Desde el Jardín del Edén, el diablo ha seguido tratando de robar la Palabra de Dios para Su pueblo. Y durante las últimas generaciones, existe una palabra en particular que él ha tratado de eliminar de la iglesia. Es la palabra rico.
El diablo ha hecho su mayor esfuerzo para convencer a los creyentes que esa palabra le pertenece. Ha desparramado tantas mentiras acerca de ella, y le ha dado una connotación tan negativa, que muchos cristianos hoy en día se sienten incómodos diciendo “soy rico”, como si estuvieran maldiciendo. La verdad es que el diablo los ha engañado haciéndolos creer que rico es una mala palabra.
Pero en realidad, lo opuesto es la verdad.
Rico es una palabra bíblica. Es una palabra de bendición. Es una palabra de Dios. Sí. Dios es el primero que tuvo la idea de las riquezas financieras. Él ha hecho que Su gente sea rica desde el comienzo de los tiempos.
Por ejemplo: debió ser Dios el que le dijo a Adán y a Eva acerca del jardín del oro. Si no fuera por Él, ellos ni siquiera se hubieran dado cuenta que era algo precioso. No hubieran sabido de su valor.
Aun después de que Adán y Eva pecaron, y le abrieron la puerta a la maldición para que entrara en la Tierra, Dios continuó estableciendo caminos para que Su gente se enriqueciera. Hizo pactos con ellos y les prometió que al obedecerle, los protegería de la maldición y los BENDECIRÍA.
Para asegurarnos que las riquezas materiales están incluidas en la BENDICIÓN, Dios más adelante lo dejó por escrito en la Biblia. Él dijo: «La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella» (Proverbios 10:22, RVR1995).
Claramente, Dios no hubiera dicho esto si rico fuera una mala palabra. Si estuviera en contra de las riquezas, no hubiera hecho que Abram fuera: «riquísimo en ganado, y en plata y oro» (Génesis 13:2). No hubiera bendecido a Isaac con: «más y más hasta que se enriqueció y fue prosperado, y se engrandeció hasta hacerse muy poderoso» (Génesis 26:13, AMP).
Él no hubiera incrementado tanto a Jacob hasta que: «enriqueció Jacob muchísimo, y tuvo muchas ovejas, siervas y siervos, camellos y asnos» (Génesis 30:43).
Si ser rico hubiera sido algo peligroso o vergonzoso, ciertamente Dios no hubiera hecho lo que hizo
por Salomón.
¿Has leído alguna vez lo que pasó con él? Después de convertirse en rey de Israel, una noche Dios se le apareció y le dijo: «“Pídeme lo que quieras que yo te dé”. Y Salomón le dijo a Dios: “Tú has tenido gran misericordia de David, mi padre, y a mí me has puesto en su lugar como rey. Señor y Dios, confirma ahora la promesa que le hiciste a David, mi padre, pues tú me has puesto como rey de un pueblo tan numeroso como el polvo de la Tierra. Por favor, dame sabiduría y conocimiento para presentarme delante de este pueblo. A decir verdad, ¿quién podrá gobernar a tu pueblo? ¡Es tan grande!”.
Y Dios le dijo a Salomón: «Por haber pensado así, y por no haber pedido riquezas, ni bienes ni gloria, ni la vida de los que no te quieren, ni una larga vida, sino que has pedido tener sabiduría y conocimiento para gobernar a mi pueblo, sobre el cual te he puesto como rey, recibirás sabiduría y conocimiento, y además te daré riquezas, bienes y gloria, como nunca antes tuvieron los reyes que te antecedieron, ni tendrán los reyes que te sucedan» (2 de Crónicas 1:7-12).
Esta es la única manera segura de ser rico: primero la sabiduría y el conocimiento, después las riquezas.
Sobrecogido por la bondad de Dios
Nota que Dios voluntariamente hizo que Salomón fuera rico. Salomón no se lo pidió. El solamente pidió por sabiduría y conocimiento, lo cual fue algo muy inteligente, porque de acuerdo con la Biblia, la sabiduría de Dios es lo principal o más importante en la vida. Es lo que abre la puerta a cosas como el honor, una larga vida y las riquezas.
Como la sabiduría y las riquezas están conectadas, si Dios considerara el ser rico una cosa mala para Su gente, la respuesta a la oración de Salomón hubiera sido muy diferente. Él hubiera dicho: “no voy a darte sabiduría y conocimiento porque terminarás siendo muy rico. En lugar de eso, voy a dejarte ignorante. Voy a hacer que seas el más pobre de los pobres. Voy a bendecirte tanto que serás el rey más quebrado que alguna vez se haya visto”.
Pero por supuesto que la conversación no ocurrió de esa manera. Al contario, Dios le dijo a Salomón que no solamente le daría sabiduría y conocimiento, sino que lo haría más rico que cualquier rey que hubiera existido o alguna vez pudiera existir.
Desde ese momento en adelante, Salomón tenía una unción para prosperar. Él continuó enriqueciéndose gracias a la palabra que el Señor había declarado sobre él. De acuerdo con la Biblia, «el peso del oro que venía a Salomón cada año, era seiscientos sesenta y seis talentos de oro» (2 Crónicas 9:13, RVR1960).
