Realmente no es difícil recibir sanidad. Todo lo que necesitas hacer es creer en la Palabra de Dios y rehusarte a dejar que el diablo te convenza de lo contrario.
Lo que hace que la sanidad parezca difícil algunas veces, es que tratamos de recibirla a nuestra manera.
En vez de solamente ir a la Palabra y aceptar lo que Dios dice, con la misma simplicidad que lo hacen los niños, nos enredamos en las experiencias del pasado e ideas sin fundamento bíblico. Ponemos nuestra atención en los síntomas y caemos en los engaños del diablo. Después, cuando fallamos en recibir los resultados, pensamos que Dios es el problema y hacemos un montón de oraciones con todas nuestras fuerzas tratando de que Él cambie.
Sin embargo, la mayoría hemos descubierto que eso no funciona.
Dios nunca cambia (Malaquías 3:6), porque Él siempre tiene la razón. Sus caminos siempre son perfectos. Él nunca se equivoca; así que cuando nuestras oraciones por sanidad no producen resultados, somos nosotros los que necesitamos cambiar.
Eso fue lo que Jesús les dijo a Sus discípulos en Mateo 13:15, NTV. Él dijo que la razón por la que la gente religiosa de Su época no podía recibir la sanidad de parte de Su ministerio era porque: «sus oídos no pueden oír, y han cerrado los ojos, así que sus ojos no pueden ver, y sus oídos no pueden oír, y su corazón no puede entender, y no pueden volver a mí para que yo los sane».
Si bien esa es una afirmación seria, en realidad nos proporciona muy buenas noticias referentes a la sanidad. Nos dice que cualquier momento en el que vemos, escuchamos o entendemos con nuestro corazón lo que la Palabra de Dios dice, si cambiamos nuestra manera de pensar conforme a ella, seremos sanados.
¡Medítalo! En cualquier momento en el que nos pongamos de acuerdo con Dios, ¡podemos recibir sanidad!
En cualquier momento en que estamos dispuestos a poner de lado las circunstancias, o el diagnóstico del doctor, o las doctrinas religiosas que nos han enseñado, y solo le creemos a Dios y a Su Palabra, Su poder sanador será liberado en nosotros. No tenemos que esperar a que nuestra iglesia tenga una reunión especial de sanidad, o que alguna persona ungida ore por nosotros. No tenemos que esperar nada de eso. Podemos encontrar lo que nuestra Biblia dice, cambiar lo que creemos para que estemos de común acuerdo con ella y ser sanos. ¡En cualquier momento!
Podrías preguntarte: “¿Con qué debo ponerme de acuerdo respecto a lo que dice la Biblia sobre la sanidad?”
Una cosa que dice es que la sanidad es siempre la voluntad de Dios, que Él siempre quiere que Su pueblo esté bien. Siempre nos está diciendo a nosotros, Su pueblo, lo mismo que les dijo a los israelitas en Éxodo15:26: «Yo soy el Señor, tu sanador».
Al contrario de lo que algunas personas han enseñado, las escrituras no dicen en ninguna parte que la voluntad de Dios para Su pueblo es que estés enfermo. No hay un solo versículo Bíblico que indique que Él recibe gloria por la enfermedad, o que Él la usa con los suyos para enseñarles algo. Esas son sólo tradiciones religiosas que el diablo inventó, para hacer que la Palabra de Dios “no tenga ningún efecto” en nuestra vida (Mateo 15:6).
Lo que la Biblia revela es que donde quiera que la voluntad de Dios se cumpla sin obstáculos, la enfermedad no tiene cabida alguna. Por ejemplo: no hay enfermedades en el cielo, donde todo funciona de la manera que Dios quiere. Y en el comienzo, cuando las cosas en la Tierra funcionaban de acuerdo con la voluntad de Dios, tampoco había ninguna enfermedad aquí. Cuando Dios creó el Jardín del Edén para que Adán viviera en él, no puso ninguna clase de enfermedad. Él creó todo en la Tierra para que fuera: «bueno en gran manera» (Génesis 1:31).
Por supuesto, todas esas cosas buenas se desordenaron cuando Adán pecó y el diablo usurpó su autoridad. Sin embargo, cuando Jesús vino, Él nos mostró nuevamente la perfecta voluntad de Dios. Él hizo las cosas exactamente de la manera que Dios quería, lo que significa que cuando las multitudes de personas enfermas le pidieron ayuda: «Él los sanó a todos» (Mateo 12:15).
