CUANDO ERA UNA NIÑA PEQUEÑA, MI ABUELO TENIA UN REFUGIO PARA TORMENTAS. ERA EL MEJOR EN EL PEQUEÑO PUEBLO DONDE VIVÍAMOS Y, POR LO TANTO, MUY POPULAR. AUNQUE (HASTA DONDE PUEDO RECORDAR) NUNCA NOS IMPACTÓ NINGUNA TORMENTA QUE AMENAZARA NUESTRA VIDA, MI ABUELO NUNCA SE ARRIESGÓ.
Todos nos dirigíamos al refugio de mi abuelito a la primera señal de clima tempestuoso. En ese momento, yo pensaba que todo era muy emocionante. Me gustaba la idea de tener un refugio para tormentas.
A decir verdad, todavía lo hago.
En estos días, sin embargo, quiero un refugio que me proteja de algo más que el mal tiempo. También quiero un refugio contra cualquier otro tipo de peligro, porque estos tiempos en los que vivimos son muy peligrosos. Estamos en los últimos días previos al regreso de Jesús. Estos son los días de los que se refiere Mateo 24:7-8, Nueva Traducción Viviente, cuando dice: «Una nación entrará en guerra con otra, y un reino con otro reino. Habrá hambres y terremotos en muchas partes del mundo. Sin embargo, todo eso es solo el comienzo de los dolores del parto, luego vendrán más.»
Normalmente la palabra dolores, que se usa en esa traducción, no es una que me guste mucho. Pero debo admitir que encaja con algo de lo que estamos viendo en este momento. Ha habido un aumento sorprendente del mal aquí, en los Estados Unidos, en los últimos 20 años aproximadamente. La gente se comporta alocada y diabólicamente. Los padres están matando a sus niños; los niños están matando a sus padres. Los jóvenes están cometiendo asesinatos en masa. No sabemos lo que sucederá a continuación.
Personalmente, creo que la Iglesia será arrebatada de aquí antes de que llegue lo peor. Pero, aun así, no sé cuánto se va a deteriorar este mundo antes de que nos vayamos. Las cosas realmente podrían ponerse mal.
No tengo miedo, sin embargo, y tú tampoco debes tenerlo, porque Dios prometió protegernos en medio de todo. Él dijo que Él sería nuestro refugio.
¡Dios es un refugio mucho más grande que aquel de mi abuelo! Está con nosotros donde sea que vayamos. Si permanecemos conectados con Él, podemos conducir en nuestro automóvil, volar en avión o caminar por cualquier calle en cualquier ciudad del mundo sin salir de ese lugar de protección.
¡Dios nos tiene cubiertos todo el tiempo!
Por supuesto, para beneficiarse de Su cobertura, tenemos que hacer nuestra parte. No podemos simplemente vivir de cualquier forma que queramos, sin prestarle mucha atención a Dios, y pensar: Bueno, si alguna vez me meto en problemas, oraré. ¡Todo lo contrario! Si queremos ver cumplidas las promesas de protección de Dios en nuestras vidas, debemos recordar y actuar según lo que dice el Salmo 91:1: «El que habita al abrigo del Altísimo y se acoge a la sombra del Omnipotente.»
La palabra hebrea traducida como habita significa “alojarse en algún lugar”. Se refiere a un lugar donde vives, te quedas y al que perteneces.
Cuando estás viviendo en el lugar secreto de Dios y moras bajo Su sombra, no vas y vienes en tu relación con Él. No vives toda la semana tratando salirte con la tuya y luego te presentas en la iglesia el domingo. Estás en comunión con el Señor, esforzándote por obedecerlo todos los días. Estás viviendo con toda la luz que tienes y siempre buscando por más luz.
No digo que tengas que ser perfecto, por supuesto. Nadie es perfecto. Pero, como alguien que habita, cuando te tropiezas, te arrepientes rápidamente y continúas.
Viviendo en una burbuja
En Juan 15:7, Jesús conectó el concepto de permanecer con la Palabra de Dios. Él dijo: «Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan todo lo que quieran, y se les concederá.»
¿Cómo sabes cuándo la Palabra permanece en ti? ¡La Palabra te habla! Dirige tus pensamientos a medida que avanzas en tu día. Te viene a la mente cuando surgen desafíos y te ayuda a saber qué hacer.
He descubierto en mi propia vida que, si quiero que la Palabra permanezca en mí, tengo que dedicarle tiempo. No puedo leerla casualmente de vez en cuando. No puedo simplemente escuchar sermones y dejarlos entrar por un oído y salir por el otro. Tengo que ser diligente para leer la Palabra y meditar en ella todos los días y obedecerla. Debo tratarla como un tesoro invaluable.
Eso no me resulta difícil, porque amo la Palabra de Dios. Es preciosa para mí. Mi liberación, seguridad y bienestar en la vida dependen de ella.