Una vez le pedí a Kenneth que calculara cuánto equivaldría esto en la economía moderna. En ese entonces (unos 15 años atrás), el oro valía $300 dólares la onza, así que 666 talentos equivaldrían a $150 millones de dólares. Hoy en día, creo que el oro se está vendiendo por 4 veces más que ese valor. Así que el ingreso total que Salomón recibía al año eran ¡$600 millones de dólares!
Pienso que Dios cumplió su Palabra con Salomón extremadamente bien, ¿no lo crees? La mayoría de nosotros podríamos estar muy bien con esa clase de ingreso. ¡Aun ministerios que gastan fortunas predicando y ministrando el evangelio a la gente por todo el mundo podrían estar bien con 600 millones de dólares al año!
Pero Gloria, podrías decir, “no estoy seguro se ser tan rico es un buen testimonio para las otras personas. No estoy seguro si esto glorifica a Dios”.
En el caso de Salomón, ciertamente lo hizo. Considera el efecto que tuvo en la reina de Sabá. Cuando ella escuchó acerca de lo que Dios había hecho por Salomón, quedó tan impresionada que quiso verlo con sus propios ojos. El compartió su sabiduría con ella y le dio un paseo por el palacio. «La reina de Sabá se quedó atónita al ver la sabiduría de Salomón y el palacio que él había construido, los manjares de su mesa, los asientos que ocupaban sus funcionarios, el servicio y la ropa de sus criados y coperos, y los holocaustos que ofrecía en el templo del Señor» (2 Crónicas 9:3-4, NVI).
¡En otras palabras, la reina de Sabá estaba tan impresionada por la manifestación de la bondad de Dios en la vida de Salomón que casi se desmaya!
¿No sería maravilloso si nosotros, el pueblo de Dios, tuviéramos ese efecto en aquellos que no creen hoy en día? ¿No sería maravilloso que quedaran absolutamente asombrados por la BENDICIÓN de Dios que ven en nuestras vidas? Imagínate teniendo que decirle a las personas cuando las invites a tu casa: “tengo que advertirte, Dios ha sido muy bondadoso conmigo. Mi casa es un lugar magnifico. ¡Así que cuando la veas, no te desmayes!”
Por supuesto, esto enojaría muchísimo a los hipócritas religiosos, pero las personas que son realmente honestas y están espiritualmente hambrientas, responderían de la misma manera que la reina de Sabá: ¡Ella le dio Gloria a Dios! «Entonces le dijo al rey: «¡Todo lo que escuché en mi país acerca de tus triunfos y de tu sabiduría es cierto! No podía creer nada de eso hasta que vine y lo vi con mis propios ojos. Pero en realidad, ¡no me habían contado ni siquiera la mitad de tu extraordinaria sabiduría! Tú superas todo lo que había oído decir de ti. ¡Dichosos tus súbditos! ¡Dichosos estos servidores tuyos, que constantemente están en tu presencia bebiendo de tu sabiduría! ¡Y alabado sea el Señor tu Dios, que se ha deleitado en ti y te ha puesto en su trono para que lo representes como rey! En su amor por Israel, tu Dios te ha hecho rey de ellos para que gobiernes con justicia y rectitud, pues él quiere consolidar a su pueblo para siempre» (versículos 5-8, NVI). La reina de Sabá alabó al Señor.
Esto fue verdad en la época de Salomón, y es verdad ahora: Dios quiere que todos los que forman Su pueblo vivan como “carteleras vivientes” en la Tierra, revelando Su bondad y Su poder. Él quiere que aquellos que no lo conocen nos miren y digan: “Necesito averiguar más acerca de ese Dios al que los cristianos sirven. Él es generoso, amoroso y amable. ¡Su gente está realmente BENDECIDA!
La protección del lugar de almacenamiento
Si las riquezas que Dios le dio a Abrahám, Isaac, Jacob y Salomón no son prueba suficiente para ti que la palabra rico no es mala, hay muchos otros ejemplos en la Biblia que lo confirman. Por ejemplo, considera estas citas bíblicas:
Proverbios 10:4: «Las manos negligentes llevan a la pobreza; las manos diligentes conducen a la riqueza» (Si Dios no quisiera que fuéramos ricos, Él no nos hubiera animado a ser diligentes. Nos hubiera dicho: “disfruta de la pereza”).
Eclesiastés 5:19: «A cada uno de nosotros Dios nos ha dado riquezas y bienes, y también nos ha dado el derecho de consumirlas. Tomar nuestra parte y disfrutar de nuestro trabajo es un don de Dios» (Obviamente, si las riquezas fuera del diablo no podrían ser llamadas ¡un don de Dios!).
Salmos 104:24: «¡Cuán numerosas son tus obras, oh Señor! Con sabiduría las has hecho todas; llena está la Tierra de tus posesiones» (LBLA). (¿A quien se supone que El Señor tenía en mente cuando Él puso sus posesiones en esta Tierra? Ciertamente no al diablo y sus seguidores. Dios puso sus posesiones (riquezas) en la Tierra para sus hijos e hijas, ¡creyentes nacidos de nuevo como nosotros!).