Nunca he podido entender cómo alguien que ha leído acerca del ministerio de Jesús puede todavía pensar que la voluntad de Dios para algunas personas es que estén enfermas. No tiene sentido. Si Dios quiere que algunas personas estén enfermas, ciertamente Jesús se hubiera encontrado con alguna de ellas cuando estaba en la Tierra. Con seguridad Él habría dicho, al menos una vez de las miles de veces que le pidieron que los sanara, algo parecido a: “No, lo siento, no es la voluntad de Mi Padre que estés bien. Tienes que seguir enfermo”.
Sin embargo, ¡Jesús nunca le dijo eso a nadie, en ninguna parte, en ningún momento! En su lugar, Él le respondió a todos aquellos que se le acercaron de la misma manera que le respondió al leproso en Marcos 1:40-41, cuando dijo: «Si quieres, puedes limpiarme.» Jesús tuvo compasión de él, así que extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero. Ya has quedado limpio».
Ni uno solo entre millones
Otra cosa que la Biblia dice acerca de la sanidad, es que, sin importar las circunstancias, Dios tiene más que suficiente poder para hacer la obra. Por ejemplo, tan solo observa lo que hizo por los israelitas en el libro de Éxodo. Cuando los liberó de la esclavitud de Egipto había millones de ellos, y Él los sanó a todos al mismo tiempo. Los sacó de la cautividad y como el Salmo 105:37 lo describe: «en sus tribus no había un solo enfermo».
¿No es maravilloso? Esas personas habían vivido durante muchos años como esclavos. Habían sido malnutridos, maltratados y trabajado en exceso. Aun así, Dios derramó Su poder sanador sobre ellos, sobre cada persona, desde la abuelita más anciana hasta el bebé recién nacido y más pequeño; estaban sanos y fuertes.
Si Dios pudo sanar una nación completa que estaba bajo esas condiciones en el Antiguo Testamento, antes de que la gente naciera de nuevo, ciertamente puede sanarnos a nosotros, los creyentes de hoy en día. Su poder no ha disminuido. Él no está sentado, preocupado y preguntándose qué puede hacer con cada enfermedad de la actualidad, que tiene a los expertos sin saber cómo enfrentarla. Para toda y cualquier cosa, Dios tiene la cura.
¡Pienso que nosotros como creyentes algunas veces nos olvidamos de eso! Y nos dejamos atrapar por los hechos naturales y los diagnósticos médicos y perdemos de vista quién es Dios en realidad. Él no solamente es nuestro gran médico. Él es el Dios todopoderoso. Él es el Creador del cielo y la Tierra, Omnisciente y Omnipresente—y es Su poder el que respalda cada escritura en la Biblia. Su habilidad infinita está detrás de cada escritura, como éstas:
• «Pero me servirán a mí, el Señor su Dios, y yo bendeciré tu pan y tus aguas, y quitaré de en medio de ti toda enfermedad» (Éxodo 23:25).
• «¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones! El Señor perdona todas tus maldades, y sana todas tus dolencias. El Señor te rescata de la muerte, y te colma de favores y de su misericordia» (Salmo 103:2-4).
• «Hijo mío, presta atención a mis palabras; Inclina tu oído para escuchar mis razones. No las pierdas de vista; guárdalas en lo más profundo de tu corazón. Ellas son vida para quienes las hallan; son la medicina para todo su cuerpo» (Proverbios 4:20-22).
Tan obra de Satanás como el mismo pecado
“Pero Gloria, todos esos versículos están en el Antiguo testamento. ¿Estás segura de que todavía funcionan para nosotros, ahora?”
Por supuesto que sí. Dios no habría encontrado una manera para que Su pueblo fuera sano hace miles de años, bajo el Antiguo Pacto, y luego, después de enviar a Jesús a pagar por el precio de nuestros pecados, acabar con la sanidad bajo el Nuevo Pacto. ¡Eso sería absurdo! Es más, sería imposible porque, como ya lo hemos establecido, Dios nunca cambia. En Él: «no hay cambio ni sombra de variación» (Santiago 1:17). Así que, si Él alguna vez fue el sanador, todavía lo es.
Dios siempre ha sido y siempre será un enemigo de la enfermedad y las dolencias porque éstas tienen su origen en el diablo. Son parte de la maldición que vino sobre el mundo cuando Adán pecó. Las enfermedades son tan malignas, destructivas y una obra de Satanás, tanto como el pecado en sí mismo.
Las religiones creadas por los hombres lo han malentendido. Le han enseñado a la gente que algunas veces Dios es el autor de la enfermedad. Sin embargo, eso es una mentira absoluta. Dios es el autor de la justicia y la bondad: «El Señor es compasivo y lleno de ternura… y grande en misericordia. El Señor es bueno con todos, y se compadece de toda su creación» (Salmo 145:8-9).
