Cuando nos presentemos ante Dios en el juicio final, Él nos pedirá cuentas de las bendiciones que nos ha dado: nuestra vida, nuestra familia, nuestras posesiones materiales. Algunas personas responderán: “Señor, amé a mi esposa, crie bien a mis hijos, e incluso fui un buen administrador de aquello que me diste”.
“Muy bien”, te responderá. Sin embargo, a continuación, te preguntará: “Te di un gobierno—¿qué hiciste con esa bendición?”
Muchos norteamericanos no tendrán respuesta.
En la parábola de los talentos en Mateo 25 y Lucas 19, un señor le pidió a cada uno de sus siervos que fueran mayordomos, o administradores, sobre cierta cantidad de talentos y después se fue por un tiempo. Cuando regresó para ajustar las cuentas, dos de sus siervos habían multiplicado los talentos que se les habían entregado y fueron premiados por ser buenos mayordomos. Sin embargo, porque el tercer siervo tuvo temor, decidió esconder el talento. No hizo nada con él. Ese siervo se metió en problemas con el dueño.
Como ese siervo temeroso, durante décadas muchos cristianos han escogido no involucrarse en lo que está sucediendo en el mundo de forma política. Hemos permitido que el temor, la confusión y la apatía nos impidan tomar nuestro lugar correcto en este país.
Lo más interesante acerca de los siervos en esta parábola, es que a ninguno se les preguntó si querían ser mayordomos de los talentos recibidos. Aun así, el señor les pidió rendir cuentas.
Somos responsables de aquello que escogemos
Siempre he creído que la Palabra de Dios aplica de la misma manera a las personas en cualquier lugar y en todas las épocas; que Dios bendecirá cualquier nación que haga lo que Él dice. Sin embargo, nuestros fundadores dijeron que Proverbios 29:2: «Cuando los justos gobiernan, el pueblo se alegra. Pero cuando los perversos están en el poder, el pueblo gime», tiene un significado diferente para los Estados Unidos de América que en otros países.
¿Por qué?
Porque hace 200 años, en esta nación fuimos los primeros en 2.000 años donde la gente pudo escoger si el justo o el perverso gobernaría. Los fundadores consideraron nuestro gobierno como un “gobierno de mayordomía”.
Otros países fueron gobernados por reyes que habían nacido en una posición de liderazgo. Si él era justo, la gente era bendecida. Si él era perverso, la gente sufría. Ellos no podían elegir a sus líderes.
Sin embargo, Dios le dio a los americanos esta forma de gobierno con la oportunidad y la responsabilidad de escoger líderes justos. Y tendremos que rendir cuentas por lo que hagamos con esa responsabilidad.
“Los americanos son las primeras personas que el cielo ha favorecido con la oportunidad de deliberar y escoger las formas de gobierno por las cuáles vivirán”.
“La providencia le ha dado a nuestro pueblo la posibilidad de elegir quién los gobierna y es tanto la responsabilidad, el privilegio e interés de nuestra nación cristiana, elegir y preferir cristianos como gobernantes”—John Jay, primer juez de la Corte Suprema.
Un gobierno basado en la Biblia
Muchas personas se han convencido de que Dios no se involucra, o que ni siquiera está interesado en el área cívica. Esas personas piensan que la política está separada por completo de su vida espiritual, porque han leído acerca de la separación de la iglesia y el estado. Existe un malentendido en esta área, que dice que la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana establece esta separación. Sin embargo, no es así. De hecho, no existe tal cosa como: “la separación de la iglesia y el estado” en ninguno de nuestros documentos gubernamentales oficiales. Debido a que los fundadores no trataron este tema en la Constitución ni en la redacción de la primera enmienda, pone en evidencia que nunca fue su intención original.
“El congreso no promulgará ley alguna que haga acepción de religiones, o prohibiendo la libertad de ejercicio…” – Primera Enmienda.
América es la nación más exitosa en la historia del mundo. Somos la república constitucional con mayor trayectoria que existe, y no es porque estuviéramos fundados en principios seculares o mundanos. De hecho, si investigas la Constitución, te maravillarás de la cantidad de principios bíblicos que ésta contiene.
América ha sido bendecida porque sus fundadores tomaron principios piadosos y los pusieron en nuestros documentos fundacionales, escogiendo muchas de sus ideas de la obra “Dos Tratados del Gobierno Cívico” (Two Treatises of Civil Government), por John Locke. Este documento cita la Biblia más de 1.500 veces para demostrar la correcta operación de un gobierno civil.
