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Gloria Copeland

Las Fuerzas Sobrenaturales de la Vida Divina

octubre, 2020 No hay comentarios
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Las Fuerzas Sobrenaturales de la Vida Divina
La Voz de Victoria del Creyente octubre, 2020
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Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley.
Gálatas 5:22-23

El fruto del espíritu son poderosas fuerzas espirituales. No son tan solo buenos rasgos del carácter de un cristiano. Son nuestra victoria diaria. Caminar en el fruto del espíritu en realidad nos abre la puerta, como creyentes, para caminar en los dones del Espíritu. El amor, el gozo, la paz, la bondad y la amabilidad son expresiones sobrenaturales del carácter y la presencia de Dios que habita en nuestro interior. Cuando nos sometemos a ellos, el Espíritu Santo los realza y fortalece en nosotros para convertirse en un río de agua viva que fluye desde nosotros para ayudar a bendecir al prójimo.

Cada fruto del espíritu humano recreado nos proporciona algo que necesitamos para que podamos caminar en las bendiciones y la plenitud que Jesús nos brindó. Y cada uno de ellos nos proporciona un elemento de poder divino que nos equipa para enfrentar los desafíos de la vida y salir adelante en la victoria.

Estos frutos nacen en nosotros cuando recibimos a Jesús como nuestro Salvador y Señor en el nuevo nacimiento (1 Pedro 1:23). Nos dan el poder necesario para superar las trampas del diablo y la fuerza de atracción de este mundo caído. Nos ayudan a cumplir con nuestro llamado divino y nos mantienen lo suficientemente fuertes y estables para completar nuestra carrera designada por Dios en la Tierra. Cuando estemos listos para ir al cielo, como el apóstol Pablo, podremos decir: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, que en aquel día me dará el Señor, el juez justo; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.» (2 Timoteo 4:7-8).

Sin no caminamos en el fruto del espíritu, los dones del Espíritu no funcionarán. Gálatas 5:6 dice que la fe obra por el amor. Entonces, sin el fruto espiritual del amor, tu fe no funcionará. Y «sin fe», como dice Hebreos 11:6, «es imposible agradar a Dios».          

¡Nada de lo que se le ocurra al diablo puede derrotarte cuando caminas en la plenitud del fruto! Como dice el autor Greg Zoschak, “no hay ninguna situación, prueba o tentación que un hijo de Dios enfrente y que uno de los frutos del espíritu no le permita vencer.”

Por ejemplo, si el diablo trata de provocar problemas en tus relaciones, fuerzas como el amor y la bondad vendrán en tu ayuda. Si trata de desanimarte con circunstancias contrarias, fuerzas como la fe y la paciencia te ayudarán a superarlo. Si te tienta a enorgullecerte porque estás sobresaliendo en el trabajo, o a tener miedo y confusión porque estás en peligro de ser despedido, el fruto de la humildad y la paz te protegerán.

Asimismo, si uno de esos frutos no está operando en tu vida, no podrás experimentar un éxito completo porque en esa área en particular será el lugar donde el enemigo concentrará su ataque. Por ejemplo, sin la fuerza del dominio propio, aunque puedas tener los demás frutos espirituales en funcionamiento, sin la ayuda de ese fruto para controlar tus deseos naturales, serás vulnerable a que los deseos de tu carne te desvíen del camino.

¡Es por eso que, a lo largo del Nuevo Testamento, Dios nos dice continuamente que cultivemos la totalidad del fruto del espíritu! Él nos ama y quiere que seamos vencedores. Y eso es lo que el fruto nos permite hacer.

Comencé a aprender sobre el fruto del espíritu en 1988, unas semanas antes de nuestra Convención anual de Creyentes de la costa oeste. Había estado en comunión con el Señor en preparación para las reuniones y, como siempre, le pregunté: “Señor, ¿qué quieres que predique?”

Por lo general me toma unos días discernir lo que está diciendo. Tengo que escuchar a mi espíritu por un tiempo hasta que estoy segura de haber escuchado claramente de Él. Pero esa mañana fue diferente. Me habló con tanta fuerza que lo escuché de inmediato:

Quiero que enseñes sobre el fruto del espíritu, me dijo.

Su respuesta me sorprendió por completo. Nunca antes había enseñado solo sobre el fruto del espíritu. Así que comencé un estudio organizado y en profundidad al respecto. Sabía que había recibido la dirección del Señor, ¡así que me sumergí y comencé!

Empecé a buscar en mi Biblia, prestando atención a las muchas escrituras que hablan sobre el fruto del espíritu, y obtuve algunos libros maravillosos sobre el tema. Luego, rodeada de todos estos materiales, leí y oré, hora tras hora, día tras día, y dejé que el Espíritu Santo me enseñara lo que estás a punto de leer.