Dios no va por ahí robándose la salud de la gente. Él no va por ahí poniendo enfermedades sobre las personas. El ladrón es quien lo hace, y el ladrón es Satanás, no Dios. Como Jesús lo dijo en Juan 10:10: «El ladrón viene… a robar, matar y destruir. Yo vine para que puedan disfrutar la vida y tenerla en abundancia (al máximo, hasta que sobreabunde). (La Biblia Amplificada, Edición Clásica).
El propósito total del ministerio de Jesús fue «deshacer las obras del diablo» (1 Juan 3:8). Por esa razón, cuando Él estaba en la Tierra, dominó al diablo en toda ocasión. Él hizo que aquellos cuerpos que satanás había retorcido, se enderezaran. Expulsó demonios. Resucitó de entre los muertos personas que el diablo había matado. Hizo “hablar a los mudos, sanar a los mancos, ver a los ciegos”, y ellos “glorificaron al Dios de Israel”. (Mateo 15:31, RVA).
¡Durante los tres años completos de Su ministerio, Jesús fue la peor pesadilla del diablo… y ese fue tan solo el comienzo!
Una vez que terminó Su obra en la Tierra, fue a la cruz, compró nuestra redención por completo y recuperó todo lo que el diablo había obtenido con el pecado de Adán. Él no simplemente destruyó la obra del pecado para dejar que las enfermedades y las dolencias se quedaran dominando. A través de Su muerte y resurrección, Jesús nos liberó completamente—en espíritu, alma y cuerpo.
«Pero él será herido por nuestros pecados; ¡molido por nuestras rebeliones!
Sobre él vendrá el castigo de nuestra paz, y por su llaga seremos sanados» (Isaías 53:5). O, como 1 Pedro 2:24 lo dice: «Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados al madero, para que nosotros, muertos ya al pecado, vivamos para la justicia. Por sus heridas fueron ustedes sanados».
En realidad la Biblia dice que si el diablo hubiera entendido lo que Jesús estaba haciendo realmente cuando fue a la cruz, él nunca hubiera crucificado al Señor de la gloria. Ese fue el peor error que Satanás cometió alguna vez. El diablo no tenía idea de que, a través de la resurrección, Jesús abriría el camino para que las personas nacieran de nuevo a la imagen de Jesús. El nunca imaginó que después de la crucifixión tendría que lidiar con millones de creyentes que iban a caminar en la autoridad de Jesús y hacer las mismas obras.
Éste era un misterio escondido en Dios.
Un mal día para el infierno
¿Sabes que Satanás quedó totalmente sorprendido tres días después de la crucifixión, cuando delante de sus ojos, ese misterio comenzó a revelarse? Te lo digo, ¡ese fue un mal día para el infierno!
Imagínatelo. El diablo y sus hordas demoniacas pensaban que habían acabado con Jesús. Lo tenían atrapado en el infierno y estaban celebrando, porque tenían al redentor de la humanidad en sus manos. Después, repentinamente la Gloria de Dios vino como una tormenta y resucitó a Jesús, allí mismo en los dominios de Satanás, arrancándole a Jesús. Él: «Desarmó además a los poderes y las potestades, y los exhibió públicamente al triunfar sobre ellos» (Colosenses 2:15). Él le arrancó a Satanás su armadura y toda la autoridad que Adán le había traspasado en la caída, le quitó las llaves de la muerte y el infierno, y lo dejó sin nada—¡absolutamente nada!
Desde ese momento, el diablo ha estado totalmente derrotado. La única arma que posee es el arma del engaño.
Eso significa que la única forma en la que puede impedirte que recibas la sanidad es mintiéndote. El ya hecho que no creas la Palabra de Dios haciéndote pensar que tu condición no tiene esperanza, o que Dios no se preocupa por ti, o que por alguna razón no mereces ser sano. Si crees en esas mentiras, el diablo continuará dominándote. Mantendrá tu cuerpo enfermo. Sin embargo, si crees la Palabra y lo resistes, no tendrá otra opción más que huir.
“Pero Gloria, ¿y si he pecado? ¿Eso hará que no reciba mi sanidad?”
¡No! El perdón y la sanidad son parte del mismo paquete espiritual. Todo lo que debes hacer es arrepentirte y recibir ambos al mismo tiempo. Puedes actuar sobre Santiago 5:15 y simplemente creer que: «La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará de su lecho. Si acaso ha pecado, sus pecados le serán perdonados».
Dios es rápido para perdonar, y también para sanar. Así que no hagas de la sanidad algo complejo. Haz que sea simple al hacerlo de la forma que Dios quiere. Recibe Su Palabra, créela, y no dejes que el diablo te diga lo contario y te haga dudar.
¡Ponte de acuerdo con Dios y sé sano… en todo momento!