La intención de Dios no es que tengas que luchar para vivir una vida santa. Lamentablemente, muchos cristianos piensan que así es, pero están equivocados.
Ciertamente, la santidad es de importancia para Dios; sin embargo, Él nunca quiso que Sus hijos nacidos de nuevo vivieran esforzándose para estar a la altura de Sus estándares al mantener una lista aparentemente interminable de reglas religiosas. Nunca nos dijo en el Nuevo Testamento que debemos tratar de alcanzar la santidad al esforzarnos en nuestro comportamiento y haciendo todo sin equivocarnos.
¡No! Nos dijo en el Nuevo Testamento que ya somos santos.
Nos dijo que, en el momento en que nacimos de nuevo, el viejo y profano pecador que solíamos ser en nuestro interior murió y que nos hemos convertido en una nueva creación. Nuestro hombre interior, el verdadero “yo” que 1 Pedro 3:4 llama: «la persona interior del corazón.» (RVA-2015), renació a la imagen de Dios y nos convertimos en participantes de Su naturaleza santa (2 Pedro 1:4).
Para nosotros, como creyentes, la santidad ya no es algo que estamos luchando por conseguir; es parte de nuestra nueva identidad. En nuestro interior, ya es parte de lo que somos.
“Pero Gloria”, podrías decir, “si eso fuera cierto, ¿por qué a veces sigo pecando y soy víctima de actitudes y hábitos impíos? ¿Por qué la santidad que hay en mi interior no se refleja hacia afuera?”
Porque, para que eso suceda, debes dejar que lo que está en tu espíritu afecte a tu alma y a tu cuerpo. Como dice Efesios 4: «despójense del “viejo hombre”… renuévense en el espíritu de su mente y vístanse del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad.» (versículos 22-24, RVA-2015).
A diferencia del nuevo nacimiento, que sucede instantáneamente, renovarse en el espíritu de la mente implica un proceso continuo. Se lleva a cabo cuando pasas tiempo en la Palabra de Dios y dejas que ésta transforme tu alma.
Esta última, compuesta por tu intelecto, tu voluntad y tus emociones, está en medio de tu espíritu y tu cuerpo. Tu alma decide qué harás y cómo vivirás. A medida que renuevas tu mente con la Palabra de Dios, comienzas a pensar como Dios lo hace y a estar dispuesto a hacer lo que Él quiere que hagas. Es decir, tu alma comienza a alinearse con tu espíritu. Tu nuevo hombre domina tu carne, tu cuerpo se alinea y comienzas a cambiar. Empiezas a crecer en el Señor y luces más y más por fuera como la persona que eres por dentro.
Sin embargo, esto no sucede automáticamente solo por ser cristiano. Se requiere de una decisión. Así como decidiste recibir a Jesús como tu Señor y Salvador cuando fuiste salvo, si quieres crecer en Él, debes decidir poner la Palabra de Dios en primer lugar en tu vida.
Muchos cristianos nunca dan ese paso. Van a la iglesia los domingos, pero nunca pasan suficiente tiempo en la Palabra para descubrir quiénes son en Cristo Jesús, por lo que se quedan atrapados viviendo vidas carnales, gobernadas por la carne. Saben que no deben pecar, pero pareciera que no pueden evitarlo, por lo que se sienten miserables y frustrados. Intentan vivir bien, pero terminan fallando y sintiéndose condenados.
Debido a que no saben lo que dice la Palabra sobre cosas como la sanación y la prosperidad, si la enfermedad o la escasez se les presentan, simplemente las aceptan. Aunque, cuando se enfrentan a serios problemas oran para que Dios los ayude, sin embargo, lo único que saben hacer es rogar y suplicar. Al no estar establecidos con suficiente firmeza en la Palabra de Dios como para creer y recibir por fe lo que Él ya les prometió, entonces, aunque a veces Dios encuentra una manera de bendecirlos a pesar de sus dudas, en el mejor de los casos, sus oraciones no producen resultados consistentes.
Cualquiera puede convertirse en un gigante de la fe
¡Esa no es la forma de vivir! Lo sé, porque lo hice por un tiempo justo después de convertirme en cristiana. Sin embargo, no tuve que hacerlo por mucho tiempo. Unos años después de que Ken y yo volviéramos a nacer, nos mudamos a Tulsa y nos conectamos con los ministerios de Oral Roberts y Kenneth E. Hagin. Aprendimos de ellos que la Palabra de Dios es el fundamento de una vida de fe victoriosa, y fuimos tras la Palabra con todo lo que teníamos.
