¿Sabes por qué tantos cristianos luchan por tener fe en el área financiera?
Porque la fe comienza con el conocimiento de la voluntad de Dios, y muchos creyentes no saben con certeza cuál es la voluntad de Dios para ellos económicamente hablando.
Han escuchado a algunas personas decirles que Dios los prosperará abundantemente, y otros, por el contrario, dicen que no lo hará. Tienen un grupo de amigos cristianos que afirman que Dios prometió satisfacer solo las necesidades más básicas de Su pueblo, mientras otros insisten en que a Él no le importan en absoluto sus finanzas.
¡Esa es una receta para generar confusión! Cuando hablamos de la voluntad de Dios para prosperarnos, las opiniones de las personas están en gran desacuerdo. La mayoría no tiene ni una pizca de verdad en ellas, e incluso aquellos que la tienen no son demasiado útiles, porque la fe no proviene del escuchar las opiniones de las personas. «Así que la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios.» (Romanos 10:17).
Para creerle a Dios por las finanzas debemos descubrir lo que Él dice acerca del asunto. En lugar de escuchar las opiniones de los demás al respecto, debemos preguntarle a Él directamente: “¿Cómo luce un creyente próspero del Nuevo Testamento?”
Dios responde esa pregunta en toda la Biblia. Por ejemplo, en 2 Corintios 9:6-9, Él dice:
«El que poco siembra poco cosecha; y el que mucho siembra, mucho cosecha. Cada uno debe dar según se lo haya propuesto en su corazón, y no debe dar con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama a quien da con alegría. Y Dios es poderoso como para que abunde en ustedes toda gracia, para que siempre y en toda circunstancia tengan todo lo necesario, y abunde en ustedes toda buena obra; como está escrito: «Repartió, dio a los pobres, y su justicia permanece para siempre.»»
¡A eso le llamo “el perfil del creyente próspero”! Es el plan financiero de tu Padre celestial para ti. Su plan es proporcionarte de manera tan generosa que no solo se satisfagan tus propias necesidades y deseos, sino que también puedas ser un: “dador (alegre, ‘una persona predispuesta a hacerlo’) [cuyo corazón está en su ofrenda]”. Su plan es hacer que “(todos los favores y bendiciones terrenales) vengan a ustedes en abundancia, para que siempre y bajo todas las circunstancias y lo que sea necesario sean autosuficientes [posean lo suficiente como para no necesitar ayuda o apoyo y tengan en abundancia para cada buena obra y obra caritativa]” (versículos 7-8, Biblia amplificada, edición clásica).
¡La voluntad de Dios no es que seas esclavo financiero de nadie! Él no quiere que dependas del gobierno ni de tu empleador. El SEÑOR Jesucristo quiere que dependas solamente de Él, y tengo un pequeño secreto para ti: ¡Él te pagará más de lo que cualquier persona piense que vales!
El Salmo 112 nos lo confirma. Nos pinta otra imagen del creyente próspero, al decir: «Dichoso el hombre que honra al Señor y se deleita obedeciendo sus mandatos. Sus hijos tendrán poder en la tierra, y serán bendecidos por su rectitud. Su casa rebosará de bienestar y de riquezas, y su justicia permanecerá para siempre… Dios es bueno, justo y compasivo.» (versículos 1-4).
Algunas personas piensan que es imposible ser rico y justo al mismo tiempo, pero estos versículos hablan de un hombre que tiene una bonita casa llena de riquezas y más riquezas y cuya justicia está intacta. Describen a un hombre que no solo está bien con Dios y camino al cielo, sino que además tiene muchos recursos terrenales para disfrutar y dar a los demás.
El salmo dice que es un «hombre bueno» y que: «es compasivo y generoso» que, «todos sus negocios los maneja con justicia… Vivirá sin temor a las malas noticias, y su corazón estará firme y confiando en el Señor. Su corazón estará tranquilo, sin ningún temor, y llegará a ver la caída de sus enemigos. El justo comparte con los pobres lo que tiene; su justicia permanece para siempre, y con mucha honra puede ostentar su poder.» (versículos 5, 7-9).
La clave del éxito de este hombre está en el versículo 1. Se deleita enormemente en LA PALABRA de Dios. Pasa tiempo en La PALABRA, y ha establecido su corazón en ella, por lo que no es un hombre temeroso. Es un hombre de fe, y en consecuencia Dios lo hizo rico.
La familia más rica que existe
“Pero hermano Copeland, ese salmo solo está hablando de los judíos.”
