Desiree Kerns, una estudiante de segundo año en la facultad de teatro, salió de clase en una tarde húmeda en Illinois, con una pila de libros a cuestas y suficientes tareas como para acabar con cualquier esperanza de cenar y ver una película. Cuando regresó a su casa, dejó caer los libros y revisó el correo.
Al abrir uno de los sobres se quedó boquiabierta, sorprendida por el monto del cheque incluido. A sus 16 años la habían contratado para actuar en un comercial de un secador de cabello. Después de los años transcurridos, todavía continuaba recibiendo cheques.
Desiree miró el cheque y a continuación, los libros.
El cheque. Los libros.
Era probable que estuviera escogiendo el camino más largo al asistir a la universidad. Se había ganado miles de dólares con un solo comercial y todavía seguía ganando dinero en concepto de regalías, tres años después. Y el caso no era que no tuviera oportunidades en este momento para trabajar en la industria.
Su familia tenía una historia de éxito en Hollywood.
Su papá, Hubie Kerns, era un actor, hacía doblajes y también los coordinaba. Uno de ellos en particular, de una larga lista de programas famosos de televisión que le dieron créditos, fue Batman, donde trabajó como doble para Adam West. La madre de Desiree, Dorismae Kerns, era una escritora de publicidad para la compañía MGM. Su cliente y buena amiga, Elizabeth Taylor, era la madrina de Hubie Junior, el hermano de Desiree.
Segura de que su familia le ayudaría a posicionarse en el negocio familiar, Desiree abandonó la universidad, se mudó a California y se inscribió en clases de actuación.
“Papá”, dijo Desiree, “quiero hacer doblajes”.
Él se rio.
No lo hizo de una manera burlona. Solo fue una respuesta espontánea y no planeada.
“¿Qué?”
“Desiree, estás muy gorda”.
Sorprendida, Desiree miró su cuerpo. De hecho, había ganado peso estando sentada en las clases de la universidad todo el día. Pero, ¿gorda?
No lo era si se comparaba con la mayoría de las mujeres. Allí estaba el problema. Para poder ser doble, necesitaba ser de la misma talla que las actrices protagonistas de las películas.
Desiree sacó sus zapatillas y salió a correr por un largo y extenuante rato. Desde ese momento, corrió todos los días. Se entrenó y empezó a correr maratones, mientras hacía la dieta del hambre. Su cuerpo cada vez se puso más delgado y pequeño, como el de las estrellas de Hollywood.
Aún en ese momento, no podía dejar de correr. La palabra gorda continuaba haciéndola querer correr, kilómetro tras kilómetro. Se obligó a correr más maratones. Pasaba hambre, se purgaba para asegurarse de mantenerse delgada—con la esperanza de que nadie sospechaba de su secreto. Especialmente su papá.
Desde su conversión al cristianismo, él estaba un poco pasado con el tema “Dios”. Incluso lideraba la Asociación de Hombres de Negocios del Evangelio Completo de Hollywood. Se ocupaba por la vida espiritual de Desiree, y oraba por ella todos los días. Desiree deseaba que se detuviera y se diera cuenta de que ella era muy espiritual. Hasta ese momento había intentado la Ciencia de la Mente, Hare Krishna y numerosas religiones de la Nueva Era. Aunque, siendo honesta, no había encontrado nada que la ayudara a romper con las cadenas de la anorexia y la bulimia.
El poder de la oración
“Un día entré a mi clase de actuación y conocí a un compañero que se llamaba Mel Ayres”, recuerda Desiree. “Solamente me tomó mirarlo una vez para decidir que él era el hombre con el que me gustaría casarme, a pesar de que él cargara para todas partes una Biblia negra muy grande. Traté de conseguir su atención, pero ni siquiera se dio cuenta de que existía”.
