Tom Westberry salió de la casa millonaria que acababa de construir. Con la mirada fija en el ancho cielo azul de Texas, sintió una alegría que burbujeaba desde lo más profundo de su ser. Hubo un tiempo en el que no habría podido imaginar vivir feliz y pleno fuera de la Marina de los EE. UU.
Algunos habían decidido abandonar esa rama; Tom había recibido honores. Pasó un año de entrenamiento en municiones y se convirtió en especialista de explosivos. Cuando Irak invadió Kuwait, Tom se dirigió a su sargento mayor y le dijo: “Esto es para lo que nací. Quiero estar en el primer avión que salga.” Él y otro compañero fueron los primeros en desplegarse en Arabia Saudita, un mes antes que el resto de su unidad.
Ya fuere a bordo de un portaaviones anfibio que cargara o fabricara artefactos, o en combate terrestre, Dios lo había protegido. Tom no podría imaginar una vida más plena.
Todo eso cambió de la noche a la mañana cuando el presidente Clinton asumió sus funciones. Una de las primeras cosas que hizo fue recortar el presupuesto militar. Pronto, la carrera de Tom había terminado. Su estilo de vida cambió repentinamente.
El Señor lo dirigió a aprender a construir casas.
Años más tarde, después de que su matrimonio se derrumbara, Dios le dijo a Tom que se llevara a su hijo, se mudara a Texas y se conectara con los Ministerios Kenneth Copeland.
Fue entonces que su vida comenzó a mejorar.
Su negocio de construcción había prosperado. Se había vuelto a casar y ahora tenía una hija de 4 años. Tom también había aprendido a volar y se había aventurado a volar para varios ministerios, incluyendo KCM.
Después de llegar a casa una noche, Tom levantó a su hija Hannah de 4 años, y la hizo girar en el aire. Luego abrazó a su esposa y a manera de juego le dio un golpe de puño a su hijo Robert, de 18 años, antes de encender la televisión y escuchar las noticias nacionales de última hora.
La burbuja inmobiliaria había estallado, dijo el locutor. Los bancos ya no daban préstamos ni honraban algunos que ya habían sido firmados.
Al entrar a la cocina, le comentó a su esposa lo que había sucedido.
“No gastes otro centavo”, le advirtió.
La secuencia de eventos que se desencadenaría sería una hilera de fichas de dominó en caída. Tom perdió su negocio, sus riquezas y su hogar. Su hijo se mudó y su esposa solicitó el divorcio, dejándolo a cargo de una hija de 4 años.
Peor aún, otros cinco constructores en el área resolvieron sus problemas financieros a manos del suicidio, relata Tom. “Estoy muy agradecido por John Copeland y algunos de mis amigos cercanos a través de KCM por unirse a mí y alentar mi fe.”
Sin regreso
“Conocía a los cinco hombres; tres de ellos eran buenos amigos”, recuerda Tom. “Sospecho que yo tenía un poco más de solvencia. Los bancos simplemente dejaron de prestar dinero y la gente dejó de comprar casas.” Fue un momento muy oscuro en la vida de Tom, pero nunca consideró darse por vencido.
“La fe había sido plantada en mí desde muy temprana edad, y era inconcebible dejar de creer en las promesas de Dios”, nos comparte Tom.
“En 1973, cuando tenía 3 años, mis padres nacieron de nuevo. Nos mudamos a Nueva Orleans, donde mi padre asistió a un seminario bautista. Allí fue que descubrió el Templo de la Palabra de Fe. El pastor era el hermano Charles Green. Él estaba, y continua estando, cerca de Kenneth Copeland. Siempre fuimos colaboradores de KCM. Crecí escuchando y luego viendo sus programas de TV.”
“Algo le sucedió a mi madre un año después de nuestra llegada. Casi de la noche a la mañana, pasó de ser normal a no poder levantarse ni caminar. Ella sufrió un dolor insoportable. Un domingo por la mañana estábamos en la iglesia con papá cuando el pastor Green anunció que si alguien necesitaba sanidad debían llevarlos a la iglesia esa noche, porque Dios le había dicho: los sanaré.”
