Cuatro de abril de 1968. Barry Tubbs, a sus 25 años, salía de la sede de una compañía mayorista papelera en un área industrial de Memphis, Tennessee, donde estaba entrenando para un nuevo trabajo. Una cálida brisa le acariciaba el pelo mientras subía a su Lincoln Continental color blanco, modelo 1961.
Después de la jornada laboral, Barry y algunos de los muchachos se encontraron en
una cervecería local para tomar unas copas y jugar al tejo. Era un tugurio en un área no deseada de la ciudad, pero la cerveza estaba fría y la música sonaba fuerte.
Barry estacionó su Lincoln en la calle, opuesto a la barra, donde un letrero de Budweiser® destellaba en la ventana. En el segundo piso, se veía una casa de mala muerte y mal aspecto, con un baño al final del pasillo y vista al Motel Lorraine, detrás del bar.
Barry atravesó la puerta del bar, parpadeando a causa de la tenue luz. Uno de sus amigos introdujo unas monedas en la máquina de discos, y los ecos de la canción “Hey Jude” por The Beatles hicieron que el lugar sórdido luciera como de mejor nivel.
Barry abrió una cuenta, y se sumó a uno de sus amigos en un juego de tejo.
La ciudad de Memphis parecía ubicada a una vida de distancia de la pequeña localidad de Marked Tree, en el estado de Arkansas, donde había nacido. Vivía en esta última con su abuela, después de que su padre fuera enviado a la Segunda Guerra Mundial. Para poder cubrir los gastos y llegar a fin de mes, su madre se había mudado a Memphis por trabajo. Después de la muerte de su padre en la batalla de Normandía, Barry se había quedado con su abuela. Cuando tenía 7 años, su madre se volvió a casar, dejándolo al cuidado de su abuela. Ambos vivían en una casucha contigua al ferrocarril, sin teléfono, televisión ni plomería.
A pesar de que el racismo estaba vivo y coleando en Marked Tree, Barry no lo había experimentado. De descendencia indígena, su abuela no tenía una Biblia ni asistía a la iglesia, pero creía en Dios y tenía una gran convicción acerca de la forma en que un niño debería criarse. Dado que los niños de piel morena vivían al otro lado de las vías, se convirtieron en sus amigos más cercanos y compañeros de juego. Su abuela alentó esas amistades.
Si bien el racismo no era permitido en su hogar en aquel entonces, la nación bullía intranquila a causa del mismo. Barry había rechazado por mucho tiempo toda creencia en Dios. Acorde a su pensamiento, los cristianos no eran más que personas debiluchas que no podían sobrevivir sin una muleta en que apoyarse. Aun así, ya fuera con Dios o sin Dios, algunas cosas simplemente estaban mal. El racismo era una de esas cosas.
Un Barril de Pólvora
Sin aviso previo, la puerta del bar se abrió de par en par. Un hombre cruzó la puerta, revólver en mano.
“¡Nadie se mueva!”, gritó.
“No teníamos idea de lo que estaba sucediendo”, recuerda Barry. “Miré por la ventana y vi un enjambre de policías con pistolas y rifles rodeando mi auto. Su área de protección estaba justo al otro lado de la calle, y usaban mi auto para cubrirse. Me imaginé a mi Lincoln lleno de agujeros de bala.”
Tan pronto como la clientela del bar pudo marcharse, Barry subió al auto y salió despavorido hacia Arkansas, apenas escapando el cierre de la ciudad. Pasó un tiempo para que Barry descubriera lo que había sucedido.
El Motel Lorraine estaba ubicado detrás del bar, al otro lado de la calle. El hecho se había centrado en el líder de los derechos civiles, el Dr. Martin Luther King Jr., quien había arribado a Memphis para apoyar una huelga de trabajadores de limpieza.
El Dr. King, quien se estaba hospedando en ese motel, acababa de ser asesinado de un disparo.