“Mi primo era cristiano y me invitó a visitar su iglesia. Normalmente no habría ido; sin embargo, su iglesia se llamaba Westwood y yo había escuchado que Mel asistía a esa iglesia. Así que en caso de que fuera el mismo Mel, accedí a ir. Cuando entré a la iglesia, lo primero que vi fue a Mel, en primera fila con sus manos levantadas”.
“Durante la alabanza, por primera vez en mi vida, experimenté la presencia de Dios. Nada me había preparado para esa experiencia. Sollocé y lloré, e invité a Jesús a mi corazón. ¡Una vez que nací de nuevo, Mel se interesó en mí!”
“Para nuestra segunda cita, Mel planeó llevarme a la iglesia del Dr. Fred Price, el Centro Cristiano Crenshaw, pero su auto tenía problemas mecánicos. Mi papá realmente quería que yo saliera con un cristiano, así que manejó por todo los Ángeles para recogernos y llevarnos a la iglesia”.
“Mel y yo volvimos la siguiente semana y yo recibí el bautismo en el Espíritu Santo. El 23 de mayo de 1982, Mel y yo nos escapamos a las Vegas y nos casamos. Después de hacerlo, nos dimos cuenta de que nuestras familias y amigos se desilusionarían muchísimo. No le dijimos a nadie acerca de nuestra aventura, solamente que estábamos comprometidos. Cuando volvimos a la casa, mi mamá empezó a planear nuestra boda. Con el tiempo, ella descubrió la verdad, al encontrar una copia de la licencia de nuestro matrimonio debajo de mi cama”.
“El 17 de septiembre de 1982, volamos a donde el mismo ministro que nos casó en las Vegas, para que nos casara por segunda vez. Él estaba lleno de Espíritu y lo amábamos”.
“El comienzo de nuestro matrimonio fue difícil. Yo había nacido de nuevo, pero no había aprendido a controlar mi carne. Cuando me enojaba con Mel, lo maldecía y le tiraba mis zapatos de tacones. No estoy segura si nuestro matrimonio habría sobrevivido si no fuera por la Convención de Creyentes del Oeste, ese mes de julio. En ese momento fue cuando Kenneth y Gloria Copeland se convirtieron en nuestro modelo a seguir. Nosotros queríamos ser como ellos. Mel ya había comenzado ese caminar, pero yo me uní a él para aprender a vivir por medio de la fe, caminar en amor y perdonar. A través de ese proceso nuestro matrimonio se sanó”.
Secretos revelados
A lo largo de su relación, Mel no tenía idea de que Desiree estaba luchando contra la anorexia y la bulimia. Había conseguido esconderlo mientras estaban saliendo, durante dos bodas, una luna de miel en Europa y meses de matrimonio.
Una y otra vez, ella se mantuvo en fe. Confesó escrituras, oró, liberó su fe. Una y otra vez, su cuerpo hambriento gritaba pidiendo comida hasta que se daba por vencida. Entonces la vergüenza y la culpa la empujaban a expulsar la comida.
Un día, Mel volvió de trabajar y la encontró llorando.
“¿Qué pasa?”, le preguntó abrazándola.
Desiree le contó toda la historia. De que había sido gorda. Le contó de las carreras, de aguantar hambre, y de cómo se había comido un plato entero de masa de galletas, para luego expulsarlo. Le contó del ciclo vicioso que no podía detener, y de lo mucho que había tratado.
“¡Esta cosa de la fe no funciona!”, gimió ella.“¡Desiree Ayres! ¡No me importa cuántas veces te equivoques! ¡No me importa cuántas veces caigas! ¡Estás sana en el Nombre de Jesús!”, declaró Mel.
Desiree parpadeó y dejó de llorar. Fue una sensación extraña. Sintió que sus palabras habían entrado a su cuerpo. En ese instante, dejó de verse como una víctima. Lo que Mel le dijo era la verdad. Comer de más y expulsarlo no lo cambiaba. La verdad era que por las llagas de Jesús ella ya era sana. Había recibido su sanación cuando la había pedido. Ella ya era una cristiana victoriosa.