Lo que el Señor me mostró no solo me bendijo, sino que cambió mi percepción de una manera que ha impactado mi vida desde aquel entonces.

           

El fruto del espíritu producirá una base sólida para la victoria.

 

No sé lo que pienses, pero personalmente quiero terminar mi vida como una vencedora. Cuando llegue el día de la recompensa, quiero escuchar a Jesús decir: “¡Bien hecho, mi buen y fiel siervo!”

Estoy segura de que tú también lo deseas. Sin embargo, para que eso suceda, tendremos que seguir creciendo constantemente en el fruto del espíritu.

 

Partícipes de la naturaleza divina

Podrías preguntarte: “¿cómo hago para caminar consistentemente en el poder del fruto del espíritu de manera práctica?”

Lo primero que hacemos es ir a la Biblia para ver lo que Dios tiene que decir sobre el tema. Un pasaje que he estudiado bastante es 2 Pedro 1:3-11. Dice que:

 

Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder [de Dios], mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia. Por medio de ellas nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas ustedes [nosotros] lleguen a ser partícipes de la naturaleza divina, puesto que han huido de la corrupción que hay en el mundo por causa de los malos deseos (versículos 3-4).

 

Estos versículos nos ayudan a entender el proceso al decirnos que la piedad (que es otra forma de describir el fruto) viene a través del conocimiento del Señor.

Dios ya ha provisto a cada creyente nacido de nuevo con todo lo requerido para producir fruto espiritual.

Cuanto mejor lo conozcamos, mayor revelación tendremos de Su naturaleza divina que habita en nosotros. Cuanto mejor comprendamos Su naturaleza, más podremos participar de ella, y nos volveremos más libres de la corrupción de este mundo.

El pasaje continúa diciendo:

También, poniendo toda diligencia por esto mismo, mostrad en vuestra fe virtud, y en la virtud ciencia; Y en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia, y en la paciencia temor de Dios; y en el temor de Dios, amor fraternal, y en el amor fraternal caridad. Porque si en vosotros hay estas cosas, y abundan, no os dejarán estar ociosos, ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo…  Por lo cual, hermanos, procurad tanto más de hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será abundantemente administrada la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (versículos 5-8, 10-11, RVA).

 

Si alguna vez necesitas inspiración para caminar en el fruto del espíritu, vuelve a leer esos versículos con frecuencia. Nos enumeran muchos beneficios maravillosos. Cuando abundas en el fruto, entras en lo mejor que Dios tiene planeado para ti. Operar en ellos te da el poder de cumplir tu llamado divino. Permanecerás espiritualmente seguro y evitarás caídas destructivas. Lo mejor de todo es que, según estos versículos, cuando hayas terminado tu asignación terrenal, ¡disfrutarás de una entrada abundante al reino eterno de Dios!

¿Qué significa tener una entrada abundante en Su reino?

Por un lado, significa que no llegarás al cielo por un pelo. Y no llegarás con las manos vacías sin nada que mostrar del estilo de vida que viviste aquí. Cuando salgas de este reino natural al reino de la gloria porque cultivaste y caminaste en el fruto del espíritu aquí en la tierra, tendrás recompensas eternas aguardándote. Tendrás una gran fiesta de recibimiento para darte la bienvenida.

Mucha gente se aglomerará a tu alrededor diciéndote lo contentos que están de verte. Habrá familiares y amigos presentes. Las personas a las que has amado y a las que has ministrado celebrarán tu llegada al cielo y te dirán cómo, mientras estaban en la tierra, ¡fueron influenciadas por todo el fruto del espíritu que observaron en tu vida!

El fruto + los Dones = Máximo Poder

Los dones del Espíritu son emocionantes y espectaculares, y la Iglesia definitivamente los necesita (1 Corintios 12:7-11). Son extremadamente valiosos. Pero, a diferencia del fruto, los dones no se manifiestan cuando tú quieres. No puedes levantarte todas las mañanas y decir: “Creo que hoy caminaré en la palabra de sabiduría y en el don de los milagros.”

No; los dones se manifiestan solo según la voluntad del Espíritu Santo (1 Corintios 12:11). Funcionan solo en determinadas situaciones. No puedes vivir de los dones. Las personas que lo intentan terminan metiéndose en problemas.

Todos hemos escuchado las historias. Hemos escuchado acerca de cristianos que hablan en lenguas y que profetizaban regularmente en la iglesia los domingos y, sin embargo, de alguna manera, terminaron cayendo en un estilo de vida pecaminoso. Incluso hemos escuchado, en ocasiones, acerca de un ministro de Dios verdaderamente ungido que tuvo grandes sanaciones y milagros en sus reuniones y luego se involucró en algún tipo de asunto ilícito. ¿Qué fue lo que abrió la puerta a esas tragedias? ¿Cómo es posible que tales creyentes aparentemente espirituales terminen tan mal?

