Cuando hablan de política, generaciones de miembros de la iglesia en los Estados Unidos han estado diciendo: “Oh, solo esperamos y oramos que los demócratas puedan arreglar este desastre… Oh, solo esperamos y oramos para que los republicanos puedan solucionar el problema…”
Bueno, los políticos no son Dios. Además, solo están aquí para gobernar, y el gobierno no puede crear ni cambiar nada.
El cambio real, ya sea en el ámbito político, económico o espiritual, solo ocurre cuando la Iglesia comienza a orar y creer en Dios. Eso es así porque somos los que tenemos la autoridad, y se nos ha dado esa autoridad en el Nombre de Jesús. Sin embargo, nuestro problema es que no hemos sabido qué hacer con ella.
Legalizando el pecado
Vimos un ejemplo hace varios años durante una elección presidencial de los EE. UU. Solo un 50% de los estadounidenses nacidos de nuevo votaron. Eso es triste, especialmente cuando consideras que menos de 600 votos en el estado de Florida determinaron el resultado de la elección general. Fue un caso claro de creyentes que, a pesar de tener la autoridad y el poder para “marcar la diferencia”, no se lo tomaron en serio. ¿Por qué sucedió?
Además de extrema inacción, sospecho que muchos cristianos realmente creen que Dios simplemente elige a quien quiera para ocupar un cargo político y luego soberanamente los designa en ese puesto. La línea de pensamiento es: Dios es Dios. Él es el que decide. ¿Quién soy yo para atreverme a pensar que tengo alguna influencia en el proceso?
¿De dónde sacarían los cristianos tal idea?
Bueno, probablemente de sermones; muchos de nosotros hemos escuchado la predicación del extracto de Daniel 4:25 que dice: «…el Altísimo es el señor del reino de los hombres, y que él entrega ese reino a quien él quiere.». Este es el pasaje donde el rey Nabucodonosor de Babilonia soñó que perdía su vasto imperio por un tiempo debido a su orgullo. Al final, porque no hizo caso a la advertencia de Daniel y se negó a reconocer que el Altísimo es el señor del reino de los hombres, y que Él entrega ese reino a quien él quiere», su pesadilla se hizo realidad.
A primera vista, podríamos interpretar que las Escrituras dicen: “Dios simplemente da posiciones de autoridad a quien quiera, sin importar”. Pero esa no es la verdad total del asunto. Para entender este pasaje, debemos interpretarlo a la luz del resto de la PALABRA de Dios. Entonces, para hacerlo, repasemos el relato bíblico de otro rey.
En 1 Samuel 8, encontramos que el pueblo de Israel quería ser como las otras naciones del mundo. Ellos querían un rey. Previo a ese momento, Dios había usado a Sus profetas –Sus voceros–, para guiarlos. Personas como Moisés, Josué y Samuel escucharon la voz del SEÑOR sobre los asuntos de Israel y transmitieron la PALABRA de Dios al pueblo. Dios era Su rey.
Sin embargo, esa forma de manejar los diversos asuntos pasó de moda para los israelitas, quienes querían algo nuevo y diferente. Su actitud se convirtió en: ¡Que se encargue el gobierno!
Dios le había dado a Su pueblo la oportunidad de buscarlo personalmente, para el bien individual y para el bien de su nación, pero ellos querían delegarle esa responsabilidad a otra persona. Los israelitas no querían enfrentarse cara a cara con Dios.
A decir verdad, realmente querían a alguien que no fuera tan “espiritual” como un profeta como su guía; tal vez alguien que en realidad pecara un poco de vez en cuando y, en consecuencia, no fuera tan duro con ellos. En resumen, estaban tratando de descargar su responsabilidad espiritual en otra persona para poder beber cuando quisieran, ser inmorales cuando quisieran serlo… y pecar cuando quisieran pecar.
¡Larga vida al rey!
Cuando Samuel se acercó al Señor con la solicitud del pueblo, Dios les entregó lo que solicitaban, pero con esta advertencia:
«El rey que ustedes ahora piden les quitará a sus hijos para ponerlos como soldados en sus carros de guerra; unos serán jinetes de su caballería… a otros los pondrá al mando de mil soldados… a otros los pondrá a labrar sus campos y a levantar sus cosechas, y a otros los pondrá a fabricar sus armas y los pertrechos de sus carros de guerra. También les quitará a sus hijas, para convertirlas en perfumistas, cocineras y panaderas. Además, les quitará sus mejores tierras, y sus viñedos y olivares, y todo eso se lo entregará a sus sirvientes. Les quitará también la décima parte de sus granos y de sus viñedos para pagarles a sus oficiales y a sus sirvientes… El día que ustedes elijan su rey, lo van a lamentar; pero el SEÑOR no les responderá.» (versículos 11-18).
