Imagínate por un momento que formas parte de la familia más rica de la Tierra. Por ejemplo: imagínate que tus padres eran los Rockefeller y que creciste rodeado de abundancia ilimitada y extravagantes riquezas. ¡Piensa en lo que sería tu perspectiva financiera!
Esperarías tener siempre dinero en abundancia.
Pensarías en términos de abundancia, no de escasez. No esperarías no tener algo ni te preguntarías si podrías comprar un auto nuevo. Tendrías todos los autos, aviones, botes y cualquier cosa que quisieras.
Sin ninguna exposición más que a las riquezas, tu actitud sería: Oye, así es en mi familia. Somos muy, muy ricos.
¡Esa es la actitud que deberías tener como creyente!
A pesar de que en lo natural probablemente tu apellido no es Rockefeller, has nacido en la familia más rica que existe. Has nacido de nuevo en la familia espiritual de Dios, y esta es una familia tan real como una de carne y hueso, con la diferencia de que es más rica y poderosa.
¡Ninguna otra familia se puede comparar con la familia de Dios!
Él es el dueño de toda la Tierra y su plenitud (Salmo 24:1). Él es dueño de miles de animales en las colinas (Salmo 50:10). Toda la plata y el oro en el mundo le pertenecen. Todos los tesoros enterrados y las riquezas escondidas son Suyas y Él sabe a dónde están (Isaías 45:3).
¡Nuestro Padre es rico, un Dios rico! Él creó todas las riquezas en este planeta y lo hizo para que Su familia las disfrute. En otras palabras, ¡Él las puso ahí para nosotros!
“Bueno” podrías decir, “pienso que esa es una manera de pensar algo extremista. Es solamente una idea que se inventaron ustedes los predicadores de la prosperidad.”
No, nosotros no la inventamos. Nuestro Dios bueno y lleno de gracia fue Quien la inventó. La prosperidad siempre ha sido el plan de Dios para Su pueblo. A través de todas las escrituras, siempre y cuando sus hijos e hijas lo obedecieran, ellos caminaban en sobreabundancia.
Piensa en lo prósperos que eran Adán y Eva en el Jardín del Edén. Hasta que ellos decidieron desobedecer a Dios y hacer las cosas a su manera, ellos tenían todo lo bueno que pudieran desear.
Piensa en lo próspero que era Abraham. Él le creyó a Dios, lo obedeció y terminó siendo más rico que los reyes de las naciones. Él caminó fielmente en su pacto con Dios y «era riquísimo en ganado, plata y oro.» (Génesis 13:2).
Lo mismo es cierto acerca de los israelitas.
A pesar de que ellos vivieron bajo el Pacto Antiguo, cuando ellos obedecieron a Dios, siempre tuvieron cada una de sus necesidades suplidas. Ellos eran cabeza y no cola. Ellos tenían victoria en cualquier lugar al que fueran. Ellos tenían prosperidad en abundancia y la BENDICIÓN de Abraham se manifestaba en sus vidas.
Ahora, nosotros, como creyentes, somos semilla de Abraham (Gálatas 3:29) y esa misma BENDICIÓN ha venido sobre nosotros. Es tan poderosa como siempre lo fue y nosotros podemos caminar en ella más fácilmente que los israelitas porque nosotros tenemos un mejor pacto: hemos sido hechos la justicia de Dios en Jesucristo. Nosotros tenemos Su Espíritu en nuestro interior, y Él nos está dando un corazón para obedecerlo.
Todo lo que nos queda por hacer es aprender a cooperar con Él. Solamente necesitamos buscar en la Palabra y descubrir cómo hacer las cosas a Su manera para que podamos vivir de acuerdo con Sus leyes de la abundancia.
No engordes la cuenta bancaria haciendo morir de hambre a tu alma
¡Las leyes de la abundancia de Dios son maravillosas! Son tan seguras como la ley de la gravedad. Funciona de la misma manera todo el tiempo, y cualquiera en la familia que camina en ella puede vivir una vida próspera y sobreabundante.
Los creyentes que no caminan en esas leyes, por el contrario, vivirán muy por debajo de sus privilegios financieros. Ellos simplemente tratarán de sobrevivir en lo natural lo mejor que puedan. Dios no podrá hacer muchos por ellos financieramente porque, a pesar de que son Sus hijos, en lo que concierne al dinero ellos todavía creen y operan como los incrédulos.
