En la primera página de Génesis 1, la Biblia nos dice que las palabras están detrás de todo lo que sucede en este planeta. Ellas son las que lo crearon.
La razón por la cual la Tierra existe, es porque en el comienzo Dios dijo: “Hágase la luz” (Génesis 1:3). Antes de que estas palabras fueran declaradas, este lugar era un desorden total.
“La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo.” (Versículo 2). El Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas, y aun a pesar de la presencia de su poder asombroso, nada sucedía.
La situación no cambió hasta que Dios dijo algo.
Lee Génesis 1 y observarás lo mismo una y otra vez:
“Dijo Dios: Que haya algo firme en medio de las aguas… Y así fue” (Versículos 6-7).
“También dijo Dios: Que se junten en un solo lugar las aguas que están debajo de los cielos, y que se descubra lo seco… Y así fue”. (Versículo 9).
“Después dijo Dios: Que produzca la tierra… Y así fue” (Versículo 11).
“Luego dijo Dios: Que haya lumbreras en la bóveda celeste…” (Versículo 14).
“Y dijo Dios: Que produzcan las aguas seres vivos…” (Versículo 20).
Hay bastante repetición; pero está ahí por una razón. Está ahí no solo para revelar el quién y el cómo detrás de la creación, sino para destacar que se trata de un universo creado por palabras y dominado por palabras. Está allí para que podamos ver claramente que: “Por la fe entendemos que Dios creó el universo por medio de su palabra, de modo que lo que ahora vemos, fue hecho de lo que no se veía.” (Hebreos 11:3).
Con frecuencia escucho a las personas decir “Dios hizo este mundo de la nada”. Sin embargo, eso no es cierto. Él lo hizo de algo que no podemos ver. Él lo hizo con palabras llenas de fe y lo está sosteniendo con la misma fuerza creativa. “Él es quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder.” (Hebreos 1:3).
¡La PALABRA de Dios es lo que está manteniendo la cohesión del universo! Su PALABRA es y siempre ha sido la fuerza dominante en esta Tierra.
Por ejemplo, piensa en cómo las palabras de Dios dominaron los eventos que rodearon el nacimiento de Jesús. Piensa en cómo el profeta Miqueas, siglos antes de que sucediera, dijo que Jesús nacería en Belén.
¡Esas palabras dominaron naciones y reinos por 750 años! Le abrieron la puerta al Espíritu Santo para que se moviera en el César, y en el momento justo, él decidiera que era una buena idea enviar a todos los israelitas a sus ciudades de nacimiento y pagar sus impuestos. Como resultado, María y José fueron a Belén.
¿Qué sucedió cuando llegaron a esa ciudad? María, una virgen, dio a luz a Jesús; lo cual en lo natural es totalmente imposible. De cualquier manera, sucedió debido al poder dominante de la PALABRA de Dios. Tú ya conoces la historia:
Nueve meses antes del viaje a Belén, el ángel Gabriel visitó a María y le dijo: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.” (Lucas 1:31, Nueva Traducción Viviente). Ella le preguntó: “¿Cómo sucederá?” y Gabriel dijo: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y… te cubrirá con su sombra» (Versículo 35, NTV).
María lo creyó, y dijo: “Que se haga en mí según tu palabra”. Y la PALABRA del Dios Viviente entró en ella. Se convirtió en una semilla, y el Espíritu Santo la cubrió e hizo que la PALABRA se hiciera carne.
¡Ese es un momento santo! Fue un milagro maravilloso y el milagro no finalizó allí. Todavía continúa. ¡Todos nosotros que hemos nacido de nuevo lo hemos experimentado!
Cuando escuchamos el evangelio y dijimos: “Jesús, creo en lo que la PALABRA de Dios dice acerca de ti y te recibo como mi SEÑOR”, ocurrió un milagro de gracia en cada uno de nosotros, tan santo como lo que le sucedió a María. El mismo Espíritu Santo que la cubrió a ella nos cubrió a nosotros, y cada uno de nosotros se convirtió en “una nueva creación”; las cosas viejas pasaron y todas se han hecho nuevas.
¿Qué estás diciendo ahora?
¡Como creyente, eres una demostración viviente del poder dominante de la PALABRA de Dios! Ya no eres un pecador perdonado; has sido nacido de nuevo de la semilla incorruptible de la PALABRA de Dios (1 Pedro 1:23). Tu espíritu ha sido recreado por el mismo poder y la misma sustancia que hizo que Jesús fuera concebido en el vientre de María.
¡A eso le llamo yo prueba de que las palabras son lo más importantes en la Tierra! Las Palabras te libraron del reino de las tinieblas y te trasladaron al reino del Hijo amado de Dios. Fueron las palabras declaradas con fe las que te permitieron recibir el regalo de la salvación eterna.
