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Jerry Savelle

Olvidándonos de las lágrimas

enero, 2017 No hay comentarios
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Olvidándonos de las lágrimas
La Voz de Victoria del Creyente enero, 2017
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El valle de Baca es un pésimo lugar para pasar la temporada navideña. Sin embargo, a pesar de lo “alegre” de estas fechas, mucha gente maravillosa es allí donde termina en esta época del año. Si no sabes exactamente lo que es “El valle de Baca”, puedes leer al respecto en el Salmo 84 (RVA).

Es una frase que significa un lugar de “llanto o miseria”.  Un lugar de crisis y dolor. Un desierto emocional, donde constantemente soplan los vientos secos de la desilusión. Y ya sea en Navidad o en otra época del año, es un lugar al que eventualmente todos nosotros vamos.

Todos nosotros. Aun los creyentes llenos de fe y bautizados en el Espíritu.

Alguien podría decir: “Sí, hermano Jerry, Dios crea esos lugares dolorosos para ayudarnos a crecer”.

No, Él no los crea. El diablo, no Dios, es quien trae miseria. Él es el que viene a robar, matar y destruir. Y por esa misma razón diseñó los valles de Baca—para destruirnos. Lamentablemente, y con demasiada frecuencia, lo logra.

Es cierto. Muchos creyentes no logran atravesar el valle de Baca. Llegan ahí, sufren desilusiones y contratiempos, y nunca más volvemos a saber de ellos. Pierden la esperanza y dejan que la miseria se convierta en el lugar en el que habitan constantemente.

Sin embargo, estoy aquí para decirte ¡que la Palabra nos dice que no debería ser así!

En el Salmo 84:5, 6 dice: «Bienaventurado el hombre que tiene su fortaleza en ti… Atravesando el valle de Baca…»

¿Notaste la última frase? Atravesando el valle de Baca. ¡Atravesándolo! No se supone que el valle de miseria y llanto sea un lugar de permanencia. Simplemente es un lugar por el que el pueblo de Dios pasa ocasionalmente.

Tienes que recordarlo. Ese valle no dura para siempre. Así que no abandones tu fe y te dejes morir una vez hayas llegado. ¡No! Levántate y di: “Yo no vivo aquí. Esto no es lo que Dios tiene para mí. ¡Simplemente lo estoy atravesando!”

Hay algo más que debes saber acerca de Baca. ¡Puede ser un lugar de bendiciones! El Salmo 84 dice que aquellos que confían en Dios hacen [del valle de Baca] un lugar de manantiales, la lluvia temprana llena los [estanques] con bendiciones. Ellos van de victoria en victoria—aumentando el poder de la victoria… (La Biblia Amplificada).

¡Te esperan las bendiciones!

¿Escuchaste eso? Hay bendiciones para ti en el valle de Baca, si confías en el Señor mientras lo atraviesas. Y lo más importante, saldrás de él más fuerte que antes.

Si te mantienes en la Palabra de Dios, la batalla contra la enfermedad, ese problema financiero, esa época de miseria que el diablo te ha hecho atravesar, te darán una nueva historia para compartir el gran poder de Dios. Te darán otro testimonio acerca de cómo Él te dio la victoria. Puedes salir de Baca tan lleno de fe, y con tanto regocijo, que el diablo se lamentará de haberse metido contigo.

Es posible que estés pensando: “Eso suena maravilloso; sin embargo, hermano, yo he estado en Baca… ¡y puede ser muy difícil!”

Lo sé; por esa misma razón quiero que examinemos las escrituras del salmista David. Él era un hombre que conocía al derecho y al revés al valle de Baca. Él sabía lo que era ser traicionado por la gente que pensaba que lo amaba. Él sabía lo que era vivir como un fugitivo bajo amenaza de muerte, y ser acusado injustamente. Cada aspecto de la miseria que tú y yo atravesamos, este hombre lo experimentó de una u otra manera.

En el Salmo 3:1-2, leemos: «Señor, ¡cómo han aumentado mis enemigos!

Son muchos los que me atacan. Son muchos los que me dicen que Tú no vendrás en mi ayuda».

David descubrió que cuando estaba en Baca, parecía como si mucha gente pensara que su llamado en la vida era convencerlo de no creerle a Dios. Cuando estés en el valle de Baca, descubrirás los mismo.

Encontrarás mucha gente, la mayoría cristianos auténticos, que tratarán de convencerte de que Dios no puede ayudarte.

Te dirán: “Todo esto no funciona. Lo sabemos, porque cuando el hermano tal estaba en Baca, creyó lo mismo que tú y finalmente murió. Conocemos al hermano tal o cual y él estaba creyendo por finanzas cuando llegó a Baca y perdió todo lo que tenía. Se fue completamente a la quiebra”.

David escuchó esa clase de basura cuando atravesó momentos difíciles; yo la he escuchado cuando he pasado por momentos difíciles y tú también la escucharás. La pregunta es: ¿Cómo responderás?

¡Empieza a hablar con fe!

Al escucharlo, ¿te pondrás de acuerdo con eso? Vas a decir: “Supongo que tienes razón, será mejor que aprenda a vivir la vida en esta miseria. Después de todo, parece que es aquí donde tengo que quedarme”.

¡Eso no fue lo que David dijo! Él empezó a hablar con fe. Dijo: «Muchos dicen acerca de mí: “¡Dios no lo librará!”. PERO TÚ, OH SEÑOR, ERES ESCUDO ALREDEDOR DE MÍ; ERES MI GLORIA Y EL QUE LEVANTA MI CABEZA».

