Shannon Stewart no podía más que sonreír, mientras entraba a su apartamento nuevo en St. Charles, Missouri. A pesar de que ella y Micah solamente habían estado casados por menos de un año, las cosas no podían estar mejor. Ella disfrutaba de su trabajo como cajera en el banco, y Micah amaba su trabajo en el departamento de sistemas en una compañía de seguros. Juntos, con sus ingresos combinados, tenían más que suficiente para firmar un contrato de renta por ese apartamento maravilloso de dos pisos.
Shannon observó su nuevo hogar y decidió limpiarlo a la ligera antes de que Micah volviera del trabajo. Tarareando, subió las escaleras de dos en dos.
En algunas cosas, ellos no podían ser tan diferentes.
Micah amaba voluntariar en la iglesia, aun si tenía que pedir vacaciones para hacerlo. Él se adhería a la familia de su iglesia como si fueran su familia de sangre. Disfrutaba ser el primero en llegar a la iglesia y el último en irse. Probablemente viviría allí si pudiera.
Shannon había crecido en una iglesia familiar, pero era tan disfuncional, que peleaban todo el tiempo. Desilusionada, había dejado de asistir a la iglesia por algunos años. Después, seis meses antes de conocer a Micah, había rededicado su vida al Señor y regresado a la iglesia. Sin embargo, al contrario que su esposo, prefería llegar cinco segundos después de que empezara el servicio e irse inmediatamente terminara. No quería involucrarse y desilusionarse de nuevo.
Mientras Shannon reflexionaba, Micah entró a la habitación. Alto, oscuro y guapo, todavía le quitaba la respiración. Sin embargo, su rostro lucia extraño.
“Me quedan dos meses de trabajo”, le dijo. “Están cerrando el departamento de sistemas”.
Un segundo golpe
“Micah parecía sorprendido”, recuerda Shannon. “Había trabajado por siete años, desde que se había graduado de la universidad, para State Farm. Amaba su trabajo y perderlo lo había sumido en la depresión; lo había cambiado. Él envió su currículum a todas partes”.
“Antes de que se terminara su trabajo, le ofrecieron una posición en la compañía de seguros GMAC. Entró como contratista; sin embargo, no estábamos preocupados al respecto. Mi hermano estaba contratado en las mismas condiciones en otra compañía y había trabajado allí por mucho tiempo. El trabajo en GMAC había traído un incremento de salario, así que tomamos un crédito de $15.000 dólares y compramos un Jeep para remplazar mi auto que se había dañado y no valía la pena arreglarlo”.
“Durante esta época, yo perdí un bebé y dejé de trabajar. Días después de que
Micah comenzó en su nuevo trabajo, descubrí que estaba embarazada otra vez. ¡Estábamos emocionados!”
Todo parecía estar bien. Como Micah tenía un buen ingreso, no me apresuré a buscar un nuevo trabajo. De ser posible, me tomaría un año y me quedaría con el bebé”.
Seis meses después, Shannon empezaba a preparar la cena cuando Micah entró en la cocina. “No vas a poder creer lo que me acaban de decir”, le dijo.
“¿Qué?”
“Me despedirán otra vez. Migrarán todo el trabajo de sistemas a la India”.
Shannon quedó entumecida por la noticia. Estaba entrando al tercer trimestre del embarazo y Micah estaba a punto de quedarse sin trabajo.
¡Otra vez!
“¿Sabes qué?”, le dijo Shannon, con más confianza de la que sentía. “Dios abrirá un camino”.
Sin retorno
En diciembre de 2007, seis meses antes de que Micah perdiera su trabajo con State Farm, la burbuja inmobiliaria de los Estados Unidos había estallado hasta alcanzar los 8 mil millones de dólares. Esa pérdida llevó al país a lo que más tarde se llamaría la Gran Recesión. Fue la peor crisis financiera del país desde la Gran Depresión. Aunque su peor impacto se notó hasta junio de 2009, sus efectos colaterales en la economía se sintieron hasta el año 2010 y aún más adelante. Esta vez, cuando Micah envió su currículum, nadie se interesó. Las compañías no estaban contratando. Muchas estaban reduciendo el número de sus empleados, o cerrando sus puertas.
“El último día de trabajo de Micah en GMAC yo tenía ocho meses de embarazo”, comenta Shannon. “Lo primero que tratamos de hacer fue cancelar el contrato de arrendamiento. Les explicamos que yo estaba embarazada y que los dos estábamos sin trabajo. No importó; no nos dejaron hacerlo. Estábamos tan atrasados en todos nuestros pagos que usábamos las tarjetas de crédito para sobrevivir. Me sentía como si Dios nos hubiera abandonado. Sabíamos que debíamos haber hecho algo mal, pero no sabíamos qué”.
Shannon no solamente estaba esperando un bebé; ella tenía un hijo de 5 años, Jared, y Micah tenía un hijo y una hija, Levi y Abigail, producto de matrimonios anteriores.
