de personas―quienes serán salvas, sanadas, liberadas y llenas del Espíritu Santo; operaremos sin pérdidas, con la gente que Tú elijas, sin que le agreguemos ni le quitemos”.
John declaró esa confesión todos los días durante cinco años, hasta que la corporación de Nueva York retiró su oferta y TBN de la Ciudad de Oklahoma consiguió la estación. Como representante de la compañía, John adquirió un estudio y un lote valuados en $650.000 y pagó otros $50.000 en concepto de equipamiento. Un año más tarde vendió la mitad del lote por $350.000. El 4 de Marzo de 1981, la estación salió al aire con la asistencia de Kenneth Copeland, Paul y Jan Crouch.
Nuevos itinerarios de fe
“En 1985, Judith y yo fuimos a Suiza”, John recuerda. “Mientras estábamos allí viajamos a la ciudad de Capione, Italia, para visitar a nuestros amigos misioneros Frank y Tommy Farnsworth. Nos pidieron que le habláramos a un grupo, y pensé que era muy raro que el Señor me pusiera en el corazón que les hablara de cómo habíamos creído por un canal cristiano de televisión en Oklahoma. Yo no tenía forma de saber que un hombre en el grupo, que acababa de nacer de nuevo bajo el ministerio de los Farnsworth, era dueño de un canal de televisión en Campione. Después de que hablé me dijo: “me gustaría venderle mi estación de televisión a Paul Crouch y la cadena Trinity”.
John prosigue: “Paul voló y compró la estación, llamándola TBN de Europa como un acto de fe. Un mes después de que cerramos el trato, las reglas cambiaron, prohibiendo que personas del extranjero fueran dueñas de estaciones de televisión en Europa. Pero como Paul ya la había comprado, ya tenía derechos adquiridos y significaba que TBN podía expandirse por todo el continente”.
Después del Lunes Negro en 1987, John y Judith pensaron que deberían mudarse a Texas donde John buscaría otro trabajo. Ellos decidieron buscar al Señor con todos sus corazones para conocer Su voluntad. Por los siguientes tres años y medio, John oró en lenguas entre una y dos horas diarias. Judith oraba en lenguas entre 2 y 8 horas al día. Con el tiempo determinaron con seguridad: estaban equivocados. John no debía buscar un nuevo trabajo en Dallas. Dios quería que empezara una iglesia en la Ciudad de Oklahoma.
“Comenzamos la Iglesia en la Roca (Church on the Rock) en la Ciudad de Oklahoma el 5 de Mayo de 1991”, nos relata John. “Debido a que habíamos orado por el nacimiento de esta iglesia en lenguas, fue la cosa más fácil que alguna vez hemos hecho. Todo el mundo me advirtió que para que pudiera abrir una iglesia necesitaría renunciar a mi trabajo. Para mí esto no tenía sentido económicamente, así que trabajé tiempo completo los primeros cinco años”.
Un verano después de fundada la iglesia, John y Judith sembraron una ofrenda muy grande durante la Convención de Creyentes del Suroeste: una semilla por una casa nueva. Pocos años después, Judith soñó con una casa en medio de árboles frondosos, a las orillas de un lago. Al tiempo, un miembro donó la casa a la iglesia para que sirviera de casa parroquial.
Fe para recuperarse
Además de trabajar tiempo completo y liderar la iglesia, John también empezó una red de oración, trabajando con pastores locales de varias denominaciones. No mucho tiempo después, un pastor le dijo a John: “Cuando leo la Biblia, ésta no menciona la Primera Iglesia Pentecostal de Éfeso o la Primera Iglesia Bautista de Jerusalén. Habla de la iglesia de cada ciudad: la iglesia de Jerusalén, la Iglesia de Antioquia, la Iglesia de Éfeso”. Luego, el hombre me preguntó: ¿Si el Señor fuera a escribir una carta a la iglesia de la Ciudad de Oklahoma, quien la recibiría? ¿Cómo se la harían llegar a todos los creyentes?”
Nadie imaginó cuán válida y profética sería esa pregunta.
En los meses que antecedieron a Abril de 1995, cuando el reconocido profeta internacional Chuck Pierce recibió una advertencia acerca de que se avecinaba un desastre, no existía una forma de hacerle llegar el mensaje a los líderes claves. Cuando intercesores de diferentes denominaciones en todo el estado recibieron el mensaje, no existía una manera de entregárselo a varias denominaciones, iglesias, pastores o intercesores.