En los meses siguientes, cada vez que Desiree sentía hambre se acordaba de que: “Jesús dijo… ‘yo soy el pan de vida’” y luego corría a la Palabra de Dios. Un día, abrumada por el deseo de comer masa de galletas, escuchó estas palabras: Quiero que ores en lenguas.
De víctima a vencedora
“Empecé a orar en lenguas y poco tiempo después la presencia de Dios me llenó”, recuerda Desiree. “Me deshice de la masa de galletas. Aprendí que habían dos cosas que cuando las combinaba, derrotaban la carne—incluyendo la anorexia y la bulimia. La primera era devorar la Palabra de Dios. Después, agregarle a eso la fortaleza que viene de orar en el espíritu, especialmente cuando eres tentado. Judas 1:20 dice: «Pero ustedes, amados hermanos, sigan edificándose sobre la base de su santísima fe, oren en el Espíritu Santo». Esa era la respuesta cuando mi espíritu estaba dispuesto, pero mi carne era débil. A través de esa combinación, derroté la anorexia y la bulimia”.
Desde ese momento, la carrera de Desiree despegó y ella empezó a hacer varios programas de TV.
“Hice el doblaje de Catherine Bach en los Dukes de Hazzard. Yo era la doble de Heather Thomas en The Fall Guy”, comenta ella. “Trabajé en Remington Steele y Knight Rider. También actué en El increíble Hulk, Riptide, Brain Storm y muchos otros programas”.
A medida que la carrera de Desiree avanzaba, también lo hacía la de Mel. Él tuvo roles en telenovelas populares como: Days of Our Lives (Los días de nuestras vidas), General Hospital (Hospital General) y Falcon Crest, así como en la comedia de éxito: Tres son compañía. Mel era un buen actor y continuaba recibiendo ofertas para diversos papeles. Sólo había un pequeño problema: no disfrutaba su trabajo.
Lo que Mel disfrutaba era servir y pasar su tiempo en ministerios como los de Fred Prince, Kenneth y Gloria Copeland, Richard Roberts y Lloyd Ogilvie. Aún más, le gustaba muchísimo escuchar sus conversaciones.
Mel amaba ir a la iglesia y asistir a servicios múltiples cada semana. Él no podía recibir suficiente de la Palabra de Dios.
“Crecí en la Florida, donde hice mi profesión de fe en Jesús”, comenta Mel. “Cuando me fui de allí me mudé a California para desaparecer. Me involucré con el grupo incorrecto y comencé a beber alcohol y a usar drogas. Tan solo vagué por la vida hasta que un día, en 1980, estaba manejando en Los Ángeles cuando la presencia de Dios inundó mi auto. La experiencia fue tan poderosa que no podía manejar. Me detuve a un lado de la calle, donde el Señor me ministró por dos horas seguidas. Él nunca mencionó mi pecado. El mensaje fue muy sencillo: Te amo”.
“Experimenté una liberación real y salí de allí siendo un hombre diferente. Encontré una iglesia y recibí el bautismo en el Espíritu Santo. Eso pasó dos años antes de conocer a Desiree”.
“Un día, en 1984, estaba en el set de Hospital General, mientras esperaba para grabar mis líneas, cuando comencé a hablar con un guardia de seguridad. El hombre había sido un pastor que había perdido su iglesia. Lo estaba ministrado y animando a creerle a Dios por restauración, cuando me llamaron para grabar y no fui. Lo que estaba haciendo con el guardia de seguridad era eterno. Eventualmente fui y filmé mi parte. Cuando regresé a mi vestidor, supe que actuar no era para mí. Yo estaba llamado al ministerio”.
