Desde que empezamos a predicar el evangelio, el diablo ha desparramado a través de los años cantidades de rumores acerca de nosotros. Algunos han sido tan ridículos que me han asombrado. Cuando los escuché, pensé: Eso no es cierto en lo absoluto.
¡Alguien debió haberse sentado a inventarlo!
Pero para nosotros ha sido fácil si lo comparas con lo que Dios tiene que soportar. Nadie ha dicho nada tan malo de nosotros como lo que se ha dicho acerca de Él. ¡Se ha mentido más acerca de Dios que de cualquier otra persona en el mundo!
Desde el Jardín del Edén, el diablo ha estado calumniando el carácter de Dios. Le ha dicho a la gente que en Dios no se puede confiar y que es tacaño con Sus bendiciones. Le ha echado la culpa de las calamidades que suceden, diciendo que Él envía sufrimiento a la vida de gente buena por razones que nadie entiende.
A pesar de que esos rumores no son ciertos, el diablo los ha introducido con tanto éxito que aún se han colado en la iglesia. Se han convertido en tradiciones religiosas que han pasado de generación en generación.
Por ejemplo: cuando crecía, escuché decir que Dios ya no hacía milagros. Mi iglesia enseñaba que la sanidad ya había pasado. Yo nunca supe con exactitud cuándo fue que había finalizado. Nadie me lo dijo. Tan solo me dijeron que Dios ya no estaba más en el asunto, así que si estás enfermo, te toca enfrentarlo como puedas. No hay nada para ti.
A pesar de que estoy segura que las personas en mi iglesia tenían buenas intenciones, al crecer descubrí que me llevaron a conclusiones equivocadas. ¡La verdad es que la sanidad nunca ha terminado ni pasado de moda! No pudo terminarse porque en Éxodo 15:26 Dios dice: «Yo soy el Señor, tu sanador».
Ya que Dios nunca cambia (Malaquías 3:6), si Él era el Señor, tu sanador en la época en la que el libro de Éxodo fue escrito, hoy en día Él todavía es el Señor que sana. Él todavía quiere que cada uno de los suyos viva totalmente libre de enfermedades, dolencias y cada una de las otras partes de la maldición.
¡Esa es la razón por la que Jesús vino! Él vino para comprar nuestra libertad. Vino para redimirnos de la maldición haciéndose maldición por nosotros, para que nosotros podamos ser BENDECIDOS—espíritu, alma y cuerpo (Gálatas 3:13-14). El vino para llevar nuestras enfermedades y dolencias, y por sus llagas hemos sido sanados (Isaías 53:5).
Sin embargo, el diablo nos ha mentido al respecto; ha tratado de detenernos y vendarnos los ojos para que no percibamos esta verdad. Ya que la verdad nos hace libres y la Palabra de Dios es verdad (Juan 8:32, 17:17), la única manera en la que el diablo puede continuar manteniéndonos enfermos es robándonos la Palabra de Dios. El no tienen ninguna otra opción.
Jesús le quitó al diablo todo el poder que tenía. Lo único que quedaron fueron sus mentiras. Así que él no puede hacer nada si no nos convence primero de que las creamos. Nos dirá que la Palabra significa cualquier otra cosa de que lo realmente dice, o que no funcionará para nosotros. Tratará de persuadirnos de que no es lo suficientemente poderosa para sobreponerse a cualquier cosa que estemos pasando.
Si vamos a vivir libres, tenemos que determinar que no escucharemos todas sus tonterías. Nosotros hemos decidido, que sin importar lo que suceda creeremos la Palabra de Dios.
Ken y yo hicimos esta decisión hace mucho tiempo. Resolvimos que haríamos y creeríamos lo que dice la Biblia, sin importar lo que los demás dijeran. Determinamos que creeríamos y actuaríamos en la Palabra de Dios sin importar si lucía como algo bueno o malo para nosotros. Y por supuesto, como resultado de hacer lo que la Palabra dice, siempre ha sido para nuestro beneficio. Aun las cosas que vimos en las escrituras y que en un comienzo pensamos no nos traerían mucha ganancia, nos han abierto la puerta para las BENDICIONES de Dios.
Eso es lo que la Palabra hace. Obra para tu beneficio. Cuando la crees y actúas conforme a ella, «hará que tu camino prospere, y serás sabio y tendrás éxito» (Josué 1:8, AMP).
La Palabra de Dios es nuestro libro del éxito. Él no lo escribió para Su propio beneficio (Dios no necesita un libro que le explique el éxito—Él ya es un éxito). Él lo escribió para nuestro beneficio porque mientras más renovemos nuestra mente para que se ponga de acuerdo con Su Palabra, más libres seremos. Él nos ha dado Su Palabra para que nosotros no nos creamos las mentiras del diablo.