A pesar de la advertencia, el pueblo de Israel todavía exigió: «…tendremos un rey. Así seremos como todas las naciones. Y nuestro rey nos gobernará, y saldrá al frente de nosotros y presentará batalla por nosotros.» (versículos 19-20).
De lo que no se dieron cuenta en ese momento fue que el pecado mata, ya sea que tengas un rey como líder o a Dios mismo. Sin importar, la paga del pecado sigue siendo la muerte. Entonces Dios le dijo a Samuel: «Atiende su petición, y ponles un rey que los gobierne.» (versículo 22). En otras palabras: “Adelante, dales lo que quieran”.
Compara ese intercambio con lo que acabamos de leer en Daniel 4: que Él entrega ese reino [posiciones de liderazgo] a quien Él quiere…» O, “¡Soy Dios y soy el que toma las decisiones!”
Entonces, ¿cómo es que funciona? La gente toma las decisiones, ¿o Dios?
Para responder esa pregunta, ten en cuenta que Dios es un Dios de pacto. Cuando se trata de lidiar con Su pueblo de pacto y decidir quién ocupará un puesto de liderazgo, Dios no está mirando a los paganos, aquellos que no están en pacto con él, para tomar la decisión. Él está esperando que Su pueblo lo haga.
A pesar de lo que la mayoría de los creyentes piensan, cuando se trata de decidir quién será colocado en un rol de autoridad, la única vez que los paganos tienen algo que decir es cuando el pueblo de Dios les entrega su autoridad, tal cual lo hizo Adán en el Jardín del Edén, o simplemente al no ejercerla, que es exactamente lo mismo.
Sé que es una declaración fuerte, pero mira la PALABRA. Dios fue muy claro cuando dijo: «si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra.» (2 Crónicas 7:14).
Nota que Él no dijo nada sobre los paganos. Él no dijo: “Si toda la nación se humilla y ora… entonces sanaré su tierra”. No; Él dijo: «Si mi pueblo…» Esa es la Iglesia. Él está hablando de ti y de mí.
¡En caída junto al rey!
Cuando el pueblo de Dios elige el pecado, cuando elige perseguir cada cosa diabólica en la que pueda pensar o permitir que exista y no hacer nada al respecto, Dios gobernará en los asuntos de los hombres. Él le dará a Su pueblo de pacto lo que quiera, tal como lo hizo con Israel.
Sin embargo ¿recuerdas Su advertencia para ellos? «El día que ustedes elijan su rey, lo van a lamentar» (1 Samuel 8:18).
Una vez le pregunté al Señor cómo esperaba que nosotros, como creyentes, decidiéramos elegir los candidatos políticos. Me respondió al hacerme una pregunta: ¿Alguna vez notaste que las personas que apoyan el aborto, o las que tienen un estilo de vida perverso en sus tantas versiones y las que caminan al borde de la ley todo el tiempo, nunca se dividen entre su elección para los candidatos políticos?
Él tenía razón. En todos mis años, los partidarios del aborto, los partidarios de la pornografía, los que están involucrados en la homosexualidad u otras perversiones, y los usuarios de drogas y alcohol siempre se han unido cuando se trata de cualquier tipo de elección.
¿Por qué?
Mayoritariamente, lo más importante en la vida de estas personas es un pecado en particular como estandarte y un estilo de vida edificado alrededor del mismo. En consecuencia, buscan un candidato que cree un ambiente que fomente un espacio para su estilo de vida pecaminoso.
Entonces el SEÑOR me preguntó: ¿Debería el Cuerpo de Cristo por algún motivo promover la creación de un ambiente que facilite el pecado?
Por supuesto, mi respuesta fue: “¡No!”
Jesús llevó nuestros pecados en la cruz. Y todo lo que Él llevo por nosotros, lo resistimos. Resistimos el pecado. Resistimos las enfermedades, la dolencia, la pobreza, etc. No estamos en contra de la persona que comete pecado, sino que estamos en contra del pecado en sí.
Cuando llegamos al punto de no oponer resistencia al pecado, ya sea al no votar en absoluto o al votar por las razones equivocadas, entonces hemos unido fuerzas con aquellos que están sirviendo una causa injusta. Puede que estés votando de esa manera porque así es como tu familia siempre ha votado, pero terminarás gimiendo y lamentándote más tarde, tal como lo hizo Israel.
