Es frustrante. Has estado confesando que Dios suple todas tus necesidades, pero todavía estás en la quiebra. Y lo que todavía es más inexplicable es que diezmas y ofrendas. Sabes que la Palabra de Dios es la verdad, y Él ha prometido abrir las ventanas de los cielos y derramar una bendición que no tendrás espacio suficiente para recibir. Sin embargo, todavía tienes mucho espacio disponible.
No puedes entenderlo, y te preguntas: ¿Dónde está mi provisión abundante? ¿Qué pasó con mi cosecha?
Cuando Dios empezó a enseñarme acerca de las leyes del incremento, me mostró que existen razones por las que algunas personas fallan en cosechar y por qué algunos cosechan sólo un poco. Si le prestáramos atención a esas razones ‒e hiciéramos los ajustes necesarios‒ ¡podríamos disfrutar todo el tiempo de una cosecha abundante de las bendiciones de Dios!
Primero lo primero
La primera razón por las que las personas fallan en recoger una cosecha es simple y obvia. Sin embargo, no podemos omitirla porque es el error más común que las personas cometen.
Cuando el Señor me lo mostró inicialmente, me dijo: Keith, ¿notaste que he establecido leyes de siembra y cosecha, y no de cosecha y siembra?
Me di cuenta de que es algo muy básico, más sin embargo, es increíble ver cuántas personas quieren cosechar sin ni siquiera haber sembrado. Jesús dijo: «Den, y se les dará» (Lucas 6:38). El apóstol Pablo escribió: «El que poco siembra, poco cosecha; y el que mucho siembra, mucho cosecha» (2 Corintios 9:6). Una y otra vez en las escrituras, vemos que la acción de sembrar debe preceder a la de cosechar. Aun así, la razón número uno por la cual las personas fallan en cosechar ¡es porque no han sembrado!
Esas personas harán declaraciones. Harán peticiones de oración. Llamarán a las líneas de oración. Pero cuando todo eso haya finalizado, un hecho permanecerá: no han sembrado nada, no han dado nada, y como resultado no recogerán nada.
“Pero, hermano Keith”, podrías decir, “¡No tengo nada que dar!”
Ningún problema. Segunda Corintios 9:10 dice que Dios le provee semilla al que siembra. Si no tienes absolutamente nada que sembrar, tan solo di: “Dios, necesito semilla para sembrar”, y Él te la dará.
Cuando Él lo haga, no la siembres al azar. Siembra en el área en particular en la que deseas cosechar. Estudiemos el porqué.
Génesis 1:11-12 nos dice con claridad que cada semilla produce algo de su misma clase. Esto no es solamente cierto en lo natural, sino también en lo espiritual. Gálatas 6:7 lo dice de esta manera: «Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará». Si siembras dinero, cosecharás dinero. Si siembras joyas, cosecharás joyas. Cualquier cosa que siembres producirá una cosecha en tu vida.
Tan pronto como mi esposa y yo empezamos a practicar este principio, las cosas empezaron a desatarse en nuestra vida. Por ejemplo, ayudamos a alguien a pagar la deuda de su auto. Hicimos un pago a su nombre cada mes durante un año. Tan solo unos meses después pudimos pagar completamente el nuestro. Sembramos para pagar una deuda de $3.300 y cosechamos a cambio $15.000 en el pago de una deuda propia.
Es posible que estés pensado: ¡Eso es maravilloso, tomaré parte de mi diezmo y pagaré la deuda del auto de otra persona! Si pensaste eso, déjame advertirte algo: el diezmo no es para sembrar—hay una diferencia. Cuando diezmas, le estás devolviendo a Dios lo que ya le pertenece. La Biblia dice que los primeros frutos (eso representa el primer y mejor 10 porciento de tu incremento) le pertenece al Señor. Sembrar, por el contrario, implica dar algo que te pertenece a ti; así que solamente siembras cuando das algo más que tu diezmo.
Sin embargo, tu diezmo afectará tu siembra; es la clave para que tu siembra sea bendecida. Malaquías 3:10-11 dice que, cuando diezmas, Dios abrirá las ventanas de los cielos, derramará lluvia sobre la semilla que has sembrado y la multiplicará.
No te desanimes
La segunda razón por la que las personas no cosechan es porque se cansan de esperar por la cosecha y se dan por vencidos. Dios nos advierte al respecto en Gálatas 6:9. Él nos dice que: «No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no nos desanimamos».
Sin embargo, nos es difícil esperar por “su tiempo” porque casi siempre llega ¡más tarde de lo que nosotros queremos! Nuestra carne es impaciente. Ella espera plantar una semilla y cosechar al día siguiente. Sin embargo, no sucede de esa manera.