“Micah estaba tan deprimido que su papá y yo estábamos preocupados por él”, Shannon recuerda. “Me sentía tan sola; el estrés había cobrado un precio muy alto en nuestro matrimonio. Las cosas estaban tan mal que sentía que el resto de mi vida sería miserable. No tenía ni idea a dónde acudir”.
Un paso de fe
Un día, mientras trabajaban en la habitación para el nuevo bebé, Micah le preguntó a Shannon: “¿Has oído hablar de los Ministerios Kenneth Copeland?”
Micah había crecido leyendo libros de E.W. Kenyon, un ministro y maestro de la Biblia que vivió desde 1867 hasta 1948. Él había estudiado todas las enseñanzas de Kenyon, especialmente las de sanidad. Durante ese tiempo, el Señor le había dicho que empezara a escuchar también a Kenneth Copeland.
“No, ¿quién es?”
“Es un ministro al que crecí escuchando”, le explicó Micah. “Podemos buscar sus enseñanzas en el computador, creo que necesitamos escucharlas”.
Micah fue a la computadora y buscó un video de una de las convenciones más recientes de KCM y escucharon la primera sesión. Después la segunda. Y la tercera. No mucho después, estaban escuchando mensajes de fe las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
“Kenneth Copeland predica mucho acerca de la oración, lo cual causo convicción en Shannon acerca de que debería orar más y esperar resultados. Ella tenía un leguaje de oración, pero lo usaba muy poco. Desde ese momento, todos los días empezaban en su closet con un reproductor de CD, escuchando a Kenneth Copeland. Después, ella oraba preguntándole: ‘¿Señor, cuál es nuestro siguiente paso?’ ”
El 1 de febrero de 2008, Shannon dio a luz a su hijo, Kaden Kenyon Stewart, en honor a E.W. Kenyon.
“Yo había conseguido un diploma de secundaria, así que no tenía muchas habilidades que pudieran ayudarnos en la vida”, agregó. “Cuando Kaden tenía 3 meses, Micah y yo estábamos trabajando en un restaurante como meseros. Alternábamos nuestros horarios para que uno de los dos siempre estuviera con los niños en la casa. Después, conseguí un segundo trabajo en otro restaurante. Uno de mis trabajos iba desde las 5:30 a.m. hasta la 1:00 p.m., volvía a la casa a dormir una siesta, y luego iba a mi segundo trabajo desde las 4:00 p.m. hasta las 10:00 p.m. ó 11 p.m.”.
Aun así, nuestros ingresos combinados no eran suficientes para pagar la renta.
“Hubiéramos perdido todo si no hubiera sido por el padre de Micah que nos ayudaba a pagar las cuentas”, Shannon comenta. “Ambos estábamos tan confundidos, estresados y frustrados que discutíamos y peleábamos. Y encima de todo, nos preguntábamos cómo habíamos hecho para meternos en semejante lío”.
El siguiente paso
En el otoño de 2008, Micah y Shannon escucharon que una iglesia en Farmington, Missouri, tendría como invitada a Kellie Copeland, la hija de Kenneth Copeland. Visitaron la iglesia, y el Señor les dijo que comenzaran a congregarse en ella. En retrospectiva, Shannon recuerda que no tenía sentido, financieramente hablando. La iglesia quedaba a dos horas de donde ellos vivían. Sin embargo, le había estado pidiendo a Dios que les revelara el siguiente paso y eso era lo que les había dicho que hicieran.
Después de unirse a la iglesia, el Señor le dijo a Shannon que empezara a voluntariar, así que se ofreció para limpiar la iglesia. En su lugar, el pastor le pidió que trabajara en la iglesia como su secretaria. Un beneficio de su posición de voluntaria era que podía traer a Kaden al trabajo, lo que significaba que no tenía que preocuparse por pagarle a alguien para que lo cuidara.
En 2009 se terminó el contrato de arrendamiento. Ya sin ataduras, Micah y Shannon se mudaron de la ciudad de St. Charles a Farmington, donde habían encontrado una casa móvil pequeña, la cual rentaron por $300 dólares al mes. La primera noche en su nueva casa, Shannon se levantó a ver al bebé y encontró el lugar cubierto de cucarachas. Descubrieron que el lugar en el que estaba la casa era famoso por los drogadictos y laboratorios de metanfetamina.
Cada vez que Shannon estacionaba en la entrada después de ir a trabajar, lloraba.