El 19 de Abril de 1995, Pierce estaba al teléfono con un ministro de la Ciudad de Oklahoma tratando de que alguien escuchara la advertencia, cuando una bomba explotó en el centro de la ciudad de Oklahoma. Este fue el primer acto terrorista en territorio estadounidense.
“Aunque la cadena de oración comenzó antes del atentado”, John recuerda, “el incidente nos unió mas en oración con renovado fervor. Nuestra ciudad estaba traumatizada, y la iglesia de la ciudad y el estado estaban fracturados. Lo que empezó como una oración por la ciudad creció hasta convertirse en el corazón de una red de oración apostólica por nuestra tierra. Para mí era lógico que si el reino de Dios estaba avanzando, habría resultados tangibles en nuestros barrios, ciudades y estados. Esas eran las marcas de éxito que anhelaba ver”.
“A medida que nos reuníamos corporativamente para arrepentirnos y pedirle a Dios que sanara nuestra tierra, empezamos a ver cambios. Por ejemplo: en el 2006 y al comienzo del 2007, los lagos y los ríos en Oklahoma estaban tan bajos que los meteorólogos predijeron que se recuperarían en un espacio de 8 años. Después de nuestra reunión corporativa, empezó a llover, y en un período muy corto de tiempo la sequía se terminó. Cada vez que íbamos a un estado diferente, veíamos los mismos resultados. Vez tras vez, cuando nos reuníamos para lidiar con problemas y nos poníamos en la brecha a través del arrepentimiento, Dios cumplió cada vez con Su promesa de sanar nuestra tierra, con resultados innegables”.
Hace 20 años la Ciudad de Oklahoma estaba tan espiritualmente desarticulada que cuando Dios envió un profeta advirtiendo acerca de un desastre inminente, no pudo encontrar un grupo unido al que pudiera avisarle. El atentado en el Centro de la Ciudad de Oklahoma transformó el lugar en una zona de guerra. La economía del estado tenía una historia muy larga de pobreza y Oklahoma se mantenía en los últimos puestos del ranking para casi todas las áreas sociales.
Hoy, la Iglesia de Oklahoma es fuerte y líderes cristianos han tomado sus lugares en la ciudad y en el gobierno. Mientras los Estados Unidos sufrieron una profunda recesión desde Diciembre del 2007 hasta Junio del 2009, la revista Forbes enumeró la Ciudad de Oklahoma como la ciudad No. 1 a prueba de la recesión. Los titulares del USA Today declararon: “La Ciudad de Oklahoma desafía la recesión”. Bussiness Week listó la ciudad en tercer lugar entre las 40 economías más fuertes de la nación. Sin embargo, uno de los cambios más importantes, es que ahora Oklahoma puede movilizar la oración a nivel estatal en pocos minutos.
Cuando el Dr. C. Peter Wagner investigó lo que estaba sucediendo en Oklahoma, dijo: “Por la posición que tengo, estoy en contacto con mucha gente que está haciendo cosas alrededor del mundo y también en los Estados Unidos… Los reportes que recibo de parte de HAPN son los resultados más tangibles de la oración de alto nivel y la guerra espiritual que alguna vez he oído en mi vida”.
John nos relata: “Nosotros no nos tomamos el crédito por la transformación de la Ciudad de Oklahoma. Porque después del atentado, se oró más por la Ciudad de Oklahoma que por cualquier otra ciudad en la Tierra, con excepción de Jerusalén”.
Hoy, HAPN (hapn.us) ha crecido hasta incluir los 50 estados y a 63 países. El libro del Dr. Benefiel, “Atando al hombre fuerte sobre América” (Binding the Strongman Over America), describe su caminar de más de 25 años.
La iglesia y la red de oración no son las únicas cosas que han crecido. Hoy en día, la familia de John y Judith Benefiel ha crecido para incluir a 10 nietos y 13 bisnietos.
“Nosotros aprendimos de la fe en 1973, cuando colaboramos con KCM”, nos explica Judith. “Usamos los mismos principios para crecer la iglesia y la red de oración. La misma fe que cambió nuestras vidas está transformando ciudades, estados y países”.
Dios hará por ti lo mismo que hizo por John y Judith Benefiel y por la Ciudad de Oklahoma. Si tan solo creyeras, Él restaurará todo lo que has perdido; sin embargo, Él no se detendrá allí. La fe te llevará más allá de lo que alguna vez soñaste que pudieras hacer.