«Vuélvanse al Señor su Dios, porque él es misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia…» Joel 2:13
Una y otra vez las Escrituras nos dicen que Dios es misericordioso, pero muy a menudo se nos olvida su verdadero significado. Una persona misericordiosa es alguien que está inclinada a hacer lo que tú quieres que haga. Ellos están dispuestos a hacerle favores a quienes se los pidan. Ellos son como Santiago 3:17 los describe: “fácil de tratar”.
Mi abuelo era así: todos los niños de la familia lo llamábamos pop; lo amábamos tanto porque él disfrutaba ser bueno con nosotros. Si le pedíamos dinero, buscaba en los bolsillos de su pantalón y nos daba lo que tenía. A todos nos enseñó a conducir y dejaba que manejáramos su camioneta al pueblo (aun antes de tener nuestra licencia de conducir). Siempre y cuando supiera que no nos lastimaríamos, nos dejaba hacer lo que quisiéramos.
Mi abuela era muy diferente. Siempre trató de detener a mi abuelo, pero no lo pudo lograr. A pesar de sus protestas, mi abuelo terminaba dándonos lo que le pedíamos. Esa era su naturaleza, no podía evitar ser bueno con nosotros.
Dios actúa muy parecido; no es difícil conseguir que Él haga lo que le pedimos. Al contrario, le gusta decirnos que sí ¡y está dispuesto a mostrarnos Su favor!
Así cómo muchas personas tienen pasatiempos como pescar, jugar golf, y siempre buscan una oportunidad para hacer estas cosas, podríamos decir que el pasatiempo de Dios es hacer cosas buenas para Sus hijos. Él busca oportunidades constantemente para BENDECIRNOS y darnos lo que queremos.
En Eclesiastés 3:12-13 dice: «…no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor» (RVR1960). Dios quiere darles buenos regalos a las personas, pues Él ama y disfruta hacerlo; uno de los nombres en hebreo para Dios en el Antiguo Testamento es: “¡Jehová el Bueno!”
Por esa razón, podemos llegar confiadamente ante Su trono de gracia, y recibir lo que necesitamos de Él. Es por eso que debemos ir con fe, y no con temor. No tenemos un Padre celestial con un corazón duro y tacaño; al contrario, tenemos un Padre que es fácil de persuadir. Nos recibe con un corazón amoroso y con Sus manos abiertas. ¡Tenemos un Padre que ama ser bueno con nosotros!
Gloria