Durante varios años, nosotros los creyentes le hemos permitido a Satanás mentirnos acerca del dinero y de muchas maneras, eso ha bloqueado la obra de Dios en la Tierra. :: Le permitimos mentirnos diciéndonos que a Dios no le concierne el dinero. Sin embargo, mira Deuteronomio 8:18: «Más bien, acuérdate del Señor tu Dios, porque él es quien te da el poder de ganar esas riquezas, a fin de confirmar el pacto que hizo con tus padres, como en este día».
¡El dinero sí le concierne a Dios! De hecho, Dios dice que Él nos da el poder de ganar riquezas para así poder confirmar o establecer Su pacto. El pacto que hizo con Abraham cuando le prometió que lo bendeciría y haría su Nombre fuera famoso en la Tierra. (Génesis 12:1-3 NTV)
Dios quiere bendecir a los creyentes. Él quiere hacer que nuestro nombre—el nombre de la Iglesia del Señor Jesucristo—sea grande y famoso. Sin embargo, antes de que pueda hacerlo, vamos a tener que permitirle que nos ayude a entender correctamente todo lo que concierne al dinero. Vamos a tener que dejarlo enseñarnos a cómo manejar y recibir el dinero de acuerdo con Su Palabra.
Exactamente, ¿qué es lo que requiere eso? En una palabra: Adoración.
Durante años Dios me ha mostrado que Él quiere que lo adoremos con nuestro dinero. Algunas personas podrían decir: “Bueno, yo no creo que las cosas materiales sean importantes. A Dios le importa nuestro corazón”. Sin embargo, ellos no se dan cuenta de que no puedes separar entre ambas. Cuando le das tu dinero a Dios, le das una parte de ti mismo. Le das por lo que has trabajado, estudiado, a lo que le has dado tu tiempo. Ese dinero es una parte de ti. Te representa.
Dios quiere que lo adoremos con nuestro dinero—¡Con todo nuestro dinero! No quiere que digamos: “Le daré a Dios el 10 por ciento, pero el otro 90 por ciento es mío”. Él no dijo: “Amo tanto al mundo que le daré el 10 por ciento de Jesús”. Él lo dio todo.
Hace varios años, el Señor me dijo que quería que le regalara un abrigo de cuero que mi papa me había dado a un predicador que conocía. Yo estaba en una reunión en San Antonio, Texas en ese momento, tenía que regresar al hotel y orar al respecto porque no quería regalar ese abrigo. Me gustaba mucho; lo amaba.
Ese era el problema.
En realidad, me arrodillé al lado de la cama de la habitación del hotel y lloré al respecto. Finalmente me di por vencido. “Bueno Dios, lo haré”. Pero Él me dijo: No quiero que te sientas obligado a hacerlo, quiero que lo hagas por tu propia voluntad.
Tuve que orar por más tiempo para querer hacerlo; más tarde, lo hice.
Esa noche fui a la reunión, busqué al predicador, lo llamé, puse el abrigo sobre sus hombros y le dije: “El Señor me dijo que te dijera: Este es un abrigo de amor…”
La siguiente noche, ese predicador se me acercó y me dijo: “Hermano Caldwell, cuando llegué a mi casa anoche, le pregunté al Señor porqué me había dado este abrigo. No necesito un abrigo. Sin embargo, el Señor me dijo que tú necesitabas regalarlo”.
“Eso es cierto”, le respondí. “Necesitaba hacerlo”.
“Bueno, el Señor me dijo que lo recibiera y te lo regresara”, me dijo. Después impuso sus manos sobre mí y profetizó: “Sí, verdaderamente, es un abrigo de amor. Y porque estuviste dispuesto a regalarlo, te lo estoy devolviendo”.
Escucha: Dios quiere que estemos dispuestos a alabarlo con todo lo que tenemos. Él quiere que estemos dispuestos a darlo todo. Después Él puede bendecirnos, multiplicarlo y regresárnoslo.
¿Has leído alguna vez acerca de lo que los Israelitas dieron para la construcción del templo? El Rey David dio más de $162 millones de dólares de su riqueza personal para empezar. Después los sacerdotes dieron varios cientos de millones de dólares adicionales. Finalmente, convocaron a la gente y ellos también ofrendaron.
Y cuando la reina de Sabá vino del sur, y vio todo, dijo: “Este Dios es más grande que cualquier otro que haya conocido”. Después, ella le dio la orden a sus siervos de traer todos sus tesoros y dijo: “Adoraremos a tu Dios”.
Ves, esto no solamente tiene un impacto en Dios cuando lo adoramos con nuestro dinero—¡también impacta al mundo!
Hace algunos años, en mi Iglesia en Little Rock, Arkansas, recibimos una ofrenda de $10.000 dólares y se la dimos al Departamento de Policía de Little Rock. Poco tiempo después, escuché que durante una reunión en Anaheim, California, Larry Lea había recibido una ofrenda de $10.000 y se la había dado al alcalde de Anaheim. ¿Tienes idea de lo que sucedería en los Estados Unidos si las Iglesias de todo el país empezaran a hacer eso?
Ya ha comenzado un avivamiento mundial. Sin embargo, la única manera en la que lo veremos completarse es si hacemos el último ajuste de adorar a Dios con nuestro dinero. Si todos hacemos eso, nunca más tendremos ningún problema en el Cuerpo de Cristo. Y a través de nosotros, Dios hará que Su Nombre sea engrandecido en la Tierra.