A medida que lees los Salmos, descubrirás que David siempre hizo lo mismo. Hubo muchos momentos en los que estuvo en tal estado de miseria, que no pudo hacer nada más que hablar del asunto. Sin embargo, sus Salmos nunca terminan en una nota baja. Por el contrario, antes de finalizar, siempre comienza a hablar acerca de su pacto con Dios. Siempre empieza a hablar con fe.

Encontrarás un ejemplo en el Salmo 6:6. David está hablando de su dolor. Dice: «baño con lágrimas mi lecho». Sin embargo, en el medio de su angustia, se detiene. Se da cuenta de que hablar de su miseria no lo está ayudando.

De repente, exclama: «¡apártense de mí!». Le habla a su cabeza y a su alma. Les está hablando a todas las personas que le han dicho que su fe no funcionará. «Ustedes los malvados: ¡apártense de mí, que el Señor ha escuchado mis lamentos! El Señor ha atendido mis ruegos y ha aceptado mis oraciones. Todos mis adversarios quedarán avergonzados…».

La próxima vez que estés en Baca, recuerda lo que hizo David. Recuerda que, si sigues hablando de tu miseria, quedarás atrapado en ese mismo lugar. ¡Sin embargo, si empiezas a hablar de tu pacto con Dios y a hablar con fe, continuarás avanzando!

Ahora, analicemos lo que hizo David en otra situación. Veamos cómo manejó un valle de Baca que estaba diseñado para destruirlo. Y prestemos atención cómo Dios lo cambió de raíz. La historia la encontramos en 1 Samuel, capítulo 30. David y sus hombres estaban lejos de sus hogares en una misión militar. Cuando regresaron, descubrieron que la ciudad completa y sus casas se habían quemado, y todos los miembros de sus familias estaban cautivos. No había quedado nadie.

Cuando David y sus hombres llegaron y vieron esta imagen devastadora, su angustia y desánimo fue tan arrollador que la Biblia dice: «[Ellos] se pusieron tan tristes que lloraron a voz en cuello, hasta que se cansaron».

Estos hombres eran hombres adultos. Hombres de valor. Pero estaban tan perturbados, que lloraron hasta no dar más. Después, todo empeoró para David porque, mientras lloraban, sus hombres decidieron culparlo de todo.

Así que, allí estaba David. No solamente su casa se había quemado y su familia estaba cautiva, sino que además sus propios hombres decidieron matarlo. Amigos, de esto se trata el valle de Baca, desde cualquier ángulo que lo mires. ¡Baca es terrible!

El versículo 6 (TLA) dice: «Los hombres estuvieron a punto de apedrear a David, pues le echaban la culpa de que los amalecitas se hubieran llevado a sus mujeres y a sus hijos. Sin embargo, David confiaba en que Dios podía ayudarlo, así que se animó».

¡SIN EMBARGO, DAVID CONFIABA EN QUE DIOS PODÍA AYUDARLO, ASÍ QUE SE ANIMÓ! Nota que no dice “Dios animó a David”. Tampoco dice: “El pastor vino y animó a David”. Dice: «David confiaba en que Dios podía ayudarlo, así que se animó».

Otra traducción dice: «David se fortaleció». ¿Cómo lo hizo? Empezó a hablar de su pacto. Empezó a recordar su pacto. David era un hombre que pensaba en su pacto. Entonces, cuando se sentó allí en medio del dolor, en medio de esa agonía y miseria, sabiendo que sus hombres querían apedrearlo, en vez de aceptar la derrota, se sentó y empezó a pensar en Dios.

Comenzó a pensar: “Dios es quien levanta mi cabeza! ¡Él es mi escudo! ¡Dios es mi fortaleza! ¿Si Dios está conmigo, quién contra mí?”

Después se levantó e hizo una pregunta clave. Dijo: “Dios, ¿qué quieres que haga?”

Y Dios le respondió y le dijo: «PERSÍGUELOS, porque vas a alcanzarlos, y también vas a recuperar lo que se robaron».

Nota que cuando David le preguntó al Señor: «—¿Debo perseguir a esos bandidos? Y si los persigo, ¿los alcanzaré?», Dios no le respondió: “No hijo, estás muy golpeado por todo esto. Mejor siéntate aquí y lámete tus heridas”.

No; Él dijo: «¡PERSÍGUELOS!».

La próxima vez que estés en Baca, necesitas preguntarle a Dios lo mismo que David. Necesitas decir: “Dios, ¿debería quedarme aquí sentado? ¿Debería darme por vencido y morir? ¿Me quedo acá sentado mientras el enemigo ha invadido mi casa y lo dejo llevarse mi familia, mi salud y mi dinero?”

Si lo haces, Dios te dirá lo mismo que le dijo a David todas las veces. Te dirá: «¡PERSÍGUELOS!».

Cuando David y sus hombres siguieron ese mandato, hicieron exactamente lo que Dios les dijo que harían. ¡Recuperaron todo! Recuperaron sus esposas, hijos e hijas, todas las cosas que les habían robado, y también arrebataron los animales del enemigo. ¡Así que regresaron a casa con más de lo que habían perdido!

Aprende de esa lección. Cuando estés dolido y en la miseria, no te sientes por ahí a dejarte morir. Levántate y sé valiente. ¡Toma el control! Haz lo que David hizo: anímate, fortalécete en el Señor tu Dios.

Regresa y busca esas enseñanzas de fe y escúchalas de nuevo. Saca tu Biblia y empiézala a leer otra vez. Ve a la iglesia y deja que alguien te predique.

¡Anímate! No esperes a que alguien venga con una unción de ánimo especial. ¡Anímate! ¡PERSÍGUELOS y los vencerás; y sin lugar a dudas, recobrarás todo!

 


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