La vida Cristiana no es dura.
Me doy cuenta que esta declaración puede ser alarmante para algunas personas, sin embargo es verdad. Cuando vivimos en la manera que Dios lo predestinó, la vida Cristiana es maravillosamente simple. Es como Jesús dijo en Mateo 11:30: fácil y liviana.
No tenemos que cansarnos y quedar exhaustos tratando de encontrar la solución a los problemas que enfrentamos. No tenemos que luchar para llegar a fin de mes,o preguntarnos y preocuparnos acerca del futuro.
Todo lo que tenemos que hacer es seguir a nuestro Buen Pastor. Todo lo que tenemos que hacer es ir a donde Dios nos guía, decir lo que Él nos dice, y hacer lo que nos muestra que hagamos, y Él se hará cargo del resto. Él nos hace descansar en pastos verdes para que no tengamos que desear o querer nada. Nos conduce a arroyos de fuentes tranquilas para que constantemente descansemos y nos refresquemos. Nos mantiene en el camino correcto para que nunca estemos perdidos, confundidos o asustados.
¿Suena esto como una vida difícil o dura?
Para mí, ciertamente no. Suena como la clase de vida descrita en el Salmo 23. ¡Una vida tan maravillosa que cada día nuestra copa rebosa con las bondades y la misericordia del SEÑOR!
Quizá digas: “Bueno hermano Copeland, tenemos que ser sabios acerca de estas cosas. Después de todo, el salmo 23 está hablando acerca de la vida que tendremos después de que dejemos esta tierra. Está hablando de lo que tendremos algún día en el cielo.”
No, no es así. Si fuera así no diría cosas como: “Aunque deba yo pasar por el valle más sombrío,
no temo sufrir daño alguno, porque tú estás conmigo” y “Me preparas un banquete a la vista de mis adversarios” (Versículos 4-5).
El cielo no tiene valles sombríos, y nuestros enemigos no están reunidos en la mesa de Dios. Las sombras y los enemigos están en la tierra.
Esa es la razón por la que necesitamos a Jesús con nosotros. ¡Este mundo es un lugar peligroso! Y nosotros no tenemos lo que se necesita para navegarlo a solas. Lo necesitamos a Él para liderarnos a través de todos esos peligros y la escasez que el diablo crea, para que así podamos atravesarlos y salir de los mismos abundantemente BENDECIDOS.
Te preguntas: ¿Hará Jesús realmente eso por nosotros?
¡Absolutamente! Él nos lo asegura todo el tiempo. Como dice en Juan 10:10,14-16: «El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia… Yo soy el buen pastor. Yo conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí, y yo conozco al Padre; y yo pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a aquéllas debo traer, y oirán mi voz, y habrá un rebaño y un pastor.»
Fíjate que en esos versículos Jesús no dijo que El sería nuestro Pastor algún día. Él dijo “Yo soy” el Buen Pastor. Tiempo presente, aquí mismo y ahora mismo.
También nos dice que Él es un buen Pastor — un pastor que está personalmente interesado y envuelto con su rebaño y que “llama a las ovejas por su nombre, y las saca.” (Versículo 3). Un pastor que “…una vez que ha sacado a todas sus ovejas, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.” (Versículo 4).
Las ovejas no seguirán a un pastor que es rudo y descortés. No pueden ser guiadas como otra clase de ganado. Tienen que ser lideradas por alguien al que estén dispuestas a seguir — y, ¡Gloria a Dios! — Ésa es la clase de pastor que tenemos. Él nunca tratará de manejarnos; nunca nos forzará para que hagamos algo.
Él es gentil y atento. Lleno de amor, misericordia y gracia. Constantemente está llamándonos y diciéndonos: “Vamos, Kenneth, vamos, Sussie, vamos preciosos míos, los pastos verdes están por este lado, síganme que los guiaré hacia ellos.”
Sin embargo, tristemente, la mayoría del tiempo las ovejas están muy ocupadas balando acerca de sus problemas para escucharlo. Muy de vez en cuando ponen suficiente atención como para pensar, ¿Alguien está llamándome?. Pero inmediatamente vuelven a empezar con el “¡Baa! ¡Baa!, ¡estoy tan sedienta y tan hambrienta!”
Lo sé porque yo mismo lo he hecho. Desperdicié años de mi vida ignorando o corriendo lejos de mi Bueno Pastor. Como resultado, hice que mi vida fuera mucho más difícil de lo que tenía que ser.
