A la gente de todas partes le gusta ganar. No importa quiénes somos, nuestra raza o cuáles sea nuestro origen: a todos nos gusta estar del lado victorioso, sea lo que esté sucediendo.
Si somos fanáticos de los deportes, nos emocionamos tanto cuando nuestro equipo favorito gana un gran partido, que pensarías que ganar realmente nos traería algo bueno. Pensarías que pondría dinero en nuestras cuentas bancarias, sanaría nuestros cuerpos o solucionaría problemas importantes en nuestras vidas.
Sin embargo, al día siguiente cuando nos despertemos, todo será más o menos igual. La emoción de esa victoria se habrá esfumado y nos habremos olvidado, porque ese tipo de victoria no tiene ningún impacto duradero. Realmente no tiene un poder transformador en nuestra vida.
Sin embargo, hay una clase de victoria que sí lo hace.
Es la victoria en Dios que nos pertenece como creyentes. Primera de Juan 5:4 la llama: «la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.» y hará por nosotros todo lo que necesitemos. Es real: ¡su impacto es duradero y todos deberíamos estar extremadamente entusiasmados!
Cuando nuestro equipo gana el campeonato no es ni siquiera una montañita de frijoles en comparación con lo que la fe vencedora del mundo puede hacer por nosotros. De hecho, sanará nuestros cuerpos, pondrá dinero en nuestras cuentas bancarias y solucionará problemas grandes y pequeños en nuestras vidas. No solo nos hará felices temporalmente; nos dará razones para alegrarnos todo el tiempo.
Cuando vivimos por fe, no tenemos que esperar a que un grupo de atletas súper talentosos salgan al campo y produzca victorias para nuestro equipo. Podemos ganarlas nosotros porque, a diferencia de las victorias de campeonatos deportivos, la victoria que vence al mundo está disponible para todos. Todo lo que tienes que hacer para calificar es creer en Jesús y hacer de Él el Señor de tu vida.
¿Por qué creer en Él te califica para ser un vencedor?
Porque como dice 1 Juan 5:1: «Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios.» El versículo 4 dice: «Porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.» Nacer de Dios no es solo un buen concepto religioso. Es una realidad. Cuando recibiste a Jesús como tu Señor, espiritualmente naciste de nuevo. Dios te engendró y te convertiste en una nueva creación. Naciste de Su Espíritu, y recibiste en tu interior Su vida. Te convertiste en una nueva criatura.
¿Cómo puedes nacer de Dios y ser derrotado? Nada puede vencerlo, y Él es Tu Padre celestial. No solo ha prometido cuidarte, ser tu proveedor, tu protector y tu libertador, sino que al recrearte a Su imagen, te ha hecho más que un vencedor por medio del Señor Jesucristo.
¡A eso le llamo tener un comienzo victorioso! No tienes ninguna excusa para andar por ahí deprimido y desanimado. Eres un ganador nacido sobrenaturalmente. Debes pensar en quién eres: echa los hombros hacia atrás, levanta la cabeza y camina como un vencedor. Incluso los hijos de reyes terrenales caminan como si fueran alguien; y ningún rey en el mundo se compara con Tu Padre.
Eres un hijo del Dios Altísimo, y «todo el que ha nacido de Dios vence al mundo.» (versículo 4).
El mundo se refiere a todo lo que hay en este sistema mundial oscurecido por el pecado. Se refiere a todos los efectos de la maldición que entró en la Tierra a través de la caída de Adán, a todo el odio, el mal y los problemas que el demonio está creando. El versículo 19 dice: «el mundo entero está bajo el maligno.» pero, como creyentes, lo hemos vencido. Porque sabemos que hemos «nacido de Dios», y «aquel que fue engendrado por Dios lo protege, y el maligno no lo toca.» (versículo 18).
“Bueno”, podrías decir: “Realmente no creo que podamos tomar ese versículo literalmente. Nadie podría caminar por este mundo sin ser tocado por el demonio.”
¿Qué hay de Dios? ¿No crees que podría hacerlo? ¿No crees que podría caminar por la parte más peligrosa de la ciudad, entrar en contacto con las enfermedades más contagiosas o incluso pararse en medio de un campo de batalla durante un conflicto militar y salir intacto?
¡Ciertamente, Él podría! Entonces, como alguien que nace de Él, si caminas por la fe que vence al mundo de Su Palabra, también puedes hacerlo.
Cuando llega la luz la oscuridad sale corriendo
“¡Oh, Gloria, eso es demasiado irrealista!”
