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La Voz de Victoria del Creyente diciembre, 2014
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Jesús es el hijo de Dios. Probablemente ya lo sabes. ¿Pero que más es Él? Mucho más. Jesús es la Palabra hecha carne. Jesús es el cumplimiento de la profecía. Jesús es tu maestro, tu predicador y tu sanador. Jesús es tu regalo de parte Dios. Jesús es la medida de tu abundancia. Jesús es la medida de tu fortaleza. Jesús es la medida de tu habilidad, es la medida de tu valor. Jesús es todo esto, y más.

En Mateo 13, Jesús da unos ejemplos muy interesantes acerca de cómo es el reino de los cielos. En el versículo 44, Jesús lo compara con un hombre que encuentra un tesoro en el campo, y vende todo para comprarlo. También, en los versículos 45-46, dice que el reino de los cielos es como un comerciante de perlas que encuentra una perla única y muy valiosa; luego, vende todo lo que tiene para comprarla.

Encuentro similitudes con la parábola en Lucas 15. Jesús primero habla acerca de ir a buscar una oveja perdida. Después, el narra esta historia:

«¿O qué mujer, si tiene diez monedas y pierde una de ellas, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con cuidado la moneda, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la moneda que se me había perdido!” Yo les digo a ustedes que el mismo gozo hay delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente» (versículos 8-10).

Puede que encuentres interesante estudiar un poco la cultura del medio oriente en esa época. Podrías descubrir en esa historia lo que esa moneda significaba para la mujer que la perdió. Las mujeres jóvenes en esa área y en ese tiempo generalmente no tenían abundancia o riquezas. Ellas ahorraban y ahorraban desde que eran jóvenes adolescentes hasta que se casaban; el motivo por el cual lo hacían era porque debían usar un adorno en su cabeza, que era algo muy parecido a usar un anillo de matrimonio. Y este adorno significaba que estaban casadas. Estaba compuesto por 10 monedas de plata.

En términos de valor, la moneda valía muchísimo para la mujer mencionada en la historia por Jesús. Para ella no tenía precio—significaba muchísimo más de lo que pudiera costar su precio en dólares—. Así que ella buscó por toda su casa, y cuando finalmente la encontró, se alegró —no por haber recobrado el valor de la moneda en sí misma, sino por el significado de tener todas esas monedas—. Tenerlas era el símbolo de algo mucho más grande que una inversión monetaria.

Jesús nos dice que el Reino de los Cielos se compara con eso.

Nos dice que fuimos valiosos para que se pagara el precio más alto que alguien se pudiera imaginar —la suma total—.

Tú fuiste digno de Su propia vida. Él pagó el precio más costoso por ti.

Jesús es la medida de tu valor. El determinó que tu valor era equivalente al precio de Su propia vida cuando pagó por ti al morir. Recuerda: el precio pagado determina el valor.

La imagen de Dios

Muchas personas no entienden el valor que Jesús determinó para sus vidas gracias al precio que pagó. Piensan muy bajo de sí mismos, de su valor. Ven el campo, y piensan que no es valioso. Ven la perla, y no pueden imaginarse porqué el hombre gastó todo lo que tenía en ella. Meditan en la moneda y no entienden porqué la mujer la buscó frenéticamente hasta encontrarla, o porqué estaba tan emocionada cuando la encontró.

No entienden el valor.

No entienden que el tesoro escondido bajo la superficie hizo que vendiera todo para comprar ese campo. No ven lo que él vio, ese tesoro profundo que hizo que gastar cada centavo fuera importante.

No entienden la belleza única e incomparable de la perla que la hizo valiosa para el comerciante. Ellos no ven su impagable esplendor como él lo ve.

Ellos no entienden el significado que la mujer puso en esa moneda, y que al encontrarla, le fue restaurado. No entienden el motivo de la celebración.

No entienden que sus vidas valen mucho más de lo que el mundo les dice. No ven el valor que Él puso en cada uno de nosotros al voluntariamente dar Su vida como el precio por nuestra redención.

Existe un tesoro en tu interior —la misma imagen de Dios que se transmite por tus ojos, que camina en tu misma piel. El tesoro que está en tu interior fue valioso para Él. Él vio y reconoció una belleza impagable en ti, aún antes de que nacieras, antes de que dieras tu primer paso, o antes de que hicieras cualquier cosa —buena o mala—. Al mirar en lo más profundo de tu corazón, Él vio tu tesoro escondido.

Tú eres la cosa más hermosa que Él ha visto, y la que verá. ¿Cómo puede ser? Por Jesús, porque tú luces tal como Él. Por la belleza del tesoro que ve cuando te mira, Él declara: “¡Eres valioso!”. El pagó el precio más alto por ti, y el precio que pagó, determina tu valor.

Jesús te llamó valioso —el significado de una buena relación entre tú y tu Padre—. Valioso como para morir por ti. El reconoció que restaurarte para Dios era digno de pagar el precio más alto. Fuiste digno de las llagas en su espalda, los clavos en sus manos y pies. ¡Eras valioso como para soportar una corona de espinas!

Jesús es la medida de tu valor.

Para Él significas mucho más que un valor monetario, al igual que la moneda significaba algo más para la mujer. Él te vio como alguien valioso. Tú representas en sus ojos algo —el plan original—. Representas una relación que no ha sido rota con su creación. Esa creación a la que le infundió vida con Su aliento. Representas el ser que Él creó para tener comunión. Y Él decidió que Jesús era el precio justo para pagar por ti.

Lo que hayas logrado, o lo que has fallado en tu vida, no determina la medida de tu valor. Tampoco es determinada por qué tan hermoso empezaste, o por las cicatrices que ahora tienes. Su sangre es la medida de tu valor.

Eso es lo que Jesús es. Jesús es la Palabra de Dios hecha carne. Jesús es la Palabra profética cumplida. Jesús es el maestro más maravilloso, el predicador más emocionante, el sanador más bondadoso. Jesús es la medida de tu riqueza. Jesús es la medida de tu fortaleza. Él es la medida de tu habilidad.

Jesús es la medida detu valor.


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