¿Cómo podemos experimentar el poder de la nueva vida en nuestro diario caminar con el Señor? La respuesta la podemos encontrar en Romanos 6:4: «Porque por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que así como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.»
Quiero que le prestes atención a las palabras “así también”, las cuáles también significan: “igual que”. Así como Jesús resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también debemos caminar en una nueva vida por esa misma gloria. Esa gloria ya está en nosotros. En espíritu, ya hemos resucitado a un nivel lo suficientemente alto como para vencer cualquier cosa que el enemigo traiga contra nosotros. El Padre ha hecho posible que, como creyentes, podamos vivir por encima del dominio del pecado y la muerte.
¿Cómo lo ha hecho posible? Él nos dio un nuevo espíritu renacido y nos llenó con Su Espíritu: «Les daré un corazón nuevo, y pondré en ustedes un espíritu nuevo; les quitaré el corazón de piedra que ahora tienen, y les daré un corazón sensible. Pondré en ustedes mi espíritu, y haré que cumplan mis estatutos, y que obedezcan y pongan en práctica mis preceptos.» (Ezequiel 36:26-27).
Hasta que nacimos de nuevo y nos llenamos de Su Espíritu, fuimos impedidos por las cosas de este mundo natural. Estábamos muertos para Dios y vivos para el pecado. Ahora, hemos sido crucificados con Cristo (Gálatas 2:20). Hemos muerto al pecado y hemos resucitado junto con Él (Efesios 2:5-6). El viejo pecador que una vez fuimos ya ha muerto. Nos hemos convertido en una nueva creación en el interior (2 Corintios 5:17). Y esa nueva criatura vive a la imagen de Jesucristo, quien es la imagen expresa del Padre.
Tu hombre espiritual ha resucitado con la misma nueva vida con la cual resucitó a Jesús. «Pero Dios, ¡tan rico es Él en Su misericordia! Por y para satisfacer el gran, maravilloso e intenso amor con que nos amó, incluso cuando estábamos muertos por [nuestros] propios defectos y delitos, nos hizo vivir juntos en comunión y en unión con Cristo; [Él nos dio la vida misma de Cristo, la misma nueva vida con la que lo vivificó…» (Efesios 2:4-5, Biblia Amplificaba, Edición Clásica).
Colosenses 2:9-10 en la Biblia Amplificada, Edición clásica nos dice que tenemos el potencial de llegar a ser plena y espiritualmente maduros.
Porque en Él toda la plenitud de la Deidad (la Divinidad) continúa habitando en forma corporal [dando completa expresión de la naturaleza divina]. Y Ustedes están en Él, plenos y habiendo alcanzado la plenitud de la vida [en Cristo Ustedes también están llenos de la Deidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– y alcanzan la plena estatura espiritual]. Y Él es la Cabeza de todo gobierno y autoridad [de cada principado y poder angelical].
Dios se nos ha dado a Sí mismo, Su propia naturaleza, Su propia sustancia, Su misma vida. Lo llamamos vida eterna. Para llamar tu atención, quiero llamarlo una vida de resurrección. En realidad, tienes la misma nueva vida que Dios le dio a Jesús cuando lo resucitó de entre los muertos, morando en tu interior.
El Poder de la Resurrección
Entonces, ¿cómo hacemos para que la vida de resurrección afecte nuestro caminar diario con el Señor y afecte nuestras circunstancias? Debemos vivir muertos al pecado y mantener nuestra relación con este último rota y vivir para Dios y en unión con Él (Romanos 6:11). “Si entonces han resucitado con Cristo [a una nueva vida, compartiendo así Su resurrección de entre los muertos], persigan y busquen los tesoros [ricos, eternos] que están arriba, donde está Cristo, sentado a la diestra de Dios” (Colosenses 3:1, AMPC).
Debemos cambiar nuestro afecto. Si tú y yo mantenemos nuestra atención en las cosas naturales, entonces el poder de nuestra nueva vida en Cristo no se manifestará en nosotros. Seguiremos siendo cristianos inmaduros.
Encontramos cómo debemos caminar en el poder de esta nueva vida en Romanos 7:5-6:
Cuando vivíamos en la carne (meras vidas físicas), las pasiones pecaminosas que se despertaban y levantaban por [aquello] que la Ley [declara como pecado] operaban constantemente en nuestros poderes naturales… de modo que producíamos fruto para la muerte. Pero ahora estamos dados de baja de la Ley y hemos terminado toda relación con ella, habiendo muerto a lo que una vez nos refrenó y nos mantuvo cautivos. Entonces ahora servimos, no bajo el [la obediencia al] viejo código de regulaciones escritas, sino [bajo la obediencia a las impresiones] del Espíritu en la nueva [vida] (AMPC).