No, no lo es. Solamente es una simple victoria bíblica. Es el tipo de protección intocable que encontramos descrita en el Salmo 91. Allí, Dios promete que, si moras en el lugar secreto del Altísimo, y dices que el Señor es tu refugio y fortaleza, tu Dios, en quien confías:
El Señor te librará de las trampas del cazador; te librará de la peste destructora. El Señor te cubrirá con sus plumas, y vivirás seguro debajo de sus alas. ¡Su verdad es un escudo protector! No tendrás temor de los terrores nocturno, ni de las flechas lanzadas de día;
no temerás a la peste que ronda en la oscuridad, ni a la mortandad que destruye a pleno sol. A tu izquierda caerán mil, y a tu derecha caerán diez mil, pero a ti no te alcanzará la mortandad. (versículos 3-7).
¿Cómo es posible ese tipo de protección? Piensa en términos de luz y oscuridad. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, dijo: «Mientras que estoy en el mundo, soy la luz del mundo.», y la oscuridad de este mundo no podía tocarlo. Venció en todas las situaciones porque la luz siempre vence a la oscuridad.
Cuando regresó al cielo, nos dijo: «Ustedes son la luz del mundo.» (Mateo 5:14). Entonces, mientras caminemos por fe en Él, la oscuridad tampoco puede tocarnos. Porque nacimos de Dios que: «es luz, y en él no hay tiniebla alguna.» (1 Juan 1:5), a pesar de que todavía estamos en este mundo oscuro, donde nosotros estamos no está oscuro porque Dios está en nosotros, sobre nosotros, a nuestro alrededor y para nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es andar «en luz, como él está en luz» (versículo 7) y donde sea que vayamos la oscuridad tiene que huir.
¡Es por eso que podemos tener la victoria!
Es por eso que podemos reprender la enfermedad y las dolencias de nuestros hijos y la escasez de nuestras vidas. Es por eso que podemos superar la tentación, decir no a los malos hábitos que intentan apoderarse de nuestra carne, atravesar peligros, tormentas y situaciones amenazantes y atravesarlos enteros, intactos y sin sufrir ningun daño.
Podemos hacer todas esas cosas porque creer en Dios nos permite caminar a través de la oscuridad y aún estar en la luz. Podemos vencer cualquier cosa por la victoria que vence al mundo, incluso nuestra fe.
¡La victoria es dulce! Y está disponible para todos los creyentes porque todos tenemos fe. Dios mismo nos la dio en el momento en que nacimos de nuevo (lee Romanos 12:3). Sin embargo, lo que hagamos con ella depende de nosotros.
No estamos obligados a caminar en la fe que Dios nos ha dado. No tenemos que desarrollarla y ponerla a trabajar para nosotros al creer la Palabra y hablarla. Dios no nos obligará a hacer esas cosas.
Es nuestra elección: ¿queremos caminar en victoria por fe? o ¿queremos caminar por incredulidad? Sorprendentemente, muchos cristianos eligen la incredulidad. Reciben suficiente luz de la Palabra de Dios para salvarse, y eso es todo lo que eligen. En lugar de creer lo que dice la Palabra de Dios acerca de la sanación, en realidad lucharán para aferrarse a sus enfermedades. Creerán la mentira religiosa de que es una “bendición disfrazada” y luego irán al médico para deshacerse de esa bendición. En lugar de creer lo que Dios dice sobre la BENDICIÓN financiera, se enojarán con los predicadores de la prosperidad y luego trabajarán 40 a 80 horas semanales tratando de enriquecerse.
¡Algo no está bien con esa manera de pensar! ¿Cómo puede la enfermedad ser una bendición de Dios, pero estar bien ir al médico para deshacerse de ella? ¿Cómo puede estar bien que los cristianos se hagan ricos, pero no está bien que Dios lo haga por ellos? Eso ni siquiera tiene sentido.
Lo que sí tiene sentido es creer lo que Dios dice. Estar de acuerdo con Él y vivir como los vencedores sanados, prósperos y victoriosos que Él nos creó para ser. Lo que tiene sentido es que desarrollemos nuestra fe, como dice Romanos 10:17, «del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios.»
Charles Capps solía decirlo de esta manera: “La fe viene escuchando… y escuchando… y escuchando… y escuchando… y escuchando la Palabra de Dios”. Y esa es realmente la verdad. Se necesita mucha Palabra para deshacerse de los errores religiosos y las mentiras diabólicas que nos hemos metido en la cabeza a lo largo de los años. Desarraigar la incredulidad con la Palabra de Dios es un proceso continuo. Realmente lleva toda una vida aprender a vivir por fe.
Pero cuanto más aprendemos, más aumenta nuestro nivel de victoria. Cuanto más se desarrolla y crece nuestra fe, más nos superamos. Por lo tanto, vale la pena continuar con el programa.
Si te gusta tener autoridad sobre el diablo; si te gusta no tener que temerle al mundo y a todo el mal que hay en él; ¡te gustará vivir por fe porque la fe vence al mundo!