Las cosas espirituales funcionan de la misma manera que las cosas naturales. Un granjero sabe que toma cierto tiempo para que su cosecha crezca. Él no trata de apresurar a la tierra. Él no se sube al tractor y lo maneja por todas partes gritando: “Crezcan rápido plantas, necesito cosechar ¡AHORA MISMO!” Él espera pacientemente porque sabe que su cosecha llegará en el momento correcto.
Por otro lado, muchos cristianos carismáticos pareciera que piensan que en el momento en el que siembran, la tierra temblará, caerán rayos del cielo y de repente, una cosecha masiva crecerá de la tierra. Cuando eso no sucede, se encogen de hombros y dicen: “Supongo que no recibiré nada”. Así que continúan haciendo sus cosas y nunca más piensan en la semilla que han plantado. Como resultado, se desaniman y se pierden el momento de la cosecha porque se han olvidado qué y dónde sembraron. Muchas veces esto sucede porque las personas no se toman lo suficientemente en serio lo que significa esperar por una cosecha. Ven su ofrenda como una pérdida, en lugar de una inversión.
Toma tu ofrenda con seriedad. Recuerda cuándo y dónde sembraste cada semilla; cada vez que pienses al respecto, declara: “¡He sembrado en esa área y estoy esperando una cosecha!” Después, vigílala. Proverbios 10:5 dice: «Cosechar en el verano es pensar con sensatez;
Dormirse en la cosecha es no tener vergüenza». No duermas durante el tiempo de la cosecha. ¡Mantente despierto y cosecha la recompensa!
Cosechar no es algo automático
“Si siembro una buena semilla en fe, ¿vendrá automáticamente mi cosecha?”
No, no lo hará. Cosechar no es más automático que sembrar. Lee la parábola que Jesús narró en Marcos 4 y verás a lo que me refiero: «El reino de Dios es como cuando un hombre arroja semilla sobre la tierra: ya sea que él duerma o esté despierto, de día y de noche la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. Y es que la tierra da fruto por sí misma: primero sale una hierba, luego la espiga, y después el grano se llena en la espiga; y cuando el grano madura, enseguida se mete la hoz, porque ya es tiempo de cosechar» (versículos 26-29).
Dios no sembró la semilla en esa parábola. El hombre lo hizo y Dios produjo el incremento. Después, el hombre cosechó al usar la hoz.
Cosechar requiere de trabajo; requiere una acción de nuestra parte. Tal como un granjero no se sienta a esperar que su cosecha se recoja por sí misma y se guarde en el granero, nosotros no podemos esperar recoger nuestra cosecha sin nuestra propia ayuda. A lo mejor tienes la esperanza de que Dios se haga responsable de esa parte, pero no lo hará.
Si lees la Biblia, verás que incluso cuando Dios provee una provisión espectacular y milagrosa, todavía requiere que su pueblo salga y la recoja. Por ejemplo: cuando los israelitas estaban en el desierto, Dios envió comida del cielo sobre ellos. Sin embrago, ellos no se podían quedar sentados en sus tiendas esperando. Ésta caía como pequeños copos de nieve y ellos tenían que recogerlos en su vasija hasta recoger lo suficiente para hacer pan. ¡Ellos tenían que recoger la cosecha!
Espiritualmente hablando, tendrás que hacer lo mismo. Tienes que confiar en la hoz de tu fe y reclamar la provisión que te pertenece por derecho a la semilla que has sembrado. Tendrás que decir: “Creo que recibo mi cosecha en el Nombre de Jesús. Ahora vayan, espíritus ministradores, y hagan que mi dinero (o cualquier cosa que sea) llegue!” (Lee Hebreos 1:14).
En otras palabras, debes cosechar por fe de la misma manera que siembras por fe. En vez de tan solo sentarte por ahí “esperando en el Señor”, deberás ser más agresivo. Deberás buscar lo que te pertenece.
Marcos 11:24 nos dice cómo hacerlo. Dice: «Todo lo que pidan en oración, crean que lo recibirán, y se les concederá».
Lee nuevamente ese versículo. Dice que debes creer. ¿Creer qué? Creer que recibes.
No es suficiente que creas que Dios es bueno y que te quiere prosperar. No es suficiente que creas que tu cosecha está por ahí afuera en algún lugar. Debes creer que la recibes. En este pasaje, la palabra traducida como recibir literalmente significa “tomar”. No puedes ser un alma tímida y ser exitoso en la vida cristiana. El apóstol Pablo le dijo a Timoteo: «Presenta la buena batalla de la fe, aférrate a la vida eterna…» (1 Timoteo 6:12). Cuando llega el momento de disfrutar la bendición de Dios que ha sido provista para ti, tendrás que pisar fuerte y aferrarte—tienes que ser valiente para poseer lo que Dios dice que te pertenece.
Así que ocúpate. Siembra semilla en un área específica en la que necesites cosechar. Mantente firme, alerta y despierto hasta que llegue el momento justo. Después, toma la hoz y recoge lo que Dios te ha dado.