Desde sus comienzos, con frecuencia esta nación ha sido defendida por hombres y mujeres que se sabían dependientes de Dios. Cuando situaciones abrumadoras los enfrentaban cara a cara, sabían que Dios los ayudaría. Con Su ayuda, Estados Unidos ha continuado siendo una nación bajo Dios.
Estados Unidos ha sido bendecido con muchos líderes militares cristianos. Su éxito se remonta directamente a una fuerte relación y dependencia de Dios y a una vida de oración activa, que también alentó a sus tropas.
El libro La historia providencial de los Estados Unidos (America’s Providencial History) detalla historias de algunos de nuestros primeros líderes, como el general Robert E. Lee, quien fue citado diciendo: “Mi confianza está en la ayuda de Dios.”
“Lee hizo mucho para promover el avivamiento en su ejército y veía a cada soldado como un alma que podía ser salva. Lee estaba tan preocupado por el bienestar espiritual de sus soldados que uno de sus biógrafos escribió: “Uno casi siente como si le importara más ganar almas que batallas y abastecer más a su ejército de Biblias que con balas y pólvora… El General Lee a menudo emitía órdenes para que sus tropas observaran días de ayuno y oración y asistieran a servicios religiosos.”1
El general Thomas Jonathan “Stonewall” Jackson también era conocido por su fe en Dios. “Las tropas confederadas bajo su mando (durante los primeros años de la guerra) obtuvieron victoria tras victoria sobre el Ejército de la Unión. En la mayoría de estas batallas, las fuerzas de la Unión superaban en gran medida a los hombres de Jackson. La valentía de Jackson en la batalla le valió el nombre de ‘Stonewall’ (Muro de piedra).”
“Mostraba una calma extraordinaria bajo fuego, una calma demasiado profunda y magistral como para ser un simple pretexto. Su aparente olvido del peligro atrajo la atención, y después de la batalla de First Manassas alguien le preguntó cómo lo había logrado.”
“Capitán, mi creencia religiosa me enseña a sentirme tan seguro en batalla como en la cama”, explicó Jackson.
“Durante las operaciones militares, con frecuencia oraba, vivía de manera simple y en sus informes habitualmente le daba a Dios todo el crédito por el más mínimo éxito. ‘Sin la bendición de Dios’, declaró Jackson, ‘no obtuve el éxito, y por cada éxito que obtengo, lo debo a mi oración, para que toda la gloria se le pueda dar a Aquel a quien realmente le pertenece.’”
“Jackson consideraba que su ejército era, entre otras cosas, una enorme oportunidad para promover el evangelio. En oración, le suplicó a Dios que ‘bautizara a todo el ejército con Su Espíritu Santo’. En la práctica, trabajó incesantemente para agudizar la devoción espiritual de sus hombres. Las órdenes de que se realicen servicios religiosos con frecuencia llegaron a mezclarse en su correspondencia militar…”
“Mientras el Ejército Confederado disfrutaba de un avivamiento (durante la guerra se salvaron hasta 150.000 tropas sureñas), también tuvo un éxito fenomenal en casi todas las batallas importantes. Esto indujo a Abraham Lincoln a buscar a Dios por las mismas razones. Este último llegó a la conclusión de que los principales pecados de la nación eran la esclavitud y el orgullo. El 22 de septiembre de 1862, emitió la Proclamación de Emancipación y declaró libres a todos los esclavos en los estados que aún estaban en rebelión a partir del 1 de enero de 1863. Luego, convocó a un Día nacional de Humillación, Ayuno y Oración en todo el norte el 30 de abril de 1863…”
“Dios había eliminado el estigma de la esclavitud de esta nación y le dio a Lincoln y a otros en el Norte una medida de arrepentimiento. La Providencia ahora se había vuelto hacia un nuevo objetivo: la preservación de la Unión de los Estados Unidos como pueblo en su totalidad”.2 Dos días después del Día de Oración, el general Stonewall Jackson, quien nunca había perdido una batalla, fue baleado accidentalmente por sus propios hombres y eliminado de la ecuación. Sin su liderazgo, el ejército confederado se enfrentó a la derrota en Gettysburg, el punto de inflexión de la guerra.
¡El Salmo 91 al rescate!
En todas nuestras guerras ha habido militares en esta nación que le han pedido ayuda a Dios. Uno de los amigos cercanos de mi padre era un piloto de combate que fue derribado durante la Segunda Guerra Mundial. Fue capturado y encarcelado en un campo de prisioneros durante casi 22 meses.