No había escuela bíblica para mí (Rhema no existía en ese tiempo), pero conseguí libros y cintas de predicación ungidas y me saturé absolutamente en ellas. Mientras Ken estaba predicando, ya que no teníamos el dinero para que yo fuera con él, fui a la escuela bíblica sola y me quedé en casa escuchando mensajes y tomando notas.
¡Eso me cambió! La Palabra de la que me apoderé luego revolucionó toda mi vida. Comencé a crecer en Dios, y porque he continuado en esa Palabra, nunca he dejado de hacerlo.
Esa es la intención de Dios para cada creyente. Él no selecciona solamente a ciertas personas y hace algo especial por ellas. Cualquier creyente puede convertirse en un gigante de la fe si tan solo toman la decisión de hacerlo. No importa cuál sea nuestra ocupación o qué más esté sucediendo en nuestras vidas, si decidimos hacer de la Palabra de Dios nuestra primera prioridad y nuestra autoridad final, podemos seguir creciendo y desarrollándonos en la fe. Como Efesios 4:13-15, Biblia Amplificada, Edición Clásica, dice: «Hasta que todos alcancemos la unidad en la fe y en la comprensión del conocimiento [completo y exacto] del Hijo de Dios, para que [podamos llegar] a madurar realmente (la integridad de la personalidad, que es nada menos que la altura estándar de la propia perfección de Cristo), la medida de la estatura de la plenitud de Cristo y la integridad que se encuentra en él. Entonces, ya no seremos niños, a la deriva [como los barcos] de aquí para allá… [sino más bien] creceremos de todas las maneras y en todas las cosas en Aquel que es la Cabeza, [incluso] Cristo (el Mesías, el Ungido).»
¡Iglesia, hacia allá es donde Dios nos está llevando! Su plan para nosotros, como el Cuerpo de Cristo en la tierra, es que continuemos cambiando por fe para que sigamos pareciéndonos cada vez más a Jesús.
“Pero no sabes todo lo que me falta”, podrías decir. “¡No me parezco a Jesús en este momento! Aunque sé que soy salvo, mi vida sigue siendo un desastre total.”
¡Pero no es un gran desastre para Dios! Él puede enderezar cualquier cosa.
Él ya ha enderezado tu espíritu al eliminar al viejo hombre muerto por el pecado y recrearlo en verdadera justicia y santidad, y Él puede culminar aquello que comenzó. Sólo necesitas cooperar con Él. Sólo necesitas seguir contemplando en Su Palabra, como si fuera en un espejo, la gloria del Señor, y mientras lo haces serás: «transformado de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor» (2 Corintios 3:18).
Fíjate que es el Espíritu del Señor el que te transforma a la imagen de Jesús para que te veas por fuera como quien ya eres por dentro. No lo haces al golpearte cada vez que te equivocaste, e intentando en la carne vivir bajo un conjunto de leyes. No; eso es legalismo y el legalismo es algo muerto.
Jesús nos dijo en Juan 17:3 que la vida proviene de conocer a Dios. Viene de pasar tiempo con Él en la Palabra y en oración, manteniendo una conexión viva con Él y caminando en el espíritu. Porque si vives «en el Espíritu… jamás satisfarán los malos deseos de la carne.» (Gálatas 5:16).
Cuando caminas con Dios en el espíritu, no vives legalmente. No estás pensando todo el tiempo cosas como: no puedo hacer esto, y no puedo hacer eso, y luchando por derrotar al hombre viejo. Estás enfocado en lo que puedes hacer y en ponerte al nuevo hombre. Te ves a ti mismo en las Escrituras y piensas, puedo vivir con rectitud porque soy la justicia de Dios en Cristo Jesús. ¡He sido santificado con Su propia santidad, para que pueda vivir una vida santa y dejar que otros vean Su gloria en mí!
Hace años escuché a la hermana Clara Grace, una profetisa que solía ministrar a veces con el Hermano Hagin, decir que así es como Jesús vivió cuando estuvo en la tierra. Me encontré en El libro, le dijo una vez durante una visita espiritual. Cada vez que recostaba la cabeza y descansaba en la cama, meditaba sobre lo que la Palabra de Dios decía acerca de Quién era.
Jesús tuvo que vivir por fe, igual que nosotros
Muchos cristianos tienen la idea equivocada de que Jesús pudo vivir como lo hizo cuando estuvo en la tierra porque tenía un poder divino especial, o que podía ser santo porque es Dios. Pero eso no es correcto. Jesús dejó de lado Sus privilegios divinos como deidad cuando dejó el cielo y se hizo carne. Él vino a la tierra como un hombre. Y fue como hombre que debió vencer el pecado y la tentación, tal como lo hacemos nosotros. No vivió simplemente una vida santa de manera automática. Tenía que resistir al diablo, mantenerse firme en la Palabra de Dios y “vivir por fe” (Romanos 1:17).