Ahora bien, cuando se trata de resistir el pecado, ciertamente podemos tomar nuestras pancartas, salir corriendo y protestar en la clínica de aborto local, la biblioteca para adultos o la alcaldía. Pero ha habido muchos malentendidos al respecto, y principalmente ha sido culpa de los predicadores.
Con el paso de los años, demasiados pastores han convertido sus púlpitos en plataformas políticas sin profundizar en LA PALABRA de Dios, hasta que finalmente lograron vislumbrar las verdaderas raíces espirituales.
No me malinterpretes. Hay un tiempo para reunirse y tomar una posición. Pero podemos poner “¡Jesús salva!” en carteles, calcomanías, camisetas y todo lo demás, y lograr poco o nada de bien con esa estrategia. Debemos seguir el plan prescrito por Dios.
Recuerdo cuando las tiendas de barrio en los Estados Unidos comenzaron a vender revistas pornográficas en sus estantes. Mucha gente de la iglesia se enojó, tomó carteles y comenzó a hacer protestas en las tiendas.
Durante ese tiempo, escuché al dueño de una tienda que decía: “Dios mío, no tenía grandes ventas hasta que todos esos cristianos comenzaron a llegar y engendrar tantos Caínes. Cuando estos últimos llegaron, me quedé con góndolas vacías una y otra vez.”
Los creyentes tenían el corazón correcto respecto al asunto, pero su plan fracasó. El poder no está en la protesta; está en LA PALABRA y la oración.
Los corredores del poder auténtico
Para responder a mi pregunta acerca de cómo nosotros, los creyentes, debemos seleccionar candidatos políticos, el Señor me llevó a 1 Timoteo 2:1-2, donde el Apóstol Pablo escribió: «Ante todo, exhorto a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los que ocupan altos puestos, para que vivamos con tranquilidad y reposo, y en toda piedad y honestidad.»
La parte en la que la Iglesia se ha equivocado tanto con respecto a nuestra autoridad y responsabilidad en el proceso político es la parte de «acciones de gracias» en las instrucciones de Pablo.
Piénsalo. Cuando alguien que no nos gusta es elegido, de repente, ya no estamos interesados en orar por ese cargo. O tal vez hemos orado por ellos, pero ciertamente no estamos dispuestos a darles las gracias. Con demasiada frecuencia, cuando hemos sido diligentes en orar por hombres y mujeres con autoridad, nos hemos dado la vuelta y los hemos destrozado abiertamente en nuestras conversaciones. Según la PALABRA de Dios, eso no funcionará.
Es obvio cuando las personas en posiciones de liderazgo están haciendo cosas impías. Pero todavía tenemos que hablar con Dios, y eso es lo que cuenta. Somos Su pueblo del pacto, tal como vimos anteriormente con Israel. Sin embargo, solo podremos decirle algo a Dios acerca del asunto cuando hayamos cumplido con nuestra responsabilidad de orar por las elecciones y los candidatos, escuchar cómo quiere que votemos y luego lo hagamos.
Una vez que hayamos cumplido con esa parte, no importa si la persona por la que votamos gana o no. Lo que importa es nuestra obediencia.
El Señor una vez me dijo: Es muy importante que Mi pueblo tome una decisión. Porque si eliges la forma en que te digo que elijas, incluso si sale al contrario, te protegeré durante todo el proceso, como si la forma en que votaste se hubiera manifestado.
He visto que eso sucede una y otra vez.
Amigo: Dios ha hecho que todo este proceso sea muy fácil para nosotros. Nos dijo que lo primero que debemos hacer es hacer una petición e intercesión por todos los hombres, reyes y hombres en autoridad. Entonces, debemos darle las gracias por ellos.
No tenemos que ayunar y orar por 40 días, dos veces al año. Simplemente pasa orando todos los días de 10 a 15 minutos como dijo Pablo que oraras por nuestras autoridades. Claro, puede haber ocasiones en que el Espíritu de Dios te guíe a pasar más tiempo y orar sobre un asunto en particular. Sigue ese ejemplo.
El punto es hacer que el enfoque principal y el esfuerzo de tus peticiones, intercesiones y acción de gracias sean consistentes. El verdadero poder espiritual reside en la consistencia. Eso significa día tras día orar en el espíritu, pararse firme en LA PALABRA, levantar manos santas y alabar y adorar a Dios con respecto a nuestras autoridades, incluyéndolas a todas.
Recuerda: un cartel de protesta no tiene un impacto real si no está lleno de la Unción de Dios. Pero, cuando nosotros como la Iglesia nos llenemos de esa Unción, te garantizo que no necesitarás un cartel para protestar.
Somos aquellos que tienen la autoridad. Somos los que tenemos influencia con Dios. Ahora es solo cuestión de… ¿qué diremos?