A VECES LAS PERSONAS ACUSAN A LOS PREDICADORES DE LA PALABRA DE FE COMO KEN Y YO DE PREDICAR COSAS QUE SON DEMASIADO BUENAS PARA SER CIERTAS. “¡HACEN QUE PAREZCA QUE DIOS QUIERE QUE LA GENTE VIVA EN EL CIELO AQUÍ EN LA TIERRA!”, SE QUEJAN.
No lo dicen como un cumplido. Pero así es como yo me lo tomo, porque lo que realmente están diciendo es que estamos predicando verdades bíblicas.
De acuerdo con la Biblia, desde el principio, Dios creó este planeta para que fuera un modelo del cielo aquí en la Tierra. Él no puso ninguna enfermedad o escasez en ella. Hizo que todo fuera “muy bueno” (Génesis 1:31, RVA-2015). La llenó con Sus bendiciones y les ordenó que se multiplicaran para que Su familia pudiera tener mucho que disfrutar.
¡Para mí eso es un pedazo del cielo en la Tierra! Es exactamente lo que era el Jardín del Edén: Adán tenía una esposa perfecta, y Eva tenía un marido perfecto. La comida crecía en los árboles; la temperatura era perfecta; no faltaba nada, e incluso había oro en abundancia.
Lo mejor de todo era que Adán y Eva caminaban todos los días con Dios y solo tenían un mandamiento de parte de Él: “No comas del árbol del conocimiento del bien y del mal.”
Si hubieran mantenido ese mandato, todo en la Tierra habría permanecido celestial, ¡para siempre! Pero, como todos sabemos, eso no fue lo que hicieron. Dudaron de la Palabra de Dios, le creyeron al diablo mentiroso, cayeron en su tentación y echaron por la borda su cielo en la Tierra.
Dios les permitió hacerlo porque los había creado con libre albedrío. Sin embargo, ese no era Su plan para ellos. Él no quería que le abrieran la puerta a la maldición, la cual llegó a la Tierra a través del pecado. No quería que tuvieran que vivir con su propio sudor y trabajo, y lidiar con la escasez, la enfermedad y la muerte.
No; Él todavía quería que fueran BENDITOS. Josephus, el historiador judío, señaló en el libro, Las Obras de Josephus, que incluso cuando Dios estaba confrontando a Adán y Eva acerca de su pecado, les dijo: “Había determinado con antelación respecto a ustedes que pudieran vivir una vida de felicidad, sin aflicciones, preocupaciones o dolores del alma, y que todas las cosas contribuyeran para su deleite, y que debían crecer a través de Mi provisión sin necesidad de trabajar.”
¡Esa es realmente la manera en que Dios quería que las cosas fueran! Sin embargo, Adán y Eva, al rechazar Su Palabra, rechazaron la voluntad de Dios. Reverenciaron al diablo, y como resultado las condiciones en la Tierra cambiaron.
Sin embargo, Dios no cambió. Él nunca cambia (Malaquías 3:6). Por lo tanto, puso en marcha un plan que haría posible una vez más que Su pueblo viviera en Su perfecta voluntad.
Hizo un pacto de BENDICIÓN con Abraham y sus descendientes. Les dijo que, si hacían las cosas a Su manera, sus días y los días de sus hijos serían «como los días de los cielos sobre la tierra.» (Deuteronomio 11:21). Aunque todavía no podían nacer de nuevo bajo ese pacto (porque Jesús no había venido), Dios todavía les dio una forma de vivir en LA BENDICIÓN. Les dijo cómo disfrutar de una vida de abundancia, sin aflicción, cuidado, escasez, enfermedad ni dolencias.
Eso es lo que Dios quería para ellos, y es lo que les prometió a aquellos que lo obedecerían, durante todo el recorrido del Antiguo Pacto.
¿Qué nos ha prometido Dios en el Nuevo Pacto?
¡Aún más!
Él nos proporcionó a través de Jesús «un pacto mejor, establecido sobre mejores promesas.» (Hebreos 8:6). Tenemos todas las BENDICIONES prometidas en el Antiguo Testamento y, además, nos han hecho partícipes de la naturaleza de Dios. Hemos sido liberados del poder de la oscuridad y trasladados al reino del querido Hijo de Dios: en quienes tenemos redención a través de su sangre, incluso el perdón de los pecados (Colosenses 1:13-14).
Somos ciudadanos del cielo. (Filipenses 3:20, Nueva Versión Viviente)
Tenemos la Palabra de Dios escrita y tenemos las leyes del Nuevo Pacto escritas en nuestros corazones. (Hebreos 8:10)
Tenemos el Espíritu Santo que mora en nosotros para enseñarnos y capacitarnos. (Juan 14:26)
Se nos ha dado el Nombre de Jesús, el Nombre sobre todo nombre, para usarlo en la oración y la guerra espiritual. (Efesios 3:14-15)
No tenemos que esperar a morir para caminar en la victoria celestial porque «somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó», ¡ahora mismo! (Romanos 8:37)
Si los israelitas pudieron tener días del cielo en la Tierra bajo el Antiguo Pacto, ¡cuánto más podemos tú y yo como creyentes nacidos de nuevo!
