La historia de nuestra nación y la historia de Dios están repletas de relatos de cómo una sola persona tuvo el poder de afectar el destino de una nación. Caesar Rodney era una de esas personas. Leyendo su historia, descubrimos la importancia de tan solo un voto. Para nosotros, nuestro voto individual se trata de un derecho otorgado por Dios, de un privilegio y de una solemne responsabilidad: hacer que nuestra voz sea escuchada.
Caesar Rodney era tan solo una voz. Los libros de historia apenas mencionan su nombre. No disfrutaba de la notoriedad de Thomas Jefferson ni la de Benjamin Franklin. Sin embargo, si prestas atención hoy en día, su voz aún resuena de costa a costa en los EE. UU.
La firma de Caesar Rodney es una de las 56 que se incluyen al pie de nuestra Declaración de Independencia. Pero la historia de cómo llegó a figurar en ese documento es un recordatorio del poder de una sola voz… y una lección acerca de la responsabilidad personal.
Era el verano de 1776, y los delegados al Congreso Continental reunidos en Filadelfia habían realizado una votación preliminar sobre la resolución propuesta para la independencia. Doce de las 13 colonias se habían abstenido o votado a favor de la resolución. Pero el voto de la colonia de Delaware quedó dividido porque Caesar Rodney, uno de los tres delegados de la misma, yacía enfermo con un cuadro de fiebre elevada a causa de un cáncer maligno.
Reconociendo la gran posibilidad de una guerra sangrienta contra Inglaterra, los delegados habían acordado que, para que la resolución pasara la votación formal, la decisión tenía que ser unánime. Cualquiera de las 13 colonias tenía en sus manos el poder de silenciar la Declaración.
Con la votación formal programada para el día siguiente, se necesitaba la votación de Rodney para destrabar el empate. La noticia de la votación llegó a su aposento en Dover, Delaware. Caesar Rodney, sintiendo el peso de la responsabilidad, se levantó de la cama, exigió un caballo y comenzó el viaje de casi 130 kilómetros.
A primera hora de la tarde siguiente llegó al Independence Hall justo cuando se realizaba la votación. Debilitado para desmontar y entrar, fue trasladado al Salón del Congreso en una camilla. Cuando el General Washington formuló la resolución, Rodney respondió: “Voto por la independencia.”
Y con esas palabras se rompió el empate. Se declaró la independencia.
El sentido de responsabilidad personal de Caesar Rodney de estar presente para votar impidió cualquier posible viaje a Inglaterra para el tratamiento de su cáncer, el cual finalmente causó su muerte.
Sin embargo, su legado es ese único voto, el cual resuena de manera estridente a través de la historia.