Lo mismo es cierto para ti. Así que despierta tu amor por la Palabra no solo al leerla, sino creyendo lo que ella dice. ¡Haz que sea lo más importante en tu vida! Renueva tu mente al hecho de que, cuando permaneces en la Palabra, permaneces en tu refugio sobrenatural y divino. Estás viviendo, protegido de todo daño, en el lugar secreto del Altísimo.
¡No hay nada mejor que vivir en el lugar secreto!
Es una burbuja de protección en la que estás rodeado de Dios mismo por todos lados. Es un lugar donde estás oculto de tus enemigos y escondido del peligro.
Si quieres ver cuán seguro puede ser este divino lugar de protección, lee en el Nuevo Testamento cuando Jesús caminó ileso directamente en medio de una multitud de personas que querían asesinarlo. No podían tocarlo porque estaba oculto en el lugar secreto.
También lee la historia del Antiguo Testamento acerca de cómo Sadrac, Mesac y Abednego salieron del horno de fuego sin que ni un cabello en la cabeza se quemara y sin siquiera el olor a humo en sus ropas. El fuego no pudo consumirlos porque estaban en una burbuja sobrenatural, completamente encerrados por el poder de Dios.
Tú también puedes tener ese tipo de protección cuando estás en el lugar secreto. La Biblia lo promete una y otra vez en escrituras como estas:
«¡Bendito seas, Señor, mi roca!… fortaleces mis manos… Tú eres mi castillo de misericordia, mi fortaleza, mi libertador; eres mi escudo, y en ti me refugio; ¡tú haces que los pueblos se sometan a mí!» (Salmo 144:1-2).
«Pero que se alegren todos los que en ti confían; que griten siempre de júbilo, porque tú los defiendes; que vivan felices los que aman tu nombre. Tú, Señor, bendices al hombre justo; tu favor lo rodea, como un escudo.» (Salmo 5:11-12).
«Tú eres mi escondite; eres mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza.» (Salmo 119:114).
«El Señor es tu protector; el Señor es como tu sombra: ¡siempre está a tu mano derecha! El Señor te librará de todo mal; el Señor protegerá tu vida. El Señor te estará vigilando cuando salgas y cuando regreses, desde ahora y hasta siempre» (Salmo 121:5, 7-8).
«Aunque un ejército acampe contra mí, mi corazón no se amedrentará; aunque me ataquen y me declaren la guerra, en esto fincaré mi confianza. Cuando vengan los días malos, él me esconderá en su santuario; me ocultará en lo más recóndito de su templo, me pondrá en lo alto de una roca. Ante los enemigos que me rodean» (Salmo 27:3, 5-6).
Nota que esos versículos dicen que el Señor nos abarca como una fortaleza con Su protección. Él nos rodea con Su poder para que cuando nuestros enemigos traten de rodearnos, descubran que ya hemos sido rodeados. ¡No pueden llegar a nosotros porque Dios ya nos tiene cubiertos por todos lados!
Activa tu Protección Con Palabras de Fe
“Pero Gloria”, podrías decir, “Amo al Señor y Su Palabra. Hago mi mejor esfuerzo para caminar con Él y permanecer en Él, pero todavía no estoy experimentando el tipo de protección de la que estás hablando. ¿Hay algo más que deba hacer?”
¡Sí! Mira nuevamente el Salmo 91 y verás a lo que me refiero. Según el versículo 2, para morar en el lugar secreto de Dios, debemos hacer esta declaración: «Diré al Señor: «Tú eres mi esperanza, mi Dios, ¡el castillo en el que pongo mi confianza!»
¿Por qué es tan importante decir esas palabras?
Porque así es como recibimos todo lo que Dios nos provee. Creemos en nuestros corazones lo que Él dice en Su Palabra, y lo confesamos con nuestras bocas. Actuamos en lo que Jesús enseñó en Marcos 11:23: «Porque de cierto les digo que cualquiera que diga… su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá.»
¿No es así como fuiste salvo? ¿No creíste en tu corazón y confesaste con tu boca: “Jesús es mi Señor y Salvador”? Bueno, recibes protección de la misma manera. Crees lo que la Biblia enseña al respecto y lo que dice el Señor, en cada situación, «Él es mi refugio y mi fortaleza».
Las promesas de Dios no sólo funcionan para nosotros automáticamente porque están en la Biblia. Deben ser activadas por palabras llenas de fe. Es por eso que, a lo largo de los años, he hecho que las promesas de protección de Dios sean una parte diaria de mi vida de oración.
Todas las mañanas oro por mí y por los miembros de mi familia por nombre; aplico la sangre de Jesús sobre nosotros y declaro que Dios es nuestro refugio. Digo cosas como: “Gracias, Señor, por nuestra divina burbuja de protección. Gracias por ser nuestro Refugio y nuestro Escudo hoy. Nos rodeas para que ningún arma forjada contra nosotros tenga éxito, en el Nombre de Jesús.”
