El 18 de octubre, en un hotel en Washington D.C., el SEÑOR empezó a hablarme acerca del lugar y la comisión de KCM—su papel y su unción. Me di cuenta que Él estaba hablándome acerca de la mismísima razón por la que yo había nacido—la razón por la que había sido puesto en este ministerio, la razón de mi llamado personal. Todas las cosas que Dios me ha revelado en su infinita gracia, todas las cosas que Él me ha llamado a hacer, todas las cosas que he tenido el privilegio de aprender acerca de Su PALABRA—acerca del mundo espiritual, su funcionamiento y operación—todo eso precedió a este momento.
El Señor me dijo que lanzara este ministerio en un ataque contra el espíritu de temor…Me dijo: ¡desconecta el enchufe del terrorismo!
Mira alrededor. En estos días casi todo lo que puedes ver y oír es temor. Está en todas partes.
Sin embargo, no debería sorprenderte—de eso se trata el terrorismo.
El terrorismo se define como “el uso del temor planeado y organizado como un arma”. La meta del terrorismo es aterrorizar, asustar o causar pánico hasta el punto que una persona no puede resistirlo.
La opresión es el robo de un bien o inmueble a una persona por medio del temor o la fuerza. Es el arrebato de algo sin tener ningún derecho a hacerlo, aprovechando la ignorancia, la debilidad o los miedos de la persona que está siendo oprimida.
Así que, en el corazón del terrorismo y la opresión, está el mismo temor. Y en un momento en el cual pareciera que actos terroristas inimaginables están golpeando a nuestra puerta, todo el mundo está a punto de ver una diferencia notable entre aquellos que son creyentes y los que no lo son.
Debido a que los creyentes, a diferencia del resto del mundo, no tenemos porqué tolerar el temor en ningún grado, nosotros lo atacamos —y nos deshacemos de él.
Zona libre de temor
Dios no ha llamado al cuerpo de Cristo—el cuerpo de Sus ungidos en la Tierra—a soportar el miedo, de la misma manera que no lo ha llamado a aguantar la pobreza, la enfermedad o cualquier otra clase de opresión demoníaca.
Jesús hizo un gran esfuerzo para librarnos de toda opresión. Y Su manera de tratar con la opresión la encontramos en Hechos 10:38: «Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y que él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo».
Jesús no subsistió con las obras del diablo. Él las destruyó. Ésa fue Su única razón para venir a esta Tierra (1 Juan 3:8). Y las destruyó yendo a la raíz del problema. Hebreos 2:14-15 dice: «Así como los hijos eran de carne y hueso, también él [Jesús] era de carne y hueso, para que por medio de la muerte destruyera al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir, al diablo, y de esa manera librara a todos los que, por temor a la muerte, toda su vida habían estado sometidos a esclavitud».
Antes de que Jesús viniera a la Tierra, toda la humanidad estaba sometida a la esclavitud. ¿Cómo? A través del temor a la muerte.
El diablo tenía en sus manos el poder de la muerte sobre nosotros. Y el miedo a la muerte es la fuente de todo temor—toda clase de temor se basa en él. Si tienes temor de volar, de la oscuridad, o temor de pararte a hablar en frente a un grupo de gente, todos emanan del temor a la muerte.
Adicionalmente, en el momento en el que recibimos a Jesús como nuestro SEÑOR y Salvador, no tenemos más «un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina» (2 Timoteo 1:7, NTV).
Donde una vez tuvimos un espíritu de temor, ahora tenemos el Espíritu de Dios, el Espíritu de amor, porque Dios es amor (1 Juan 4:16). Y «el perfecto amor echa fuera el temor» (versículo 18).
Así que existe una gran diferencia entre convivir con el miedo, tratando de “sobrevivir” mientras todavía estamos sujetos a esta opresión, y de ser librados del miedo cuando ha sido totalmente erradicado de tu vida.
Como hijo de Dios nacido de nuevo, ya no tienes que ser dominado o por el miedo porque Jesús destruyó la raíz de todo temor. En otras palabras, en tu interior ya no reside un espíritu de miedo.
Enfrenta al miedo
A pesar de que ya no estamos sujetos al miedo, todavía vivimos en un mundo que se mantiene cautivo por éste. Eso significa que tenemos que enfrentarlo, y tenemos que lidiar con él.
Por otro lado, la vida— aun en el espíritu— no es gobernada por la casualidad, la suerte o algo místico y desconocido en el universo. No. Toda la vida es gobernada por leyes espirituales; y esas leyes espirituales funcionan e interactúan la una con la otra de la misma manera que lo hacen las leyes físicas naturales—por ejemplo: la ley de la gravedad, u otras leyes físicas.
Romanos 8:2 nos dice que: «porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte». Cuando pones alguna de las leyes del pecado y la muerte en movimiento, éstas te matarán. Porque el resultado del pecado es muerte.
Debido a que Jesús murió y resucitó de entre los muertos, se nos ha dado autoridad en la ley del Espíritu de vida a través del ungido, Jesús. Nosotros hemos sido librados de las leyes del pecado y la muerte.