“Con el tiempo nos enteramos que un hombre, identificado como James Earl Ray, se había posicionado en el baño del segundo piso, justo sobre la barra”, explicó Barry. “Alrededor de las 6 esa misma tarde, mientras bebíamos y nos divertíamos, el Dr. King salió al balcón de su habitación en el motel. James Earl Ray lo asesinó con un solo disparo.”
“Cuando nos rodearon, la policía pensaba que el asesino aún podría estar en el edificio, pero él ya se había marchado.”, recuerda Barry.
“En consecuencia, el FBI entrevistó a todos en el bar un mínimo de dos veces”, comenta Barry. Posteriormente, Ray fue capturado y arrestado.
Mientras el estallido social se instalaba en 62 ciudades en todo el país a causa del asesinato de King, Memphis se convirtió en un barril de pólvora, razón suficiente para hacer que Barry decidiera regresar a Arkansas.
“El país estaba siendo destrozado por el racismo, y mi vida era un desastre.”, comenta.
En verdad, la vida de Barry no era diferente de lo que había sido antes de abandonar Arkansas años atrás.
“Viví con mi abuela hasta los 13 años.”, recuerda. “Cuando ella ya no pudo cuidarme, me enviaron a vivir con mi madre, mi padrastro y mis dos hermanastras. Fue un gran desafío adaptarse a una vida de familia. Necesitaba una influencia masculina, pero eso no significaba que me gustara. Eran bautistas y me llevaban a la iglesia. Me gustó la parte social, pero no así el aspecto espiritual. Finalmente me gradué de la escuela secundaria, pero no tenía idea de qué hacer con mi vida.”
Especializado en lo incorrecto
A consecuencia de la “Ley de huérfanos de Guerra”, la cual lo eximió del servicio militar por ser único hijo superviviente, Barry recibió asistencia educativa para cursar en la Universidad de Arkansas. Aunque escogió ingeniería como su especialidad, Barry admite que su verdadera carrera fue la vida de la fraternidad. Sus notas se desplomaron y cambió de especialidades tantas veces que se quedó sin dinero y tuvo que regresar a casa.
La bebida y la fiesta continuaron. Incluso después de que su padrastro, un ex alcohólico, lo echara de la casa, Barry aún se negó a cambiar de estilo de vida. Por un tiempo, vivió en su automóvil e hizo lo que fuera necesario para sobrevivir.
Tratando de encarrilar su vida, Barry se matriculó en la Universidad estatal de Arkansas (Arkansas State University) en la ciudad de Jonesboro. Todavía radicado en Marked Tree, se trasladaba ida y vuelta a las clases. Sin embargo, la fiesta continuó y Barry constantemente se metía en problemas. Hacia el final del semestre de primavera, lo llamaron a la oficina del decano.
“Tienes 193 horas de crédito, pero aún no tienes un título”, le informaron.
A continuación, le dieron dos opciones:
“Si tomas algunos cursos adicionales este verano”, dijo el decano, “podrás graduarte. O bien, puedes negarte a tomarlos y simplemente irte. Sea como sea, no volverás en el otoño.”
Aunque las clases que necesitaba comenzaban a las 7:30 de la mañana, Barry completó los requisitos y se graduó en el año 1968.
“No tenía ética laboral en lo absoluto”, admite Barry. “Me contrataron para diferentes trabajos, pero en realidad no hice nada. Era como la hermosa vidriera de una tienda vacía.”
“No pude mantener un trabajo estable hasta que comencé a trabajar para Winthrop Rockefeller durante su campaña de gobernador de Arkansas. Fue una fiesta interminable. Rockefeller financió el alcohol, proporcionó los asados gratuitos y acogió a personas como Johnny Cash. Él ganó las elecciones, lo que significaba que mi fiesta había terminado. No era político, pero me gustaban los beneficios de trabajar en la política y quería encontrar una posición similar.”
Encontrando una Esposa
La imponente cúpula del Capitolio del estado de Arkansas se erguía contra un cielo color zafiro cuando Barry subió trotando los escalones. Ya adentro, observó a Susie Brishin caminando por la rotonda. Barry había conocido a Susie cuando ambos estudiaban en el estado de Arkansas. En aquel entonces, nunca hubiera considerado invitarla a salir. Tenía una buena reputación como un chico malo, y era bien sabido que Susie era nacida de nuevo. Muy nacida de nuevo.