Nosotros experimentamos el poder de esta nueva vida obedeciendo las impresiones del Espíritu Santo en nuestros espíritus. Para poder servir a Dios de esta manera, debemos prestarle toda nuestra atención.
Si no estás manifestando el poder de Dios en tu vida, no necesitas más de Dios, sino que ¡Él necesita más de ti! Si lo mantienes alejado de tus pensamientos, entonces vivirás una simple vida natural. Dios requiere tu atención indivisible para que aprendas a escuchar Su voz. Cuando escuchas Su voz y obedeces Sus impresiones, serás sostenido diariamente por la vida de resurrección que está en ti a través del Espíritu Santo. Él está en ti para ayudarte, fortalecerte, enseñarte a mortificar las obras de la carne y guiarte a toda verdad. Él es tu consejero perfecto.
Muchas personas escuchan la Palabra de fe y deciden que cambiarán sus circunstancias al declarar palabras llenas de fe según Marcos 11:23. Lo que muchos no se dan cuenta es que tú no puedes llenar tus palabras con fe. La unión con Dios a través de Su Palabra llena tus palabras con fe. Las palabras se convierten en palabras de fe al escuchar la Palabra de Dios. En realidad, al escuchar y escuchar continuamente, la fe llega y la fe permanece. Si el mundo te está distrayendo del Padre, entonces lo más probable es que tus “confesiones de fe” no sean más que palabras vacías. No experimentarás el poder de la resurrección a menos que pongas tu afecto en Él. La promesa de Marcos 11:23-24 seguirá siendo tuya, pero está condicionada a la condición de tu corazón: «siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea…»
«No se engañen. Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará. El que siembra para sí mismo, de sí mismo cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.» (Gálatas 6:7-8). Si quieres cosechar la calidad de vida que Dios ha preparado para ti, debes sembrar para el Espíritu. Es así de simple.
¿Qué dicen las escrituras? «…porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica.» (2 Corintios 3:6). Si nos concentramos en mantener nuestra unión con el Padre, nuestras palabras tendrán autoridad. El Espíritu de Dios las hará vivir con Su poder.
El pecado, la desobediencia y la vida egoísta y carnal evitarán que esa vida fluya. Romanos 6:14 (RVA-2015) dice que «el pecado no se enseñoreará de ustedes.» No puedes seguir prestando atención a las cosas de este mundo y esperar dominar el pecado. Al establecer tu afecto en Dios y sembrar en el Espíritu, experimentarás un proceso de crecimiento. Serás «transformado de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.» (2 Corintios 3:18). Entonces el Espíritu Santo hace el trabajo en ti, y comenzarás a parecerte más y más a Jesús. El pecado perderá su control sobre ti. «Digo, pues: Vivan según el Espíritu, y no satisfagan los deseos de la carne.» (Gálatas 5:16).
Isaías 3:10 dice: «Díganle al hombre justo que le irá bien, y que comerá del fruto de sus obras.» Si no vives siguiendo tu nueva naturaleza de justicia, entonces no comerás el fruto de la rectitud. Versículo 11: «¡Pero ay del malvado! Mal le irá, y conforme a sus obras se le pagará.» Esto va perfecto con Gálatas 6:7-8, ¿no es así?
Ahora mira Isaías 59:1-2: «Bien pueden ver que la mano del Señor no está impedida para salvar, ni sus oídos se han agravado para no oír. Son las iniquidades de ustedes las que han creado una división entre ustedes y su Dios. Son sus pecados los que le han llevado a volverles la espalda para no escucharlos.» El pecado te separa del poder de Dios, aun si has nacido de nuevo. La vida de resurrección permanecerá dormida en ti si caminas en pecado. Hasta que la carne sea llevada a la obediencia por el espíritu, hay guerra librándose en ti. La carne quiere dominarte, y el espíritu se esfuerza por suprimir la carne. ¡Pero puedes ganar esa guerra! «Digo, pues: Vivan según el Espíritu, y no satisfagan los deseos de la carne.» (Gálatas 5:16).
Venciendo el pecado y la carne
La manera de vencer el pecado y la carne no es tratar de dejar de pecar. Dominas a la carne al caminar buscando la nueva vida que Dios puso en tu interior. «Porque ustedes ya han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios.» (Colosenses 3:3). «Por lo tanto, [haz] morir en [ti] todo lo que sea terrenal [tu carne]… (versículo 5). y [tú] revestido de la nueva naturaleza, la naturaleza del nuevo hombre, que se va renovando a imagen del que lo creó hasta el pleno conocimiento» (versículo 10). Camina siguiendo la guía de ese hombre interior y tu hombre exterior entrará en sujeción al Espíritu. Se requiere del conocimiento de Dios, y el conocimiento de Dios proviene de invertir tiempo en Su Palabra y de la oración.