Una mañana, hace unos años, me recordaron en gran medida cuán vitales pueden ser estas oraciones. No mucho después de que terminé de orar, el suelo bajo mis pies comenzó a temblar. Ken y yo estábamos en un hotel en Hawái en ese momento, en el piso 13. ¡Nos dimos cuenta enseguida de que estábamos en un terremoto!
En momentos como ese, realmente descubres qué hay en ti, porque incluso antes de que puedas pensar, sale de tu boca. Me complace informar que lo que salió de nuestras bocas en ese momento fue la Palabra de Dios. A diferencia de la dama en la habitación contigua a nosotros que salió corriendo al pasillo repitiendo una palabra de maldición una y otra vez, Ken y yo tomamos instantáneamente autoridad sobre la situación en el Nombre de Jesús. Declaramos las promesas de protección de Dios a todo pulmón. Entonces, con la calma que pudimos, hicimos lo que el Señor nos indicó que hiciéramos.
A pesar de que el personal del hotel nos había informado que el aeropuerto estaba cerrado y que no saldrían los vuelos, nos sentimos obligados a ir al aeropuerto de todos modos. Efectivamente, nuestro vuelo partió según lo programado y, en lugar de quedar atrapados en un hotel sin electricidad y sin restaurantes (todos cerraron) durante los próximos días, volvimos a Texas, sanos y salvos, y disfrutamos de las comodidades de casa.
Un Mal Día en la Roca Negra
Una cosa que recuerdo particularmente sobre ese terremoto es esta: Ken y yo no teníamos ningún miedo cuando sucedió. No tuvimos que intentar no tener miedo. ¡El miedo simplemente no estaba presente!
Eso no quiere decir que somos totalmente inmunes al miedo. En ocasiones, intenta levantar su fea cabeza. Pero cada vez que lo hace, lanzamos un ataque del Espíritu Santo. Lo eliminamos de nuestras vidas con la Palabra de Dios y nos negamos a entretenerlo por un segundo.
¿Por qué estamos tan decididos a permanecer libres de miedo?
Porque es imposible confiar en el Señor y tener miedo al mismo tiempo; y confiar en el Señor es esencial para mantener intacta la cobertura de protección de Dios.
Mira de nuevo el Salmo 91:2-5 y verás a qué me refiero: Dice: «Tú eres mi esperanza, mi Dios, ¡el castillo en el que pongo mi confianza!» El Señor te librará de las trampas del cazador; te librará de la peste destructora. El Señor te cubrirá con sus plumas, y vivirás seguro debajo de sus alas. ¡Su verdad es un escudo protector! No tendrás temor de los terrores nocturnos, ni de las flechas lanzadas de día».
No puedes tener miedo mientras tomas al Señor como tu refugio. No puedes ejercitar tu fe en Dios como tu protección mientras estás retorciéndote las manos y diciendo: “Temo las tormentas. Tengo miedo a los tornados. Temo a los aviones… y a los terremotos… y a cualquier otra cosa.”
El miedo es mortal. Le abre la puerta al diablo. Cuando lo dejas entrar en tu vida, le estás diciendo: “¡Entra!”
De modo que, cada vez que el miedo trate de atacarte en cualquier área de la vida, échalo fuera. Resístelo. Busca escrituras que contradicen lo que el miedo te está diciendo y enfréntate al miedo con esa espada. Sé violento para expulsar todo temor y aprovechar las promesas de protección que Dios te ha dado. Como dijo Jesús: ¡«los violentos lo arrebatan.» (Mateo 11:12)!
“¿Pero no es poco realista?”, podrías preguntarte. “¿No habrá momentos en mi vida en que no pueda evitar tener miedo?”
No; no lo harás si actúas en la Palabra de Dios.
De acuerdo con el Salmo 91:7 incluso si: «A tu izquierda caerán mil, y a tu derecha caerán diez mil, pero a ti no te alcanzará la mortandad.»
No sé cómo categorizarías ese tipo de situación, pero lo llamaría un mal día en la Roca Negra. No es mucho peor que ver a 11.000 personas asesinadas en cada lado y ser el único sobreviviente. Sin embargo, la Biblia dice que podemos atravesar incluso ese tipo de devastación sin temor y sin daños, si permanecemos en el lugar secreto del Altísimo, diciendo del Señor, “Él es mi refugio” y confío en Él.
Mientras hagamos esas tres cosas, podremos vivir, incluso en estos tiempos peligrosos, en una burbuja de protección sobrenatural. Podemos saber que estamos seguros donde quiera que vayamos, sin importar lo que esté sucediendo a nuestro alrededor, ¡porque Dios nos tiene cubiertos!