Cuando Mel llegó a la casa esa tarde dijo: “Desiree, no vuelvas a pagar mis cuotas de la asociación de actores de cine (Screen Actors Guild); no voy a actuar más. Me voy a dedicar al ministerio”. Desiree miró a su esposo como si le hubieran brotado dos cabezas. Tenía ganas de desmayarse. Tenía una carrera exitosa y la estaba arrojando por la borda. Alguien tendrá que ser el adulto responsable y pagar las cuentas, pensó. Supongo que seré yo.
Atravesando el fuego
Desiree trabajaba todos los días—incluso rechazando ofertas—cuando le ofrecieron doblar en la serie de televisión de los 80 Lobo del aire. A pesar de que aceptar ese trabajo tenía sentido financieramente, su corazón continuaba diciéndole lo contrario. Lester Sumrall y Novel Hayes estaban predicando en su iglesia y quería asistir a los servicios. En vez de hacerlo, hizo su parte de adulto responsable y aceptó el trabajo.
Desiree había hecho muchas escenas en las que caía desde grandes alturas prendida en llamas—siempre usando equipo de protección. En esta escena en particular, el guion requería que viajara dentro de un Jeep 4×4 con un botón de control oculto en su mano.
Al recibir la señal, Desiree presionaría el botón y el humo sería lanzado.
El guion no mencionaba fuego en ninguna parte, así que esa vez no usó el equipo de protección. Ahora el 4×4 saltaba en el terreno mientras las cámaras rodaban. Desiree presionó el botón, y disparó una bomba de fuego que envolvió a Desiree en llamas y la dejó inconsciente. Los paramédicos la llevaron en helicóptero al centro de quemados de un hospital cercano, donde llegó en estado crítico.
Desiree había sufrido quemaduras de segundo y tercer grado en su pecho, brazos y cuello, y su rostro estaba quemado.
Mel y el papá de Desiree lloraban mientras estaban parados al lado de su cama. Su pelo había sido protegido por la peluca que usaba, sus manos se habían salvado por los guantes de trabajo que había usado. Pero… ¿su cara?
Durante su estadía en el hospital, Mel trajo un reproductor de casetes y grabaciones de enseñanzas de Kenneth y Gloria y algunas grabaciones de música de Kenneth para que ella escuchara. Mel y Hubie tomaban turnos para acompañar a Desiree, manteniendo ya sea la Palabra de Dios o la música sonando las 24 horas del día. La mamá de Desiree había estado enferma con una gripe y no le permitieron entrar al cuarto de su hija. Mel también empapeló el cuarto con fotos tamaño 20 x 25 cm con la hermosa cara de Desiree.
Tomando una posición
“Recuerdo cuando recuperé la consciencia”, comenta Desiree. “Me di cuenta de que Dios me había estado diciendo que no aceptara el trabajo. No hubiera sobrevivido una bomba de fuego sin un milagro, y estaba viva. Sabía que Dios me estaba dando otra oportunidad de vivir. Le dije que haría cualquier cosa que Él quisiera con mi vida”.
“Mi cara estaba envuelta con vendas y cada vez que trataban de removerlas, las vendas arrancaban mi piel. De día y de noche, escuchaba a Kenneth y Gloria. Cuando el dolor no me dejaba dormir, me quedaba acostaba en la cama a las 3:00 am. y escuchaba la Palabra de Dios y música de alabanza”.
“Cuando tuve la fuerza suficiente para caminar a la ducha, me quedé parada allí, llorando de dolor. Después caí de rodillas y solamente alabé a Jesús. La presencia de Dios cayó en esa ducha. Cuando abrí mis ojos, todas mis vendas estaban dobladas de una forma muy ordenada en el piso de la ducha”.
Desiree permitió que la Palabra de Dios sanara y fortaleciera su cuerpo. Ella continuó alabándolo; sin embargo, hubo una cosa que se rehusó a hacer, y fue mirarse en el espejo.