La respuesta es simple. Esos creyentes operaban con dones espirituales, pero no tenían mucho fruto espiritual. Así que no tenían la fuerza para vencer las presiones de la tentación. Como resultado, cuando el diablo los persiguió, sucumbieron a su ataque. Terminaron tomando un desvío carnal que los dejó náufragos y les robó parte del propósito de Dios para su vida.

¡Ningún creyente tiene la intención de terminar de esa manera! Pero, si no aprendemos a caminar en el poder de nuestra naturaleza divina, nos puede pasar a cualquiera de nosotros. Por eso no queremos centrarnos en los dones. Aunque es bíblico y bueno «procurar los mejores dones» (1 Corintios 12:31), también debemos procurar y cultivar el fruto.

 

  • Queremos que el amor de Dios fluya en abundancia porque «el amor nunca falla» (1 Corintios 13:8).
  • Queremos gozo en abundancia porque «El gozo del Señor es nuestra fortaleza.» (Nehemías 8:10).
  • Queremos la paz porque nos mantiene tranquilos en tiempos de incertidumbre.
  • Queremos la fe y la paciencia porque son las gemelas ponderosas que nos sustentan, de modo que cuando le creemos a Dios por la sanación o la prosperidad o algo más que Él ha prometido, podemos soportar hasta recibirlo.
  • Queremos amabilidad, bondad y mansedumbre porque mejoran nuestras relaciones y nos dan poder para manifestar a quienes nos rodean el carácter y la vida de Dios.
  • Queremos templanza, o dominio propio, porque viene en nuestra ayuda y nos da la victoria en nuestros conflictos con el mundo, la carne y el diablo.

 

La máxima manifestación del poder espiritual se logra en nuestras vidas solo cuando los dones y el fruto trabajan juntos. Así que valóralos a ambos: los dones y el fruto. Busca moverte en los dones como el Espíritu Santo así lo desee, y desarrolla tu fe para caminar consistentemente también en todos los frutos. ¡Te prepararás para ser un ganador en todos los aspectos de la vida!

 

Testigos del poder y el carácter de Cristo

No serás el único que gane como resultado del fruto del espíritu que llevas. Otros también se beneficiarán. A medida que las fuerzas de la naturaleza divina de Dios fluyan a través de ti, te convertirás en una mayor bendición y provocarás un cambio en la vida de las personas que te rodean. Impactarás al mundo de una manera más grande para Jesús y, como creyentes, eso es lo que estamos llamados a hacer.

Estamos llamados a ser testimonios del poder de nuestro Salvador resucitado con nuestras palabras, pero también a revelarlo a través de quiénes somos y lo que hacemos. Hechos 1:8 dice: «Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.»

 

Estamos llamados a ser una revelación viva del amor, la vida y el carácter divino de Dios.

 

En este mismo momento, la gente de toda la Tierra se muere de hambre por una revelación del amor y la bondad de Dios. Tienen hambre de probar y ver «que el SEÑOR
es bueno.» (Salmo 34:8, RVA-2015). Puede que no se den cuenta, pero anhelan el fruto del espíritu que está disponible solo a través de una relación personal con Dios.

Todos en el mundo quieren ser amados. Incluso los pecadores aparentemente endurecidos que no han escuchado ni creído el evangelio buscan gozo y paz. Pero lo hacen en el lugar equivocado. El mundo no puede proporcionarles esas cosas.

El mundo no tiene una verdadera victoria que ofrecer. No puede ayudarles a las personas cuando están en medio de una crisis o proporcionarles la solución cuando sus matrimonios se están desmoronando, sus cuerpos y emociones se están derrumbando bajo el estrés de la vida, o están encaminados hacia la destrucción por los deseos carnales sin control.

Incluso las llamadas “estrategias de éxito” que se le ocurren al mundo no pueden producir un éxito real o duradero porque, sin Jesús, es inalcanzable. Sin Él, la gente no tiene forma de vivir verdaderamente como vencedores. No pueden acceder a fuerzas sobrenaturales como el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la gentileza, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el autocontrol, motivo por el cual no tienen el poder de triunfar sobre los problemas de la vida.

¡Sin embargo nosotros podemos ayudarlos a encontrar ese poder! Podemos compartir con ellos las buenas nuevas acerca de Jesús y mostrarles la vida abundante que Él provee. Podemos señalarles la Respuesta Misma (Él) cultivando y rindiéndonos a Su naturaleza, convirtiéndolo en nuestro estilo de vida y demostrándolo de manera práctica.

Simplemente, al caminar en el fruto del espíritu a propósito, todos los días, dondequiera que vayamos, ¡podremos dejar que el mundo vea a Jesús en nosotros!


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