Un enemigo derrotado
“Pero ¿qué pasa con el diablo?”, podrías preguntarte. “¿No está él todavía suelto y causando problemas?”
Sí, pero es un enemigo derrotado. Ha sido reducido a cero por la vida, muerte y resurrección de Jesús (1 Corintios 2:6). El diablo no tiene la autoridad para decirnos que no podemos tener el cielo en nuestras vidas. Está bajo nuestros pies, y no tiene derecho a decirnos qué hacer.
Nosotros deberíamos estar diciéndole qué hacer, y no al revés. Cuando él trata de poner parte de la maldición sobre nosotros, deberíamos estar diciendo: “¡No, diablo! Sal de mi casa. No traerás la maldición aquí. ¡Jesús me redimió de eso y no lo tomaré de nuevo!”
Además, deberíamos estar diciéndole sí a Dios para que Su voluntad se pueda establecer en nuestras vidas en la Tierra como en el cielo. Deberíamos estar operando de acuerdo con el plan que describió en Deuteronomio 11, cuando dijo a los israelitas:
«Si ustedes obedecen con todo cuidado los mandamientos que hoy les mando cumplir, y si aman al Señor su Dios y le sirven con todo su corazón y con toda su alma… Lleven estas palabras mías en su corazón y en su alma. Átenlas como señal en su mano, y llévenlas como frontales en medio de sus ojos. Enséñenselas a sus hijos, y hablen de ellas cuando te encuentres descansando en tu casa, y cuando vayas por el camino, y cuando te acuestes, y cuando te levantes. Si ustedes cumplen con mucho cuidado todos estos mandamientos que yo les mando cumplir, y si aman al Señor su Dios, y van por todos sus caminos, y lo siguen» (versículos 13, 18-19, 22).
“¡Pero Gloria, esas son instrucciones del Antiguo Testamento!”
Es cierto, pero Jesús nos las dio de nuevo en el Nuevo Testamento. Él las resumió en Mateo 6, cuando dijo: “Busca (establece como meta y lucha por) primero el reino [de Dios] y su justicia (su manera de hacer las cosas y de ser correcto), y luego todas estas cosas te serán entregadas” (versículo 33, Biblia amplificada, edición clásica).
La frase: «todas esas cosas… te serán entregadas» en ese versículo se refiere a todas la BENDIONES de Dios que se requieren para vivir una vida celestial. Como lo aclaran los versículos que lo rodean, incluye comida en abundancia, ropa tan hermosa como los lirios y suministros sobrenaturales del almacén del cielo. Todo lo que necesitamos para vivir una vida sin presiones ni preocupaciones.
¡Dios no quiere que vivamos bajo presión como lo hace el mundo! La única presión que Él pretende que experimentemos es la clase positiva que viene de presionar hacia Él. La presión que proviene de lo que Hebreos 4:11 llama trabajar para entrar en el descanso de Dios.
¿Qué es exactamente trabajar para entrar en el reposo de Dios?
Presionar para escuchar Su Palabra, creerla y actuar en consecuencia. Es ser diligente en obedecerlo y mantener Sus palabras en nuestros corazones y en nuestras bocas, no solo cuando vamos a la iglesia los domingos, sino siete días a la semana. En otras palabras, es trabajar espiritualmente para hacer lo que sea necesario para que nuestro corazón se torne 100% hacia Él.
Lamentablemente, muchos cristianos nunca se comprometen con ese tipo de trabajo. Solo escuchan unos pocos mensajes sobre la fe, oran unas cuantas oraciones y dan quizás el 1% de su tiempo a Dios. Luego, cuando no ven al cielo explotar en sus vidas y hacerse cargo de sus asuntos, se desvían a otras cosas y se dan por vencidos.
No entienden que el programa del cielo en la Tierra que Dios diseñó no es una cosa del 1%. Ni siquiera es una cosa del 10 por ciento. Se trata de hacer todo por Él. Haciéndole a Él lo primero que buscamos cuando nos levantamos por la mañana. El primero al que recurrimos cuando necesitamos ayuda o respuestas. Aquel a quien deseamos agradar sobre todo y someternos como la autoridad final en nuestras vidas.
Dios solamente tomará aquello que le ofrezcas
Segunda de Crónicas 16:9 dice: «Los ojos del Señor están contemplando toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que mantienen hacia él un corazón perfecto [o 100 por ciento]». Él siempre está buscando a aquellos que darán todo por Él y abrirán la puerta de la fe para que Él pueda moverse en sus vidas. Él no es como el diablo. Él no irrumpe en las vidas de las personas y se hace cargo solo porque lo desea. Sólo tomará aquello que le ofrezcamos.