Romanos 10:10 dice: “Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, pero con la boca se confiesa para alcanzar la salvación.” Así es como comenzó tu vida en Dios, y es como Él tiene la intención de que continúes viviendo. Él quiere que recibas todo de parte de Él, declarando palabras de fe.
El Espíritu Santo se está moviendo en ti, sobre ti y a tu alrededor ahora mismo, deseando liberar su poder maravilloso y mejorar tu vida. Él está ahí para sanar tu cuerpo. Él está ahí para prosperarte financieramente. Él está ahí para cumplir todo lo que Dios te ha prometido y provisto para ti en su PALABRA.
Pero ahora, al igual que durante la creación, Él está esperando tus palabras de fe.
Jesús dijo en Marcos 11: “Cualquiera que dijere… y no dudare en su corazón, sino que creyere que sucederá lo que dice; él tendrá todo lo que diga” (Versículo 23). Entonces, cualquier cosa que estés diciendo por medio de la fe es lo que vas a recibir.
Si tu cuerpo está débil, y continúas hablando de lo débil que estás, continuarás estando débil. El Espíritu Santo no tendrá materia prima alguna para cambiar la situación, así que esta continuará igual. Por otra parte, si obedeces el mandamiento en Joel 3:10, que dice: “Diga el débil: Fuerte soy.” (RVR1960), sucederá algo completamente diferente. Mientras dices por medio de la fe: “Soy fuerte en el SEÑOR y en el poder de Su fuerza. Él es mi Roca y mi Redentor” (Efesios 6:10; Salmo 19:14), el poder del Espíritu Santo obrará en tu cuerpo. La PALABRA de Dios dominará la condición de debilidad y serás fortalecido.
No importa cuán imposible aparente ser la situación que estés enfrentando, el Espíritu Santo puede cambiarla. Él todavía tiene el mismo poder que tenía durante la creación. Él todavía es tan poderoso como lo era cuando se movió en las palabras “Hágase la luz”, e hizo que este universo apareciera con fuerza tal que, en menos de 24 horas, abarcara unas 16,74 billones de millas.
Ciertamente si el Espíritu Santo puede hacer eso, Él puede manejar cualquier situación que necesites que maneje en tu vida. ¡Él simplemente está esperando que tú digas la PALABRA!
En una ocasión estaba luchando con cierto dolor en mi cuerpo que parecía casi abrumador. Me subí en la máquina caminadora para hacer ejercicio y me dolía tanto que difícilmente podía caminar. Clamé al Señor con lágrimas en los ojos: “¿Por cuánto tiempo tendré que soportar este dolor?”
Muy dentro de mi espíritu, Él me respondió a los gritos.
¡Hasta que Me des algo con qué trabajar!
Si has estado en una situación similar, lo mismo aplica para ti. El Espíritu Santo está esperando que le des algo con qué trabajar. Él no está reteniendo las BENDICIONES de Dios para que no las recibas. Él está esperando que dejes de hablar acerca de lo mal que están tus circunstancias y cuan mal te sientes, y comiences a decir lo que Dios dice. Él está esperando que creas y consistentemente declares la PALABRA de Dios.
“Lo sé hermano Copeland, pero yo no tengo suficiente fe para hacer eso. Necesito que Dios me dé un poco más.”
No, no la necesitas. Cada uno de nosotros, como creyentes, tiene la misma “medida de fe” (Romanos 12:3). La recibimos como regalo de parte de Dios cuando nacimos de nuevo (Efesios 2:8). Es la fe de Dios, y es fe de la más alta calidad.
Si no está haciendo la obra en tu vida, simplemente necesitas desarrollarla. Necesitas alimentarte de la PALABRA (“la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios.” Romanos 10:17), para que lo que el apóstol Pablo dijo de la iglesia de Tesalónica se pueda decir de ti: “Tu fe va creciendo excesivamente” (2 Tesalonicenses 1:3).
Dependiendo de cuanta atención le des a la PALABRA, tu fe puede fortalecerse o debilitarse. Puede marchitarse o crecer. La decisión es tuya. Dios ya ha hecho Su parte. Él te dio la fe y te dio la PALABRA.
Lo que suceda ahora depende de ti.
Los sentimientos no tienen nada que ver en esto
“Bueno”, podrías decir, “sé que la fe es importante, pero mi problema es mi trabajo. No gano lo suficiente para sobrevivir y mucho menos para prosperar. Me mantiene en la quiebra y me está haciendo pobre”.
No, tu trabajo no es el problema. Tu boca es el problema. La Biblia dice:
“Del fruto de su boca el hombre comerá el bien.” (Proverbios 13:2 RVA-2015).
“Del fruto de la boca del hombre se saciará su estómago; él se satisfará con el producto de sus labios.” (Proverbios 18:20 RVA-2015).