Podrías preguntarte: “¿Si todo esto es cierto, porqué no hay más gente de Dios haciéndose rica? ¿Por qué hay tantos cristianos sufriendo financieramente?”
En algunos casos es porque no han escuchado o creído la Palabra de Dios acerca de la prosperidad. Pero en muchos casos, es porque no han calificado para recibirla.
Para calificar para recibir riquezas de parte de Dios, debemos poner a Dios y a su reino en primer lugar en nuestras vidas. Debemos atender a Su Palabra y hacer lo que Él dice es nuestra prioridad Nº 1. Debemos estar conectados a Él, y dedicarle nuestras vidas.
No podemos tan solo vivir como el mundo y esperar que Dios igual nos prospere. No funciona así. La única manera de ganar acceso a las riquezas que Él ha “reservado” para nosotros (Salmos 31:19) es a través de la fe y la obediencia.
Estos son los protectores de seguridad en el lugar de almacenamiento de Dios. Es lo que nos protege. Si tenemos nuestros corazones puestos en Él, y vivimos como nos dice, sabremos cómo manejar las riquezas de Dios cuando lleguen a nuestras manos. No nos drogaremos con ellas, no las usaremos en cosas y actividades inmorales, ni nos lastimaremos a nosotros mismos con ellas. Las usaremos para hacer el bien y para servir al Señor.
Dios es tan bueno y generoso. Él está buscando todo el tiempo por gente que califique para recibir Sus riquezas. Como 2 de Crónicas 16:9 dice: «Los ojos del Señor están contemplando toda la Tierra, para mostrar su poder a favor de los que mantienen hacia él un corazón perfecto». La versión James Moffatt lo dice de esta manera: “Los ojos del Eterno recorren aquí y allá alrededor del mundo, mientras Él ejerce su poder a favor de los que le son devotos”.
La palabra devoto significa: “fiel, leal, consagrado”. Habla de alguien que ama a Dios con todo su corazón, persevera y mantiene su Palabra. Si ese eres tú, entonces Dios está buscándote; y Él siempre encuentra aquel al que busca, no se le pasa ni uno solo. Podrías estar en la selva más profunda, y si tienes fe en lo que Dios dice acerca de la prosperidad y lo pones a Él en primer lugar en tu vida y le obedeces, no pasarás desapercibido. Él te encontrará, y te hará rico.
Estas son buenas noticias, ¿no crees? ¡Y puedes acceder a ellas si tú quieres!
Pero no puedes fingir tus intenciones al hacerlo. No puedes tan solo unirte a los predicadores de prosperidad y mantener una vida carnal, desobediente y pensar que las riquezas de Dios caerán sobre ti sobrenaturalmente. No sucederá.
Dios escudriña el corazón. Él ve a través de nuestros afectos y nos dice, hoy como creyentes, esencialmente lo mismo que le dijo a los Israelitas por medio de Moisés en el Antiguo Testamento: «Y ahora, Israel, ¿qué es lo que el Señor tu Dios pide de ti? Solamente que temas al Señor tu Dios, que vayas por todos Sus caminos, y que ames y sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que cumplas Sus mandamientos y estatutos, los cuales hoy te ordeno cumplir, para que tengas prosperidad» (Deuteronomio 10:12-13).
Cuando tienes esa devoción de todo corazón hacia Dios, quieres hacer algo más que solamente ir al cielo cuando mueras. Quieres ser un buen testigo del Señor aquí en la Tierra. Quieres vivir en victoria y en BENDICIÓN, y hacer todo lo que esté a tu alcance para llevar la Palabra acerca de Jesús.
¡Ésa es la razón por la que necesitas prosperar! No solo se trata acerca de ti, tu familia y tus necesidades. Se trata de promover y avanzar el reino de Dios. Es acerca de publicar la “cartelera” de Su bondad y tener suficientes recursos para hacer todo aquello que sea necesario.
Dios tiene predicadores y misioneros que quiere enviar. Tiene naciones y gente que quiere alcanzar con el evangelio. Tiene iglesias que necesitan apoyo y edificios que deben ser construidos.
¡Se necesitará mucho dinero para hacer las cosas que necesitamos hacer en el reino de Dios en el tiempo que tenemos antes de que Jesús regrese!
Así que deja a un lado las tradiciones de los hombres que te han hecho sentir mal acerca de la prosperidad. Olvídate lo que dice la multitud religiosa. ¿Qué importa lo que piensen? Solamente sigue adelante, y créele a Dios.
Toma Su Palabra, recibe las riquezas que Él ha preparado para ti, y ríete camino al banco. Disfruta tu prosperidad, disfruta dando millones de dólares en la obra del reino de Dios.
Obviamente, esto hará que el diablo se enoje porque Él quiere ese dinero. Pero no le pertenece. Le pertenece a Dios, y Él quiere que nosotros, Sus hijos e hijas, lo tengamos. Él quiere que sepamos que rico no es una mala palabra.