Cuando se encuentran en un aprieto financiero, se preocupan, y tratan de encontrar maneras adicionales de conseguir dinero. Cuando quieren cosas para las cuales no tienen dinero suficiente, se frustran y se endeudan. Si su cuenta bancaria no es tan grande como lo desean, dejan de ofrendar y acumulan cualquier centavo que les sobre de sus ingresos.
Desde la perspectiva del mundo, esas cosas suenan normales. Sin embargo, no es la manera en que la familia de Dios opera. Nosotros no perseguimos dinero ni cosas materiales. Nosotros buscamos primero a Dios y las cosas vienen a nosotros. Ese es el fundamento de la ley de la abundancia sobrenatural. Es lo que Jesús enseñó en Mateo 6:33, cuando dijo: «“Busca (lucha y pon en la mira) primero que nada las cosas del reino [de Dios] y su justicia (Su manera de hacer las cosas y estar bien), y luego todas estas cosas también te serán dadas.» (Biblia Amplificada Edición Clásica).
¡Esa es una manera grandiosa de prosperar! Esa es la mejor manera para hacerlo, viviendo para Dios y poniendo Su Palabra en primer lugar en nuestra vida.
No hay inconvenientes en esa forma de prosperar como los hay en el camino del mundo. Cuando las personas se hacen ricas a la manera del mundo, terminan como el hombre rico en Lucas 12. ¿Te acuerdas de él? Amasó una gran fortuna con sus propios esfuerzos humanos. Luego la almacenó, con la plena intención de gastarla en sí mismo. Pero, debido a que nunca le prestó atención a Dios, al final su riqueza no le sirvió de nada. Terminó muriendo antes de poder disfrutarla (lee los versículos 16-20).
Ese no es un ejemplo para seguir. ¡Jesús dijo que la gente que acumula riquezas para sí misma sin ser ricos hacia Dios son unos tontos! Sus cuentas bancarias crecen, pero al final sus almas se mueren de hambre. La única respuesta que ellos tienen es financiera y el dinero no los llevará al cielo, ni los sanará de una enfermedad mortal, ni romperá el poder de las adicciones que los esclavizan.
Sin embargo, cuando buscas primero a Dios, prosperas «a la vez que tu alma prospera.» Incrementas financieramente mientras «andas en la verdad» (3 Juan 2-3), y la verdad te hace libre (Juan 8:32).
¿Qué significa exactamente caminar en la verdad?
Significa que vives una vida piadosa: conviertes la Palabra de Dios en tu autoridad final y haces todo lo que Él dice que debes hacer. Significa que mantienes Su Palabra en tu corazón y en tu boca. Crees y declaras lo que Él dice acerca de ti. Cuando te enfrentas a dificultades financieras, no andas declarando pobreza y escasez. No dices cosas como: “No sé cómo voy a pagar las cuentas”. Pones tu fe en escrituras como Filipenses 4:19 y dices: «Así que mi Dios suplirá todo lo que me falte, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.»
Cuando estás caminando en la verdad, también pones a Dios primero en tus finanzas. Diezmar se vuelve una prioridad. Das con gozo a los demás cuando el Señor te guía, con la confianza de que el Señor te BENDECIRÁ, porque como Gálatas 6:7 dice: «Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará.»
Una posesión preciosa
“Pero Gloria”, podrías decir, “yo hago todas esas cosas. Paso tiempo en la Palabra todos los días. Creo y confieso la Palabra sobre mis finanzas. Diezmo y ofrendo. ¡Y, aun así, todavía no prospero!”
A lo mejor necesitas examinarte en otra área. A lo mejor necesitas examinarte cuando se trata de ser diligente. La diligencia es otra de las leyes fundamentales de la abundancia de Dios. Se define como: “La aplicación constante a negocios de cualquier tipo; el esfuerzo constante para lograr lo que se emprende”.
La diligencia es perseverancia. Es hacer con todo el corazón cualquier cosa que te han pedido que hagas. Es parte de lo que te lleva a prosperar.
Es posible que no escuches muchas prédicas acerca de la diligencia como lo haces acerca de otros temas, pero Dios nos dice una y otra vez en las escrituras lo valiosa que es. En Proverbios, por ejemplo, Él dice:
«Las manos negligentes llevan a la pobreza; las manos diligentes conducen a la riqueza.» (Proverbios 10:4).