“Nuestro pastor empezó a enseñar sobre Malaquías 3:8”, recuerda Shannon. “Éste dice: «¿Habrá quien pueda robarle a Dios? ¡Pues ustedes me han robado! Y sin embargo, dicen: “¿Cómo está eso de que te hemos robado?” ¡Pues me han robado en sus diezmos y ofrendas!». Mientras lo escuchábamos predicar acerca de los diezmos y las ofrendas, nos dimos cuenta por qué estábamos pasando por tales problemas financieros”, Shannon recuerda. “¡Habíamos estado robándole a Dios! La iglesia a la que habíamos asistido antes enseñaba que el diezmo era opcional. Si te alcanzaba el dinero para diezmar, deberías hacerlo. Si no, no lo hacías. Nos confundimos y pensamos que no era importante, así que dejamos de hacerlo. Ahora que lo entendíamos, no teníamos ingresos”.
“Poco tiempo después, Micah consiguió un trabajo en una institución de Salud mental al sureste de Missouri y diezmó de su primer cheque. Más o menos en esa misma época, se abrió la oportunidad de rentar un apartamento pequeño y mejor por $500 dólares al mes, y lo rentamos. La iglesia en la que trabajaba apreciaba lo que yo hacía, pero no podían pagarme. ¡Dos meses después de que empezamos a diezmar, la junta se reunió y decidieron empezar a pagar la renta de nuestro apartamento!”
Puertas efectivas del ministerio
“Trabajé como secretaria por 18 meses, hasta que nuestro pastor se fue. Me pidieron que fuera la líder de adoración y alabanza. Y le pidieron a Micah que predicara los miércoles en la noche y nos pagarían $200 dólares a la semana”.
“Unas semanas después, me pidieron que dirigiera a los jóvenes. La iglesia trajo un pastor interino y Micah se convirtió en su mano derecha. El pastor le pidió que enseñara en la Escuela de Sanidad los martes en la noche. Micah amaba hacerlo y creó un paquete de información sobre la sanidad. Otro pastor consiguió una copia y fue sano. El pastor estaba tan feliz, que con el permiso de Micah, le pidió a su diseñador gráfico que convirtiera la información en un libro titulado: ‘Sanado, Saludable y Completo en el Nombre de Jesús’. Ellos compraron las primeras 500 copias y Micah también las obsequió, bendiciendo a la gente aun en otros países. Micah publicó el libro en la plataforma iBooks de forma gratuita”.
“Durante esa misma época, el administrador de la cuenta de E.W. Kenyon en twitter le ofreció a Micah que tomara el control. Ha alcanzado 4.000 seguidores y crece diariamente, mientras las personas son bendecidas”.
En el 2011, Shannon estaba embarazada nuevamente y orando por su reemplazo como directora de los jóvenes. Dios le había dado un corazón por los niños que iban al parque de patinaje, muchos de ellos en circunstancias difíciles. Ellos les dieron la bienvenida en el grupo de jóvenes y se ha convertido en un gran y divertido grupo de chicos. Justo antes de que llegara el momento del nacimiento, Dios envió una pareja para hacerse cargo de los jóvenes.
El 19 de diciembre de 2011, nació el nuevo hijo de Micah y Shannon. Después de eso, le pidieron a Shannon que empezara un grupo de solteros. Los días de pasar inadvertida en la iglesia se habían terminado. Al igual que Micah, ahora ella consideraba a su iglesia como su segundo hogar.
Libre de deudas
En el momento en el que empezaron a diezmar de nuevo, además de las deudas de las tarjetas de crédito, se debían otros $44.000 dólares. Una vez que empezaron a diezmar, pagaron una tarjeta de crédito con una devolución de impuestos, y pagaron otra deuda con un saldo de $11.000 dólares cambiado su auto por una camioneta, lo que los dejó sin cuotas mensuales.
Dos años después de empezar a diezmar, habían salido de deudas.
“Ahora teníamos 5 niños y vivíamos en una casa de tres habitaciones. Empecé a orar y a creer por una casa de cinco cuartos en un lote de casi 1,5 hectáreas. Cuando mi cuñado era soltero, había comprado una casa de cinco habitaciones en un lote de ese tamaño que necesitaba mucho trabajo. Después de remodelarla, se casó y querían algo distinto. Nos permitió comprarla por menos de $100.000 dólares”.
“En enero del 2015, el Señor puso en mi corazón que voluntariara en la comunidad. Empecé a ayudar en el Centro de Recursos del Embarazo. En junio del mismo año, me contrataron como la Directora de Desarrollo. Mi papel es recaudar fondos y Dios me da ideas creativas e ingeniosas. Hablo con Iglesias y distintas organizaciones y consigo ayuda para salvar bebés al ayudar a sus padres. Les enseñamos técnicas de crianza para que ayuden a sus hijos a convertirse en adultos productivos”.
“Al recordar nuestro camino, honestamente puedo decir que sin nuestra colaboración con KCM, nuestro matrimonio no habría sobrevivido. A través de todos esos momentos oscuros, frecuentemente llamamos a KCM para pedir oración. Ellos no solamente oraron por nosotros, sino que nos animaron y se mantuvieron firmes con nosotros. Aprender a vivir por fe salvó nuestro matrimonio, cambió nuestra vida… y ahora está impactando a una nueva generación”.