Una cosecha de milagros
“Subí tres tramos de escaleras y bajé por una pasarela para llegar a nuestro departamento y decirle a mi madre que iba a ser sanada. Papá, mi tía y mi tío la pusieron en una silla de ruedas y salimos hacia la iglesia. Hubo un llamado al altar donde el Pastor Green y el pastor asociado, Garland Pemberton, le impusieron las manos.”
“Recuerdo haber visto a mi madre levantarse de la silla de ruedas. Entonces ella comenzó a caminar. Lo siguiente fue que ella corría hacia nosotros. Desde ese día en adelante, una semilla de fe fue plantada en mi corazón. Nunca he dudado de que Dios era real o que Él sana.”
“Poco después papá fue a China con Nora Lam, quien escribió ‘El lamento de China’ (China Cry). Él regresó con historia tras historia de milagros. No podía parar de escucharlo. Una vez, mi hermana y yo fuimos con papá a Alabama, donde él debía predicar. Cuando nos fuimos para regresar a Nueva Orleans, papá dijo: ‘Thomas, quiero que tú y tu hermana se arrodillen y oren. No nos dieron una ofrenda de amor y el tanque de gasolina está casi vacío. Necesitamos gasolina para el viaje’. Oramos y manejamos toda la noche para llegar a casa. Nunca nos detuvimos por gasolina.”
“He visto a mi papá conducir a través de una inundación. Teníamos agua hasta el capó. “Thomas”, dijo: “Niños, necesito que oren.” El agua se filtró a través de las puertas e inundó el piso. Un hombre en una canoa remaba y papá bajó la ventanilla y habló con él. El motor nunca se ahogó ni se detuvo.”
“Estas son solo algunas historias de mi infancia. No se puede presenciar ese tipo de cosas sin saber que Dios siempre te ayudará a atravesar los tiempos difíciles.”
Uno de los momentos más cruciales de su vida ocurrió cuando Tom tenía 14 años y sus padres se divorciaron.
“Aunque sabía que papá era duro conmigo y había contribuido al divorcio, también sabía que tenía que estar cerca de la unción en su vida”, recuerda Tom. “Mientras mis tres hermanos se mudaron a California con mi madre, yo me quedé con él. No fue fácil, pero nunca me arrepentí. Hasta el día de hoy, no conozco a nadie que haya sanado a más personas en su ministerio que mi padre.”
Cuando Tom tenía 14 años, los cazatalentos universitarios ya estaban dando vueltas. Tom era un corredor rápido. Había posibilidades de becas universitarias y una gran esperanza de que compitiera en los Juegos Olímpicos de 1988.
Ese sueño se vino abajo cuando el padre de Tom se mudó a Long Beach, Mississippi, y luego quedó a cargo de una iglesia en Indiana. Sin el apoyo de su equipo o su entrenador, no tenía la ayuda que necesitaba. Fue entonces cuando cambió el objetivo de su vida y se unió a la Marina.
Dios se hace cargo de las armas biológicas
Justo antes de que el presidente Bill Clinton asumiera el cargo, Tom había sido asignado a Okinawa, Japón. Un día mientras se preparaba para ir a trabajar, notó que se le estaba cayendo el pelo. Distintas erupciones cubrían sus brazos y piernas. Peor aún, le dolían los huesos y sufría de una fatiga debilitante.
Los médicos del hospital de veteranos siempre le hicieron las mismas preguntas: “¿Estuviste expuesto a un agente nervioso en combate? ¿Alguna vez estuviste expuesto a armas de destrucción masiva?”
“No”, respondió Tom, “pero cuando nos desplegaron para la operación Tormenta del Desierto, nuestros superiores estaban preocupados de que nos atacaran con armas biológicas. Alguien tuvo la brillante idea de darnos pequeñas dosis de agentes nerviosos para hacernos inmunes. Cuando en el desierto, venían a nosotros una vez por semana para darnos paquetes de píldoras. También nos dieron a cada uno una inyección de ántrax. Tuvimos que firmar un documento en el que nos comprometíamos a nunca más volver a donar sangre. También nos advirtieron que no tuviéramos más hijos.”