Ahora ella trabajaba para la Secretaria de estado.
A pesar de su pasado, Barry decidió invitarla a salir. Aumentando gradualmente su encanto, perseveró hasta que finalmente ella accedió.
Barry y Susie salieron el lunes siguiente. Luego, ambos salieron nuevamente el martes. Cuando Barry llevó a Susie por tercera vez a una cita, el día miércoles, le propuso matrimonio. Para su total sorpresa y asombro, ella aceptó.
Aunque su propuesta era sincera, llegó con una advertencia: “Si nos casamos, tengo que ser el número uno en tu vida.”, le dijo Barry. “No puede haber nada ni nadie más, excepto yo.”
“Lo siento, pero no puedo hacer eso.”, respondió Susie.
“¿Por qué no?”
“Porque Jesús ya tiene el primer lugar en mi vida.”
“¿Jesús? ¿Qué tiene que ver Él con esto?”
Barry estaba enojado, pero se dio cuenta de que la única forma de hacer que Susie se casara con él, era aceptando sus condiciones.
“Yo era agnóstico”, dice Barry. “Totalmente egocéntrico. Un tipo confundido que derramaba Sócrates y humanismo. Susie no solo era cristiana; su familia era bautista, y su padre, Eldon, era diácono en la iglesia.”
“Nos casamos en febrero de 1969, y las cosas no funcionaron desde el comienzo. Susie trabajaba durante el día y yo administraba una cervecería durante la noche. Nunca nos veíamos. Mentí… y mucho. Sus padres me descubrieron.”
“Los padres de Susie eran amigos de Johnny y Suzanne Best, una pareja cercana a Kenneth y Gloria Copeland.”, recuerda Barry.
“Un día Suzanne invitó a la madre de Sue, Wilra, a una reunión. Wilra llegó a casa bautizada en el Espíritu Santo y hablando en lenguas. Toda la familia de Sue estaba horrorizada. Ellos no querían ser parte de eso. Mientras tanto, Suzanne y Wilra decidieron tomarme como un proyecto de oración. Se reunían regularmente para orar por mí. Sue comenzó a hablarme de Dios e incluso dejó su Biblia abierta a Juan 3:16.”
“Me sentía presionado, y me molestaba, así que se me ocurrió un plan para resolver el problema. Acepté asistir a un servicio con Sue durante un avivamiento. Caminé por el pasillo y fingí ser cristiano. Todos me estrecharon la mano, pero por supuesto no hubo ningún cambio de corazón, porque yo no estaba siendo auténtico.”
La última oportunidad
Esa noche, sin embargo, Barry se despertó a la madrugada con un dolor insoportable. Cada músculo de su cuerpo estaba contraído por un poderoso espasmo, postrándolo en posición fetal. Había perdido el control total de su cuerpo, incapaz de mover ni un solo dedo.
¿Qué estaba pasando? Él no había estado enfermo.
Si se hubiera podido mover, su cuerpo habría estado temblando de miedo. ¿Estaría así por el resto de su vida?, se preguntó.
De repente, una visión se abrió en frente.
Una luz… y una Presencia.
Barry supo enseguida que se trataba de Quien se había burlado, y Aquel en el que simulaba creer — Aquel cuya existencia había negado.
La Presencia no necesitaba presentación alguna.
Aquí estamos, dijo el Señor. Me has rechazado todos estos años. Te estoy dando una última oportunidad. Tienes dos opciones: Puedes seguirme, o puedes seguir tu propio camino. Esta es tu última oportunidad.
De acuerdo, sí, pensó Barry, incapaz de siquiera hablar. Te recibiré.
La Presencia desapareció, al igual que la visión.
Barry yacía despierto, envuelto en un capullo de paz divina como nunca antes había experimentado. En un instante, él había sido cambiado de un agnóstico endurecido a un creyente temeroso.