No, se trata de un grupo mucho más amplio que ese. La palabra judío (que es la abreviatura de Judá), se refiere a solo una de las 12 tribus de Israel. El Salmo 112 está escrito para la simiente de Abraham.
Esto no significa que solo fue escrito para los hebreos, que eran el pueblo del antiguo pacto de Dios. Según Gálatas 3, la simiente de Abraham también se refiere a nosotros como el pueblo del Nuevo Pacto de Dios. «las promesas fueron hechas a Abraham y a su simiente. No dice: «Y a las simientes», como si hablara de muchos, sino: «Y a tu simiente», como de uno, que es Cristo… Y si ustedes son de Cristo, ciertamente son linaje de Abraham y, según la promesa, herederos.» (versículos 16, 29).
En otras palabras, como creyente, ¡todo lo que dice el Salmo 112 es para ti!
“Pero no entiendes mi situación. He sido pobre toda mi vida. Nací en el área equivocada de la ciudad, en una familia extremadamente pobre.”
¿Perteneces a Jesús? ¿Estás en Cristo, y es Cristo la simiente de Abraham?
Si la respuesta es afirmativa, entonces tú también eres la simiente de Abraham. Eres un coheredero con Cristo, y lo que sea que le pertenece a Él también te pertenece. ¡Ya no eres pobre! No vienes de una familia desfavorecida. Tu Padre es el Dios Todopoderoso y tu Hermano mayor es El Señor Jesucristo, «de quien recibe su nombre toda familia en los cielos y en la tierra» (Efesios 3:15).
¡Has nacido en la familia más rica que existe! Es posible que aún no hayas aprovechado gran parte de esa riqueza, pero es tuya con la misma seguridad que el perdón de los pecados, porque Jesús pagó el precio por ambos al mismo tiempo: «pues ustedes ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo que, por amor a ustedes, siendo rico se hizo pobre, para que con su pobreza ustedes fueran enriquecidos.» (2 Corintios 8:9).
¿Cuándo fue que Jesús se hizo pobre? ¿Era pobre durante su ministerio terrenal?
No. Tenía tanto dinero que nombró a Judas para que fuera el tesorero del ministerio. ¡La gente pobre no necesita un tesorero! Entonces, Jesús obviamente no era pobre durante Su vida terrenal. Solo se volvió pobre cuando fue a la Cruz y tomó sobre Sí Mismo la maldición que vino sobre la humanidad a través del pecado.
La maldición es triple, e incluye la muerte espiritual, la enfermedad y la pobreza. La bendición de la redención también es triple, e incluye la vida espiritual en Cristo, la sanidad y la prosperidad. Jesús, al ir a la cruz, «nos redimió de la maldición de la ley, y por nosotros se hizo maldición (porque está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero»), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a los no judíos, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu.» (Gálatas 3:13-14).
Jesús nunca cometió ningún pecado, pero en la cruz se hizo pecado por nosotros para «que en él nosotros fuéramos hechos justicia de Dios.» (2 Corintios 5:21). Nunca había estado enfermo, pero en la cruz llevó nuestras enfermedades y cargó nuestras enfermedades para que por Sus llagas seamos sanados. Nunca había sido pobre, ¡pero en la cruz se hizo tan pobre como nosotros para que pudiéramos ser tan ricos como Él!
Esta es la razón por la cual 2 Corintios 9 puede asegurarnos con valentía que ahora, «[Jesús] Quien proporciona semilla para el sembrador y pan para comer también proporcionará y multiplicará sus [recursos para] sembrar e incrementará los frutos de su justicia [que se manifiesta en bondad activa, amabilidad y caridad]. Por lo tanto, serán enriquecidos en todas las cosas y en todos los sentidos, para que puedan ser generosos, y [su generosidad]… traerá acción de gracias a Dios» (versículos 10-11, AMPC).
¡Ahora, Jesús es nuestro Sumo sacerdote! Nos ha librado de la pobreza de una vez por todas, nos ha convertido en coherederos de todo lo que posee, y ahora nos está ministrando Su abundante provisión. Él te dará semillas para sembrar, comida para comer, ropa para vestir, un ministerio poderoso, ¡y lo financiará todo! Él te ministrará LA BENDICIÓN de Abraham y, como dice Proverbios 10:22: «La bendición del Señor es un tesoro; nunca viene acompañada de tristeza.»