El primer gobierno cívico en Norteamérica se basó en un pacto con Dios. Aquellos que vinieron en el barco Mayflower (Flor de Mayo), escribieron el “Compendio Flor de Mayo” (Mayflower Compact) antes de pisar suelo americano. Parafraseándolo, básicamente dijeron: “Hemos venido a esta nación a propagar el evangelio de Jesucristo y a establecer un gobierno justo, basado en Sus principios, y hacemos un pacto con Dios para llevarlo a cabo”.
Veintitrés años después, las colonias se unieron en pacto al declarar básicamente lo mismo. Era la primera vez en la historia de la humanidad que la existencia de lo más parecido a los Estados Unidos se veía reflejado en varias colonias que cooperaban en unidad.
Nuestro gobierno se estableció en la base de principios bíblicos tales como Éxodo 18:21, el cual dice que se deben elegir gobernantes para grupos de diez, cincuenta, cientos y miles de personas (en otras palabras, el gobierno a nivel local, de condado, estatal y federal). Estos hombres debían ser: «respetables y temerosos de Dios, confiables y nada ambiciosos». Nuestras elecciones se basan en este principio y esas mismas cualidades son las que deberíamos buscar en los candidatos. No es importante si son Republicanos, Demócratas o de cualquier otro partido político. Deberíamos buscar elegir personas que teman al señor, las cuáles honrarán a Dios y promoverán Sus principios.
Esdras 7:25 dice que se establezcan jueces idóneos de las leyes de Dios. Un juez que conoce las leyes de Dios será un juez que teme a Dios. Cuando elegimos a jueces que no lo hacen, los cristianos podrían decir: “Nosotros no los elegimos.” La verdad es que sí lo hicimos, al permitirle a las personas que los eligieron que lo hicieran. Así que al final, somos los responsables, muy frecuentemente porque no nos involucramos y otras veces porque votamos basados en otros asuntos que no están descritos en la Biblia.
Romanos 12:2 en la traducción J.B. Phillips dice: “No permitas que el mundo a tu alrededor te meta en su propio molde…” Tenemos que ser conscientes de no dejar que nuestros amigos, familiares, nuestro estilo de crianza, o nuestros compañeros de trabajo determinen nuestra elección de candidatos políticos. Debemos votar basados en lo que importa bíblicamente y no guiados por los asuntos populares del momento.
El justo en el gobierno
Como cristianos, usualmente no pensamos en los políticos como ministros; sin embargo, la Biblia nos indica lo contrario. Romanos 13:1 dice: «Todos debemos someternos a las autoridades, pues no hay autoridad que no venga de Dios. Las autoridades que hay han sido establecidas por Dios». Eso significa que toda autoridad cívica es ordenada por Dios. Los versículos 4 y 6 dicen que aquellos en el gobierno civil son “servidores de Dios”.
La escritura claramente nos revela la importancia del gobierno para Dios. Primera de Timoteo 2:1-2 dice que nosotros debemos orar por los que están en autoridad: antes que todas las cosas (RVA). Si Dios lo menciona en primer lugar, debe ser muy importante para Él.
Y aparentemente, Jesús consideró el servicio en el gobierno civil como algo merecedor de recompensa, porque en la parábola de los talentos los siervos fieles recibieron como premio ser gobernantes de ciudades (Lucas 19).
También es interesante notar que en Hebreos 11, el “salón de la fama” de la fe, los hombres más grandes que son mencionados desde los versículos 22 al 34 estaban involucrados en el gobierno cívico.
Como cristianos, necesitamos reevaluar la manera en la que nos involucramos en la política. Dios desea que Su pueblo sea influyente en todas las arenas, especialmente la gubernamental. Debemos ser la sal y la luz en la Tierra. Y cuando no nos involucramos y no votamos por candidatos justos, estamos haciendo que sea muy fácil para el pecado propagarse de manera rampante en nuestra nación. Cuando el justo se aparta de cualquier arena, sus valores justos se van con él. Solamente cuando el justo gobierna es que la gente se regocija.
Es nuestra responsabilidad involucrarnos, para preservar y restaurar nuestra herencia. Así que oremos por nuestros líderes. Veamos lo que el Señor quiere que hagamos cada uno de nosotros y votemos por candidatos justos.
El gobierno con el que Dios nos ha bendecido es un regalo grandioso. Cuando nos presentemos delante de Él un día y nos pregunte qué hicimos con él, ¿cuál será nuestra respuesta?