Cuando te entregues totalmente a Él, Él hará cosas que te asombrarán. Él tomará tus circunstancias más terribles y las transformará por completo. Nunca tendrás que preocuparte por traerle un problema demasiado grande para que resuelva. Él no tiene imposibilidades. ¡Él puede hacer cualquier cosa que se proponga hacer!
Incluso consiguió que un hombre que conozco fuera puesto en libertad del corredor de la muerte. Fue increíble. El hombre comenzó a buscar al Señor mientras estaba en prisión, tomó algunos materiales de KCM y aprendió a mantenerse firme en la Palabra de Dios. Él puso su fe a trabajar para ser liberado de la prisión, y sucedió.
Después de salir, estaba tan hambriento de escuchar más de la Palabra de Dios, que viajó por todo el país asistiendo a todas nuestras reuniones. Armado de nuestra agenda, iría a la ciudad donde predicaríamos a continuación y conseguiría un trabajo en ese lugar. Trabajaría hasta que comenzaran las reuniones, y luego renunciaría para poder asistir a todos los servicios. Eventualmente, él mismo se convirtió en un ministro del evangelio.
Algunas personas no pueden entender la intensidad del hambre de ese hombre por la Palabra, pero Ken y yo lo hicimos. No estábamos físicamente en la cárcel como él cuando nos enteramos de la Palabra de fe, pero estábamos en una cárcel financiera. Teníamos más deudas de las que podíamos imaginar, ninguna manera de pagarlas, ni activos de los que hablar, y muy pocos ingresos. Desesperados por respuestas, cuando nos dimos cuenta de que estaban en la Palabra de Dios, fuimos tras esa Palabra tan fuerte y rápido como pudimos.
No solamente fuimos a una reunión el domingo y dijimos: “Que lindo estuvo. Volveremos la próxima semana y escucharemos un poco más.” Leímos, escuchamos y hablamos sobre la Palabra día y noche. Conseguimos cintas de casete de otros sermones del hermano Kenneth E. Hagin y los escuchábamos entre las reuniones. Vivíamos de esas cintas hasta que pudimos volver a otro servicio para escuchar un poco más. Dejamos de ver televisión y leer el periódico, no tanto porque decidiéramos hacerlo, sino porque pensábamos: ¿a quién le importa lo que hay en televisión? Lo que aprendíamos de la Palabra de Dios era mejor que cualquier cosa que el mundo pudiera ofrecernos. Esto nos va a sacar de problemas, pensamos. Si nos entregamos a Dios, aprendemos esto y lo aplicamos, revolucionará nuestras vidas.
Ken salía a ministrar en esos días, y no teníamos dinero para que yo pudiera ir con él, así que me quedaba en casa con los niños. Me encargaría de ellos, hacia el trabajo de la casa que había que hacer (la casa era pequeña, por lo que no me tomaba mucho tiempo limpiarla) y luego me sumergía en la Palabra.
Al principio acampé en el Nuevo Testamento. Luego descubrí que, como todas las promesas de Dios son un sí y un amén en Cristo (2 Corintios 1:20), podría reclamar incluso las escrituras del Antiguo Testamento para mí. Entonces, me ocupé haciendo eso. Decidí que, si cada BENDICION en la Biblia me pertenecía, sería mejor que averiguara cuáles eran y rápidamente.
¿Qué sucedió?
¡Dios se mostró fuerte por nosotros!
Nuestra situación financiera comenzó a mejorar, y en los siguientes 11 meses salimos de deudas y nos pusimos en camino a una vida más celestial. Hoy, más de 50 años después, seguimos presionando a Dios y a Su Palabra, y sigue siendo la respuesta a cada situación. Todavía estamos colocando a Dios en primer lugar en nuestras vidas, buscándolo a Él y Su manera de hacer las cosas, de hacer lo correcto y experimentando resultados celestiales.
No estoy diciendo que nunca tenemos problemas. Jesús dijo en Juan 16:33 que en este mundo vendrán problemas, y que nos llegan de la misma manera que a todos. Pero no nos limitamos a darnos por vencidos y aceptarlos. Los superamos luchando la buena batalla de la fe.
Buscamos la sabiduría de Dios y nos paramos firmes en la base de Su Palabra. En lugar de ser como los escépticos que dicen que Sus promesas suenan demasiado buenas para ser ciertas, las creemos como niños pequeños. Recordamos que, como solía decir John Osteen, “Dios es más inteligente que nosotros.” Por lo tanto, seguimos buscando Su manera de actuar y de ser correctos y mantenemos un acuerdo del 100 por ciento con Él.
¡Esa es una gran manera de vivir! Los caminos de Dios producen Su voluntad en nuestras vidas. Entonces, todos los días, presiona hacia Él. Escucha Su palabra y obedécela. Determina amarlo con todo tu corazón. Ponlo en primer lugar y ábrele la puerta a lo que Él planeó que disfrutaras desde el principio: Días de abundancia. Días de salud. Días de amor.
¡Días del cielo en la Tierra!