El trabajo que produce como resultado el descanso
“Sí, pero intenté vivir por fe por un tiempo; no fue muy fácil.”
Nunca dije que fuera fácil. Sin embargo, ser derrotado tampoco es fácil. Es difícil pasar por la vida enfermo, en bancarrota, deprimido y sin esperanza. He estado allí, hice eso y no me gustó.
Prefiero hacer un esfuerzo hacia la fe todos los días de mi vida que ser derrotada por 24 horas. Prefiero pasar tiempo en la Palabra de Dios y hacer el trabajo necesario para mantenerla en mi corazón y en mi boca, en lugar de ser floja, permanecer incrédula e irme por el desagüe con el mundo.
Además, ni siquiera considero que pasar tiempo en la Palabra y hacer lo que dice sea un trabajo. Aunque hay un tipo de trabajo involucrado, no hace la vida más difícil; ¡hace la vida más fácil! El trabajo que hacemos para desarrollar nuestra fe en realidad resulta en “descanso” (Hebreos 4:11).
Antes de que Ken y yo aprendiéramos a vivir por fe, trabajábamos y no nos alcanzaba para poder pagar nuestras cuentas; puedo decirte que no había descanso alguno en eso. No había paz en ello. No había victoria ni gozo. Ahora trabajamos en la Palabra de Dios, y no solo es un trabajo agradable; nuestras cuentas están pagas, estamos BENDIDOS en todos los sentidos y podemos ser de BENDICIÓN para los demás.
¡La Palabra de Dios cambió el curso de nuestro destino! Nos sacó de la derrota y hacia la victoria.
En lo natural, no pensarías que las palabras podrían hacer eso. Pero la Palabra de Dios puede hacerlo porque es sobrenatural. Contiene en su interior el poder de hacerse realidad.
La Palabra de Dios funcionará para cualquiera. Te traerá descanso y victoria al igual que Ken y a mí, si le prestas atención, la recibes y la obedeces.
¿Cómo recibes la Palabra? La llevas a tu corazón y la crees. La pones en tu boca y la aplicas a tu vida. Cuando escuchas la sanación o la prosperidad predicada, dices: “¡Sí, amén! Yo lo creo. Lo diré y actuaré de acuerdo con ella.” Cuando lees en la Biblia que «la fe obra por el amor.» (Gálatas 5:6), dices: “Sí Señor, ahora veo que esa es la respuesta a mi problema. No he estado amando a esa persona.” Entonces te arrepientes, recibes perdón y caminas a la luz de esa Palabra.
¡Eso es recibir!
Este es un ejemplo de no recibir: escuchas la Palabra predicada y dices: “Bueno, eso no es lo que mi iglesia enseña, así que eso no puede ser correcto. No puede ser que Dios nos sane y nos prospere, porque no lo ha hecho por el fulano de tal. Es un cristiano precioso, está enfermo y no puede pagar el alquiler.”
No recibir es leer en la Biblia acerca de caminar en amor y decir: “No puedo caminar en amor hacia esa persona. Ha arruinado mi vida y no puedo perdonarla. Aunque la Biblia dice: «Y cuando oren, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en los cielos les perdone a ustedes sus ofensas.»”
Eso no es recibir la Palabra de Dios. Eso no es caminar en fe. Por el contrario, eso te aferra a la incredulidad y la desobediencia… y te mantendrá derrotado.
¡No has nacido de nuevo para vivir en derrota! Has nacido ganador. Tienes dentro de ti la fe de Dios, la misma fe que creó este universo.
No tienes que inclinarte ante la oscuridad de este mundo. Eres un hijo de la luz, y la luz vence a la oscuridad. Puedes creer y hablar la Palabra de Dios, y crear lo que sea necesario para que tu vida se alinee con Su maravillosa voluntad.
Puedes cambiar en tu vida lo que sea necesario cambiar. ¡Puedes sacar al diablo corriendo y superar cada batalla como más que un vencedor por la victoria que vence al mundo, incluso tu fe! ¿Cómo? ¡Recibe y cree la Palabra de Dios y actúa en consecuencia! V
Consejos prácticos:
- Como creyente, eres un ganador nacido sobrenaturalmente. 1 Juan 5:4
- Tienes dentro de ti el tipo de fe de Dios que creó el universo. Romanos 12:3
- Debido a que Dios es tu Padre y tienes Su vida dentro de ti, tienes victoria sobre el pecado y el diablo. 1 Juan 5:18
- Dios es luz, y aunque este mundo yace en la oscuridad, hay luz donde estás porque el Espíritu de Dios está en ti. Mateo 5:14
- Así como Dios creó este universo por fe, puedes crear tu mundo creyendo y hablando Su Palabra sobre tu vida. Marcos 11:23