«Los diligentes dominan a otros; los negligentes son dominados.» (Proverbios 12:24).
«El perezoso no ara a causa del invierno; luego, cuando llegue la siega, pedirá y no hallará. [Pero] los planes del diligente ciertamente tienden a la abundancia.» (Proverbios 20:4, 21:5 RVR1995).
«Perezoso, ¿cuánto más seguirás durmiendo? ¿Cuándo vas a despertar de tu sueño? Un poco de dormir, un poco de soñar, un poco de cruzarse de brazos para descansar, y así vendrán tu necesidad y tu pobreza: como un vago, como un mercenario.» (Proverbios 6:9-11).
Esta es la forma en la que son las cosas en la familia de Dios: a los perezosos no les va bien. La gente que duerme hasta tarde todas las mañanas y se pasan el día sin hacer nada, no prosperarán.
Dios no es como el gobierno. Él no tiene programas que le pagan a las personas que no trabajan. En Su sistema, si quieres prosperar, se espera que trabajes y seas productivo. Sea que seas una mamá de tiempo completo o un ama de casa, un estudiante, el dueño de un negocio o un empleado, se espera que des tu mejor esfuerzo y hagas un buen trabajo.
¿Qué pasa si tienes un trabajo que no te gusta, o que no te paga bien?
Bueno, a pesar de todo, ¡se diligente! Créele a Dios por un trabajo mejor si quieres, pero mientras esperas, trata el que tienes con el respeto que se merece. No lo hagas con el mínimo esfuerzo porque podrían despedirte. Se el mejor empleado que la compañía pueda tener. Llega al trabajo todos los días con una sonrisa en el rostro y haz todo lo que puedas para bendecir el lugar.
“Pero no entiendes. Mi trabajo es solo de baja categoría. No es muy importante”. ¡Sí es importante! Por un lado, te proporciona un ingreso para diezmar y la capacidad de sembrar en el reino de Dios. Te da la oportunidad de ir a trabajar todos los días pensando: estoy haciendo esto como para el Señor, y de Él estoy obteniendo semillas para cosechar.
Por otra parte, aun si tu trabajo no te paga muy bien, te da la oportunidad de ser fiel. Si eres fiel, Dios te incrementará. Él no está limitado por tus comienzos. ¡Él puede llevarte desde el escalón más bajo hasta la cima!
Eso fue lo que les sucedió a los dos primeros siervos en la parábola que Jesús compartió en Mateo 25. Ellos comenzaron como esclavos y terminaron como dueños. Probablemente hayas leído la historia.
Al principio, a cada uno de los sirvientes se le asignó la tarea de administrar cierta cantidad de dinero a su amo. Un sirviente recibió cinco talentos de dinero; el segundo recibió dos talentos; y el tercero uno solo.
Después, el dueño se fue de viaje y mientras estaba fuera, el sirviente «que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo, el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.» (versículos 16-18).
¿Qué pasó cuando el amo regresó? ¡Les dio a los dos fieles sirvientes promociones idénticas! A pesar de que comenzaron en diferentes niveles financieros, los bendijo a ambos por igual y dijo: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor.» (versículos 21 y 23).
Sin embargo, el siervo infiel fue degradado. El maestro le dijo: «Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.» (versículos 26-29).
Este es uno de los principios clave en el sistema de prosperidad de Dios: la fidelidad trae aumento. La infidelidad, por el contrario, reduce.
¡Dios quiere aumentarte! Él no es solo tu amo, como el hombre de la parábola: Él es tu amoroso Padre celestial. Él se complace en prosperarte (Deuteronomio 30:9). Entonces, ¡dale la oportunidad de hacerlo al caminar en Sus leyes de abundancia! Coloca a Dios y a Su Palabra en el primer lugar de tu vida y tus finanzas. Mantén esa Palabra en tu corazón y en tu boca. Y, cuando ponga algo en tus manos, por pequeño que parezca, se fiel. Trabaja diligentemente con lo que te han dado «y todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no como para la gente, porque ya saben que el Señor les dará la herencia como recompensa, pues ustedes sirven a Cristo el Señor.» (Colosenses 3:23-24).