Un día miró hacia afuera y el cielo se llenó de bombarderos B-24 y B-17. Los prisioneros gritaban de alegría al darse cuenta de que serían rescatados, pero luego se les ocurrió que podrían morir en el fuego cruzado. Nuestro amigo se zambulló debajo de una cama junto con otros dos compañeros, uno judío y el otro católico. Durante el tiempo que estuvo prisionero de guerra, confesó diligentemente el Salmo 91, y eso fue lo que comenzó a salir de su boca: “Diré del Señor, Él es mi refugio y mi fortaleza: mi Dios; en él confiaré… ¡Mil caerán a mi lado y diez mil en mi mano derecha, pero no se acercarán a mí!” El joven judío se unió, luego el joven católico dijo: “Dios, no lo sé todo de memoria ¡Pero amén, amén, amén!”
El campo de prisioneros fue reducido a la nada. El hospital también. No quedó nada más que unos $4 dólares en escombros, y una cama pequeña y tres compañeros que confiaban en Dios debajo de la misma.
¡Eso es lo que hará el Salmo 91 en medio del combate!
Sigue la estrella
Es posible que no escuches a menudo al respecto, pero todavía tenemos oficiales militares que confían en Dios y le piden por ayuda. Un buen amigo mío es un general retirado del Ejército que me contó sobre un incidente que ocurrió cuando estuvo en el sudeste asiático hace varios años. Varios de sus hombres quedaron atrapados detrás de las líneas enemigas. El líder de la patrulla llamó por radio y dijo: “Capitán, estoy en problemas. No puedo decirte dónde estoy porque están monitoreando la radio. Estamos rodeados, así que en cualquier dirección en la que intente entrar, nos van a aniquilar.”
El general, que era un joven capitán en ese momento, respondió: “No te muevas y no hagas ningún ruido. Me pondré en contacto más adelante.”
Ahora, este líder lleno del Espíritu Santo salió a la calle. Era una brillante y fría noche de invierno. Miró al cielo lleno de estrellas y dijo: “Oh Señor, ayúdame. Dame sabiduría”. Y él comenzó a orar en lenguas. Luego dijo: “Oro también para que interprete lo que estoy diciendo en el espíritu.”
Volvió a entrar y cogió el micrófono: “Teniente, ¿es usted cristiano?”
“Afirmativo, señor.”
“¿Sabe desde qué dirección vino la estrella?”
“¿Se refiere a la estrella de Belén, señor?”
“Esa misma.”
“Afirmativo, señor.”
“Tome esa dirección. Extenderemos una herradura de fuego a su alrededor, excepto en esa dirección”, hablando acerca del este, y le dijo: “Usted sale en la dirección de la estrella.”
(Por supuesto, la gente que escuchaba del lado enemigo no tenía idea de lo que estaban hablando).
“Sí señor, Capitán. Estaré en casa en unos minutos.”
Así fue como generaron la herradura de fuego y toda la patrulla salió ilesa.
Así es como Dios forma a los generales. Este hombre se convirtió en general en el ejército de los EE. UU., y era muy consciente de cómo lo había logrado. Él dijo: “Fue por caminar continuamente en la sabiduría de Dios en lugar de mi propia sabiduría.”
Otro amigo mío dirigió un equipo en Vietnam. El grupo previo a su llegada había sido golpeado con dureza. Entonces, cuando llevó a sus hombres allí, les dijo: “Ahora, muchachos, todos ustedes saben que Jesús de Nazaret es mi Señor y Salvador. No les estoy diciendo que deben hacer de Él su Señor, pero hay una cosa que deben hacer para mantenerse en este batallón. Tienen que memorizar el Salmo 91”. Y se aseguró de que así lo hubieran hecho todas las mañanas: versículo 3, versículo 4, versículo 5.
Su batallón se mantuvo en la línea de fuego más tiempo que cualquier otro de su clase, con cero bajas. Cero. Los hombres en su compañía aprendieron a confiar en el Salmo 91 y cada vez que pasaba algo, alguien gritaba: “¡Salmo 91, versículo 5!” Todos en la compañía lo gritaban tan fuerte como podían. ¡Te digo que la PALABRA de Dios estaba en juego!
Dios es mi refugio
Los hombres y mujeres que defienden este país son tan importantes como cualquiera de sus líderes. Gloria y yo hemos tenido el honor de ministrarles en persona y a través de las distintas enseñanzas sobre la protección divina que están disponibles para ellos, como se describe en el Salmo 91. A medida que nuestros líderes y tropas continúan buscando a Dios por Su ayuda y confiando en Su liberación, Él seguirá siendo Su refugio y fortaleza. ¡Verdaderamente, habitarán bajo la sombra del Todopoderoso!