Dado que «la fe viene por oír y oír por la Palabra de Dios», la Palabra fue el fundamento de toda la vida y el llamado de Jesús. ¿Recuerdas cómo introdujo por primera vez su ministerio en Nazaret? Lo hizo al citar las Escrituras. Se abrió a lo que Isaías profetizó acerca de Él y dijo: «El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para proclamar buenas noticias a los pobres; me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos, a dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a proclamar el año de la buena voluntad del Señor. Entonces él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes» (Lucas 4: 18-19, 21).
Según Hebreos 10, Jesús incluso citó las Escrituras cuando estaba en comunión con Su Padre celestial. Al orar por Su llamado y Su destino, dijo: «No quieres sacrificio y ofrenda, pero me has dado un cuerpo… “Mi Dios, aquí estoy para hacer tu voluntad, como está escrito de mí en el libro.”» (versículos 5-7).
Así como Dios preparó un cuerpo para Jesús cuando vino a la tierra por primera vez, ahora Dios está preparando un cuerpo en la tierra para la segunda venida de Jesús. Él está preparando el Cuerpo de Cristo para ser: «una iglesia gloriosa, santa e intachable, sin mancha ni arruga ni nada semejante.» (Efesios 5:27).
Como miembros de este Cuerpo, debemos participar en su preparación al encontrarnos en el Libro como lo hizo Jesús, y decirle a nuestro Padre celestial lo mismo que Él dijo: Soy quien Tu Palabra dice que soy. Tengo lo que dice que tengo. Puedo hacer lo que dice que puedo hacer. Y estoy aquí para hacer Tu voluntad.
Cuanto más lo hagamos, en más santidad viviremos y más gloriosos nos volveremos. Mientras más gloriosos nos volvamos, menos nos atraerá el mundo.
¡La gente en este mundo tiene hambre de ver la gloria sobrenatural de Dios! Lo buscan todo el tiempo. Una vez leí una noticia sobre alguien que afirmó haber visto la imagen de María, la madre de Jesús, en una ventana. Cuando se corrió la voz al respecto, cientos de miles de personas llegaron a esa ventana para tratar de ver la imagen de la Virgen.
La mayoría de esas personas probablemente ni siquiera nacieron de nuevo; sólo esperaban ver algo sobrenatural. Solo querían creer que Dios existe y que todavía se está manifestando de alguna manera a la gente de hoy.
Por supuesto, incluso si la imagen de María apareciera en esa ventana, no se compararía con la imagen gloriosa que hay dentro de nosotros, como Sus hijos. Tenemos la imagen de Jesús mismo en nosotros, y si tomamos la decisión de permanecer en la Palabra y seguir creyendo y actuando conforme ella, esa imagen se puede revelar a través de nosotros. Literalmente podemos convertirnos en milagros andantes.
Aquí en KCM lo hemos visto suceder. Escuchamos los testimonios todo el tiempo.
Recuerdo que una mujer joven nos escribió hace algunos años contándonos que, cuando era adolescente, había tenido una enfermedad que le causó gangrena. Había perdido los dedos y le habían amputado las dos piernas a tal punto que los médicos no creían que pudiera caminar, incluso con la ayuda de extremidades artificiales.
Sin ninguna esperanza de vida normal, trató de suicidarse. Ella pensó que su vida había terminado. Entonces, un día, tomó una Biblia, comenzó a leerla y se emocionó.
A sus padres no les gustó. Pensaban que ella se desviaría por una tangente religiosa y que terminaría decepcionada. Entonces tomaron su Biblia y la pusieron en el estante superior del armario, lo suficientemente alto como para que ella no pudiera alcanzarla. Sin embargo, no le quitaron la televisión, y un día encontró la transmisión diaria de La Voz de Victoria del Creyente. Ella comenzó a mirarla, siguió mirándola, y en poco tiempo comenzó a cambiar.
En lugar de querer morir, ella comenzó a querer vivir. La esperanza surgió en ella y luego la fe, cuando se encontró en la Palabra y escuchó sobre la vida abundante que le pertenecía en Jesús. En pocas palabras, la última vez que supe de ella estaba en sus 20 años y no solo estaba ardiendo por Dios; estaba caminando y conduciendo su automóvil.
Si ella pudo creer lo que Dios dice acerca de ella y superar el tipo de obstáculos que estaba enfrentando, ciertamente tú puedes superar lo que sea que estés enfrentando. Después de haberte despojado del viejo hombre a través del nuevo nacimiento, puedes ponerte el nuevo hombre creado en justicia y santidad verdadera. ¡Puedes vivir por fe de adentro hacia afuera y caminar en la gloria de Dios!