“Desiree”, le dijo una enfermera un día, “tienes que mirarte la cara en el espejo y aceptar el hecho de que eres una víctima de quemaduras con cicatrices”.
“¡No!”, le respondió Desiree. “¡Le estamos creyendo a Dios por un milagro!”
Mel le señaló una foto en la pared a Desiree. “¡Así es como Dios te creó Dezi! Nunca te olvides de que estamos manteniéndonos firmes en Proverbios 4:20-22: «… [Mis palabras] son vida a los que las hallan, y medicina a toda su carne» (RVA).
Fe por un milagro
El día que le permitieron a su mamá visitarla, ella entró a la habitación y encontró a su hija cantando en el espíritu. Ella miró a Desiree con sus ojos muy abiertos y le dijo: ¡Tengo que tener esto! Luego de eso, Desiree guio a su mamá para que aceptara al Señor y para que fuera bautizada en el Espíritu Santo. Después, las dos cantaron en leguas de hombres y ángeles.
Los doctores y las enfermeras presenciaron con asombro cómo el rostro de Desiree se sanaba milagrosamente—sin evidencia alguna de cicatrices. Diez días después de ser admitida en el hospital en estado crítico, le dieron de alta. El doctor le dijo: “Desiree: fue tu fe en Dios la que provocó el milagro”.
Las noticias del milagro de Desiree se extendieron por toda la nación. La entrevistaron en el Club 700, Women’s Aglow y el show de Phil Donahue. Cientos de personas respondieron al testimonio de su milagro, muchos le enviaron regalos y muñecos de peluche. Desiree terminó llevándolos con ella cuando visitaba los hospitales mientras oraba por los enfermos; Mel, quien ahora era un ungido salmista, algunas veces la acompañaba y ministraba a la gente con canciones. Juntos vieron a muchas personas sanar milagrosamente.
Después de abandonar su carrera de actuación, Mel volvió a administrar un restaurante. Él estaba en el trabajo un día, cuando su pastor le pidió que fuera a trabajar a la iglesia. Al haberse mantenido en fe por el milagro de Desiree, las oportunidades para ministrar abundaban.
“En 1988, Desiree y yo fuimos ordenados a través de la Iglesia Oasis”, explica Mel. “En 1993, nos enviaron a empezar una iglesia. Empezamos teniendo servicios en la tarde del viernes, y desayunos proféticos en Hollywood los sábados. En 1996, tuvimos nuestro primer servicio dominical como La Iglesia En Su Presencia (In His Presence Church) el domingo de resurrección, y empezamos a tener servicios semanales los miércoles. Han pasado 21 años, y todavía seguimos viendo a ciegos recuperar la vista, tumores desaparecer y gente paralítica pararse de sus sillas de ruedas”.
Desiree ha publicado dos libros: God Hunger: Breaking Addictions of Anorexia, Bulimia and Compulsive Eating, (Hambre de Dios: Rompiendo las Adicciones a la Anorexia, la Bulimia y los Desórdenes Alimenticios) y Beyond the Flame: A Journey from Burning Devastation to Healing Restoration, (Mas allá de las llamas: Un camino desde las devastadoras quemaduras hasta la sanación restauradora).
“Todo lo que hemos hecho se remonta a nuestra asociación con KCM. Kenneth y Gloria nos dieron una base sólida que cambió nuestras vidas”, Mel comenta. “Nadie nos ha impactado como ellos. Como Colaboradores, entramos en la bendición de su pacto, la cual incluye la vida divina, sanidad, autoridad y bendiciones. Hace años, sentí que teníamos la responsabilidad de transmitir este mensaje de fe. Tenemos una deuda con la bondad de Dios. Tenemos que regalarlo”.
Mel y Desiree Ayres tuvieron que decidir si aceptaban el veredicto médico, o si enfrentaban al enemigo de la duda y la incredulidad y le creían a Dios por un milagro. Ellos lo recibieron. Tú también puedes recibir el tuyo.