El miedo ha sido un matón por demasiado tiempo. Ya no dejes que te intimide. Levántate
en su contra. Enfréntalo—dedo contra dedo, cara a cara, frente a frente. Aprende cómo hacerlo…
El periódico [en el 2001] se levantó y me gritó desde el otro rincón de la habitación.
Muerte a América.
Muerte a Israel.
Tenemos este Ántrax.
¿Estás asustando?
Mi respuesta circunvaló mi pensamiento. Me puse de pié en actitud desafiante y le apunté a la página principal. La respuesta que salió de mi boca fue:
“¡NO, NO ESTOY ASUSTADO!”
Levanté mi mano y la puse sobre mi corazón. Nuevamente, declaré en voz alta: “No tengo miedo, no tengo miedo”. Y lo repetí una y otra vez.
El temor se me acercó ese día. Caminó hacia mí, agitó sus brazos y me gritó: “Tenemos este Ántrax ¿estás asustado?”
Mi respuesta al temor—nuestra respuesta al temor—debe ser el atacarlo. Estacarlo. Sacarlo corriendo antes de que tenga alguna opción de atrincherarse. Si no lo hacemos, el titular de un periódico se convertirá en otro ladrillo de miedo en la fortaleza del terror. Recuerda: no toleres el miedo, ni lo manejes o permitas ninguna clase de temor nunca más. Debemos establecer una “tolerancia cero” en contra del temor.
Debemos entrenarnos para actuar en forma inmediata cuando el miedo venga a golpear nuestra puerta. Debemos aprender a hacer lo que Jesús hizo—enfrentar el temor y echarlo fuera. Nosotros debemos aprender cómo hacerlo.
Un cobarde llamado miedo
Lee Santiago 4:7: «Por lo tanto, sométanse a Dios; opongan resistencia al diablo, y él huirá de ustedes». Ya que el diablo es la raíz de todo miedo, podemos decir: “resiste el miedo y él huirá de ti”. Un diccionario define la palabra huir como: “salir corriendo en forma aterrorizada”.
¿Recuerdas aquel chico intimidador en el colegio? Mientras dejáramos que nos intimidara, estábamos paralizados. Pero, en el momento en que lo desafiamos y ganamos, le tocó retroceder. Al final, descubrimos que era un cobarde.
El miedo es un intimidador—un cobarde.
Si no lo desafiamos, el intimidador continuará haciendo de las suyas.
Para derrotarlo de una vez y por todas, tienes que levantarte contra él, dedo contra dedo, cara a cara y frente a frente. Tienes que enfrentarlo, resistirlo, oponértele y atacarlo. La traducción de la Biblia New English Bible de Santiago 4:7 lee así: “levántate en contra del diablo y él se dará la vuelta y correrá” (traducción libre).
Piensa en David y Goliat.
Goliat tenía al ejército completo de Israel paralizado de temor—hasta que David apareció. David se paró en frente del gigante, cara a cara, frente a frente, en contra del temor mismo. Su pacto era su defensa, sus palabras eran sus armas. El miedo fue desafiado, derrotado—y decapitado. Como resultado, el ejército filisteo retrocedió en cobardía y “corrió aterrorizado”. David sacó corriendo
al temor.
Satanás vino para aterrorizar a Jesús en una confrontación en medio del desierto. Esperó hasta que Jesús hubiera ayunado por 40 días, pensando que lo golpearía en su momento de mayor debilidad. No fue así. Jesús enfrentó las tentaciones con el arma más poderosa en contra del miedo—sus palabras llenas de fe.
“¡Está escrito!”
“¡Está escrito!”
“¡Dice así!”
«Y cuando el [temor] diablo agotó sus intentos de ponerlo a prueba, se apartó de él por algún tiempo» (Lucas 4:13). Ese cobarde salió corriendo. ¿Por qué? Porque Jesús se levantó en su contra. Dedo contra dedo. Cara a cara. Frente a frente.
Jesús también se levantó en la barca durante la tormenta y desafió al temor: «¡Silencio! ¡A callar!».
Jesús se levantó en contra de la muerte y confrontó el reporte que el diablo le dio a Jairo: «No temas. Solo debes creer».
Jesús se levantó en contra de la legión de demonios que corrían en su contra en la Tierra de los gadarenos «Espíritu impuro ¡deja este hombre!»
Jesús desafió y resistió al temor. El sacó corriendo al miedo con Su arma más grandiosa—las palabras. Tú y yo desafiamos y resistimos al temor de la misma manera, declarando palabras llenas de fe.
El sujeto tácito en Santiago 4:7 es la palabra “ustedes”. Ustedes resistan el temor y el temor se dará la vuelta y correrá. Déjame parafrasear Marcos 11:22-23: “Ten fe en el amor de Dios que hecha fuera todo temor. Sin embargo, deberás levantarte en contra del temor y decirle: quítate y échate al mar y si crees que lo que dices sucederá, serás completamente libre del temor”.
Tú y yo tenemos la misma autoridad que Jesús tiene de hablarle al temor. Nuestras palabras llenas de fe tomarán al temor y lo arrojarán al mar. Piensa acerca de los luchadores profesionales que probablemente hayas visto en televisión. El campeón toma a su oponente y lo saca del ring. ¿Puedes verlo? Cuando le hablamos al temor, hacemos lo mismo.
Nuestras palabras consumen la fuente de vida del temor. Lo masticamos y lo escupimos con nuestras palabras.