Activa los fundamentos de la fe y recibe
“Bueno”, podrías decir, “he sabido durante años que la voluntad de Dios es que prospere financieramente, pero hasta ahora no lo ha hecho. ¿Qué está esperando?”
¡A ti!
Él ya ha cumplido Su parte. Ahora es tu turno de recibir lo que Él ya ha provisto, y como ya lo hemos establecido, lo haces por medio de la fe. Lo haces no solo conociendo la voluntad de Dios sino además al poner en funcionamiento los principios básicos de fe que Él estableció en Su PALABRA.
He denominado a estos principios los fundamentos de la fe, y el primero de ellos se revela muy claramente en Marcos 11:22-25, donde Jesús dijo: «Tengan fe en Dios. Porque de cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: “¡Quítate de ahí y échate en el mar!”, su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá. Por tanto, les digo: Todo lo que pidan en oración, crean que lo recibirán, y se les concederá. Y cuando oren, si tienen algo contra alguien, perdónenlo.»
Creer en nuestros corazones y declararlo con la boca es el primer fundamento de la fe. ¿Qué debemos creer y declarar? La palabra de Dios. De acuerdo con 2 Corintios 4:13: «Pero en ese mismo espíritu de fe… nosotros también creemos, y por lo tanto también hablamos.» Esto es lo que hizo la mujer en Marcos 5. Después de sufrir un problema de hemorragia durante 12 años que la había arruinado tanto física como económicamente, escuchó la buena noticia de que Jesús era ungido de Dios. Ella lo creyó, y cuando logró dar con Su paradero:
«…se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó el manto. Y es que decía: «Si alcanzo a tocar aunque sea su manto, me sanaré.» Y tan pronto como tocó el manto de Jesús, su hemorragia se detuvo, por lo que sintió en su cuerpo que había quedado sana de esa enfermedad. Jesús se dio cuenta enseguida de que de él había salido poder. Pero se volvió a la multitud y preguntó: «¿Quién ha tocado mis vestidos?»… Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en sí había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva: ve en paz, y queda sana de tu azote.» (versículos 27-30, 33-34 RVA).
Nota que Jesús no dijo: “Tu fe te ha sanado”. Él dijo: “Tu fe te ha hecho salva”. ¡Eso es significativo! Al haber gastado todo su dinero en médicos, la mujer estaba completamente en la ruina cuando vino a Jesús. Si simplemente hubiera sido sanada, todavía habría estado sumida en la pobreza. Pero ella creía en su corazón y dijo con su boca que se sanaría, y por ende fue salva, ¡tanto física como financieramente!
También actuó sobre lo que creía, que es el segundo fundamento de la fe. Según el libro de Santiago: «Lo mismo sucede con la fe: si no tiene obras, está muerta.». Entonces, para que nuestra fe produzca resultados, debemos: «[poner] en práctica la palabra, y no se limiten sólo a oírla, pues se estarán engañando ustedes mismos.» (Santiago 2:17, 1:22). Debemos actuar como si LA PALABRA fuera verdadera.
Si la mujer con el flujo de sangre no hubiera actuado, su historia habría terminado de manera diferente. Si se hubiera quedado en casa diciendo: desearía poder llegar a Jesús, pero no puedo. Estoy demasiado enferma y podría ser apedreada por salir en público con un problema de sangre, no se habría sanado. Ella habría muerto allí mismo, en su casa.
Pero ella eligió ser una hacedora de LA PALABRA de Dios. Ella creyó, habló y actuó al respecto, y como resultado, la voluntad de Dios fue establecida en su vida.
Lo mismo puede pasar en tu vida. No importa cuántos obstáculos financieros puedas enfrentar en este momento o cuán montañosos parezcan. Jesús dijo que la fe en Dios moverá montañas, y ahora que conoces la voluntad de Dios para ti económicamente, puedes poner tu fe a trabajar. Puede alimentarla con la PALABRA, operar de acuerdo con los fundamentos de la fe y aprovechar tu herencia como un creyente próspero.
Entonces, adelante, ¡hazlo! Ten fe en que Dios: «hará que toda gracia (cada favor y bendición terrenal) llegue a ti en abundancia, para que siempre y bajo todas las circunstancias y en lo que sea necesario seas autosuficiente [poseas lo suficiente como para no necesitar ayuda o apoyo y estés provisto en abundancia para cada obra y donación caritativa]» (2 Corintios 9:8, AMPC).
Créelo. Decláralo. ¡Actúa basado en ello como un dador alegre, predispuesto a dar, y verás la bondad abundante del SEÑOR!