Pero Jesús, en Su gran amor y misericordia, nunca me abandonó. Se mantuvo hablándome día tras día, liderándome y animándome a seguirlo, hasta que finalmente le di mi vida y dije las palabras que cambiaron todo: “Si, Señor. Te escucho y desde este momento en adelante obedeceré tu voz; cualquier cosa que digas, la haré. Soy tuyo Señor, estoy atento a tus órdenes”
No trates de comprenderlo
“Hermano Copeland, pienso que es grandioso que haya hecho esa clase de compromiso de calidad con el Señor, pero para ser totalmente honesto, yo estoy asustado de hacerlo; no puedo saber lo que me pedirá. Podría mandarme a algún lugar como China o África y yo no quiero ir a ningún lugar así, y aunque lo quisiera, no sabría cómo hacerlo.”
La belleza de tener al SEÑOR como tu Pastor está en esto: no tienes que preocuparte por esas cosas. Si Él quiere que vayas a China, te guiará a ese lugar colocando dentro de ti el deseo de ir. «Porque Dios es el que produce en ustedes lo mismo el querer como el hacer, por su buena voluntad.» (Filipenses 2:13). También te suplirá con el poder, la sabiduría y los recursos necesarios para realizar el viaje (Lee Mateo 6:33.)
No tienes que tratar de comprender el rompecabezas. Entender no es tu trabajo; tu trabajo es solamente escuchar y obedecer, creyendo que Él irá delante tuyo preparando el camino.
Éso es lo que los Israelitas debieron haber hecho la primera vez que Dios trató de guiarlos a la Tierra Prometida. Debieron haberle escuchado y creído que el cuidaría de ellos. Pero, como probablemente ya lo sabes porque has leído la historia, no lo hicieron. Ellos decidieron que mejor escucharían a los que dudaban diciendo: «…La tierra que recorrimos para explorarla se traga a sus habitantes. Toda la gente que allí vimos son hombres de gran estatura. Allí vimos también gigantes. Son los hijos de Anac, esa raza de gigantes. Ante ellos, a nosotros nos parecía que éramos como langostas; y a ellos también así les parecíamos.» (Números 13:32-33)
Cuando los Israelitas escucharon esas palabras, sintieron pánico. No pudieron entender como las langostas podrían derrotar a los gigantes. Así, en lugar de entrar a la tierra y disfrutar de los pastos verdes y aguas tranquilas que Dios tenía preparadas para ellos, deambularon en el desierto llorando y gimiendo por 40 años.
Eso es a lo que yo llamo una ¡vida dura y difícil! Y lo peor es que estaba basado en una mentira. La realidad demostró ser todo lo contrario: los gigantes no vieron a los Israelitas como langostas, sino como poderosos conquistadores con un Dios invisible, y estaban totalmente asustados de ellos.
La siguiente generación de Israelitas descubrió esta realidad. Uno de los residentes del lugar les confesó cuando entraron a la tierra prometida que la población entera había temblado con terror durante las últimas 4 décadas: «Yo sé que el Señor les ha dado esta tierra. Todos los habitantes del país les tienen miedo. Por causa de ustedes están tan atemorizados, que su ánimo está por los suelos. Sabemos que, cuando ustedes salieron de Egipto, el Señor hizo que el Mar Rojo se secara al paso de ustedes. También sabemos lo que ustedes hicieron con Sijón y Og, los dos reyes amorreos al otro lado del Jordán, a quienes ustedes destruyeron. Cuando lo supimos, nuestro ánimo decayó. Por culpa de ustedes, ya no les queda ánimo a nuestros hombres, pues el Señor es Dios en los cielos y en la tierra.» (Josué 2:9-11)
Puedes imaginarte a los Israelitas golpeándose la frente y diciendo: “Que desperdicio de tiempo ¡40 años! Podríamos haber venido a esta tierra siendo niños, los gigantes se habrían rendido inmediatamente. Si tan solo nuestros padres lo hubieran sabido.”
Entre más difícil el lugar, más grandes los milagros
Siempre vale la pena seguir al Buen Pastor. No importa como luce la situación. El mejor lugar para estar es donde Él te está guiando, porque Él ya ha ido antes y preparado todas las cosas. Así que no le pongas atención a las dudas y mentiras del diablo.
Cuando él te hable de los gigantes que encontrarás en tu Tierra Prometida, solamente ignóralo y dile: “Dios me ha hablado y yo estoy en mi camino. La victoria ya es mía. Dios está ahora mismo trabajando para mí en ese lugar. Él ha enviado ángeles delante de mí, tiene un lugar preparado, ha preparado provisión abundante. Me ha autorizado y dado poder. No estoy esperando tener tiempos duros; estoy esperando vivir el mejor tiempo de mi vida.”
No me malentiendas. No estoy sugiriéndote que puedes ir flotando por la vida sin enfrentar ninguna clase de problemas. Estoy diciéndote que si sigues al Buen Pastor y pones tu fe en Él, no tienes que preocuparte acerca de los problemas, pues podrás conquistar cada uno de ellos con gusto, porque Dios lo hará a través tuyo y por ti. Hará que todas las cosas excedan a lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en ti. (Efesios 3:20)
Quizá te preguntes: “¿Pero, no tenemos que sufrir algunas veces por Jesús?”