¿Suena cruel? Tan solo lee mi versión parafraseada de Isaías 41:15: “Amado, haré de ti un instrumento nuevo y afilado con dientes (suena como nuestras bocas). Deberás trillar el temor y córtalo en pequeños pedacitos. Deberás hacer paja del temor. Deberás arrojarlo al aire y el viento se lo llevará. El torbellino deberá esparcir el temor y tú te regocijarás en el Señor. Te glorificarás en el Santo de Israel”.
Momento decisivo en Guatemala
¡Recuerdo muy bien el día que Terri y yo desafiamos y resistimos un ataque violento del temor, y ganamos! Excepto que esta vez no sucedió mientras estaba sentado con la portada de un periódico en la sala de la casa de mi madre. Sucedió mientras estábamos esparcidos en el suelo con nuestros rostros mirando hacia abajo en una carretera remota de Guatemala, atrapados en medio del fuego cruzado entre una guerrilla comunista y los militares guatemaltecos.
En ese momento, yo era el Director de Publicaciones y Terri era la productora de Televisión en los Ministerios Kenneth Copeland. Habíamos viajado a Guatemala para hacer un reporte de uno de los ministerios de alcance de KCM.
Durante nuestra estadía, viajamos a un pequeño pueblo a hacer una campaña ministerial. Nos tomó muchas horas llegar allí viajando en una ruta muy angosta llena de curvas. Mientras manejábamos sobre la montaña, notamos cierta actividad delante de nosotros. A medida que nos aproximábamos, nos dimos cuenta que la ruta estaba bloqueada por los militares.
Nuestro conductor sacó una pistola pequeña y se la pasó a la mujer que estaba sentada en la parte trasera con Terri y conmigo. Ella enfundó la pistola en el bolsillo de su rodilla. Nosotros empezamos a preguntarnos qué sucedía.
El conductor se detuvo en el bloqueo, y bajó su ventana. Le hicieron preguntas, las respondió y nos permitieron continuar—sólo para que nuevamente nos detuviera otro solado.
Esta vez nos ordenaron salir de nuestros vehículos. Estas personas no eran oficiales haciendo revisiones de rutina. Eran guerrilleros comunistas conocidos por su reputación de ladrones, secuestradores y asesinos.
Tan pronto como salimos del auto, la balacera explotó. Por unos instantes fuimos aturdidos mientras que nuestro viaje tranquilo era interrumpido por el ruido de disparos de armas de fuego.
Lo que no nos habíamos percatado era que habíamos sido seguidos por un camión lleno de militares guatemaltecos que habían abierto el fuego cuando vieron a los grupos guerrilleros.
Volvimos en sí cuando nuestro líder y anfitrión gritó: “Arrójense al suelo”.
Terri todavía estaba de pie mirando alrededor, obviamente muy interesada en lo que estaba sucediendo. Puse mi mano sobre su cabeza y la empujé hacia el suelo. Ahora estábamos en medio de un fuego cruzado de armas y granadas.
Sentíamos como el polvo volaba a nuestro alrededor mientras las balas chocaban contra el suelo. La fuerza del miedo hizo su entrada triunfal. Estaba tratando de asfixiar mi corazón.
Mi mente fue invadida por pensamientos a alta velocidad.
¿Por qué tuve que venir a este lugar? Podría estar en mi casa.
Me pregunto qué se siente recibir un disparo.
Tuve una visión del rostro de mi niña de dos años en ese momento y pensé: Aubrey no puede crecer sin un papá.
Mi corazón estaba latiendo tan fuerte que me levantaba del suelo con cada palpitación.
El temor salió corriendo
Sin embargo, solo un momento después, el temor salió corriendo. ¿Por qué? Escuché a alguien orando en lenguas. Eso era todo lo que necesitaba. El corazón dejo de latir con fuerza. Mis pensamientos se aclararon. El valor tomó su lugar mientras gritaba en lenguas. Todos lo recibimos y entendimos. Tomando nuestra autoridad sobre el diablo, mandamos al tiroteo a que se detuviera.
Enfrentamos el temor con palabras llenas de fe.
Dedo contra dedo. Cara a cara. Frente a frente. ¡Y funcionó!
El tiroteo se detuvo. Las guerrillas se esparcieron por la jungla. El ejército guatemalteco pasó acelerando a nuestro lado. Nosotros nos levantamos y miramos a nuestro alrededor. Todo había regresado a la normalidad. La tormenta había pasado. El temor se había ido—desaparecido. Salió corriendo de nosotros, completamente aterrorizado.
Ese día descubrimos que algunas personas habían sido asesinadas. Sin embargo, cada persona en nuestro equipo estaba bien. Esa tarde, leí el Salmo 91 bajo una nueva luz. La frase «No tendrás temor de los terrores nocturnos, ni de las flechas lanzadas de día» tomó un nuevo significado.
El temor apareció. Lo confrontamos con palabras llenas de fe. Y el cobarde volteó su cola y salió a correr. Resultado: ¡una nueva victoria para Jesús!
Ahora, es tu turno
¿Qué miedos estás enfrentando hoy?
¿Qué clase de intimidador te tiene atemorizado?
¡Levántate en contra del temor! Confróntalo. Opóntele. Resístelo. Atácalo. Dedo contra dedo. Cara a cara. Frente a frente. Sácalo corriendo. Háblale: “Temor, en el Nombre de Jesús, te ordeno que salgas de mi presencia. El Señor es mi ayudador y no existe temor en el amor. Te saco de mi vida”.
Escribe una lista de escrituras para ser libre del temor y confiésalas frecuentemente. A medida que lo hagas, la valentía crecerá. Con confianza pondrás tu mano sobre tu corazón y dirás: “No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo”.