Ahora, eso no significa que podemos pecar y no morir. Simplemente significa que lo que impulsa y mueve el pecado que obra en la vida de alguien que no ha nacido de nuevo no está operando en un creyente, y no tiene autoridad sobre nosotros a menos de que se lo permitamos. Y ya que el temor es una fuerza espiritual, debemos atacarla con las armas espirituales de guerra que nos han sido provistas—armas que «no son las de este mundo, sino las poderosas armas de Dios, capaces de destruir fortalezas» (2 Corintios 10:4).
Sí; el temor es una fortaleza y depende de nosotros que la derribemos. La clave para que la derribemos se encuentra en el primer capítulo de Josué. Aquí es donde encontramos las instrucciones que Dios le dio para guiar a Israel a la Tierra prometida.
Una de las primeras cosas que Dios le dijo a Josué fueron: «yo estaré contigo como antes estuve con Moisés. No te dejaré, ni te desampararé. Esfuérzate y sé valiente, porque tú serás quien reparta a este pueblo, como herencia, la tierra que juré a sus padres que les daría» (Versículos 5-6).
Josué tuvo éxito liderando los hijos de Israel a la tierra de la que mana leche y miel, no porque fuera el comandante militar más grandioso de esa época. Tampoco fue porque fuera el mejor conferencista motivacional de sus tiempos.
El éxito de Josué fue simplemente porque Dios dijo: «yo estaré contigo como antes estuve con Moisés»
¿Recuerdas que dijimos que Dios es amor y que “el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18)? Dios básicamente le dijo a Josué: Estaré contigo. No te dejaré. No te fallaré. ¡Así que no temas!
Ese día, el amor mismo le habló a Josué. El amor le reafirmó a Josué que estaría con él y que lo vería al otro lado.
Un ataque triple
Sin embargo, eso no fue todo lo que Dios le dijo a Josué ese día; después de animarlo, Dios le dio más instrucciones:
«Pero tienes qué esforzarte y ser muy valiente. Pon mucho cuidado y actúa de acuerdo con las leyes que te dio mi siervo Moisés. Nunca te apartes de ellas, ni a la derecha ni a la izquierda, y así tendrás éxito en todo lo que emprendas. Procura que nunca se aparte de tus labios este libro de la ley. Medita en él de día y de noche, para que actúes de acuerdo con todo lo que está escrito en él. Así harás que prospere tu camino, y todo te saldrá bien» (Josué 1:7-8).
La presencia de Dios que Josué tenía no era suficiente para ganar la batalla en contra del terror que enfrentaría y vencería. Josué también tenía un papel que jugar. Su papel constaba de tres partes:
1) El libro de la ley nunca debía apartarse de sus labios.
2) Meditar en él de día y de noche.
3) Actuar de acuerdo con todo lo que está escrito en él.
Josué tenía que declarar la PALABRA… meditar la PALABRA… y actuar de acuerdo a la PALABRA.
Juan 1:1 nos dice: «En el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y Dios mismo era la Palabra». La PALABRA es tanto una manifestación del mismo Dios, como lo son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sin embargo, añade a eso la revelación de que Dios es amor (1 Juan 4:16), y vemos que la PALABRA es la manifestación del amor, el perfecto amor que echa fuera el temor. La PALABRA de Dios no se especializa en el poder de Dios. Nosotros somos los que tenemos que focalizarnos en Su Poder. La PALABRA se especializa en el amor de Dios. Y sin el amor de Dios, nunca verás la manifestación del poder de Dios.
Entonces, ¿en qué le pidió Dios a Josué que meditara?
En la PALABRA de Dios… el amor de Dios. Porque es ese amor el que echa fuera todo temor. Nota la frase con la que Dios termina de hablarle a Josué: «Escucha lo que te mando: Esfuérzate y sé valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo por dondequiera que vayas»
Mientras Josué se focalizara en el amor de Dios—la PALABRA de Dios—no habría lugar para el miedo. Se había ido. ¡Erradicado!
Esto contiene una verdad que aplica para nosotros, hoy. Eliminar el temor requiere una acción de nuestra parte. Como Josué, tenemos que meditar—constantemente darle nuestra atención —a la PALABRA de Dios.
Eso significa mantener nuestra mente focalizada en Él, mantener nuestra mente en Su PALABRA, y mantener nuestra mente focalizada en Su amor. Y tenemos que hacer eso hasta que recibamos la revelación de Hebreos 13:5-6: «…porque Dios ha dicho: «No te desampararé, ni te abandonaré». Para que podemos decir con toda confianza: «El Señor es quien me ayuda; no temeré lo que pueda hacerme el hombre».
En estos días, no podemos saturar nuestra mente con todos los reportes de las noticias acerca de muerte, destrucción, guerras químicas y terrorismo y caminar libres del miedo al mismo tiempo. Tenemos que sacar nuestra mente de lo que el mundo dice y ponerla en lo que dice la PALABRA.
Y la PALABRA dice; Toda autoridad en el cielo y en la Tierra te ha sido dada en el Nombre de Jesús. Tú tienes que autoridad sobre todo lo que camina, todo lo que vuela, todo lo que se arrastra, todo lo que nada y todo lo que trepa.
Así que: focalízate en la PALABRA. Benefíciate del amor de Dios. Luego, apodérate de tu autoridad como nunca antes y… ¡desconecta el enchufe del terrorismo!