Sí, pero para mí esa clase de sufrimiento es como el que experimenté en el bachillerato cuando era un jugador de futbol americano. En el momento en el que salía a la cancha a jugar el partido, jugaba tan duro que me dolía todo el cuerpo, me dolían mi cabeza, mi pelo y mis cejas. Pero, disfrutaba cada minuto del mismo.
No estaba sufriendo. Estaba jugando un partido.
Me siento de la misma manera cuando juego para Jesús. Amo estar en su equipo. Siempre le estoy preguntando: “¿A dónde quieres que vaya, Señor? ¿Qué quieres que diga? ¿Qué quieres que haga? ¡Aquí estoy, envíame!”
Tampoco, espero que me envíe a un lugar fácil. Estoy esperando que él me dé una asignación que requiera fortaleza. Por supuesto, no desarrollé esa actitud de la noche a la mañana, y tú tampoco lo harás. Pero si te mantienes cerca de Jesús y te alimentas constantemente de su PALABRA, llegará el momento en el que sabrás que entre más difícil sea el lugar al que te envía, más grandes serán los milagros cuando llegues al mismo.
Con ambos pulgares levantados
Hace muchos años, uno de nuestros colaboradores experimentoóesta verdad de la manera más extraordinaria en el momento que ella siguió al Buen Pastor en uno de los lugares más difíciles que alguien puede imaginar. Se enfrentó cara a cara con un asesino serial.
El día en que sus caminos se cruzaron, él estaba huyendo de la policía y necesitaba un auto. Así, que robó el de ella — con ella adentro. Para ese momento él ya había asesinado 21 mujeres, asi que pensó que matarla a ella no sería ningún problema. Supo que si quería matarla sólo tenía que hacerlo.
Sin embargo, muy pronto se dio cuenta que esta mujer era inusual. No se impresionaba fácilmente, no lloró o tembló de miedo ante sus amenazas. Por el contrario, lo miró directamente a sus ojos y le dijo las palabras que El SEÑOR puso en su corazón: “No vas matarme, porque yo te amo.”
Él no podía creer lo que sus oídos escuchaban. “Señora ¡Cállese!” le dijo. “No sabe quién soy”
“No me importa quién eres” ella le respondió. “Te amo y voy a hablarte acerca de Jesús”
Él le dijo: “No quiero oír acerca de Jesús. Solamente quiero estar en silencio”
Ella acepto con una condición: Quería continuar escuchando la grabación que estaba escuchando esa mañana en su auto, la cual era uno de mis mensajes y hablaba acerca del amor de Dios. Después de que la grabación sonó por un tiempo, el asesino detuvo repentinamente el auto, la miró y le preguntó: “¿Quién dijo eso?, ¿Quién más está con nosotros?”
Ella le aseguró: “No estamos más que tú y yo.”
El la refutó: “No, hay alguien más, porque yo acabo de escuchar a alguien que me llamó. Era un hombre y me dijo: ‘Esta es tu ultima oportunidad. Te amo. Hoy puedes recibirme y ser salvo’. ”
A la orilla de la calle, el aceptó la invitación de Jesús ese día. Confesó la oración de salvación con su rehén — del cielo — y fue nacido de nuevo. Después, el mismo se entregó a la policía y ella se fue a su hogar sin sufrir daño alguno.
Una semana después, recibí una llamada de la Cárcel Bexar en San Antonio, Texas, preguntándome si podría ir y bautizarlo. Acepté con gozo. Cuando llegué, fui escoltado a un cuarto lleno de policías que observaron el bautismo con sus armas en las manos.
En los meses siguientes fue juzgado por sus crímenes, declarado culpable y sentenciado a la pena de muerte. Se rehusó a cualquier clase de apelación a pesar de que algunos trataron de convencerlo; estaba cerrado a la idea. Y dijo: “No, quiero ir a casa y estar con Jesús”, “Y quiero hacerlo en la primera oportunidad que tenga”
Estuve allí con él cuándo se ejecutó su sentencia. En la sala de ejecución le predicó a todos el Evangelio. Antes de que se lo llevaran, le pedí que me diera una señal y le dije: “Justo antes de que toquen el interruptor, déjame saber si la gracia de Dios es suficiente realmente, ¿SÍ?” Unos minutos después, antes de que activaran el interruptor, con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro, él levanto su dedo pulgar de ambas manos para dejarme saber que es ¡Más que suficiente!
A pesar de que ha estado en el cielo por muchos años, si estuviera acá, sería el primero en decirte que la vida cristiana no es difícil. Lo que es difícil es huir del Buen Pastor que te ama. Cuando sigues a Jesús a cualquier lugar que él te guíe, su yugo es fácil y Su carga ligera.