No ejerzas tu propia derrota
Podrías decir: “Pero, Gloria, si el diablo disfraza sus mentiras como tradiciones religiosas, ¿cómo puedo estar seguro de que las identificaré?”
Primero: estas tradiciones te enseñan a ejercer tu propia derrota. Te entrenan para que te sometas a los ataques del diablo. Eso es exactamente lo opuesto a lo que la Biblia dice que deberías hacer. Nos dice: «Por lo tanto, sométanse a Dios; opongan resistencia al diablo, y él huirá de ustedes» (Santiago 4:7).
La estrategia de Satanás es mantenerte en un estado en el que no le ofreces resistencia alguna. Si puede lograrlo, se quedará contigo. Mientras tú no lo saques corriendo al declarar lo que la Palabra dice acerca de tu sanidad, el puede quedarse haciendo que te enfermes. Él puede atacar tu cuerpo tanto como él quiera si puede convencerte de que la sanidad ha terminado o que Dios ha hecho que te enfermes para enseñarte algo.
¡Si tú crees esa clase mentiras, nunca resistirás el diablo! No te levantarás y te mantendrás en su contra cuando los síntomas empiecen a atacarte. Tu tan solo irás el domingo a la iglesia y dirás: “Bueno, supongo que esta enfermedad es la voluntad del Señor”.
Claro, tendrás dudas al respecto. No te quedarás solamente sentado en tu casa disfrutando la enfermedad porque vino de parte de Dios. No; muy temprano el lunes en la mañana estarás en la oficina del doctor pidiendo que te receten algo para tomar. Estarás tratando de mejorarte, porque a pesar de la tradición religiosa, sabes muy bien que la enfermedad no es algo bueno.
Esta es una verdad muy simple. Mis hijos la entendieron cuando eran pequeños y no tenían más de 5 años: Dios es bueno. El diablo es malo. Las cosas buenas vienen de parte de Dios y las cosas malas vienen del diablo. Y ya que la enfermedad es mala, entonces proviene del diablo.
¡Dios nunca enviará enfermedad sobre sus hijos por razón alguna!
Olvídate de lo que has escuchado acerca de Él, enseñándoles por medio de la enfermedad. Olvídate de lo que te han dicho acerca de que Él recibe gloria cuando los creyentes aceptan la enfermedad con una buena actitud. Esas son tradiciones religiosas falsas.
Los creyentes no aprenden por medio de la enfermedad; la Palabra de Dios y el Espíritu Santo son sus maestros (lee Timoteo 3:16 y Juan 14:26). Dios no se lleva la gloria por la enfermedad. Por el contrario, Él recibe la gloria cuando Su sanidad se manifiesta. La Biblia dice que cuando Jesús ministró en la Tierra: «la multitud se quedaba asombrada, y al ver que los mudos hablaban, los mancos eran sanados, los cojos andaban y los ciegos veían, glorificaban al Dios de Israel» (Mateo 15:31). No es la enfermedad sino la sanidad y los milagros lo que le dan la Gloria a Dios.
No te quedes atrapado con el aguijón
Quizás digas: “Pero, ¿qué pasa con el aguijón en la carne de Pablo? ¿No fue esto una enfermedad que Dios le envió? ¿No dijo Pablo que tenía que soportarla porque Dios se la había mandado?”
¡Absolutamente no! A pesar de que es probable que hayas escuchado predicaciones al respecto, no es más que otro engaño religioso. De acuerdo con la Biblia, lo que Pablo dijo acerca de la situación fue lo siguiente: «Y para que no me exaltara demasiado por la grandeza de las revelaciones, se me clavó un aguijón en el cuerpo, un mensajero de Satanás, para que me abofetee» (2 Corintios 12:7). Ese versículo no dice nada acerca de que Dios le mandó a Pablo un aguijón. Dice que el aguijón era el mensajero de Satanás. La palabra “mensajero” es usada 188 veces en el Nuevo Testamento, y es traducida 181 veces como “ángel” y las 7 veces restantes como “mensajero”.
De cualquier manera, se refiere a una personalidad o a un ser. Nunca se refiere a la enfermedad o la dolencia. Así que Pablo no estaba hablando acerca de la enfermedad en ese capítulo. Él estaba hablando acerca de un espíritu demoníaco que había empezado una persecución en su contra.