Los médicos no le creyeron.
Cuando Tom salió de la Marina e intentó comenzar una nueva vida en Indiana, sus síntomas habían empeorado. El agotamiento era tan penetrante que algunos días tenía problemas para levantarse de la cama, y en sus piernas aparecieron círculos del tamaño de un dólar de plata. El pelo no crecía dentro de ellos. Peor aún, había perdido toda sensibilidad en su brazo derecho.
Un día, Garland Pemberton, el mismo ministro que impuso las manos sobre la madre de Tom años antes, vino a la iglesia de Tom a predicar. Respondiendo a un llamado al altar, Tom se adelantó y levantó las manos. Cuando Pemberton tocó la frente de Tom, la recuperación de la sensibilidad perdida comenzó a darse paso desde su hombro hasta llegar a la punta de sus dedos.
“Nunca más volví a tener un síntoma del Síndrome de la Tormenta del Desierto”, explica Tom. “No doy sangre porque firmé un documento que decía que no lo haría. No había firmado nada sobre no tener más hijos. Aunque había historias sobre veteranos de esa operación que tenían niños con deformidades, sabía que estaba sanado. He tenido dos hijas perfectamente sanas desde entonces; Alyssa tiene 23 años y Hannah ahora tiene 16. A mediados de la década del 2000, el gobierno admitió que nos habían dado agentes nerviosos. Hay beneficios disponibles para los veteranos con ese síndrome. Me emociona saber que no califico para el programa.”
Construyendo una nueva vida
Fiel a su Palabra, Dios ayudó a Tom a reconstruir su vida luego del colapso económico. Robert, el hijo de Tom, regresó a casa después de un tiempo. En mayo de 2009, Tom se casó por tercera vez con Kim, una mujer maravillosa que fue de gran ayuda para criar a Hannah. Ese mismo año, él ayunó y oró por la dirección de Dios.
Años antes, cuando Tom todavía vivía en Indiana, el Señor le había hablado: ya no serás un constructor de edificios. Serás un constructor de Mi pueblo. En su matrimonio anterior había actuado en esa Palabra demasiado rápido y antes de que su esposa estuviera de acuerdo. Ella no había querido estar en el ministerio.
Un día mientras pescaba, Dios le dijo que era hora de que entrara en el ministerio. Cuando Tom le dijo a Kim, ella no estaba de acuerdo. En esta ocasión Tom no decidió de manera intempestiva ni lo mencionó de nuevo. En cambio, oró: “Padre, ya escuchaste a Kim. No voy a cometer el mismo error otra vez. Tendrás que lidiar con ella.”
Dos meses más tarde, Kim cambió de opinión.
“Si Dios te ha llamado al ministerio, te apoyaré.”
“Lo que sentí en mi espíritu fue que nuestro ministerio tendría algún centro que fuera de esperanza para la comunidad”, recuerda Tom. “Sin embargo, mi padre renunció a su iglesia y se fue al campo misionero. Él vino a nuestra casa para decirnos que el Señor le había dicho que yo debía administrar su ministerio.”
“Kim y yo restructuramos el ministerio y le cambiamos de nombre, con la ayuda de los mejores abogados y contadores públicos. En marzo de 2010, éramos una entidad legal. El primer año fuimos a Fiji y celebramos una cruzada que transmitimos en vivo. Miles de personas asistieron cada noche y unos cientos entregaron sus corazones al Señor. Creé un pequeño estudio y leí del devocional Crezcamos de Fe en Fe y compuse un año de videos para compartir en línea.”
Un lugar de esperanza
Mientras tanto, Don y Mary Colbert habían llevado a Kenneth y a Gloria a visitar un ministerio en Florida. Bajo el paraguas de Harvest Time International, sus fundadores John y Mary Murphy habían abierto una tienda de comestibles sin fines de lucro llamada The Hope Center.
“Dios me mostró esto hace 45 años”, dijo Kenneth, “pero nunca supe cómo hacerlo.”
