¿Alguna vez has comenzado un nuevo año preguntándote cuáles serán los planes del SEÑOR? ¿Has mirado tu calendario a futuro y te has preguntado qué sucederá, con la ilusión de estar mejor para fin de año?
Yo lo he hecho, y me alegra compartirte que El SEÑOR me ha enseñado cómo abordar cada nuevo año lleno de expectativas. Me ha enseñado cómo prepararme para pasar a un reino de gloria al que nunca antes había alcanzado. Me ha mostrado cómo mirar hacia el futuro con fe, con claridad sobre qué creer y qué esperar.
Tú también puedes comenzar cada año de esa manera. Todo se resume en recibir las órdenes para el nuevo año de parte de Sus profetas.
Amos 3:7 dice: «Lo cierto es que nada hace el Señor sin antes revelarlo a sus siervos los profetas.»
Dios revela esas cosas que quiere hacer en la Tierra a través de Sus profetas. Él siempre lo ha hecho. Oseas, Zacarías, Miqueas, Jeremías e Isaías vieron y declararon la venida de Jesús. Ellos dijeron: “¡Hay alguien en camino! ¡Hay alguien en camino!” Declararon esas palabras una y otra vez. El diablo estaba confundido al respecto; el sistema político también. Pero eso no detuvo a la palabra profética.
El SEÑOR usó tiempos estratégicos para que los profetas declararan Su PALABRA, para mantenerla viva y en movimiento, y así asegurarse de que la PALABRA se manifestara en el momento y lugar exactos de Su plan. Él operaba con Sus propias reglas con respecto al poder de las palabras, y usaba a los profetas para declarar esas palabras en la Tierra.
Un profeta es un vidente que ve las cosas en el espíritu antes que nosotros. Ellos “ven más allá” que el resto de nosotros, por el diseño divino de Dios. Lynne Hammond dijo una vez: “Los profetas son como las águilas. Pueden ver a la distancia. Hay un mecanismo que cae sobre sus ojos y les aclara el panorama. Pueden ver más lejos que cualquier ser en la Tierra. Ese es el camino del profeta. No se trata de un ojo natural; es un ojo que Dios les da para ver cosas que están por venir.”
Palabras con peso
La palabra profética no es algo del pasado. De hecho, hoy la necesitamos igual que antes. Dios nos dio el don de profecía para edificarnos, prosperarnos y perfeccionarnos para la obra del ministerio (Efesios 4:11-12). Por eso, después de todos estos años, sigo escuchando atentamente cada vez que habla un profeta. Espero con anticipación para escuchar lo que Kenneth Copeland profetiza sobre cada año por llegar. También estoy a la espera de lo que Jerry Savelle y otros profetas dirán. Esas voces proféticas le hablan al mundo, desatando los secretos de Dios.
La PALABRA de Dios nos revela información sobre el ministerio del profeta. Jeremías escribió:
La palabra del SEÑOR vino a mí, y me dijo: «Antes de que yo te formara en el vientre, te conocí. Antes de que nacieras, te santifiqué y te presenté ante las naciones como mi profeta.» Yo dije: «¡Ay, Señor! ¡Ay, Señor! ¡Date cuenta de que no sé hablar! ¡No soy más que un muchachito!» Pero el Señor me dijo: «No digas que sólo eres un muchachito, porque harás todo lo que yo te mande hacer, y dirás todo lo que te ordene que digas. No temas delante de nadie, porque yo estoy contigo y te pondré a salvo.» —Palabra del Señor.
Y el Señor extendió su mano, me tocó la boca y me dijo: «Yo, el Señor, he puesto mis palabras en tu boca. Date cuenta de que este día te he puesto sobre naciones y reinos, para que arranques y destruyas, para que arruines y derribes, para que construyas y plantes.» (Jeremías 1:4-10).
Este pasaje nos revela que las palabras son la herramienta más importante del ministerio del profeta. Son palabras que descienden del cielo mismo al corazón del profeta, y luego se pronuncian proféticamente. También nos muestra el peso que acarrean esas las palabras. Dios dijo que Jeremías tendría que ir a donde fuera que lo enviara y que tendría que decir lo que Dios le ordenara que dijera.
Las palabras proféticas se pronuncian con una fuerza y un nivel de autoridad inusuales. Son palabras que cambian ámbitos, esferas, naciones y reinos. Como un reloj despertador, ponen a todos en alerta. A menudo, incluso declaran juicios venideros para dar a las personas la oportunidad de arrepentirse y recibir la liberación que necesitan.
Hasta cierto punto, cada uno de nosotros opera en la palabra de profecía. Somos los profetas de nuestras propias vidas. Profetizamos y hacemos declaraciones sobre nuestros hogares y nuestras familias. Hacemos declaraciones sobre nosotros mismos en lo que respecta a la sanidad y la prosperidad. A nivel personal, como creyentes, operamos con autoridad sobre nuestro reino y nuestra esfera.