Pero todavía no podía moverse.
“Me preguntaba si estaría paralizado por el resto de mi vida”, recuerda Barry. “En algún momento al día siguiente, los espasmos musculares se detuvieron y recobré la movilidad. Siempre había llamado a Wilra “madre-de-mi-amor” (NDT: juego de palabras en idioma inglés, “mother-in-love”, derivada de suegra, “mother-in-law”), porque no había duda de cuánto me amaba. Apenas pude moverme, la llamé y le conté lo que me había sucedido.”
Una Página en Blanco
“Ahora era un recién nacido en Cristo, pero mi mente no había sido renovada. Mi pensamiento no había cambiado. Sue y su familia habían recibido muchas enseñanzas erróneas sobre el Espíritu Santo, pero yo era una pizarra en blanco. No tenía nada que desaprender.”
Wilra llevó a Barry a una reunión de los hombres de negocios del evangelio completo.
“Lo primero que noté fue que había muchos hombres de negocios muy exitosos”, recuerda Barry. “Dijeron que necesitaba ser lleno del Espíritu Santo y hablar en lenguas. Realmente quería tener éxito financiero. Mi motivación no era del todo correcta, pero lo hice de todos modos. Cuando llegué a casa lleno del Espíritu Santo y hablando en lenguas, Sue no estaba feliz. Pero nadie podía negar el cambio en mi vida.”
Tiempo después, Wilra llevó a Barry a otra reunión, esta vez en Little Rock, Arkansas.
“Era en una habitación pequeña con solo 20 a 30 asistentes”, comenta Barry. “Realmente no me gustaban los sermones demasiado teológicos, pero este predicador, Kenneth Copeland, era diferente. Él no sermoneó tanto, sino que compartió directamente lo que Dios haría por nosotros. También dijo algo que nunca antes había escuchado en mi vida: dijo que podrías ser cristiano y prosperar.”
“Sue finalmente cambió de opinión y recibió el Bautismo en el Espíritu Santo. Durante ese tiempo, escuché cintas, leí la Biblia y asistí a las reuniones. Crecí espiritualmente en la maravillosa era de la Renovación Carismática, escuchando a ministros jóvenes que algún día llegarían a ser generales de la fe. Estudié la Palabra de Dios con Kenneth Copeland, Kenneth Hagin, John Osteen, Charles Capps y Hilton Sutton. También crecí bajo el ministerio de Happy Caldwell. Antes de volver a nacer, mientras estaba en el Grand Ole Opry, Happy había estado en el negocio de licores al por mayor, y yo era uno de sus mejores clientes. Happy pastoreaba la iglesia a la que asistíamos en Little Rock.”
Rompimiento Financiero
A pesar de su nueva vida con el Señor, Barry y Sue atravesaron luchas financieras. Embarazada de su primer hijo, Barry Jr., Sue vivía con sus padres mientras Barry manejaba un camión de catering en Memphis y vivía con una tía.
Un día, a Barry se le ocurrió que, si necesitaba más dinero, debería ingresar al negocio del dinero. Fue a una compañía hipotecaria y solicitó un trabajo. Después de recibir capacitación, lo enviaron de regreso a Arkansas, donde su trabajo consistía en otorgar préstamos para residencias familiares.
Por primera vez en su vida, Barry finalmente estaba ganando suficiente dinero, ¡mucho dinero!
Barry y Sue compraron una casa. Luego, comenzaron a comprar propiedades y a alquilarlas. En el camino, comenzaron a colaborar con varios ministerios, pero el principal fue los Ministerios Kenneth Copeland. Todo iba bien hasta que una dura recesión golpeó en la década del 70. Con las tasas de interés en alza hasta el 20%, nadie estaba pidiendo dinero prestado.