Ahora bien, recuerda que nuestro destino, u objetivo, es ser como Jesús. Romanos nos dice que estamos predestinados a ser conformados a Su imagen (Romanos 8:29). ¿Cómo lo alcanzaremos? Romanos 8:1-2 nos dice que será al perseguir la calidad de vida que hemos recibido: «Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.»
Tenemos suficiente de la vida de resurrección de Dios para que caminemos en la libertad gloriosa mientras todavía estemos en la Tierra. No tenemos que esperar hasta que lleguemos al cielo para librarnos de la ley del pecado y la muerte. ¡La vida que está en Cristo Jesús te libera de esa otra ley! «Porque Dios ha hecho lo que para la ley era imposible hacer, debido a que era débil por su naturaleza pecaminosa: por causa del pecado envió a su Hijo en una condición semejante a la del hombre pecador, y de esa manera condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros, que no seguimos los pasos de nuestra carne, sino los del Espíritu.» (versículos 3-4).
La justicia de la ley se cumple en nosotros cuando no andamos según la carne, sino según el Espíritu. «Porque los que siguen los pasos de la carne fijan su atención en lo que es de la carne, pero los que son del Espíritu, la fijan en lo que es del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Las intenciones de la carne llevan a la enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden» (versículos 5-7).
La Iglesia nunca tendrá dominio sobre la muerte mientras tengamos una mente carnal. La mente espiritual produce vida. Una mente espiritual se ordena a sí misma bajo el mandato de Dios, ya sea por la Palabra escrita o por el testimonio interno del Espíritu Santo. La mente espiritual está abierta y lista para escuchar reproches y correcciones del Espíritu de Dios.
Para conocer y experimentar el poder de la resurrección de Dios en nuestras vidas, debemos conducirnos constantemente dentro de la esfera del Espíritu. Al hacerlo, esta conducta constante, impulsada por el Espíritu Santo, nos librará de la ley del pecado y de la muerte. Si el Espíritu de Dios nos dirige y controla, entonces no hay condenación ni juicio para nosotros. Nuevamente, es una frase condicional.
«Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús vive en ustedes, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu que vive en ustedes. Así que, hermanos, tenemos una deuda pendiente, pero no es la de vivir en conformidad con la carne, porque si ustedes viven en conformidad con la carne, morirán; pero si dan muerte a las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.» (versículos 11-13).
El Espíritu de Dios está en nosotros para resucitarnos de las obras muertas. Él vivificará nuestra carne. Si nos entregamos a Él, la vida de resurrección dominará y someterá a la carne.
El Espíritu Santo somete y aviva nuestra carne mortal. La vida de Dios en nosotros por el Espíritu de Dios penetra hasta que la carne está en sujeción al Espíritu.
Cuando Jesús fue crucificado, nuestro viejo hombre fue crucificado. El Espíritu de Dios está en nosotros para imponer la muerte de nuestro viejo hombre.
Pero el Espíritu Santo no someterá nuestra carne por sí mismo. Él nos ayuda cuando nos consideramos muertos al pecado y vivos para Dios. Él está en nosotros para enseñarnos y entrenarnos a vivir habitualmente siguiendo esta vida divina que se nos ha dado.
Todo comienza con nuestra vida cotidiana. Debemos permitir que el Espíritu Santo nos guíe en los asuntos cotidianos de la vida y nos lleve a mortificar las obras de la carne. Si no sabes cómo ser guiado por el Espíritu, toma la decisión de aprender. Acércate a Él, y Él se acercará a ti. Él te enseñará. Dile al Señor: “Quiero escuchar tu voz. Quiero hacer lo que me digas que haga. Quiero caminar en Tu poder de resurrección. Deseo experimentar el poder de vivir una nueva vida todos los días. Por una decisión de mi corazón, ignoro los dictámenes de mi carne y mortifico las obras del cuerpo. Por el poder de Dios, recibo un Espíritu Santo refrescante en mi vida. ¡En el nombre de Jesús!”
Ahora, deposita en tu vida aquellas cosas que sabes son la voluntad de Dios: tiempo en la oración y en la Palabra. A continuación, sé rápido para escuchar y adherirte a la Palabra escrita y a las impresiones del Espíritu dentro de ti.