Por el contrario, el don del profeta se ocupa de áreas masivas de la sociedad. Dios le dijo a Jeremías que lo establecía sobre naciones y reinos, «para que arranques y destruyas, para que arruines y derribes, para que construyas y plantes.» (versículo 10).
El Muro de Berlín
Una y otra vez, hemos experimentado vivamente el mecanismo de las palabras de un profeta y el gran peso y cambio que éstas conllevan.
El 4 de junio de 1989, el Señor habló a través del hermano Copeland, declarando cosas que arrancarían, derribarían, destruirían, arruinarían, construirían y plantarían. Este es tan solo un extracto de esa profecía:
Ahora bien, esto es lo que el Señor está diciendo. Así que escucha y presta atención. Presta atención. Escucha. Porque vienen olas poderosas de lo sobrenatural y pronto irrumpirán en la escena. Pronto impactarán como un poderoso maremoto e irrumpirán en la escena. No solo aquí y allá, un poco aquí y un poco allá, sino como una ola poderosa que salpica y cubre continentes enteros. Y el poder de Dios surgirá en lugares donde la gente ni siquiera sabía que había un Dios. Pero estará allí presente. Y habrá cosas que caerán ante la presión del mismo. La gente sacudirá la cabeza y dirá: “Nunca hubiera creído que eso pudiera suceder.” Habrá muros políticos y vallas políticas que se derrumbarán ante los ojos de los hombres. Las fortalezas poderosas y ataduras poderosas del poder político y la fuerza política en diferentes sistemas políticos de todo el mundo cambiarán de manos de forma repentina, se derrumbarán y caerán, y los hombres dirán: “Nunca hubiera pensado que eso sucedería, pero lo estoy viendo. Soy testigo.”
El muro de Berlín se derrumbará. Es una señal. El muro de Berlín se derrumbará. Habrá otros muros que se derrumbarán. Habrá algunos muros que se edificarán. Sucederán muchos cambios. Pero aquellos que son sabios en su corazón y escuchan al Espíritu de Dios se apresurarán a decir: “Oh, El SEÑOR está obrando en la Tierra.” Y se apresurarán a orar. Y se levantarán rápidamente como testigos en las calles. Y serán rápidos para testificar donde quiera que vayan, “¡El Señor está obrando! ¡El Señor está obrando! ¡Él te salvará! ¡Él te sanará! ¡Él te liberará! Él te llevará al lugar donde deberías estar.”
¡Qué palabra tan ponderosa! El Muro de Berlín fue construido en agosto de 1961, dividiendo la ciudad de Berlín de este a oeste. Fue algo terrible que dividió a numerosas familias. Tenía 8 años en ese entonces, pero aún recuerdo haber visto fotos de personas tratando de escalarlo y recibir un disparo por intentarlo.
Pasaron veintiocho años y la gente estaba convencida de que el muro era un elemento permanente. Sin embargo, la palabra profética que acabas de leer fue declarada. Se habló a la montaña y esas palabras comenzaron a desgarrar los cimientos espirituales que lo mantenían en alto. ¡Nadie se dio cuenta de lo que estaba sucediendo debajo de la montaña pero, 158 días más tarde, la fuerza sobrenatural que propulsaba esas palabras derribó ese muro!
Cree y prospera
Es hora de que prestemos mucha atención a los profetas de Dios y los tomemos en serio. Segunda de Crónicas 20:20 dice: “Por la mañana, se levantaron y fueron al desierto de Tecoa. Mientras ellos salían, Josafat se puso de pie y dijo: ¡Crean en el SEÑOR su Dios, y estarán seguros! ¡Crean a sus profetas y serán prosperados!” (RVA-2015).
La palabra prosperados significa “moverse hacia adelante, salir, avanzar, progresar, triunfar y vencer.”
¿Estás listo para vivir de esa manera? Si es así, entonces tómate a pecho lo que Pablo le encargó a Timoteo. En 1 Timoteo 1:18, le dijo: “Hijo mío, te encargo este mandamiento para que, conforme a las profecías que antes se hicieron acerca de ti, presentes por ellas la buena batalla.”
Cuando escuches una profecía, aférrate a ella. No escuches palabras proféticas al comienzo del año solo para “sentirte bien”. Mantenlas a la vista durante todo el año. Escríbelas en tu Biblia. Ponlas en el espejo. Confiésalas todos los días. Mantén esas expresiones proféticas vivas en tu vida.
Lucha por las palabras que escuchas esperando, creyendo, orando y actuando como si fueran verdad… ¡porque lo son! Aplica tu fe al funcionamiento de esa palabra profética, recibe las órdenes de parte de Dios y batalla para que se cumplan.
Cuando lo hagas, también esperarás con gran expectativa cada año, y todos los días de ese año.