El Señor dirigió a Barry y a Sue a salir de Little Rock y a mudarse a Tulsa, Oklahoma. Dos años después, Él llamó a Barry de los negocios al ministerio como Director de Cruzada de Bill Basansky, un evangelista ucraniano. El trabajo pagaba solamente $1.000 mensuales, considerablemente menos que el pago de la casa donde vivían. De repente, los problemas financieros habían resurgido. Barry y Sue vendieron su casa. Luego, vendieron sus propiedades en alquiler. Barry incluso vendió su orgullo y alegría: un automóvil Austin-Healey modelo 1965 que había comprado y restaurado.
La obra del Ministerio
“Fue muy divertido, pero un trabajo duro”, comenta Barry sobre su paso con Basansky. “Cuando me presenté al trabajo y pedí conocer a mi personal, alguien me dijo: ‘Mírate al espejo.’ No tenía ni idea de cómo funcionaba un ministerio. Fue un choque cultural, ¡una experiencia de aprendizaje! Organicé el horario de Bill y administré las reuniones con libros y cintas. Montaba el lugar. La única ayuda que tuve fue a través de voluntarios locales. Bill y su esposa, Bea, eran personas maravillosas. La mejor parte fue que Sue y yo sabíamos que estábamos justo donde se suponía que debíamos estar.”
En 1983, Bill y Bea se mudaron a Florida. Barry y Sue sintieron que Florida no era parte del plan de Dios para ellos.
“No estábamos seguros de lo que vendría en el futuro, pero estábamos seguros de una cosa: no se suponía que volviéramos a los negocios”, comenta Barry.
Johnny y Suzanne Best viajaban con Kenneth y Gloria en ese momento, y Suzanne le sugirió a los Copeland que hablaran con Barry y Sue. El puesto de Ministro Asociado estaba abierto en KCM, y Doug Neece, hermano de Gloria, les preguntó si estaban interesados. El ministerio los llevó a Indianápolis, donde Kenneth y Gloria estaban teniendo una reunión.
“La primera mañana, el Señor nos dijo lo mismo a Sue y a mí. Aquí es donde quiero que estén.”
“Cenamos con Kenneth y Gloria después del servicio del sábado y volvimos a casa el domingo. El lunes, me ofrecieron el trabajo”, comenta Barry.
En julio de 1983, Barry, Sue y sus dos hijos, Barry Jr., de 12 años, y Micah, de 5, se mudaron a Fort Worth y Barry comenzó a trabajar para KCM. La primera reunión a la que asistió como empleado fue la Convención de Creyentes del Suroeste de 1983.
Con los años, la posición de Barry en KCM ha variado. Muchas veces, supervisó un departamento hasta que se contrató a la persona a quien Dios llamó para cubrir ese puesto.
Además de servir como ministro asociado, se ha desempeñado como jefe de los departamentos de eventos y oración, así también como el de benevolencia. Una tarea que siempre ha sido constante es que Barry continúa haciendo por Kenneth y Gloria Copeland una versión de lo que Juan el Bautista hizo por Jesús. Él prepara el camino, viaja a varios lugares antes que Kenneth Copeland, allanando y organizando todo lo necesario para sus reuniones. En promedio, Barry viaja 160.000 Km por año. Hasta la fecha, ha registrado más de 3 millones de millas aéreas.
En la actualidad, Barry se desempeña como Ministro Asociado y Director de Relaciones Ministeriales, supervisando el departamento que desarrolla las relaciones personales con los ministros y pastores colaboradores de KCM, así como también con aquellos que reciben al hermano Copeland como orador. Barry también sirve como Representante para las Cárceles y las Fuerzas Armadas del hermano Copeland.
“Cuando llegué aquí, tenía en mi corazón dar 20 años de mi vida a este ministerio”, recuerda Barry. “Han pasado 35 años y todavía estoy aquí. Cuando la madre de Sue recibió el Bautismo en el Espíritu Santo, fue Kenneth Copeland quien oró con ella. Ese evento cambió la vida de nuestra familia para siempre. No seríamos quienes somos sin este ministerio. Este es nuestro lugar, y como Keith Moore enseña, Dios te da gracia para tu lugar. Me da mucha alegría saber que hemos sido fieles a nuestro llamado”.