“Le mostraremos cómo y capacitaremos a sus empleados”, respondió John Murphy.
En octubre de 2010, John Copeland, el hijo de Kenneth y Gloria y luego el CEO de KCM, llamó a Tom. “Mi papá quiere que vaya a ver una organización en Florida”, le dijo. “Siento en mi espíritu que se supone que debes ir. Además, puedes ayudarme a volar.”
Tom recorrió The Hope Center con el grupo de KCM.
Así es exactamente como se vería nuestro ministerio, pensó.
De regreso a la sala de conferencias, Tom se sentó y escuchó.
“Le dije a tu papá que les enseñaría y entrenaría a sus empleados para que pudieran hacer esto en el metroplex de Dallas”, le dijo John Murphy a John.
“No creo que esto sea para KCM”, dijo John. “Creo que, si Dios ha puesto esto en el corazón de Tom Westberry, es su ministerio hacerlo. Si le das tu apoyo, lo ayudaremos a ejecutar esto en el metroplex.”
Cuando regresó a su casa en Texas, Tom se reunió con Kenneth y John Copeland.
“Si haces esto, te ayudaremos a lograrlo”, le dijo John. “Queremos hacerlo a través de ti.”
“Así son ellos”, dice Tom.
Para junio de 2011, y con el apoyo financiero de KCM, World Covenant Ministries había comprado y remodelado un edificio de 5.000 metros cuadrados en la cercana ciudad de Haltom City, Texas, donde antes se emplazaba un gran supermercado. Poco tiempo después, Tom y Kim abrieron The Joseph Storehouse (El Almacén de José), una tienda de comestibles sin fines de lucro, basada en el modelo que Dios le dio a José: reúne la comida en tiempos de prosperidad y véndela a los necesitados en tiempos de hambruna.
Bajo el slogan de “Proveer ayuda para hoy y esperanza para el mañana”, la misión del almacén es, en parte, la de demostrar el Amor de Dios a través del alcance y el impacto de la vida de las personas en maneras tangibles, al poner a disposición alimentos y artículos del hogar de calidad y renombre a bajo precio. Adicionalmente, el ministerio está involucrado en el alcance comunitario, al proveer clases de administración presupuestaria y entrenamiento financiero personal a las familias. El ministerio mantiene conexiones con iglesias locales y otras entidades sin ánimo de lucro, como agencias gubernamentales, corporaciones y organizaciones de fe para ayudar al necesitado.
Cada año desde su fundación, KCM ha continuado sus contribuciones financieras del almacén.
“Me gusta este modelo porque ofrece a las personas una ayuda en lugar de un folleto”, explica Tom. “Aunque tienes que calificar para comprar aquí, ayudamos a cualquiera que tenga dificultades. Con la ayuda de KCM, hemos creado un ministerio que proporciona alimentos a precios muy reducidos. Sostiene el entrenamiento del discipulado. Tenemos una iglesia que se reúne en el sitio y servicios semanales de capilla y otros programas.”
“Estamos en el proceso de lanzar un centro de vida de transición para capacitar a las personas en nuevas carreras. Por ejemplo, enseñaré a las personas cómo construir usando los principios del Reino. No creo que sea un accidente que en la parábola de los talentos, mencionada en Mateo 25:14-30, la palabra para dinero sea talento. Instamos a las personas a usar sus talentos para ayudar a otras personas.”
En estos días, Tom Westberry es un infante de marina retirado y peligroso. Está usando la Palabra de Dios para atacar las puertas del infierno, predicar las buenas noticias a los pobres y liberar a los cautivos. Él está brillando su luz y compartiendo sus talentos con un mundo herido.
Y rápidamente agradece a KCM y a la Iglesia Internacional Eagle Mountain por contribuir a su nueva vida.
“Aunque siempre había estudiado la Palabra, nunca lo hice en el grado que la aprendí en EMIC”, dice Tom. “Me ha hecho mucho más estable en mi caminar con Cristo. No puedo imaginar cómo sería mi vida sin mi colaboración con KCM. Me han demostrado un pacto de formas que están más allá de las palabras.”