“La muerte y la vida están en el poder de la lengua, y los que gustan usarla comerán
de su fruto.” (Proverbios 18:21 RVA-2015).
Financieramente, como en cada área de nuestra vida, las palabras son la cosa más importante en la Tierra. Si puedes llenar tu corazón con las palabras de Dios acerca de la prosperidad y consistentemente decirlas con tu boca, Él puede prosperarte sin importar cuánto te paguen en tu trabajo actual.
Después de todo, ¡Él es el Dios que planeó este universo! Él planeó tu vida antes de la fundación del mundo y nunca planeó que fueras pobre. Él planeó que prosperaras en todo, y que tengas salud, a la vez que tu alma prospera (3 Juan 2). Él planeó que fueras rico (2 Corintios 8:9). No le has dado nada con qué trabajar. No has estado hablando Su PALABRA con fe.
¡Las palabras llenas de fe dominan las leyes del pecado y la muerte!
Le abren la puerta al Espíritu Santo para que se mueva, y Él puede conseguirte un mejor trabajo. Él puede conseguirte un aumento, o una promoción. Puede proveerte con oportunidades de negocios que te traigan riquezas y bienes a tu casa (Salmo 112:3).
Sin embargo, si quieres que Él lo haga, no puedes simplemente dejar tu Biblia en la mesa de noche. Tienes que leerla y meditarla. Tienes que prestarle atención y ponerla en tu corazón en abundancia. “Porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Mateo 12:34).
“Hermano Copeland, lo he estado haciendo; sin embargo, algunas veces cuando declaro la PALABRA, no siento que esté cambiando nada.”
Tu fe no se basa en tus sentimientos. Se basa en lo que la PALABRA de Dios dice y en la fidelidad de Jesús. Él es el Apóstol y el Sumo Sacerdote de tu confesión (Hebreos 3:1). Él ha sido designado por Dios para respaldar tus palabras de fe con Su poder, y puedes estar seguro de que Él lo hará, ya sea que tú sientas algo o no.
Él lo ha hecho por mí una y otra vez. Él ha respaldado mis palabras de fe cuando no tenía ningún buen sentimiento en lo absoluto. Por ejemplo recuerdo una ocasión en la que estaba predicando en Jamaica. Estaba ministrando en una iglesia en Spanish Town. El servicio comenzó a las 9:30 de la mañana y la gente esperaba que les predicara todo el día.
¡Sin embargo, para el medio día, se me había ido la voz! Difícilmente podía pronunciar sonido alguno.
Durante el descanso del almuerzo, fui a la sala de conferencias. Todo lo que podía hacer era susurrar, así que susurré palabras de fe. “Padre” oré, “si le preguntaran a mi voz si ha sido sanada, esta respondería que no. Sin embargo, no le estoy preguntando a mi voz. Le pregunté a tu PALABRA y esta dice que por las llagas de Jesús yo estoy sano.”
Cuando oré, no sentí absolutamente nada. Mi voz no pareció mejorar en lo absoluto. Todavía podía escasamente hablar. Sin embargo, comencé el servicio de la tarde diciéndole las mismas palabras a la congregación: “Buenas tardes a todos” susurré, “Si les preguntara si he sido sanado, ustedes dirían que no, si se lo preguntara a mi voz, me respondería que no. Sin embargo, no les pregunté a ustedes. No le pregunté a mi voz. Le pregunté a Dios y Él me respondió: “Sí, eres sano por Mis llagas.”
¡Para el momento en el que dije las últimas palabras, mi voz volvió completamente! Sonaba más fuerte que nunca. Prediqué unas11 horas ese día y después, le impuse las manos a aproximadamente 500 personas. Después, estaba sentando en el auto del Pastor, cuando una mujer pequeña se me acercó y me dijo: “Hermano Copeland, muchas gracias. Yo era ciega y ahora puedo ver.”
Parecía tan calmada que le pregunté al Pastor: “¿Quiere decir que estaba ciega espiritualmente hablando y ahora puede ver?”. Él sonrió y movió su cabeza. “No, lo quiere decir literalmente. Físicamente ella estaba completamente ciega, pero hoy fue sanada y ahora puede ver.”
¿Qué hubiera sucedido si yo me hubiera dado por vencido cuando mi cuerpo quiso hacerlo? Con toda seguridad sentí que quería darme por vencido. No sentí que podía predicar una palabra más. Sin embargo, eso no importó. Lo que importó fue lo que creí y lo que dije.
En tu vida eso también es lo que importa. Así que, nunca dejes de declarar palabras de fe. “Porque mayor es el que está en ustedes que el que está en el mundo.” (1 Juan 4:4). El mismo poder que creó este universo está en tu interior. ¡Declara la PALABRA y déjalo a Él hacer los milagros para ti!