A cualquier lugar al que Pablo fue a predicar, ese espíritu demoníaco lo siguió. Provocó a los líderes judíos e hizo que sintieran tanta envidia del ministerio de Pablo que constantemente lo persiguieron. Se opusieron a él, algunas veces de maneras muy crueles. Debido a que Pablo no tenía las fuerzas naturales para lidiar con los ataques, él quería que Dios hiciera que ese espíritu que lo perseguía se fuera. Así fue como le pidió tres veces al Señor si podía hacer que se fuera, y el Señor le respondió: «Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad». Por eso, con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí» (versículo 9).
Muchas personas han malentendido completamente esos versículos. Les han enseñado por la tradición religiosa que Dios dijo: “No, Pablo. Tienes que mantener ese aguijón y aguantártelo por Mi gracia. Tan solo debes glorificarme con él”.
¡Sin embargo, eso no es lo que dice la escritura en lo absoluto!
Cuando Dios le dijo a Pablo “Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”, la palabra traducida como poder fue la palabra griega dunamis, que se refiere al poder sobrenatural y poderoso de obrar milagros de Dios. Él le estaba diciendo a Pablo que, en cualquier situación, sin importar lo imposible que luciera, Su favor divino lo ayudaría a atravesar la situación. En la debilidad humana, el poder de Dios se perfeccionaría.
Pablo lo entendió, y en los versículos 9 y 10 dijo: «Por eso, con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí. Por eso, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en las afrentas, en las necesidades, en las persecuciones y en las angustias; porque mi debilidad es mi fuerza».
¡Cuando el poder de Cristo descansa sobre ti, no tienes ningún problema! Cuando Su poder trabajar por ti, y eres fuerte en Él, el diablo no tiene ninguna oportunidad. Tú serás el ganador todas las veces.
¡Pablo lo demostró! Le dio una paliza al diablo una y otra vez. En una ciudad en la que predicó, sus perseguidores llegaron a apedrearlo y lo sacaron de la ciudad como muerto. ¡Eso es a lo que yo llamo debilidad! No puedes estar más débil que muerto.
«Pero los discípulos lo protegieron, y Pablo se levantó y entró en la ciudad, y al día siguiente salió con Bernabé para Derbe. Después de anunciar el evangelio en aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, los dos regresaron a Listra, a Iconio y a Antioquía» (Hechos 14:20-21).
¡Piénsalo! El poder de Dios en Pablo era tan fuerte, que no sólo regresó después de haber sido apedreado, sino que viajó a otra ciudad y continuó predicando. Después regresó a la ciudad donde había sido apedreado y ministró una vez más.
La tradición religiosa no te dirá cosas como esas. Pero sucedieron en la vida de Pablo todo el tiempo. El sufrió naufragios, fue golpeado, encarcelado, mordido por una serpiente venenosa y cosas inimaginables. Sin embargo, nunca fue derrotado. Nunca le permitió al diablo engañarlo con convertirse en un hombre enfermo y débil.
Al contrario, Pablo vivió hasta ponerse viejo, y viajó a casi todos los lugares conocidos del mundo en ese entonces. Escribió dos tercios del Nuevo Testamento y completó su ministerio. Cuando él y Dios finalmente decidieron que era el momento de Pablo de partir de esta Tierra e ir al cielo, él dijo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe» (2 Timoteo 4:6-7).
La pelea de la fe de Pablo fue más fuerte de la que alguno de nosotros enfrentaremos alguna vez. Aun así, él ganó resistiendo al diablo en cada paso del camino. Triunfó en cada situación porque había aprendido el secreto de caminar en victoria: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte
. Tengo fortaleza para todas las cosas porque Cristo es quien me da poder [Estoy listo para cualquier cosa que a través de Él me infunde fortaleza interior]» (2 Corintios 12:10; Filipenses 4:13, AMP).
Al margen de mi Biblia, al lado de esos versículos, escribí: Cuando la fortaleza humana termina, el poder de Dios sobresale. Para mí, esta frase resume la enseñanza de Pablo acerca del aguijón en la carne. No se trata acerca de someterse a la esclavitud del diablo. Se trata de caminar en libertad.
Así que no te creas las mentiras del diablo. Toma el control del juego con la verdad. Cuando él comience a poner síntomas de enfermedad en tu cuerpo, resístelo y dile lo que la Palabra dice acerca de tu sanidad. Cuando te envíe alguna clase de aguijón en la carne y te diga que no hay camino para ti, repréndelo y dile: “Sí, sí hay un camino y Él lo hará para mí. Su poder sobresale cuando la fortaleza humana se termina. ¡Estoy listo para todo y para cualquier cosa a través de Él que me infunde fortaleza en mi interior!”